July 14, 2025

El enemigo perfecto: migración negra y fascismo narrativo

Las políticas antimigratorias exacerban el racismo antinegro, la estigmatización y la criminalización de la migración negra.

COMPARTIR ARTÍCULO
Compartir en Facebook Tweet Enviar por WhatsApp Enviar por WhatsApp Enviar por email

El tema de la migración antinegra no es un tema nuevo; cada vez que se exacerban las políticas antimigratorias, sabemos que también se exacerba el racismo antinegro. Lo que no deja de ser una sorpresa es que, pese a tanta política neoliberal que prueba que la migración robustece las economías, se insista en que la migración negra migrante es la culpable de colapsos económicos, crímenes y fallas sociales de todo tipo. En esta columna hablaré de narrativas, cifras y política pública para entender por qué en pleno 2025 es tan fácil que el fascismo siga en alza y que la gente siga señalando a las personas negras, a las personas que migran y, en especial, a la migración negra como el problema máximo a erradicar.

Iniciemos con la paradoja más evidente: la migración, aunque representa crecimiento económico y cultural, es contada desde una perspectiva criminalizante y patética. Justo en este momento está el debate de la persona buena que migra vs. la persona mala que migra. Vemos en redes y en los medios la triste historia de migrantes con papeles que son detenidos de forma injusta y prejuiciosa, pese a ser personas que trabajan honradamente. Entonces, aparecen comentarios y reacciones en contra del perfilamiento racial, en contra del asumir que una persona está de “ilegal”. Sin embargo, no se tienen estas preocupaciones cuando la persona migrante en cuestión no tiene documentos, no tiene un pasado judicial limpio —sea en el país en el que vive o en el país al que migró—; ahí la xenofobia no es un problema, no es una cuestión a erradicar. Esta narrativa del buen migrante es una herramienta efectiva de división, que resulta en personas migrantes delatando o señalando a otras personas migrantes, reforzando políticas xenófobas, racistas y peligrosas. Por supuesto, quienes caen en estas narrativas, e incluso las replican, no tienen en cuenta la estructura racial que hay detrás de ese perfilamiento y, por lo general, las nacionalidades más perseguidas o las personas migrantes más acosadas son personas de ascendencia africana.

La narrativa de que la migración es un problema a erradicar es más violenta cuando se trata de personas negras. Los cuerpos negros, ya históricamente criminalizados por los regímenes coloniales y esclavistas, siguen siendo percibidos como una amenaza en movimiento. No importa si la persona migrante trabaja, paga impuestos o tiene estudios: si es negra, el dispositivo racial se activa y si no hace ninguna de las cosas que mencioné, también. Además, cuando el racismo se combina con la xenofobia, el resultado es una doble marginación que niega derechos básicos y habilita la impunidad. Un ejemplo de esto se puede ver en el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (Immigration and Customs Enforcement – ICE en inglés), que en su récord de “detención preventiva” registra datos alarmantes, como el haber tenido en sus centros a personas durante 8 a 10 años, de Rwanda y Kenya, según Decolonize Myself. Reitero que ha sido en el marco de “detención preventiva”, un indicativo evidente de que las personas negras son los grandes chivos expiatorios en controles migratorios y en la política antiinmigración.

En Europa, por ejemplo, las personas africanas subsaharianas son detenidas, deportadas o ignoradas en sus travesías por el mar Mediterráneo, donde muchas veces mueren a la vista de agencias estatales y hasta civiles. El proyecto de Migrantes Perdidos (Missing Migrants Project) registra datos aterradores como la muerte de 75.988 personas desde 2014, el encuentro de restos de 30.646 personas que perdieron la vida durante la migración y el registro de la ruta más mortífera, que es la del Mediterráneo Central, donde al menos 25.135 personas han muerto desde 2014.

En América Latina, la migración haitiana es tratada con un desprecio sistemático que va desde la negación del refugio hasta el abandono institucional. “La deportación masiva de haitianos por parte de Estados Unidos ha provocado un efecto dominó en el aumento de las deportaciones y otras violaciones de los derechos de protección internacional de personas haitianas en todo el continente americano. (…) En octubre de 2021, Amnistía Internacional y Haitian Bridge Alliance se reunieron con más de 60 haitianos en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas, y encontraron que los Estados de toda América, incluyendo México, Chile y Brasil, no estaban protegiendo adecuadamente a los haitianos en movimiento frente a una serie de violaciones a los derechos humanos, incluyendo detenciones y devoluciones ilegales, extorsión, racismo antinegro, abusos como violencia de género por parte de grupos armados, y condiciones de extrema precariedad, dejándoles en situación de inseguridad y desprotección en distintos países de la región.” They did not treat us like people, 2022.

