Entrevista de Volcánicas a Ángela María Robledo
Volcánicas: Son muy pocas las mujeres políticas latinoamericanas que se definen públicamente a sí mismas como feministas. ¿Cómo te encontraste con el feminismo y en qué punto hiciste pública tu postura feminista?
Ángela María Robledo: Yo tuve un encuentro “intuitivo” con el feminismo. Vengo de una familia manizaleña, de una sociedad muy conservadora, pero en donde mi papá y mi mamá asumían el cuidado de manera paritaria. Mi madre salía de noche a cantar y mi padre llegaba a cuidarnos para que ella pudiera tener sus salidas y actividades políticas. La mía era una familia muy distinta: una madre muy libertaria, con mucha fuerza, y un papá que nos cuidaba amorosamente y estaba en casa al frente de muchas de las actividades cotidianas. Fue un espacio de revolución doméstica, como lo dice Silvia Federicci. También fue “intuitivo” porque hice parte de una crianza en medio de muchos primos y primas en donde no había “roles diferenciales” para hombres y mujeres y creo que esa socialización, en el patio de la casa de mi abuela, me fue abriendo este espacio.
Luego, ya cuando me encontré con el feminismo más desde la práctica y la teoría, fue cuando entré a trabajar a la Fundación Restrepo Barco. Allí conocí a una amiga del alma que se llama Ana Isabel Arenas y desarrollamos un programa que se llamaba “Hogares con Jefatura Femenina” y me di cuenta, después de mucho trabajo, y de mucho estudio, que yo tenía un trabajo de cara al feminismo, con y por las mujeres. De ahí en adelante me encontré con Magdalena León, Florance Thomas, Juanita Barreto, y con estas pioneras del feminismo en Colombia que, junto con mis alumnas, enriquecieron teóricamente mi mundo feminista, mi pensar y mi reflexión. Y cuando llegué al Congreso de la República, mi tarea se enraizó en el feminismo. Me atreví a nombrarme feminista y mucha gente me dijo “no, eso te va a quitar votos” o “no, eso no resulta interesante”. Pero yo, por el contrario, sentí que había una voz por expresar. Además había una condición de contexto que facilitaba la tarea, una bancada de mujeres que ya había empezado con Piedad Córdoba, Gloria Inés Ramírez, Gina Parody y la misma Lilian Francisca Toro. Me encontré, por ejemplo, con un proyecto en curso que habían dejado como herencia Cecilia López y Gloria Inés Ramírez sobre la ley de economía del cuidado, yo ya había hecho un trabajo importante con Anatas Mockus y Carmnza Saldías en la alcaldía para iniciar el reconocimiento del trabajo doméstico. Y, junto con Angélica Lozano, sacamos la ley de la prima para el trabajo doméstico remunerado.
Todo eso fue configurando un ejercicio feminista de resistencia propositiva, de reconocimiento y de ejercicio colectivo en oposición a cualquier forma de violencia. La no violencia como una condición fundamental para habitar el mundo, como nos dice Judith Butler. Más adelante mi bandera se comenzó a teñir de verde gracias al ejercicio que he hecho con las mujeres campesinas y sus ejercicios de cuidados del agua y de la naturaleza, de las economías diversas: reconocer que le pertenecemos al planeta, a la tierra. Entonces fue algo muy intuitivo primero, vivido en casa, y ya en las últimas dos o tres décadas una mayor consciencia y lectura de lo que han significado los feminismos de primera y segunda ola, los feminismos de frontera. También me he enriquecido a través de mi activismo porque yo salgo a la calle, acompaño las movilizaciones, y eso es parte de ser feminista. Es pararse con resistencia frente a este patriarcado misógino, asesino, militarista, que se mueve entre los micro y macro machismos y que mata.
Volcánicas: ¿Cuales han sido los costos políticos de asumirte feminista?
