December 10, 2025

Dahlia de la Cerda: la escritura como herramienta política

Nuestra editora Ita María conversó con la autora mexicana Dahlia de la Cerda sobre su más reciente libro “Medea me cantó un corrido”, la Llorona, la Virgen de Guadalupe, la espiritualidad, las desapariciones, las decisiones estéticas, el narco, los corridos, el lenguaje, la crítica, el hate y las luchas dentro y fuera de la escritura.

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En “Medea me cantó un corrido”, una heroína redimida y tropicalizada se desliza en nave por seis relatos feroces que dialogan entre sí, sin que esto sea evidente hasta bien avanzada la lectura, en el universo ficticio de Aztlán. Conversé con su autora, la mexicana Dahlia de la Cerda, en una charla íntima y tranquila, sobre Medea, por supuesto, y también sobre la Llorona, la Virgen de Guadalupe, espiritualidad, desapariciones, el proceso creativo, las decisiones estéticas, del narco, los corridos, el lenguaje, la crítica, el hate en las redes y las luchas dentro y fuera de la escritura.

Nuestra charla empezó por las coincidencias entre Colombia y México que la autora misma notó a su llegada, y terminó en las desapariciones forzadas, otro punto de encuentro doloroso entre ambos países. “No fue tanto en esta ocasión ni el shock cultural, ni que las preguntas de las lectoras estuvieran centradas en las diferencias, como me ha ocurrido en otros países, que les interesa mucho México porque es un contexto que desconocen y problemáticas que no les atraviesan y es como complejo. Acá en Colombia ha sido más que las lectoras se ven reflejadas en las realidades que tenemos en común tanto aquí como allá. Y ha sido también interesante, ¿no?, como ver que somos muy parecidos, muy parecidas”, dijo ella. Me encontré a una mujer brillante, dulce, conversadorsísima y honesta, que la está rompiendo en el mundo mientras destruye, a la par, estereotipos de la industria editorial y egos en las redes sociales.

V: Hablemos de esas similitudes entre ambos países. El crimen y el multicrimen están presentes en tu libro, casi como un protagonista más, y por momentos sí tuve esa sensación del narco salvador, el señor de los señores, que da cuenta también de muchas otras violencias del Estado. Pero luego llega Medea y rompe con todos esos imaginarios. ¿Cómo fue que llegaste a traer a esta mujer, esta imagen de la mitología, Medea, a transitar, no como salvadora, sino como acompañante, como alguien que se involucra en estas historias, las navega y sortea todas estas realidades?

Dahlia: Bueno, primero, creo que, igual en México, la relación con las organizaciones multicrimen es compleja y ha sido compleja desde que empezaron a traficar, desde que empezaron a surgir los traficantes de drogas. La mayoría de esos grandes capos vienen de un contexto que era rural y marginado, o de contextos de alta marginación. Y se quedaban en sus comunidades tanto a vivir como a establecer dinámicas de control y de cuidado. Cuidaban y controlaban por igual.

Entonces, en México, hay una larga historia donde hay, por una parte, una idealización y admiración a la figura del capo, pero por otra también el terror. Porque así como pueden pavimentar tu comunidad entera, poner luz, escuelas, iglesias, también pueden un día, pues abrir fuego contra toda la población. Entonces son dinámicas complejas que están presentes en la mayoría de los lugares en México. Se estima que en México el narco emplea de manera directa a 800.000 personas, entonces es un gran empleador. Hay mucho narcotrabajo y es complejo. 

Ahora lo de Medea, a mí me gusta construir libros que tengan unidad, que sean como muy redondos, que tengan un mismo universo narrativo y me gusta como esta complejidad de construir universos y mundos narrativos. Y para este mundo narrativo que es Aztlán, donde suceden los hechos de “Medea, me cantó un corrido”, yo necesitaba una mujer que además estuviera presente en todos los textos como una figura de acompañante. Pero como iban a ser temas que tocan la maternidad y los cuidados, quería una mamá mala, que no se cambiara su historia, que siguiera siendo una mala madre, pero que reparara el daño acompañando a otras. 

Había pensado en La Llorona, una figura del folclor mexicano, que creo que acá también está presente, que es esta mamá que ahoga a sus hijos y luego los anda buscando por toda la eternidad gritando: “¡Ay, mis hijos!”. Y también pensé en la Virgen de Guadalupe, porque es la figura religiosa más venerada en México. Pero me iba a meter en problemas, ¿no? 

