
“Hoy cociné para las putas desaparecidas en el marco del conflicto armado. También está la posibilidad de que hayan sido pasadas por falsos positivos. Éramos quince; de esas quince, si quedamos tres vivas, es mucho. Cocino por las que desaparecieron, pero también por las que murieron”, escribe Karen Arboleda en el Recetario para la Memoria, un proyecto editorial gastronómico y fotográfico colaborativo, realizado con familiares de personas desaparecidas.
Karen, autora feminista y activista trans del colectivo Putamente Poderosas, comparte un plato que calma el hambre y el olvido; prepara una jarra de colada, con pan y queso, en la cocina de Casa Diversa, una organización que lucha por los derechos de la población LGBTIQ+.
Cuando Karen fue declarada víctima del conflicto armado, se vinculó a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), la Corporación Caribe Afirmativo y la iniciativa Hasta Encontrar Todos Los Colores del Arcoíris, para buscar a Angélica, su amiga desaparecida en 2007, mientras ejercía labores de trabajo sexual, un 6 de junio. “Hoy somos pocas las protagonistas que seguimos vivas y hacemos memoria de las que ya no están, pero la calle, aquella calle maternal que vio nacer muchas travestis de Medellín, sigue creando historias de noche y salvando vidas en el día”, escribe Karen en uno de sus poemas.
En 2024, el Museo Casa de la Memoria y la Universidad Nacional sede Medellín la invitaron a participar en el recetario, junto a otras mujeres que buscan a sus seres queridos, con la intención de unir las sillas, prender los fogones y compartir los recuerdos de las personas ausentes a través de sus preparaciones favoritas.
“Decidí nombrarla ‘Comida para putas’ porque cuando las noches son frías, la policía persigue y las calles se convierten en el momento para las travestis habitar, y no hay nada abierto. Ni una tienda ni nada, está la comida para putas. La comida que a las tres o dos de la mañana calmó el hambre de todas las mujeres que ejercieron trabajo sexual y nos encontramos ahí resistiendo, aportando a las economías populares”. Recordar a su amiga con el sabor de la colada significó mucho para Karen. Ella colabora en la investigación de su compañera, porque hace 18 años quedó borrada y en la impunidad. “Aunque su mamá la estuvo buscando y reportó su caso, fue obligada a irse de la ciudad, debido a amenazas. Todavía hoy buscamos la verdad”.
Las primeras ollas se prendieron en 2017, cuando la artista y fotógrafa Zahara Gómez Lucini se juntó con varias mujeres del norte de México para convocar las ausencias a través de un acto y un lenguaje universal. Este dispositivo, profundamente simbólico, se ha desplegado por diferentes territorios y cuenta con tres libros. El primero, realizado en Sinaloa (2019), con el colectivo Las Rastreadoras del Fuerte. El segundo, tejido en Guanajuato (2022), con la periodista Daniela Rea, la diseñadora Clarisa Moura y más de diez grupos de búsqueda locales. Zahara, Daniela y Clarisa llevaron el recetario a Colombia en colaboración con varias organizaciones, como Fundación Casa B, y 14 colectivos que ponen sobre los manteles las recetas de 44 familias. Mientras las participantes de este recetario calientan sus estufas, entrelazan las historias de desaparición forzada, que abarcan desde el bogotazo en 1948 hasta el estallido social en 2021, para escuchar, conocer y compartir lo que duele, como acto de resistencia contra el olvido.

“Romper los relatos establecidos sobre la desaparición forzada. Convocar a la vida frente al miedo, a la presencia frente a la ausencia y al compartir frente a la indiferencia. Su enfoque transdisciplinar –que combina la fotografía, la escritura, la investigación y la acción comunitaria– busca alimentar la memoria colectiva, abrir espacios de reflexión y acompañar los procesos de duelo y justicia”, cuentan sus autoras.
El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Karen se encontraba débil por una situación de acoso y discriminación que sufre, pero no quería quedarse en su casa, así que agarró su trapo morado y salió a marchar. “Yo alzo mi pañuelo porque el feminismo me educó con la lucha de mis ancestras, de mi madre, a la que obligaron a casarse a los 13 años. Mi abuelo la explotó porque decía que era una maldición tener hijas mujeres. Entonces, con mi bandera trans estoy reclamando un espacio que legítimamente me fue negado. Durante la marcha me encontré a muchas mujeres poderosas. Todes gritando: “Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar”. Pocos días después, el 29 de noviembre, el mejor amigo de Angélica la llamó para entregarle el recorte de un periódico viejo, donde aparecía la noticia de su desaparición y la imagen impresa, con su nombre identitario. Le dijo que la guardara como una reliquia, porque él sabía, en el fondo de su corazón, que ella quería que Karen la encontrara, siendo esta información un avance en la búsqueda.
Históricamente, las desapariciones forzadas de personas LGBTIQ+ han sido invisibilizadas por causa de los discursos y acciones que justifican las violencias por prejuicios y basadas en género. A pesar de los esfuerzos institucionales desde que inició el proceso de paz, en 2012, “existe un gran vacío en el reconocimiento de las violencias que se ejercieron, de manera diferenciada, sobre trabajadoras sexuales trans en espacios urbanos”, explica Daniela González Ramos en el reporte “Limpieza social”: trabajadoras sexuales trans y conflicto armado en Colombia. El subregistro de las desapariciones sexodiversas es el más grande del país. De las más de 135.000 personas desaparecidas, solo se reportan alrededor de 161 pertenecientes a la población LBTIQ+, según la UBPD. Esta entidad identifica que 60% de quienes buscan son mujeres, lo que significa “un desgaste emocional y físico, con múltiples implicaciones para quienes asumen esta labor”, sostiene María Fernanda Vargas, quien trabaja desde hace años en estos procesos de búsqueda.

El plato que preparó Karen es más que un compartir; es un aporte a la memoria de un país contenido y fracturado por las desapariciones. Desde México hasta Colombia, Recetario para la memoria invita a reconocer en lo cotidiano la posibilidad de la justicia reparatoria, a transformar el dolor en acción y a recordar, con cada receta, que los ausentes siguen presentes en el acto de alimentar, de nombrar y de buscar.
Estos retratos, acompañados de sus historias, estarán expuestos durante tres meses en la Fundación Casa B y en el Museo Casa de la Memoria, ambos espacios ubicados en Bogotá. El libro se puede comprar en preventa a través de esta página.