Para las comunidades negras y afrocolombianas del Pacífico colombiano, el viche es una parte fundamental de su cultura e historia. Esta bebida artesanal, hecha a partir de la caña de azúcar, tiene sus orígenes en las antiguas tradiciones de la región. Son las mujeres quienes han cuidado y preservado este saber, manteniendo viva una costumbre que ha pasado de generación en generación. Las mujeres han destilado y compartido el viche como parte de una práctica comunitaria que entrelaza el conocimiento medicinal y agrícola con rituales espirituales, que reflejan un dominio inigualable sobre los distintos territorios colectivos.
El rol de las mujeres en la producción de viche es una historia profundamente enraizada con la lucha y la resistencia frente a siglos de opresión. A pesar de la brutalidad de la esclavitud, las dinámicas del conflicto armado, y la persistente falta de reconocimiento institucional, el viche ha perdurado como uno de los vestigios más valiosos de la identidad cultural afrocolombiana. En su papel de cuidadoras y guardianas del saber ancestral, las mujeres no solo preservaron las técnicas de destilación, sino que las transmitieron de generación en generación, asegurando que este conocimiento, aunque estigmatizado y marginado, continuará siendo un pilar de la cultura y la identidad de las personas en sus territorio colectivos.
Ya desde el conocimiento más técnico, las mujeres son quienes han liderado el proceso de fermentación y destilación, actividades que requieren paciencia, cuidado y un conocimiento profundo de la tierra y sus ciclos. Aunque los hombres participan en la recolección de la caña y en la construcción de los alambiques, es la labor de las mujeres la que da vida al viche, un proceso que ha sido históricamente invisibilizado y subvalorado.
De igual manera, más allá de ser un ejercicio de resistencia cultural, la producción de viche ha representado una oportunidad económica significativa, convirtiéndose en el motor de sustento para muchas mujeres rurales en las costas del Pacífico. Justamente, el Festival Petronio Álvarez, la celebración cultural más emblemática de esta región, es donde el viche alcanza una plataforma de exposición en su máxima expresión.
Hoy, en el contexto del Festival Petronio Álvarez, el viche ha trascendido su condición de bebida para convertirse en un emblema de los activos culturales de las comunidades negras. Es un recordatorio perenne de la resiliencia de las mujeres afrocolombianas y de la importancia de preservar las tradiciones que refuerzan la identidad y el sentido de pertenencia en las comunidades afrodescendientes.
Sin embargo, hay una paradoja que surge justo antes del Festival Petronio Álvarez, cuando estas mujeres enfrentan el miedo de que les quiten su viche por la falta de reglas claras para venderlo en Colombia. Mientras las mujeres que producen y transforman el viche hacen un sinfín de solicitudes a las autoridades locales para poder llevar la bebida al festival, se encuentran en una situación muy injusta: grandes empresarios, chefs y dueños de restaurantes en las ciudades se benefician económicamente de la venta de esta bebida. Hoy en día, el creciente interés por el viche en los restaurantes más exclusivos de Bogotá y otras ciudades ha traído grandes problemas para las mujeres que lo producen. Personas blancas y mestizas han comenzado a apropiarse de esta bebida y a venderla de manera exagerada, distorsionando lo que realmente es el viche. Esto ha generado tensiones entre mantener la esencia cultural del viche y aprovecharlo solo para ganar dinero. Las mujeres negras que lo producen encuentran muchas dificultades para proteger sus derechos, y la gran demanda ha puesto en peligro la autenticidad del viche, ya que ahora se ven muchas versiones que no respetan las técnicas ni el contexto cultural en que se ha producido por generaciones.
Frente a estos desafíos, desde Ilex Acción Jurídica se han emprendido diversas acciones para lograr el reconocimiento y protección del viche como una manifestación cultural esencial de las comunidades negras del Pacífico colombiano. Esto ha implicado iniciativas como el impulso de la Sentencia 480 de 2019, en la cual se reconoció la exención de impuestos para la producción de bebidas tradicionales en territorios afro para su propio consumo. Esta sentencia marcó la primera vez que la Corte Constitucional reconoció la existencia de bebidas como el viche.
Asimismo, en 2019 solicitamos la revocatoria del acto administrativo que otorgó la marca “viche SAS del Pacífico” a un empresario caleño, argumentando la necesidad de proteger los derechos colectivos de las comunidades afrodescendientes. En 2022, ante la renuencia del gobierno nacional a reglamentar las relaciones comerciales en torno a la venta del viche, y sobre todo, considerando la situación crítica que enfrentan las mujeres productoras, interpusimos una acción de tutela. Esta acción busca que se reconozcan los impactos interseccionales que la falta de reglamentación tiene, especialmente sobre la economía de las mujeres que lideran la producción del viche
En estos días, estamos en una nueva versión del Festival Petronio Álvarez, un espacio donde la riqueza cultural del Pacífico colombiano brilla con luz propia. Sin embargo, es crucial que durante el festival, el consumo de viche se realice de manera responsable y consciente. Al hacerlo, no sólo honramos a las mujeres que han mantenido viva esta tradición, sino que también contribuimos a la preservación de un patrimonio que, aunque pertenece a todos, tiene su raíz y esencia en las comunidades del Pacífico. Sólo a través de un compromiso real con la equidad y la justicia, podemos asegurar que el viche siga siendo un símbolo de la resiliencia y creatividad de las mujeres del Pacífico colombiano, y no una simple mercancía en manos de aquellos que desconocen su verdadero valor.