Ya de por sí me odian (los fundamentalistas) y han intentado meterme en la cárcel un montón de veces y no han podido nunca. Se han esforzado bastante, pero no han podido y me iban a odiar más. No solamente eso, sino todo México; el 80% de los mexicanos, católicos o no, veneran y le tienen respeto a la Virgen de Guadalupe, porque ha sido estandarte de muchas luchas proletarias y de muchas luchas revolucionarias. Entonces, pues no me quería meter con una figura así porque puede ser que a mí me parezca muy cool hacer la reivindicación, pero al final de cuentas, las personas tienen sus creencias y creo que con el universo religioso de las personas o con la dimensión espiritual de las personas, no me interesa meterme tanto porque son áreas muy susceptibles. 

V: Y eso se refleja en tus personajes; algunos son muy religiosos, creyentes, algunos bien moralistas y tú respetas esa idea, no te metes en ningún momento con eso; ni tú ni Medea, que también carga con sus temas y sus muertos.

Dahlia: Ajá. Entonces ya después también tenía Medea; estaban como las tres figuras que yo ubicaba como malas madres que pertenecen a algún folclor o alguna tradición mitológica y me decidí por Medea porque ella no solamente mata a sus hijos, ella se lleva los cadáveres de los hijos para que Jasón, el papá, no pueda darles un rito funerario y despedirse. Entonces, a mí como mexicana eso me ofendió profundamente, porque en México las desapariciones son un tema muy grave, muy sensible. 

Hay colectivos de búsqueda de familias buscadoras o madres buscadoras que están armadas con palos y palas para ir a escarbar en la tierra en busca de cuerpos de personas desaparecidas que son el hijo, la hija, el esposo, la esposa de alguien. Y pues el hecho de que haya mujeres que piden de regalo el 10 de mayo —que es el Día de las Madres— poder encontrar a sus hijas e hijos para poder descansar, llevarlos a casa, pues es algo muy dramático en México. Y desde ahí me pareció más interesante la figura de Medea; ella hizo un daño similar al no permitir un cierre y un rito funerario llevándose esos cadáveres, y ella podría reparar el daño con al menos una mujer de manera similar, o sea, más bien ayudándola a recuperarlos. Pues te voy a ayudar a que tengas un cierre y que tengas un rito funerario. Y por eso fue que la seleccioné. 

Y mira, al principio sí era muy Medea ella, o sea, sí estaba como que princesa griega, la chanclita, sus ramitas, muy de blanco con dorado… muy Disney, una Medea muy Disney. Pero había un tema ahí con la narrativa, que cuando estás escribiendo (depende de qué tipo de escritor seas), pero a mí, que soy una maniática, sí me interesa mucho en dónde se va a poner la mirada el lector. Y Medea griega generaba una tensión que yo no quería que ocurriera y es que rompía un poco con el universo narrativo de Aztlán y la gente la notaba, porque que no la notaran era inverosímil. Entonces la gente notaría que era una princesa griega y eso se hubiera convertido en otra trama. ¿Cómo es que llega una princesa griega en princesa griega a un lugar como México, a Aztlán? ¿Y cómo es que la gente la mira, de que a esas chanclas nada que ver, o está loca?

Entonces decidí tropicalizarla para que la atención estuviera directamente en su labor como acompañante y no hubiera un desvío tanto en que era una figura mitológica y que nadie ni siquiera lo notara, pero lo normal, para nada de que una princesa random, pero no verla como esta parte de una mitología, porque sí te cagas. Como que en México estamos acostumbrados a ciertos eventos paranormales. Si yo estoy en mi casa y se me aparece un perro que se transforma en hombre, lo normal es que sea un nahual, ¿sabes? Pero ya de pronto si llega Hércules, sí es como que digo, bueno, ¿tú qué haces aquí? Porque ya estamos acostumbrados a nuestros folclores, nuestros fantasmas, nuestros mitos. Y que llegue un mito distinto a irrumpir genera una tensión que yo no quería explorar en ese momento.

V: Y todo eso resulta en una mitología híbrida, porque no es solo Medea; tocas otras historias de esa mitología, pero en un universo de folclor mexicano con su mitología propia, y logras convencer a quien está leyendo de que todo esto coexiste. No sé si tiene que ver con esas similitudes colombomexicanas, pero sí hay muchos puntos de encuentro que conectan y que te hacen más verosímil la historia. Por ejemplo, el chaneque, que acá es el duende. Entonces hay como un quiebre de realidad con estas pequeñas ficciones que ya tenemos asimiladas, como el perro que se vuelve hombre, y logras hacer verosímil en ese universo a Medea.

Dahlia: Sí, es que esa era la idea. Porque, a la hora de la lectura, cuando ya está terminado el manuscrito, bueno, el primer tratamiento, sí me di cuenta de que la figura de Medea en princesa o hechicera griega sí rompía mucho, por lo mismo que no pertenece al folclor y que sí había una ruptura, y es lo que te comentaba. A mí se me aparece La Llorona y yo digo: “Bienvenida, siéntese, pásele”. Pero si se me aparece de pronto Circe, sí voy a decir: ¿tú qué haces aquí?, no te conozco, ¿a qué te dedicas? Porque aunque estén dentro del subconsciente colectivo y sean figuras universales, no es tu folclor.

