“Palestina es un campo de prueba en humanos para los israelíes”, asegura Leila mientras hace girar un esfero entre sus dedos. Carga una libreta roja, pequeña, en la que va anotando ideas para sus propios videos y reportajes. Continúa: “allá han probado por décadas las tecnologías de guerra que luego se expanden al resto del mundo. Es igual a lo que pasó con el software Pegasus, que inició como un arma espía aplicada entre los palestinos y, luego, ya hemos visto que llegó a los países latinoamericanos y de todo el mundo”.
Leila Warah es periodista en Palestina. Vive en Cisjordania. O, como ella lo pone, resiste desde Cisjordania. Desde hace algunos años empezó a documentar a través de sus redes sociales qué es lo que pasa día a día en la vida de les Palestines de esta región, que permanece hace décadas bajo la ocupación Israelí. Desde el recrudecimiento del genocidio, su voz ha cobrado mayor relevancia a nivel internacional: “Es usual que las patrullas de la ocupación entren a nuestras casas en medio de la noche y se lleven a personas. Es normal, también, que nos detengan en retenes que organizan dentro de nuestras propias ciudades. También, es muy normal que terminen atacando a personas en medio de la calle sin que exista ninguna justificación. ¿A quién le puede parecer que algo así es normal?”, señala.
Viajó hasta Colombia, junto con una comisión de activistas, con la misión de tender puentes de comprensión entre las luchas de las poblaciones del sur global. Vienen a seguir denunciando el recrudecimiento del genocidio que, desde el 7 de octubre de 2023, ha dejado más de 55.000 Palestines asesinades, principalmente niños, niñas y mujeres; también, vienen a denunciar el cerco inhumano que desde hace dos meses somete a la población de Gaza a la hambruna extrema; y, además, vienen a seguir hablando sobre la ocupación violenta de una región que hace décadas resiste al exterminio.
El ecocidio en Gaza
Con Leila también viajó Najla Abdellatif, activista palestina que, desde hace años, ha denunciado el impacto ecocida de la ocupación israelí en Palestina.
Como ella lo pone, no podemos olvidar que el origen de este genocidio es el control de la tierra y, por lo mismo, cada acción adelantada por Israel ha terminado por violentar no sólo a miles de personas, sino que, también, se ha encargado de crear un proceso de erradicación de los recursos naturales, de control del agua, de daño a los cultivos y de erradicación de especies naturales a la franja de Gaza: “Ese proceso ha sido también devastador porque este no es un control reciente. Desde que llegaron los invasores, parte de sus estrategias principales ha sido la erradicación de la vida natural y propia de Gaza. Esa ha sido una estrategia de borrado”, dice.
En sus videos se le puede ver caminando por las calles de Gaza antes de que recrudeciera el genocidio. Particularmente, en un video, se le puede ver mostrando la casa que era de su familia y de la que fueron expulsados por invasores israelitas. Desde entonces, aunque pueden verla desde afuera, les es prohibido habitarla.
“Por supuesto, desde que empezaron los bombardeos diarios, además de las miles de víctimas, también hay una marca ambiental muy grave que está quedando. Son toneladas de escombros, de emisiones, aguas contaminadas, cultivos erradicados, animales aniquilados, plantas acabadas. Esto no afecta únicamente a los humanos”, señala.
Frente a este impacto, organizaciones ambientales, entre ellas Greenpeace, han asegurado que, incluso si el genocidio se detiene y la invasión se repliega, para las próximas generaciones será imposible vivir en Gaza por el gravísimo impacto ambiental que se ha recrudecido desde el 7 de Octubre de 2023: “Las emisiones de carbono directas derivadas de la guerra son asombrosas, con una estimación media de 536.410 toneladas de dióxido de carbono en los primeros 120 días de guerra, el 90% de las cuales se atribuyen a los bombardeos aéreos de Israel y a la invasión terrestre de Gaza. Esta cifra es superior a la huella de carbono anual de muchos países vulnerables al cambio climático. Se ha registrado contaminación por metales pesados como consecuencia de los intensos bombardeos”.
Además, es necesario sumar que el uso de armas químicas también ha dejado un daño incalculable: “El aire ha resultado contaminado con sustancias químicas procedentes de armas como el fósforo blanco debido al uso intensivo de explosivos y la exposición a municiones de fósforo blanco, a su vez, provoca una disminución de la productividad de las tierras agrícolas y puede dañar la vegetación existente”.
Najla recuerda que la erradicación ambiental y natural no son exclusivas de esta región; de hecho, han sido unas de las principales herramientas utilizadas por fuerzas con intereses colonialistas: “Colombia misma también es ejemplo de esto. Con el uso de armas químicas, además de la imposición de pérdidas de tradiciones naturales y agrícolas, estos impactos son globales y son muy graves para quienes los sobreviven. Esto es lo que causa que se pierda el arraigo”.
Sobrevivir a la invasión
Para Leila lo más importante es alejarse de la naturalización de la violencia que se ha dado alrededor de Gaza y de las vidas palestinas. Que, según ella, es el resultado más evidente de la colonización.
No ha sido únicamente desde el recrudecimiento del genocidio, pues ella insiste que, desde mucho antes, el mundo únicamente ha reconocido a las vidas palestinas en contraposición a la voluntad de Israel: “Es la marca que tienen nuestras vidas. Nosotros somos reconocidos es por lo que Israel ha hecho con nuestra región. Por los ejercicios de colonialismo que han impuesto sobre Palestina. Porque incluso, cuando han existido otros procesos de guerra y genocidio aterradores como lo que ocurre en Sudán, o en la República del Congo, allá no se visibiliza tanto, no sólo porque existe un evidente racismo, sino además porque sus realidades son ignoradas”, afirma.
Las dos activistas insisten en que, además de velar por las vidas palestinas, es también prioritario destacar todo lo que va más allá de sobrevivir: el arte, la comida, las tradiciones, las costumbres, todo eso que se ha borrado por la extrema violencia que se ha impuesto sobre una población invadida, sometida y que, ahora, está siendo borrada ante los ojos del mundo entero.