AMR: Reconocerme como feminista tuvo costos desde que fui decana y reconocí, como feminista, que el conocimiento también es político. El mundo de la academia en general es muy misógino, banaliza la exigencia de que te nombren y de que los documentos tengan un lenguaje incluyente, por ejemplo. Y en el mundo de la política también hay costos porque lo primero que nos critican es que somos “discriminatorias” y “queremos un mundo solo para nosotras” lo cual no es verdad. Nosotras queremos un feminismo que deconstruya muchas de las prácticas patriarcales, queremos un estado sensible, feminista -como lo propone Estamos Listas- pero sobre todo queremos un mundo mejor para todos, porque estamos seguras de que eso sería un estado feminista: uno mejor. Entonces seguro eso ha sumado en mi vida política y seguro también ha restado. Como por ejemplo mi posición frente al aborto que siempre ha sido, no solo respetar las tres causales para la interrupción del embarazo, sino también cumplir esta tríada que hemos plateado las feministas que dice: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto seguro para no morir”. Y eso, en un país tan conservador como el nuestro, tiene costos para quienes creemos que las mujeres tenemos derecho a decidir por nuestros cuerpos, que nuestro primer territorio es el cuerpo, que nuestro primer espacio de micropoder es nosotras mismas y que el país tiene que dar opciones y reconocer el cuerpo de las mujeres como nuestro primer territorio no violado ni colonizado ni explotado.
Volcánicas: ¿Qué prácticas estructuralmente patriarcales notas que hay hoy en día en la política colombiana?
AMR: Existe una discriminación institucional hacia las mujeres. Por ejemplo en el tema de la formación política que, según la ley, los partidos deberían otorgar a las mujeres para que participen en política. Esa formación está pensada para las mujeres y no para los hombres cuando es necesaria para ambos. Y es que hay una revolución en el mundo de la política con el ingreso de las mujeres quienes no queremos llegar a los partidos para adaptarnos a sus formas patriarcales, sino a transformarlos radicalmente. Entonces esa formación política debe ser un ejercicio integral, con enfoque de género, que sea relacional y que implique un proceso de formación para los partidos políticos y no solo para las mujeres.
Otro ejemplo es el del hecho patrimonial, que es una de nuestras mayores dificultades, además de no tener tiempo libre, para hacer política. Las campañas en Colombia, y el anclaje de muchos partidos políticos, fueron convertidas por la cultura del narcotráfico en un grosero ejercicio de marketing político y se han vuelto un ejercicio económico casi inalcanzable para nosotras. Y no ha habido, del lado de los partidos políticos, decisiones fundamentales que ayuden a superar esa condición patrimonial. Al mismo tiempo a las mujeres nos toca pararnos desde un ejercicio de resistencia y decir: no vamos a hacer campañas de tal forma que, cuando lleguemos al congreso o a la presidencia, tengamos que hipotecar absolutamente todas nuestras iniciativas. Entonces hay un problema de fondo en la forma como se hace política en Colombia. Yo pude escapar un poco a esa traza, porque venía del mundo de la academia y porque mis campañas han sido muy austeras, pero eso hay que removerlo. Y, por supuesto, también en el tema de la paridad que tiene que ser más que nominal y que debe ser un revolcón para que los partidos políticos busquen mujeres jóvenes, que lleguen a renovar el congreso, y reconozcan que el cambio es con nosotras, o no es. Y no eso de llamarnos a última hora, o de ponernos en primera línea como “las estrellas que nos vienen a salvar” porque eso puede terminar en un ejercicio de utilización de lo femenino. Debe ser, más bien, un ejercicio serio, alegre y lleno de juventud y de estética. Además ya tenemos un ensayo: Estamos Listas es una señal muy importante de la cual podemos aprender y vamos a ver cómo nos va a en ese ejercicio de despatrialicarizar los partidos políticos de Colombia.
Volcánicas: Has hablado mucho de una “Colombia cuidadora”. ¿Cómo sería ese país y qué necesitamos para que se tome en serio el tema de la economía del cuidado en Colombia?