V: Tú apelas con frecuencia a esa raíz y a esa nostalgia de la historia de las abuelas o lo que te han contado y has heredado. Es además como un gran recurso literario de verosimilitud en la ficción.

Dahlia:Sí, y es que además es increíble. En el extranjero, en Francia sobre todo, les llama mucho la atención el folclor mexicano. Les parece muy curioso el culto a la Santa Muerte, el culto a San Judas Tadeo y las licencias que da la Iglesia Católica de pronto con México, de que saben, por ejemplo, que en muchas comunidades originarias, a la hora de adorar a la Virgen de Guadalupe, están en realidad adorando a sus deidades originarias. Y que es como este sincretismo que para ellos es la Tonantzin, y como que les causa mucha intriga el chupacabras, el creciente culto al diablo y el Angelito Negro. 

Entonces a mí como que toda la dimensión religiosa y espiritual que tenemos los seres humanos me parece increíble y es lo que más me gusta explorar del ser humano, porque lo que tenemos es tangible, como la violencia; eso lo crees porque está ahí. Pero el que creas que haya chaneques o que mi mamá, por ejemplo, cuando se desaparece algo, me diga: “¿Los duendes?”. Eso es increíble y es una belleza.

V: Y es como contraintuitivo encontrarte en un libro que hila historias de acompañamientos de aborto, pero también de maternidades deseadas, de espiritualidades y fe. ¿Es una apuesta consciente la militancia por estos terrenos tan complejos a los que muchas veces cuesta llegar, desde la ficción y desde la escritura?

Dahlia: Originalmente, yo no quería que fuera así, porque cuando yo empecé a escribir o empecé a tomarme en serio el tema de la escritura, que empecé a pensar en proyectos de escritura serios, fue por ahí en 2012 y 2013. Y aunque yo ya empezaba a militar en el feminismo y a involucrarme en distintos activismos, lo que yo había leído hasta ese momento que cruzaba la literatura con el feminismo en específico me parecía panfletario y yo no quería escribir literatura panfletaria. Porque, en primera, creo que no funciona, creo que es forzada, creo que es de un nicho muy pequeño y creo que causa repele en muchas personas. Y a mí me ha pasado. Yo tengo un libro, “Desde los zulos”, que es de feminismo y ese libro es de nicho, solamente para personas interesadas en los feminismos, en los movimientos sociales.

Entonces yo no quería eso para mi escritura. Sí quería que mi escritura tuviera una politización, que fuera política. Creo yo que toda la literatura es política, que toda la literatura es propagandística y que toda la literatura tiene ideología. Y yo sí quería que mi escritura, me parece imposible desprenderla de una ideología, de una propaganda y de un posicionamiento político, porque pues la iba a escribir yo, que tengo posicionamientos políticos, pero no quería que fuera panfletaria. Entonces creo que trabajé mucho en, como te dicen en los talleres literarios, “mostrar y no decir” y, en lugar de decir patriarcado, mostrar cómo opera el patriarcado en situaciones concretas de mujeres concretas. 

Y es como un caballito de Troya, porque la gente compra una novela o compra un libro de relatos y termina probablemente cambiando su perspectiva respecto a las mujeres trans, al aborto, al reclutamiento de adolescentes por parte del crimen organizado; entonces se ha utilizado la escritura como una herramienta política para hablar de temas que a mí me parece importante problematizar y mostrar como distintas realidades y complejizar. 

Y me ha funcionado bastante bien. Porque en el caso, por ejemplo, de “Perras de reserva”, ha sido un fenómeno. En México se han vendido demasiados libros. Bueno, tampoco es que yo sea de que el Yordi Rosado, que he vendido 100.000 copias, no, pero sí he vendido bastantes. No 100.000, pero sí mucho. Y mi público es muy diverso. Hay de todo tipo de personas que me leen y no solamente feministas. O sea, así es como un público muy amplio, porque lo que están leyendo es ficción, que es un caballo de Troya, y por ahí se mete mi ideología.

Pero ha sido muy interesante ver la reacción de personas que no piensan en términos de lenguaje progresista o derecho humanista. La realidad es que sí reflexionan sobre ellas porque les atraviesan, pero no en nuestros términos, pero que se encuentran en los personajes, por ejemplo, con mujeres privadas de su libertad. En las cárceles me leen mucho, tanto en las femeninas como en las de varones. Y que a los hombres privados de su libertad les haya gustado mi escritura y se hayan identificado con algunos personajes, para mí ha sido una locura. 

