La lucha de una familia que denunció la exportación ilegal de armas en México
Aldo Gutiérrez Solano es el décimo de 14 hermanos y originario de Tutepec, Ayutla de los Libres, en la Costa Chica, Guerrero. Le gusta jugar fútbol y disfruta de la compañía de sus sobrinos. En algún momento, quiso enlistarse en la Marina, pero luego optó por matricularse en la Normal Rural de Ayotzinapa.
La noche del 26 de septiembre, él y otros compañeros intentaron mover una patrulla (una camioneta tipo Ranger) que bloqueaba el paso hacia Chilpancingo. De acuerdo con testimonios compartidos al periodista John Gibler, policías salieron de los vehículos; se escondieron y les dispararon. Fue en ese primer ataque, en la calle Juan N. Álvarez, cuando Aldo fue alcanzado por una bala que le dio en la cabeza.
Los normalistas intentaron ayudarlo, pero la policía no dejaba de disparar y quiso detenerlos. “Salimos cinco compañeros a ponerle una playera al compañero Aldo porque todavía se movía, vimos que se movía y le pusimos algo en la cabeza, porque ya era bastantísima sangre la que estaba tirando”, relató un estudiante de primer año en el libro Una historia oral de la infamia. Los ataques contra los normalistas de Ayotzinapa (2016).
Mientras algunos de los jóvenes pedían a la policía detener los balazos, otros intentaban comunicarse con la operadora de emergencia, pero no les creyó y, cuando lograron el contacto, les dijo que los uniformados no dejaban pasar a la ambulancia. Aldo, herido de suma gravedad, quedó en el pavimento cerca de media hora. Su traslado fue al Hospital General de Iguala “Jorge Soberón Acevedo”, en donde permaneció hasta mediados de octubre de 2014.
El caso de Aldo estuvo rodeado de negligencias médicas, revictimización e inseguridad. Cuando un familiar preguntó por él, personal del Hospital General de Iguala le dijo que “ahí no recibían muertos” y, según su madre, una doctora dio por muerto al joven. El director de la institución de salud también negó el traslado de Aldo a un hospital de Ciudad de México argumentando que ya no había nada que hacer por él y que mejor se lo llevaran a su casa.
Aldo fue trasladado al Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) hasta el 18 de octubre de 2014 y posteriormente, en abril de 2016, al Instituto Nacional de Rehabilitación (INR). En ese periodo especialistas de Cuba y Costa Rica viajaron a México a evaluar su estado. El ataque de la noche del 26 de septiembre de 2014 le provocó 65% de daño cerebral, mismo que, al día de hoy, lo mantiene en estado vegetativo. Desde 2018, está en su casa. Su familia lo asiste.
El caso de Aldo Gutiérrez Solano abrió una línea de investigación en el Caso Ayotzinapa: la compra de armas que hizo el Ejército mexicano a la empresa alemana Heckler & Koch, como documentó la plataforma colaborativa de reflexión y comunicación política Antifaz.
En 2018, uno de los hermanos de Aldo, Leonel, viajó a Alemania para denunciar a la empresa por “vender más de 9000 armas de asalto a México” entre 2006 y 2009, de las cuales, muchas de ellas terminaron de manera ilegal en Guerrero. “El propósito de la denuncia fue conseguir que la gente se diera cuenta de que estas armas de fuego, tan poderosas, letales y sofisticadas no deben utilizarse, pues causan gravísimos problemas entre la población, como es el caso de nuestro familiar Aldo, quien está sufriendo las consecuencias de ese uso armamento ilegal”, explicó Leonel en una entrevista con el Centro Prodh.
A la demanda de la familia Gutiérrez Solano se sumó la de Jürgen Grässlin, portavoz de la “Iniciativa por el clamor: Detén el comercio de Armas”, quien reiteró que Heckler & Koch vulneró la ley de control de armas de guerra y la ley de comercio.
Casi tres años después, el 31 de marzo de 2021, el Tribunal Supremo alemán ratificó las condenas contra la compañía armamentística y contra dos de sus empleados por exportación ilegal de 4.219 fusiles de asalto G36 a México, especialmente a zonas de conflicto.