La migración negra, por tanto, no sólo es expulsada de sus lugares de origen por estructuras globales de despojo como la gentrificación, los conflictos internos, la apropiación y explotación de territorios afrodescendientes, sino que es rechazada donde sea que intente rehacer su vida. Así es como las políticas basadas en el sentimiento xenófobo que algunos líderes mundiales implantan en los medios terminan siendo un registro que hace eco en imaginarios y creencias que, además, también son racistas.

La narrativa dominante no sólo construye a las personas negras migrantes como peligrosas, aún más, como descartables. Cuando se habla de migración en los medios, rara vez se nombra el color de piel de quienes mueren, pero basta con ver las imágenes para entender quiénes son los cuerpos que no merecen titular, ni luto, ni justicia. La neutralidad aparente del lenguaje —“crisis migratoria”, “flujo irregular”, “control de fronteras”— oculta las jerarquías raciales que determinan qué personas pueden ser acogidas y cuáles deben ser rechazadas o abandonadas.

El silencio también es una forma de violencia narrativa: no decir que son personas negras las que mueren en el Mediterráneo, las que son deportadas sin protección en Tapachula, las que cruzan el Darién sin documentos ni garantías, es perpetuar la idea de que esas muertes son parte del orden natural de las cosas. Romper esa narrativa exige no sólo nombrar el racismo, sino también desobedecer la forma en que se cuenta el dolor y la dignidad de quienes migran.

No podemos obviar que, por otro lado, narrativas sobre lo multicultural —bajo el lente neoliberal— aseguran que la migración es equivalente a naciones más ricas, y tenemos que traer eso a la conversación. Porque, cuando se habla del crecimiento económico de las naciones, existe también una postura en la que se busca la migración como una herramienta aliada de economías emergentes o sólidas. Un ejemplo de ello es el informe que presenta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Cómo los inmigrantes contribuyen a la economía de los países en desarrollo, que presenta datos como los siguientes:

“No todos los inmigrantes son trabajadores, pero sí la mayoría. La inmigración laboral representa una gran proporción de la inmigración total en el mundo. En promedio, la proporción de la inmigración laboral a nivel mundial, medida por la participación de la población de inmigrantes en la fuerza laboral, es de 72.7% y de 63.9% en la población no migrante” (OIT, 2015a). “Las tasas de participación de los inmigrantes en la fuerza laboral en los países de ingresos bajos, medios bajos y medios altos son de 59.4%, 69.7% y 70.7%, respectivamente” (OIT, 2015a).

Sin embargo, esa idea de que la persona que migra es delincuente es el imaginario que mejor se ha instalado entre las masas, los medios y las redes, y que sigue beneficiando a líderes de extrema derecha que no quieren mostrar indicadores reales de sus fallas y de sus políticas, meramente basadas en paralogismos.

El crecimiento del fascismo contemporáneo no se da en el vacío; se necesitan enemigos reconocibles, cuerpos que puedan ser sacrificados sin escándalo y poblaciones a las que se pueda responsabilizar del colapso social, sin mencionar a los verdaderos responsables. En este tablero, la persona negra migrante se convierte en el objetivo perfecto. Lo más alarmante es que esta narrativa es hegemónica, masiva e imbatible; es la que repiten funcionarios, noticieros, algoritmos y leyes; la que permite que se aprueben políticas de expulsión, que se militaricen las fronteras, que se deje morir a miles en el mar sin que eso active ningún estado de emergencia humanitaria. Y es que hablar de migración de personas negras no es sólo hablar de desplazamientos forzados, es también entender que existe un proyecto global que se enriquece cuando excluye, racializa y castiga. Si no desmantelamos la narrativa del miedo, el fascismo seguirá en ascenso.

COMPARTIR ARTÍCULO
Compartir en Facebook Tweet Enviar por WhatsApp Enviar por WhatsApp Enviar por email
  • Me indigna
    (2)
  • Me moviliza
    (1)
  • Me es útil
    (0)
  • Me informa
    (0)
  • Me es indiferente
    (0)
  • Me entretiene
    (0)

Autor

  • Escritora y educadora antirracista. Es columnista de América Futura de El País (España), Volcánicas, Manifiesta y El Espectador (Colombia). Sus reseñas, cuentos y poemas pueden encontrarse en publicaciones internacionales como el Southwest Review de la Universidad Metodista del sur de Dallas, Purple Ink de la Universidad de Brown y la plataforma digital America Hate Us. Es autora de Arraigos (2023), y pueden leer su trabajo en publicaciones colombianas independientes como Neutrina, Ex-libris, Literariedad o Sinestesia. Hace parte de la antología Afloramientos de Fallidos Editores y ganó una mención honorífica en el XII Concurso de Poesía Eduardo Carranza.

    View all posts

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Artículos relacionados