AMR: La Colombia cuidadora recoge la economía del cuidado, pero va mucho más allá. El cuidado, esta pandemia lo ha hecho evidente, es un mandato ético y sin el cuidado de la otra, del otro, no somos nada. Todos y todas necesitamos ser cuidados, en ciertas épocas de la vida más que en otras, y esa es la perspectiva fundamental de la premisa ética. Pero la enorme brecha se evidencia cuando nos preguntamos ¿por qué solo cuidan algunas y por qué ese cuidado no es reconocido? Ahí está la brecha de la división sexual del trabajo, de lo que significó confinar a las mujeres a finales del siglo dieciocho a sus casas, de volverlas las proletarias, de instaurar el orden capitalista de la empresa en el hogar, invisibilizando el trabajo de cuidado. Esa Colombia cuidadora pasa por cero tolerancia a cualquier forma de violencia contra la mujer: en la casa, las universidades, el partido o el congreso, y a cualquier forma de violencia: económica, física, política, social o intrafamiliar. Y además pasa por una Colombia que produzca riqueza pero que tenga una condición fundamental de redistribución, por una reforma tributaria certera que cumpla con los cuatro principios de la constitución que son: formas progresivas, eficientes, transparentes y efectivas. Y hace falta recordar que, hasta hace 4 años en Colombia, incluso en el gobierno de Juan Manuel Santos, se invertía más en la guerra que en la educación. Como dice Amartya Sen: “si quiere conocer las prioridades de una sociedad mire el presupuesto”. Hay que invertir menos en la guerra.
Entonces la Colombia cuidadora es la que pone la vida, en todas sus formas, como agenda prioritaria: la vida humana, animal, vegetal y el agua para así empezar la desmilitarización, no solo de la Colombia profunda, sino del cuerpo y espacio de las mujeres. Y eso sucederá si se invierten muchos más recursos en educación y salud. Eso es un estado cuidador, nada más que lo que dice la constitución. Esa Colombia cuidadora pasa también por fortalecer formas de economía diversa, y en eso recojo mucho de los trabajos de las feministas Graham y Green, y menciono que tenemos también, en el acuerdo primero de La Habana, el fortalecimiento de la economía campesina y de la economía solidaria. A muy grandes rasgos esos son los trazos que queremos validar en esta etapa de precandidatura a la presidencia de la república con unas asambleas del cuidado que estamos preparando. Esta Colombia cuidadora tiene dos sellos importantes: un poder profundamente feminista y una capacidad terapéutica. Este es un país que sufre, lleno de incertidumbres, odio y dolor, necesita de esa capacidad terapéutica que va a pasar por la escucha y por el reconocimiento del otro.
Volcánicas: Las feministas firmamos un pacto de 8 puntos con Claudia López que nos animó a apoyar su candidatura. ¿Cómo crees que va su promesa del cuidado?
AMR: Ahí estuvimos redactando esos 8 puntos y participamos en las reuniones previas. Siento que algunos de esos puntos se han cumplido programáticamente, en el tema de fortalecer la atención a la violencia intrafamiliar y la violencia sexual, con las condiciones que hay en algunas secretarías de acciones afirmativas para mujeres jóvenes y niñas. En educación, en atención en salud, en el tema económico y en el tema del sistema distrital del cuidado, que no es todo el cuidado y que debería traducirse en esa perspectiva terapéutica de escucha en donde Claudia ha tenido enormes fallas. Y eso hay que decírselo. Sería interesante que las mujeres que firmamos ese acuerdo con ella le pidiéramos una reunión para hablar de esto porque, a mí al menos, me gustaría que a Claudia como mujer le fuera bien. Y es que ella se está jugando un lugar simbólico y material muy importante. Pero del otro lado, en el sistema distrital del cuidado, sí hay avances: las manzanas del cuidado han empezado a operar y a significar una redistribución del cuidado en casa con el fortalecimiento de lo público, de la atención a los más pequeños y de los enfermos. Este ocho de marzo empezaban las unidades móviles, que van a ser un elemento no solo para el tema de cuidados sino para atender el tema de violencia intrafamiliar, que tanto ha aumentado en Bogotá y en Colombia.