En barrios, por ejemplo, como parte de programas de promoción de lectura, mis textos han logrado conectar con muchas adolescencias y juventudes e incluso niñez. Una profe me contó que puso a sus alumnitos de 5.º grado, que tendrán 11 años, a leer algunos relatos de “Perros de reserva”. Y yo, profe, ¿te puedo recomendar textos para enseñar? Y me dijo: “Pues es que la realidad que mis niños y mis niñas viven es mucho más brutal que lo que puedan leer”. Y pues sí, tiene razón. Son niñas que viven en el fuego cruzado, el crimen organizado, y que ya tienen normalizado ver pasar a los monstruos que son como estos vehículos artesanales, que es el crimen organizado, rafagueando a otras personas. Entonces, pues, como que la ficción era un reflejo más de su realidad. Pero al final de cuentas, sí terminé utilizando la literatura como una suerte de militancia, pero siento yo que lo que yo escribo no es panfletario, a menos que sí escriba panfleto, porque desde luego que tengo textos que tienen esa intención de ser panfletarios y de ser panfletos, como mis textos que escribo de teoría o ensayo sobre feminismo.

V: Hablemos de esas audiencias a las que, muchas veces, la industria editorial subestima, y a las que, para muchos autores y autoras, no es fácil llegar, y de la elección estética que es el lenguaje. Tú haces otra apuesta consciente ahí; no escribes ni para complacer ni a la academia ni a las élites literarias. Y conectas desde el lenguaje con estas audiencias porque se siente real. Y también está el recurso de la música, los corridos, otro lenguaje en sí mismo, y ahí hay unas conexiones que trascienden incluso las palabras y que logran tal vez desarmar o jalonar al lector a este universo. 

Dahlia: Sí, sí, sí, desde siempre. El corrido, de hecho, en México, inició para contar historias de héroes revolucionarios, porque al final el corrido viene de esta tradición de los cantares, de gestas y de todo lo que tiene que ver con los trovadores que contaban historias o iban y cantaban las historias de héroes comunitarios o de héroes del pueblo. Así empezaron los corridos. Ya luego empezaron un poco con las figuras, que no era esta figura que se construyó desde las narrativas estatales del narco, ni siquiera del traficante, sino como de estos sembradores y cosechadores de amapola, marihuana, sustancias ilegales, que se dedican básicamente a eso, a exportarla, y que eran figuras representativas. Porque no solamente eran marginadas, que habían salido del umbral de la precarización, sino que hacían cosas muy heroicas, tipo Robin Hood, de robar a los ricos o hacer dinero por medios no tan legales, en contra del Estado, del gobierno, del mal gobierno y repartirlo entre la comunidad. Entonces creo que, desde ahí, el corrido es interesante de analizarlo en su contexto. Pero además, creo que las estructuras narrativas del corrido, la mayoría, tienen la estructura del viaje del héroe y a mí me gusta darle esa estructura a mis textos narrativos porque me parece que funciona literariamente. 

Ya volviendo al tema del lenguaje, mi intención a la hora de escribir siempre ha sido que mis textos sean accesibles para todo el mundo. Hay escritores que escriben en lenguaje muy mamón, muy elitista, que dicen que sus textos los puede leer todo mundo y que si piensas que no, es que eres clasista y racista. Pero la realidad es que yo, que sí he trabajado en comunidades marginadas, en comunidades con rezago educativo, me he dado cuenta de que no es que las personas sean estúpidas. Las personas tienen distintas curvas de aprendizaje y esas curvas de aprendizaje influyen en lo que te interesa leer, en lo que entiendes y en lo que no entiendes. Yo, por ejemplo, si ahorita leo un libro de química avanzada, no voy a entender un carajo, no porque sea estúpida, sino porque mi curva de aprendizaje nunca incluyó el estudio de la química. Yo tuve química en la secundaria y jamás en mi vida volví a estudiar. Yo no sé nada de física, de química, de un montón de cosas y eso no me hace estúpida.

Y la realidad es que yo sí pensaba, teniendo como base las experiencias que yo he tenido dando clases, que en muchos contextos yo tenía que servirme de materiales didácticos, que yo tenía muchas alumnitas y alumnitos que hicieron secundaria, preparatoria en telesecundarias y telebachillerato, donde una profe les dio todas las materias, los tres años de escolaridad, y que tienen mucho rezago educativo, y yo me daba cuenta a la hora que hablaba y que hablábamos, y yo tenía que buscar pedagogías para que pudieran entender conceptos que, si se los planteaba como venían en mis libros, no los iban a entender. No porque fueran tontas, sino porque ellas tenían otras curvas, pero que si yo trasladaba esos conceptos a un lenguaje más cotidiano, más situado a sus contextos, lo entendían perfectamente. 

