
Ya no es necesario que nos tomemos fotografías para que nuestra intimidad sea vulnerada. Alumnas de la secundaria técnica número 1 de la capital de Zacatecas denunciaron la difusión de imágenes sexuales falsas creadas con inteligencia artificial. Llamemos las cosas por lo que son: generación y difusión de pornografía infantil. El lunes 10 de noviembre, las menores de edad protestaron frente al plantel junto a sus familias y se habló de hasta 400 posibles víctimas. Ya se presentaron 46 denuncias formales, algunas de las cuales son conjuntas.
El 12 de noviembre, el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes emitió un comunicado sobre esta situación. Ahí se afirma: “Este hecho evidencia la urgencia de políticas públicas que integren prevención, atención psicológica, reparación del daño y sanción, además de alfabetización digital y ética tecnológica”. En resumen, nuestra realidad avanza más rápido que nuestras leyes. Urge reformar el código penal.
Los avances tecnológicos, particularmente en la inteligencia artificial, permiten que sea más fácil vulnerarlos con nuevas tecnologías. Hay que tener en mente que, en este caso, los agresores no eran editores experimentados, sino otros tres estudiantes. Esta problemática seguirá creciendo, muestra de ello es que esta no es la primera vez que ocurre algo así en México. En noviembre de 2023, hace 2 años, un exalumno del Politécnico Nacional fue detenido tras ser denunciado por generar más de 50 mil imágenes sexuales de sus compañeras estudiantes.
Para evitar que estos casos se vuelvan cotidianos, hay que poner más candados legales. Una propuesta sencilla es prohibir el acceso a herramientas de edición que permitan la generación de imágenes íntimas. El asunto no son realmente las penalizaciones, porque la Ley Olimpia ya protege a las víctimas de la difusión de contenido sensible aunque sea editado o falso. El tema entonces recae en la prevención del delito más que en su sanción.
Las niñas y mujeres de las futuras generaciones merecen protecciones adicionales que vayan acorde a su realidad. De lo contrario, tendrán que vivir no sólo con el miedo de que difundan sus fotografías íntimas, sino también con el temor constante de ser vulneradas con imágenes que ni siquiera son reales.