Yo sí creo que una Bogotá cuidadora pasa también por una gobernante que, en sus gestos y en sus mensajes, encarne esa capacidad de cuidado. Cuidar es anticipar, es escuchar, es ser vehemente y hay que presentar alertas y establecer límites. Pero el episodio con la vendedora ambulante borró, en ese momento, lo que había hecho cuidando la vida con políticas como cerrar las ciudades, cerrar el aeropuerto y hacer confinamiento. Recordemos que, si eso no hubiera ocurrido, habríamos visto muertos en las calles. Entonces fíjate cómo en el mundo de la política las expresiones simbólicas y concretas son tan importantes. Y con el tema del Esmad, sin ánimo de excusar a Claudia, ella ha tenido ahí dos posiciones: una es enfrentarse a la policía (lo ocurrido en septiembre del año pasado cuando hubo dos mandatos en la sala de crisis: el suyo y el que había en la calle para que la policía enfrentara a los manifestantes) y otra es sacar al Esmad. Nos manda un doble mensaje. Y ahora, con el caso terrible del joven que perdió su ojo, también le reclama la policía. Ahí hay una relación difícil. Porque el jefe general de la policía es Ivan Duque y, si bien los alcaldes son los directores de los policías en lo local, el gran jefe es el presidente. Entonces ella se mueve ahí en un elemento muy ambiguo y por eso yo le puse un trino, que ella me contestó, que decía “alcaldesa si usted tiene quejas específicas y concretas denuncie, porque la ciudadanía está con usted”.
Volcánicas: Hablas mucho de la necesidad de una “renta básica”. Usualmente, cuando se habla de la importancia de una “renta básica universal”, las respuestas suelen ser condescendientes. Dicen “sí, eso suena muy bien, pero es imposible”. ¿Por qué crees tú que sí es posible y cómo se podría lograr en Colombia?
AMR: Hace unos días tuvimos la rueda de prensa sobre la renta básica y la cumbre que habrá el diez y el once. Y esta renta básica, frente a la propuesta del año pasado, es un poco más acotada, aunque la otra también tenía un soporte financiero. Tenemos un país que ha tenido una caída del PIB tan significativa que, dice Luis Jorge Garay, podemos llegar a un 60% de pobreza y va a caer en 3 puntos el recaudo fiscal en los países de América Latina, según según la CEPAL. Entonces nuestra propuesta va para 7.6 millones de familias y tiene tres fuentes de factibilidad que recogen experiencias de otros países: primero, nosotros tenemos un fondo para la mitigación de la pandemia que solo ha invertido el 50%. Allí hay unos recursos, creo que de veinte billones, que pueden ser utilizados para la renta básica de este año. Segundo (yo no soy economista pero estoy en clases con Luis Jorge Garay y con Mauricio Cabrera casi cada 8 días) una emisión secundaria para que, a través de bonos comprados por el Banco de la República haya liquidez. Y tercero, algo que está ocurriendo en América Latina y en Europa y que no es un sueño, y es la renegociación de la deuda, de tal manera que se liberen recursos este mismo año. Y para el próximo, ir a una reforma tributaria en esta perspectiva, lo cual no es revolucionario, es solo cumplir los cuatro puntos de la constitución que no se cumplen en las reformas tributarias en Colombia.
Y estamos redactando un artículo, que parece que nos lo van a aceptar, y es que la titularidad de la renta básica sea para las mujeres. Y eso es totalmente factible porque en Colombia tenemos un 40% de hogares con jefatura femenina, de los cuales el 70% son hogares pobres. Entonces tenemos un elemento, llamémoslo de autonomía económica, y es que las mujeres manejen esos recursos. Al hacerlo, emerge una condición de autonomía económica que protege a las mujeres que dejarían de ser consideradas como unas “atenidas” (como dice la vicepresidenta) o como unas “mantenidas” (como dicen los hombres cuando convierten la casa en una trinchera de guerra).