Entonces empecé a usar música de reggaetón, empecé a usar música de banda, empecé a usar referencias de películas, de creadores, de contenido ya más recientemente que entendían y que eran muy fáciles. También he dado, por ejemplo, clases en cárceles y mis alumnas son brillantes, pero muchas de ellas acaban de aprender a leer y escribir. Si yo les doy un libro, por ejemplo, de Heidegger, “Del ser y el tiempo”, obviamente ni siquiera les va a interesar y va a ser difícil que lo entiendan, porque es un libro que está pensado desde la construcción del lenguaje para personas que tienen una curva de aprendizaje especializada en la filosofía. Y yo no quería que sucediera nada de eso con mis textos. Yo quería que mis textos, lo lea un señor que ayer acabó su alfabetización y que hoy le dijeron que tiene que aprender a leer el primer libro completo para que ponga en práctica lo que acaba de aprender y que la agarre Medea y la entienda perfectamente. Y que se entretenga y que no le entre un bloqueo lector y que no diga qué aburrido es leer, porque imagínate que lo pone a leer al Cervantes, ¿no?, va a decir “yo no voy a leer nunca más”. 

Entonces es eso y que puedan leerlo también las personas de cualquier edad, obviamente con acompañamiento, porque hay temas que creo que las niñas y las adolescencias deben atravesarlos con acompañamiento, pero que el lenguaje no sea una barrera para que puedan disfrutar, entender mis textos narrativos y eso no le quita profundidad. 

Yo he visto, por ejemplo, acá muchos dichos populares que me han dicho personas de a pie, que tienen un montón de sabiduría. Hasta ahorita yo he estado bien acá, no me ha pasado nada, ninguna eventualidad. Todo el mundo me dijo: “Cuídate mucho”. Bogotá es compleja, es peligrosa, pero por los consejos de un taxista que me dijo: “Tú aquí como Shakira, ciega, bruta y sordomuda en las calles”. No ves a nadie, no le contestas a nadie, no hablas con nadie. Si alguien te habla para lo que sea, tú te echas a correr y yo he aplicado eso” y que me ha servido en la vida concreta. 

Entonces, en el barrio, en contextos de alta marginación, en todos lados hay producción epistemológica y en todos lados hay intelectualidad y en todos lados hay ejercicios críticos y de pensamiento, pero en distintos, digamos, matices de lenguaje, y en distintas gamas de lenguaje. Y yo quiero hacerlo en un lenguaje que sea muy universal y muy sencillo. Porque yo prefiero que un académico que jamás ha escuchado un corrido venga y busque a Peso Pluma a que un chico que acaba de empezar a leer y que terminó hace una semana de aprender a leer y escribir tuviera que buscar a un autor que probablemente ni le interesa ni quiere leer. Que claro que los menciono, pero no es necesario que los lean. Por ejemplo, si cito a Camus, trato de explicar un poco qué decía; ya no es que lo tengas que ir a leer para entenderlo, pero no van a tener que leer a Platón, no van a tener que leer a Marx, no van a tener que leer a nadie para entenderme a mí.

V: Y a estos filósofos y autores renombrados los citas también como parte de la construcción del personaje del que estás hablando en ese momento.

Dahlia: Y de su intelectualidad. Y es un poco también esta crítica a pensar que con el ejercicio de pensamiento vas a cambiarlo todo. Y la verdad es que, pues, yo he trabajado en estas dinámicas de construcción de pensamiento también en programas de promoción de lectura en contextos de alta marginación. Y empiezan a leer, empiezan a leer cosas cada vez más avanzadas, pero sus condiciones materiales no cambian y son criaturas, chicos, chicas que tienen todo en contra y que puede ser que sean los más leídos, los más letrados, los más lúcidos, los más cultos, pero que si tienen todo en contra y si las condiciones materiales no son las óptimas, van a trabajar igual de albañiles, con un bagaje cultural impresionante, pero de albañiles. Y no tiene nada de malo trabajar de albañil, pero se esperaría que alguien que se está esforzando por leer y por tener pensamiento crítico situado en la academia, pudiera acceder a espacios académicos o universitarios, pero la realidad es que no, porque no es suficiente con que lean y se formen. Se necesitan condiciones materiales como tener dinero para pagar tus estudios, y muchos de los estudiantes que yo he tenido no lo tienen.

V: Hablemos de las reacciones en redes sociales a todo esto, a ti, a tu obra, a las elecciones estéticas en tu literatura, algo que tus haters usan para intentar deslegitimar tu trabajo. Pero más que eso, me interesa hablar de tu reacción, de la forma como lo has sorteado, con una contundencia envidiable, te digo. ¿Cómo recibes todo eso? ¿A qué crees que se deba o de dónde sale? Porque hay una intención ahí.

