
Este martes 28 de octubre, una violenta intervención de fuerzas de seguridad en complejos de favelas de Río de Janeiro bajo el nombre de “Operación Contención” dejó cerca de 200 personas muertas. La incursión de unos 2.500 agentes, entre policía militar, civil y unidades especializadas locales, a las favelas del Complexo do Alemão y Complexo da Penha, donde viven alrededor de 300.000 personas, se realizó con el pretexto de confrontar al Comando Vermelho, el segundo grupo más poderoso del crimen organizado en Brasil.
El gobernador de Río de Janeiro, el bolsonarista Claudio Castro, ha llamado a una intervención militar y celebra lo que él llama “un golpe contra el narco”, sosteniendo que “las únicas víctimas fueron los 4 policías”; sin embargo, aún no hay claridad en quiénes son las víctimas mortales y la comunidad advierte que entre ellas habría civiles que no tenían relación con el grupo criminal. Una habitante de Complexo do Alemão afirma que los policías arrancaron la cabeza de su sobrino de 19 años, Yago Ravel Rodrigues, y la dejaron colgando de un árbol. En medio del fuego, la comunidad de los complejos de favelas, conformada principalmente personas racializadas y empobrecidas, es la más afectada. Los residentes de los complejos aún buscan desesperadamente a sus familiares.
“Desplegaron policías en las calles, sin duda mal entrenados y con poca experiencia, en una operación que involucró a cientos de agentes y que, desde luego, no coordinaron con el ayuntamiento. Es evidente que se trató de una operación improvisada”, dijo la socióloga Julita Lemgruber, exdirectora General del Departamento del Sistema Penitenciario y exdefensora del pueblo de la policía en Río.
Esta megaoperación policial representa una escalada dramática en la historia del enfrentamiento entre las fuerzas policiales y los territorios populares, y llega 15 años después de la masacre del Complexo do Alemão, una de las operaciones policiales más letales en Río de Janeiro.
La investigadora feminista brasileña Sonia Correa recuerda la masacre perpetrada hace 15 años en el Complexo do Alemão cuando, en nombre de la “pacificación”, el ejército cazó y ejecutó a decenas de hombres sobre las colinas con helicóptero. Esto dio lugar a un duro informe de Philip Alston (Relator Especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales de 2004 a 2010). “La historia de nuestra crisis de seguridad pública más economía de la droga se escribe por líneas paradojales y espirales”, asegura Correa.
El Complexo do Alemão: una historia de intervenciones en crescendo
El Complexo do Alemão es un conjunto de alrededor de 15 favelas ubicadas en la Zona Norte de Río de Janeiro, Brasil, históricamente marcado por altos índices de violencia, control de organizaciones criminales y fuertes intervenciones policiales. El 27 de junio de 2007, una operación conjunta de la Policía Militar, Policía Civil y otras fuerzas de seguridad ingresó al complejo con objetivos de “recuperación del territorio” y combate al narcotráfico. 60 personas murieron en esa operación. Al menos once de los muertos no tenían vinculación comprobada con el narcotráfico, según la Ordem dos Advogados do Brasil (OAB).
El 28 de noviembre de 2010, fuerzas del estado, policías militares, federales, la marina y el ejército tomaron el control del Complexo do Alemão y Vila Cruzeiro. Esta intervención implicó militarización de la seguridad urbana, desplazamientos, evacuaciones, cierre temporal de servicios, lo que dejó secuelas sociales profundas.
Estas incursiones y muertes ocurren en espacios donde el Estado históricamente ha estado ausente o ha intervenido de forma punitiva y desproporcionada, más que de forma garantista de los derechos humanos en favelas.
Sobre el Comando Vermelho
El Comando Vermelho nació en el penal Cândido Mendes, en la isla Grande (estado de Río de Janeiro), durante la dictadura militar brasileña. Actualmente, el grupo controla gran parte del comercio de cocaína, marihuana y crack en Río de Janeiro, con conexiones internacionales para el suministro y la exportación; mantiene poder territorial mediante el control armado de favelas como Complexo do Alemão, Penha, Maré y Rocinha, entre otras. Sus miembros —muchos jóvenes empobrecidos reclutados localmente— ejercen vigilancia, cobran “impuestos” a comercios y controlan los accesos a las comunidades.
A nivel país mantiene desde hace varios años una tensión continua y disputa territorial con el PCC, el cartel basado en Sao Paulo, por la ruta de la cocaína que pasa por Brasil. Pero estas tensiones, denuncian habitantes de las favelas, han crecido vertiginosamente en los últimos 3 meses; precisamente en abril de este año ambos grupos rompieron la tregua que habían firmado en febrero.
El Comando Vermelho ha sido el principal blanco de las llamadas “megaoperaciones” policiales en Río, todas justificadas como acciones para desarticular sus estructuras. Sin embargo, analistas expertxs sostienen que estas operaciones terminan afectando más a la población civil que a las cúpulas criminales.
En algunas comunidades, especialmente en aquellas donde el Estado ha estado ausente, el CV opera también como una autoridad paralela en medio de desigualdades estructurales, exclusión, racismo, falta de Estado y oportunidades en los barrios populares, que se profundizan con las secuelas de las intervenciones y militarización en una espiral de violencias.
Contexto electoral y proyección del “narcoestado”.
Esta operación ocurre en un momento político que no puede desligarse de ninguna lectura. Además de las narrativas usuales sobre seguridad pública que suelen activarse y reciclarse para capitalizar miedos y enemigos internos y desestabilizar gobiernos, hay otros actores y elementos en la cancha, como la proyección del “narcoestado”, que no es Brasil, pero sirve como figura del enemigo externo a combatir por Trump, con la economía política de la droga como trasfondo. Tanto el gobernador de Río como el de Sao Paulo son de ultraderecha, pero es este último quien podría asumir las banderas de Jair Bolsonaro en las próximas presidenciales, y no hay que olvidar la máxima bolsonarista de “bandido bueno es bandido muerto”, menos en un contexto de escalada de la ultraderecha mundial.