Pero, en cambio, lo que tenemos es la reforma que va a radicar el gobierno de Duque que quiere clavar todos los productos de la canasta familiar. Pero una reforma tributaria que pague y pase por las rentas de los más ricos, por los patrimonios más altos en Colombia, como lo está diciendo Piketty, eso sí tendría sentido.
Volcánicas: ¿Cuál es la diferencia entre la Colombia Humana de cuando tú te lanzaste a vicepresidenta y la Colombia Humana de hoy?
AMR: Me parece que la Colombia Humana está hoy dispuesta a recibir a quien quiera llegar para ganar. Me parece que está acudiendo un poco al “todo vale”. En la época en la que hicimos campaña con Gustavo había una cierta contención frente a abrirle el espacio a los partidos y políticos tradicionales. Fíjense que es una gran paradoja: la Colombia Humana de hoy le va a abrir un espacio mucho más significativo a las mujeres a raíz de lo que pasó con mi salida. Es como una especie de reparación, de compensación por lo que ocurrió, en términos “Mockusianos” es un como un saldo pedagógico de la renuncia a Colombia Humana, que a mí me alegra, me parece muy interesante. Y esa renuncia, como lo dijo Sara Tufano en un texto maravilloso, no fue un acto individual, sino una acción política. Y eso está empujando al Polo, que abrió una escuela de formación para mujeres, y al Verde, que desde hace diez años tiene una escuela en la que yo estuve involucrada desde su formación, que ahora va a fortalecerla todavía más.
Y otra cosa que me llama mucho la atención es que sientan que son como “los profesores de feminismo”, ¿no? Que Gustavo Bolívar sea el maestro de feminismo en la Colombia Humana, con su producción literaria, a mí me produce un poco de risa sarcástica. Pero seguramente Gustavo va a cambiar sus telenovelas. Él, parado en el mundo del feminismo, no podrá seguir movilizando esos imaginarios. Un Gustavo Petro convertido en “profesor de feminismo” es otra de las cosas que me llama poderosamente la atención de lo que pasa en Colombia Humana.
Volcánicas: ¿Cómo debemos reaccionar las feministas frente a las rupturas dentro de los partidos políticos en los que teníamos puestas nuestras apuestas en términos de clase, de raza, y de redistribución?
AMR: Estos machitos de izquierda nos quieren graduar como “feministas de élite” cuando en nuestra agenda lo que hay es una aspiración de profunda transformación en los “qués” y en los “cómos” se ejerce el poder.
Volcánicas: ¿Cómo debería reaccionar un partido político a las denuncias de violencia de género de sus miembros?
ARM: En Colombia tenemos el caso de Hollman Morris a quien ya hemos visto haciendo campaña y quien, muy seguramente, va a estar en la lista al senado y va a hacer parte del pacto histórico, también con el argumento de que “no tiene una condena”. Y ese me parece un argumento muy hipócrita de parte de Gustavo Petro y de Gustavo Bolívar, porque cuando se trata de políticos corruptos sí se les exige que se les aplique una sanción moral, al menos, y que los saquen de los partidos, pero cuando se trata de un asunto de violencia contra las mujeres, cambian el argumento.
Entonces, mientras tenemos a un Gustavo Bolívar denunciando por corrupción a todo el mundo, guardan silencio frente a lo de Hollam Morris. ¿Por qué? Porque no tiene una sentencia y porque tenemos una justicia que no tiene perspectiva de género, que no reconoce estos nuevos derechos de las mujeres, que sigue considerando que es un asunto menor. Por eso nos dicen que somos unas “feminazis” o somos “feministas oligarcas”, rompiendo lo que ha sido el esfuerzo de los feminismos de fronteras de atar los feminismos académicos con los feminismos de mujeres que no somos populares, pero que reconocemos lo popular y los feminismos populares.