Dahlia: Creo que hay pocas autoras mexicanas que han generado tanto debate en los últimos tiempos como yo y mi obra. Recuerdo a Fernanda Melchor, que también generó mucho debate, también por el uso del lenguaje, que tiene un uso del lenguaje no igual, pero sí similar, en intención de recuperar la oralidad y la colonialidad. Pero creo que a ella más bien la han funado por declaraciones que ha dado. Han sido muy rudos, desde mi punto de vista. Pero sí siento que en mi caso sí hay mucho clasismo y envidia. 

En México, con la escritura, lo han logrado pocos escritores. Creo que muy pocos escritores actuales te pueden decir que metieron 200 personas en el barrio Bravo de Tepito a una presentación. Porque la mayoría de escritores en México hacen sus presentaciones en el circuito Roma Condesa, que es el circuito fancy de la ciudad, la zona segura de la ciudad, y van 30, 100 personas, y generalmente es gente de la escena literaria, personas ya como de clubs de lectura o creadoras de contenido, sus familiares, ¿pero que vayan lectoras, lectores de a pie, gente del barrio, a escucharte? Pocos escritores no logran tener también tanta charola como para presumir, decimos, así como con tanta credencial de que yo tengo también no solo ventas que presumir. Yo puedo presumir de todas las ventas que tengo y todos los libros que he vendido. Pero también te puedo presumir las nominaciones a premios literarios, que no son cualquier cosa, he estado, al menos en los dos de los más importantes a nivel mundial, como el Ribera del Duero, que es el más importante de narrativa breve en español, y recientemente en la Long List del Booker. Esos no son cualquier cosa. 

Creo que tengo como mucho de donde decirle a la gente, porque hay lectores y escritores, escritoras que solo tienen reconocimiento y no venden, o quienes tienen muchísimos lectores, pero tienen poco reconocimiento, no hay nominaciones a ningún premio ni nada. Y otros que tienen a lo mejor muchos premios y también ventas, pero que los lectores y las lectoras no los quieren porque saben que son personas impresentables, groseras. Yo tengo todo. A mí las lectoras me quieren. Tú vas a una presentación mía, me abrazan, lloran, me llevan regalos, son superamorosas, supercariñosas. Tengo reconocimiento por parte de la crítica internacional, un montón de traducciones y vendo un montón, entonces eso va a generar envidia, porque aunque muchos escritores no lo reconozcan, es el sueño. Porque si tú escribieras para que el manuscrito se quede en tu buró, escribes un diario íntimo. Pero si estás escribiendo narrativa, estás haciéndolo porque quieres conectar. Todo escritor, o la mayoría de ellos, quisiera poder vivir de su escritura, poder viajar de su escritura, tener lectores, tener una comunidad de lectores, tener la validación de esa escena literaria a la que tanto quieren pertenecer. Que te validen dándote un premio o nominándote a un premio como el Ribera del Duero. Y yo lo tengo. Entonces eso genera envidia y no lo van a decir. Y eso lo podemos ver con otras mujeres por la misoginia interiorizada que tenemos y por la misoginia que tienen los hombres. Es muy difícil aceptar que una mujer la rompa en cualquier cosa y siempre van a estar buscando pretextos que en realidad tienen que ver con envidia o con misoginia para estarla sometiendo al escarnio y estar cuestionando si se merece o no realmente

Pero en mi caso, también está atravesado por el clasismo y yo me doy cuenta de que las críticas no vienen de lugares genuinos, porque yo no soy la única que escribe así. Hay una larga tradición en México de escritores que han retomado la tradición oral y el lenguaje coloquial. Podríamos hablar de Rulfo o de José Agustín, o de Fernanda Melchor, de un montón de escritores. Yo te puedo decir 100 que lo hacen, contemporáneos, de todos los tiempos, pero en mi caso creo que les genera mucho conflicto, aunque lo nieguen, que saben que yo sí vengo de un contexto popular, pero tratan de decir que es imposible. Yo toda mi vida he habitado en un cuerpo que ha pasado por procesos de la otredad; no sé cómo lo digan aquí, pero para mí es como esa marginalidad, de que eres marginal.

Toda la vida me ha pasado y yo ya lo identifico. Noto cómo me tratan a mí; aunque me digan “no eres de barrio, es mentira, te lo inventaste”. Yo veo cómo me tratan; no me tratan igual que a Valeria Lucien, una escritora mexicana que es hija de embajadores y, la verdad, escribe muy bien, es muy buena escritora, pero claro, ella tiene un origen burgués. Entonces hay una jerarquización y una diferenciación. Es que a mí no me respetan por cuestiones de clase y, aunque digan que yo finjo que soy de barrio, el cómo me tratan me hace saber que sí hay también un proceso de clasismo en mi contra, que les da mucho ardor que una mujer que, además, viene de un contexto popular, tenga el sueño de cualquier escritor. 