Las mujeres tenemos que seguir movilizándonos y exigiendo a los machos de izquierda que sean coherentes con su propuesta y su tarea. No somos juezas, no nos vamos a volver “las inquisidoras”. Pero sí queremos que quienes estén allí aspirando a tener poder tengan una biografía que sea coherente con lo que dicen defender.
Volcánicas: Muchas decimos que el feminismo no puede ser de derecha, pero también nos preguntamos si el feminismo puede ser de izquierda. Hay una sensación de que, como feministas, estamos sin partido político porque la izquierda también ha resultado tremendamente machista.
AMR: Reivindicación de derecha no hay pues, como dice Nancy Fraiser, son posiciones que se vuelven casi la servidumbre del capitalismo. Y aún así uno oye a mujeres conservadoras en el Congreso que dicen que son feministas. Pues bueno, pero cuando uno se para en un feminismo que reconoce la resistencia como un primer elemento de práctica política, el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, la cero tolerancia a las violencias contra las mujeres, el reconocer el cuidado como una prioridad para la vida en todas sus perspectivas, cuando reconocemos que hay distintas formas de familia, que el destino de las mujeres no es casarse solamente, cuando miramos bajo sospecha la Sagrada Familia, se encuentra más cerca de la de la izquierda que de la ultraderecha o de la derecha. Pero también creo que del lado de la izquierda la reivindicación se ha hecho solamente como lucha de clases. Y tenemos, por ejemplo, a las feministas de frontera que dicen que es tan importante la lucha de clases y la redistribución, como el reconocimiento de un estatus, de una forma de habitar la vida, de una manera de ejercer el poder. Pararnos desde un ejercicio, no por esencia, sino históricamente solidario. Y ahí hay feministas muy lúcidas, como por ejemplo Silvia Rivera, o como esta mujer guatemalteca que en estos días leía y que dice que la tierra es indígena,Tzul Tzul. O las feministas que hablan de la interseccionalidad, porque nosotras estamos trabajando por todas las condiciones y formas de opresión: de género, generación, raza, etnia y clase.
Entonces yo me reconozco como una mujer de izquierda y no me molesta, porque las reivindicaciones por una mayor presencia del Estado, por la igualdad en la diferencia, por la redistribución, vienen mucho más de la historia de la izquierda.
Volcánicas: ¿Qué opinas de la política de “centro”?
AMR: Yo, por ejemplo, no creo que Gustavo Petro sea la extrema izquierda. La extrema izquierda en este país fue la izquierda armada y esa poco a poco ha ido desescalando. Y en lo que acompañé de Gustavo Petro, y en lo que oigo del pacto histórico, habla es más de cumplir la Constitución, con unos énfasis, nada más. Entonces llega el centro como una tendencia mucho más democrática. Pero sí creo que existe la extrema derecha, no hay duda. Son los partidos cristianos, es el Centro Democrático. Es esta “familia, tradición y propiedad” que nos tiene desde hace dos siglos en Colombia anclados al pasado. Pero yo, dentro de esta coalición de la esperanza, me sigo reconociendo como una mujer de izquierda. Yo digo: ustedes me han llamado, el Verde me ha invitado de nuevo, pero ustedes saben que siempre fui una mujer de izquierda y feminista. Entonces lo que yo en realidad quiero es un programa donde nos sintamos reconocidas. Y sí reconozco que existen la izquierda y la derecha, con todos sus matices, y lo del centro puede llevar o a esa tibieza de la que hablan, o a una salida transformadora, con señales de mayor serenidad. Que entienda que el verdadero adversario es Iván Duque y todo lo que Iván Duque representa en este país.
Volcánicas: Recientemente has tenido acercamientos al Partido Verde, pero el Partido Verde no tiene una política manifiestamente feminista. ¿Cómo ves tú la agenda feminista al interior del Partido? Y, ¿cuál es la diferencia ideológica del proyecto del Partido Verde y la Colombia Humana? ¿Se parecen?
AMR: Yo digo que ambos partidos son como primos hermanos. Y es que el origen del Partido Verde, que era Opción Verde, es la desmovilización del M-19. Y ahí estaban Antonio Navarro, Gustavo Petro y Carlos Ramón González quienes después fueron tomando sus caminos. Y el Partido Verde se volvió Partido Verde y luego Alianza Verde, que es cuando llega la fuerza progresista de Petro a ese partido. Entonces hay muchas afinidades y por eso, cuando me fui a acompañar a Gustavo Petro, no sentí que eso fuera una traición. Sentí una armonía en muchas de las tareas que yo había tenido en el Verde. Pero el Verde sí tiene una expresión más de centro, aunque hay otras expresiones dentro del Verde mucho más cercanas a unas apuestas de la izquierda. Y eso mismo es lo que hoy está siendo tan difícil al interior del verde. Y fíjate por ejemplo en Angélica Lozano que, creo yo, no era una feminista hace un tiempo, pero ha ido llegando al feminismo desde sus posiciones en el Congreso, sus proyectos y sus apuestas.
Claudia siempre ha dicho: “yo no soy feminista ni activista LGBTI”, yo he sido una defensora de los derechos humanos, pero también me parece que son referentes. Y en el Verde sí hay feministas: mujeres como Rocío Pineda, como Sophie Ospina, Marcela Clavijo, como muchas jóvenes que no están en la primera línea, pero que sí hacen parte de la escuela de formación del Verde. Y ahí como ellas estaba yo, contra viento y marea. Arrancamos esa escuela porque Gilma Jiménez sí era absolutamente anti feminista y en el Verde se generó una corriente que hoy tiene vigencia, aunque no esté en primera línea. No son las figuras más destacadas, pero ahí hay un nicho de feminismo muy interesante que tiene representación, no como feminista, sino como mujeres en todas las direcciones departamentales del Verde.
Volcánicas: Qué prefieres, ¿volver a ser vicepresidenta desde un partido reconocido como el Verde, o ser candidata a la presidencia desde un partido más nuevo liderado por mujeres como Estamos Listas? Es como preguntarte si prefieres ser cola de león o cabeza de ratón.
AMR: Estamos Listas todavía no es partido político. Pero Estamos Listas como partido político sería un golpe tremendo para los movimientos significativos de ciudadanas y ciudadanos. Se está a la espera de que el Consejo Nacional Electoral se pronuncie, y la Registraduría, Pero yo no quiero ser fórmula vicepresidencial ni quiero volver al Congreso de la República. Yo quiero ser presidenta.
Yo hubiera sido muy feliz, de verdad, siendo la vicepresidenta de Colombia. Yo me imaginaba un proyecto afincado en todas estas tareas, en el cuidado y la reconciliación, en desanclar la desigualdad en este país. Pero eso no se dio y en mi vida quedó chuleando. El Congreso también está chuleando. Yo voy a acompañar a Estamos Listas, y en la Coalición de la Esperanza saben que va a ser así. Y ya lo he dicho antes, si eso se empieza a volver demasiado, digamos desteñido, si empieza a perder fuerza, como lo manifestó Juan Carlos Flores en una columna muy buena en la que decía “digan algo, planteen algo. Esto está demasiado desconfigurado” pues dejaría de interesarme. Mi apuesta allí va a ser feminista que espero seguir encontrando ese espacio y, el día que no lo tenga, pues me salgo. Yo aspiro a grandes transformaciones en este país, serenas, solidarias, colectivas. Pero no tengo ese afán desmedido del poder, no lo tengo, entonces tengo anhelos de grandes transformaciones, pero mi deseo personal no es tan grande.
Eso me hace sentir mucha libertad para el ejercicio de la política. Así lo he hecho toda la vida. Yo he sido una desobediente. Yo en el Verde fui una desobediente. Yo en el Verde voté en contra de muchas cosas. En el Verde no apoyé a Peñalosa y pues casi me echan, pero yo no lo apoyé y nunca me echaron, por poner un ejemplo de muchos. Y eso tiene de interesante el Verde frente a las crisis: se amplía, no expulsa y no estigmatiza. Eso hay que valorarlo.