Y como yo veo que viene desde ahí, pues por un lado es difícil porque si la crítica viniera de un lugar muy intelectual sería más interesante, porque podríamos pelearnos en términos intelectuales y hacer debates que fueran constructivos, porque yo tengo las herramientas para dar un debate narrativo y defender mi obra contra quien sea y contra quien sea me mido. Yo no tengo ningún problema de medirme intelectualmente con nadie desde la teoría, pero como vienen desde contextos y desde lugares que yo sé que es la envidia, a mí solo me queda la pelea. Entonces por eso me la paso basureándolos. Me tienen envidia porque su debate intelectual no existe y para mí no está a la altura. Y si no está a la altura, pues yo me tengo que rebajar a defenderme. Entonces es eso. Me defiendo y me da coraje porque tampoco están a la altura, ¿sabes? O sea, a mí me pasa mucho que yo digo, bueno, entonces qué chingada madre quieren que haga, me tiene harta vergas, porque, por una parte, mira, si yo les pido debate intelectual, no están a la altura porque no les interesa tampoco estar a la altura. Son muy mediocres intelectualmente porque no han hecho ejercicios verdaderos de pensamiento. Lo único que hacen es leer y repetir lo que leen y no tienen una verdadera profundidad. Entonces eso da mucha hueva, mucha pereza, como dicen acá. Y si yo digo cállate a la verga, me acusan de agresiva, entonces me están chingue y chingue, “lo que escribe es una mierda, lo que escribe es una porquería”, y yo digo, ya cállate, pinche perra envidiosa, mugrosa, ya quisieras… jamás. Entonces la mala soy yo, la problemática soy yo. Entonces es que yo me pregunto: ¿qué quieren? Quieren que debatamos, eleven el nivel y donde quieran. Nos medimos. Pero como no me lo dan, entonces sí te insulto. Aguanta vara. ¿Para qué piden terror? Sí aguantan las pesadillas. Y entonces es muy frustrante porque yo no sé ni para dónde hacerme. Eventualmente, yo digo: “¿Qué hago?”. ¿Los ignoro? Siguen y siguen y siguen los insultos. Me acusan de problemática y de mala. Si me subo allá, uno del tren intelectual, de mamona y de falsa, entonces no sé, es complicado.

Y luego, sí es cansado estar en una escena donde tienes a casi todo el mundo en contra porque te hace desconfiada. Yo, por ejemplo, no puedo construir amistad con personas de mi escena literaria. Cuando me preguntan por qué no quieres ir a convivir con escritoras o por qué no quieres ir a hacer amistad con escritoras, uy, ¿yo cómo voy a tener la confianza de ir a un karaoke o a intimar con una escritora que sé que tiene relaciones o es amiga al mismo tiempo de alguien que ha dicho que escribo una mierda? Porque también yo traigo la mente del barrio, que ahí hay mucha lealtad. O sea, es como que cuando tienes una amistad, es hasta donde tope contigo. Entonces como que yo exijo, ¿no? Y radicalmente puedo establecer perfectamente relaciones amigables. Puedo ser muy profesional, muy amistosa, pero ya la amistad íntima es otra cosa y yo no voy a hacer amistad íntima con ninguna escritora, porque yo sé que han estado en conversaciones donde la gente me critica y donde la gente me tira mierda. Entonces, sí es un camino de pronto muy solitario, que se hace mucho más amable, porque yo tengo mis amigas por fuera, pero sí me dicen: “Es que eres muy como sangrona y no te quieres contar con nosotras, wey”, pues tú que vives con gente que me tira mierda, ¿cómo voy a convivir contigo? Tampoco se puede. 

Y pues nada, sí es complejo, pero al final de cuentas probablemente yo no voy a tener el cariño de mis colegas nunca; tampoco es algo que me interese o que yo ande buscando, pero tengo lo más importante, que es el de las lectoras.

V: Que es el más complicado de conseguir, además. La última pregunta que te tengo es sobre lo que más me hizo sentir bonito al leer tu libro y es el lugar que le da a las acompañantes; bueno, tú misma has sido acompañante de abortos. Me genera curiosidad saber si has tenido alguna retroalimentación de otras acompañantes, de colectivas, que han sentido de alguna manera que este libro les da un lugar que quizás no habían tenido en la literatura y que es una reivindicación de la deuda que se tiene, también social y cultural, con ellas.

Dahlia: Bueno, en México, creo que desde la ficción, es uno de los primeros libros que habla del tema de las madres buscadoras. Hay varios libros que hablan de las desapariciones, que hablan del feminicidio, que hablan desde la perspectiva de las víctimas, de las familias, pues de las víctimas colaterales, pero es ya un trabajo más periodístico, de investigación, documental, pero desde la narrativa o desde la ficción, creo que es de los primeros. También hay libros de buscadoras que hablan en primera persona, como el de Ceci, que se llama “Madre Buscadora”. 