Volcánicas: Una candidatura presidencial tuya y de Francia Márquez es muy valiosa simbólicamente porque nos da un lugar a muchas feministas que nos sentimos huérfanas con los partidos políticos actuales.
AMR: Algunas mujeres de Colombia Humana, cuando salió la foto de Estamos Listas, dijeron: si eso se configura yo voto ahí. Ya hablaron con Francia y ella dijo: “me estoy tomando el tiempo, yo tengo también una consulta previa qué hacer con todo este grupo de mi comunidad afro que me está apoyando”. Francia es una figura muy carismática y sería muy bello hacer esto juntas. Yo hablé con ella y le dije incluso que pensáramos en las dos aspiraciones igualitarias a ver eso cómo se da. Sin tener que ser “vice” de nadie. Vamos a ver si eso funciona y en ese experimento nos vamos a meter.
Y fíjense lo interesante, porque estamos recogiendo algo de lo que fue este movimiento en Brasil, eso de “hackear” el machismo. Esa Coalición de la Esperanza, en términos políticos, me permite estar ahí, visibilizar apuestas, presentar argumentos y eso es importante. Pero con una condición que es la autonomía, algo que sí se ha pactado en la Coalición. Y a Estamos Listas le sirve. Cuando Dora me llamó me dijo: “me están llamando de todos los medios” y es muy bonito porque salió de Medellín, con toda esa apuesta, y estuvo en los medios en primera plana. Es un gana gana y eso es una experiencia política que hay que explorar.
Volcánicas: ¿Cómo debería ser un liderazgo político feminista en sus formas y en sus temas? ¿Cómo sería el liderazgo político feminista ideal?
AMR: Yo diría que se parece, qué pena decirlo, a la forma como yo ejerzo la política. Primero es un nosotras, que me parece totalmente potente, un nosotras tenue, porque hay muchas tendencias, muchas diferencias, pero todo debe salir de ese lugar. Segundo, un ejercicio del poder, fuerte, sí, pero solidario en la diferencia. Para mí ese es otro componente de feminizar la política en un ejercicio de práctica colectiva, un elemento de lo común, de lo común en la sociedad. Ahí está una de las grandes diferencias con el ejercicio del poder de Gustavo Petro.
Un poder femenino es también la cero tolerancia a cualquier forma de violencia, venga de donde venga, y tener la capacidad de enfrentar a los poderosos y denunciar esas formas de violencia. Un poder femenino tiene que desanclar las distintas formas de desigualdad que hay en Colombia. Ahora estoy leyendo el libro de Butler, La fuerza de la no violencia, sobre cómo desanclamos los marcos de guerra y cómo desanclamos el que unas vidas puedan, y deban, ser vividas y lloradas y otras incluso, desde la misma concepción, no tengan la posibilidad de ser vividas ni lloradas. Y pasa también por Rita Segato, por la factibilidad política, que tenga un espacio de factibilidad, sin renunciar a las aspiraciones de profundas transformaciones en este país. Y ese componente terapéutico que en mi caso es creíble porque yo creo que si hay algo que la gente reconoce, es la capacidad que yo he tenido en mi vida, por donde he pasado de ser cuidada y de cuidar. En la universidad, cuando trabajé con Antanas, en el mismo Congreso de la República, me dio eso tan áspero. Yo he podido ir de la mano de las organizaciones, mantener una práctica por el cuidado de las mujeres rurales, de las mujeres negras, de las mujeres indígenas, de las víctimas de la guerra. Y diría que esos son como unos pincelazos de consistencia entre medios y fines, a lo Rosa de Luxemburgo. Porque tú puedes plantear una cantidad de “qués”, pero si tus “cómos” no son democráticos, y tus prácticas de poder no son democráticas, no puedes dar señales de confiabilidad.