Pero hasta ahorita las madres buscadoras o los colectivos de búsqueda que se han acercado a mí ha sido con mucho agradecimiento porque el país está muy polarizado, ¿sabes? Y las luchas sociales, aunque tenemos un gobierno de izquierda (aquí también creo), sí llega a suceder en los gobiernos de izquierda que, de pronto, cuando llegan al poder, se convierten en todo lo que juraron destruir y en muchos aspectos, ¿no? Y que esas alianzas que tenían con los movimientos progresistas, con los movimientos derechohumanistas, con las colectivas de derechos humanos, se vuelven una tensión, porque nosotras, nosotres, estamos ahí para seguir vigilando que se cumplan, pues como con temas de justicia, de acceso a la verdad. Y de pronto, pues ya estando en el poder, no es como que tan sencillo. Hay que conservar alianzas, hay que tomar decisiones y de pronto no pueden o no quieren cumplir con los compromisos que asumieron de buscar pacificar el país, de buscar un montón de cosas importantes.

V: Como la decisión de militarizar espacios…

Dahlia: Ajá. Militarizar hasta el súper. Que haya cajeros y cajeras militares. Entonces, pues como las colectivas en México seguimos siendo críticas de lo que hace el gobierno y seguimos denunciando, si tú eres una madre buscadora y tu hijo está desaparecido, por más que el gobierno sea de izquierda, por más que tú simpatices con el gobierno, no vas a decir que no hay personas desapareciendo y que no hay violencia. Es imposible negar la realidad del país. Entonces, de pronto, las colectivas feministas, las colectivas de madres buscadoras, se han convertido en enemigos públicos de algunos gobiernos, incluso de izquierda. Y la presidenta, para ser honesta, nunca ha salido a decir mienten o exageran. Nunca. Pero sus seguidores, sobre todo lo que llamamos en México la secta del bienestar, que son seguidores acríticos del gobierno, niegan que haya una responsabilidad del gobierno o un grado de responsabilidad. Entonces, pues de pronto acosan mucho a las mujeres buscadoras y a las madres buscadoras, y constantemente las están criminalizando, victimizando, diciendo que, en realidad, están buscando a sus hijos narcos, a sus hijos criminales, que ellas eran unas alcahuetas y que están pagando las consecuencias de no haber educado bien a sus hijos. Escuchar eso de las izquierdas o de personas que se dicen de izquierda es terrible, pues es una mamada. Entonces, cuando las madres buscadoras quieren hablar, las personas las silencian o no las escuchan porque las ven como enemigas del gobierno, como que lo que ellas quieren es sabotear al gobierno. La gente no entiende su lucha, pero como yo les meto el tema como un caballito de Troya, como tú, lo que vas a leer es la historia de una mamá que podría ser tu mamá, que te cagaba a palos, que te ponía una chinga, una vergüenza, que metía el cable a mojar y luego te pegaba, pero te cocinaba riquísimo. Y pobre de alguien que te pegara porque, para pegarte, ella. Pero alguien te dice tonto en la calle y sales desgreñado. 

Como estas realidades de madres latinoamericanas que son muy complejas, muy humanas, conectas inmediatamente porque tiene que ver, pues, con tus historias. Y como no hay un discurso político y como al único que se culpa abiertamente en el libro es al expresidente Felipe Calderón, pues la gente conecta más con la lucha de ellas. Entonces ellas lo agradecen porque es una forma de visibilizar su lucha sin que ellas tengan que aventarse ese tiro y sin que la gente lo vea atravesado por unas disputas políticas, sino simplemente como una historia de una mujer a la que le pasó que su hijo está desaparecido y que su hijo era un adolescente que tenía todo en contra y que si tú no empatizas con eso, te sientes horrible.

He mandado varios libros firmados para colectivos de búsqueda y siempre en mis presentaciones, llamo a mis audiencias, a mis públicos, a mis lectoras, a que apoyen la lucha de las madres buscadoras, que las respalden, que si pueden unirse a jornadas de búsqueda lo hagan, si la salud mental les da, porque es durísimo, pero que traten de respaldarlas porque ellas necesitan todo el respaldo, porque tienen todo un aparato ideológico y todo un aparato político que está muy legitimado, pero el que estés desaparecido y la desaparición forzada es un delito y ese delito no está sujeto a si eres buena o mala persona. Entonces, pues, respaldar la lucha de las madres buscadoras, porque al final de cuentas, independientemente de quién seas, tienes derecho a que tu familia se despida de ti y tu familia tiene derecho a despedirse de ti y a buscarte y a encontrarte.

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