Arévalo es un socialdemócrata de 64 años, hijo de Juan José Arévalo, el primer presidente electo democráticamente en Guatemala después de que fuera derrocada la dictadura de Jorge Ubico, durante lo que se llamó la primera “primavera” guatemalteca. Bernardo Arévalo fue elegido presidente con un 58% de los votos, rebasando ampliamente a su rival, Sandra Torres, que alcanzó el 37%. Aunque fue una sorpresa, este logro no llegó de la noche a la mañana.
Guatemala es un país que tuvo 36 años de conflicto armado, cuyo Estado que lleva décadas cooptado por lo que se conoce como el “Pacto de Corruptos”, una alianza entre políticos y empresarios que ha acabado con la institucionalidad del país, y que, a pesar de gobernar el país más rico de Centroamérica, tiene al 60% de su población por debajo de la línea de pobreza. Este aparato de corrupción quedó en evidencia en 2015, con un escándalo por corrupción que involucraba al entonces presidente Otto Pérez Molina (2012-2015), hoy encarcelado. En ese momento, la gente, y especialmente los y las jóvenes, se tomaron las calles exigiendo su renuncia. Fue un momento de efervescencia al que se le conoce como la segunda primavera guatemalteca que sembró el germen del movimiento político que hoy representa una esperanza para Guatemala. En ese entonces, el sociólogo Edelberto Torres Rivas, convocó a académicos e intelectuales para fundar el Movimiento Semilla, que acabó convirtiéndose en un partido político. En 2020, Arévalo se convirtió en el jefe de la bancada de este partido en el congreso.
Sin embargo, esta segunda primavera duró muy poco. Luego de Otto Pérez Molina, llegó al poder Jimmy Morales (2016-2020), otro presidente que pasó a la historia por corrupto. Luego de 2015 se formó la Comisión Internacional Contra la Impunidad o CICIG, un grupo de expertos internacionales que fue tremendamente eficiente persiguiendo la corrupción en el país. Pero Morales acabó con la CICIG en 2019, y desde entonces ha habido una intensa persecución política a todos y todas las involucradas con este organismo. Hoy hay más de 35 jueces y fiscales y más de 22 periodistas están exiliados, y muchos más encarcelados injustamente, como el director del medio El Periódico, Rubén Zamora, sentenciado a seis años de prisión.
Una campaña difícil
En ese contexto adverso, parecía que las presidenciales del 2023 iban a ser más de lo mismo y con los sospechosos de siempre. En las encuestas punteaban Zury Ríos, la hija del dictador y genocida Efraín Ríos Montt, y Sandra Torres, una exprimera dama que hace parte de los partidos tradicionales y que se lanzaba por tercera vez a la presidencia. Arévalo, candidato del Movimiento Semilla, no sumaba más de un 3% de intención de voto en las encuestas. Pero todo cambió en la primera vuelta, cuando Arévalo sacó la segunda votación más alta, después de Torres, y se convirtió en el contendor más importante para disputar la presidencia.
Arévalo se lanzó con la científica Karin Herrera como fórmula vicepresidencial, una mujer reconocida por sus logros académicos y que recibió el apoyo de los grupos feministas. “Yo soy una feminista o defiendo las causas de nosotras las mujeres, pero no soy activista, porque nunca he estado en el activismo con ninguna organización”, dijo a Agencia Ocote en una entrevista radial.
Torres, en cambio, eligió como fórmula presidencial a Romeo Guerra Lemus, un líder evangélico a quien conoció cuandoestaba siendo investigada por la entrada de dineros ilícitos a su campaña presidencial de 2015. En ese momento Torres buscó al padre de Guerra, también pastor, para que “rezara” por ella. A pesar de que los movimientos cristianos en Guatemala son una importante fuerza política, no por nada el país se declaró la “Capital Provida” en 2019, a Guerra no le fue bien con el electorado. Entre sus errores más recordados está una declaración en una entrevista en la que dijo que tenía “una maestría en tecnología y cosas de tipo ongs”, y luego, cuando le pidieron aclaraciones, empeoró, afirmando que tenía una maestría en “tecnología y administración cristiana” y otra en “tecnología y administración ministerial”, que supuestamente estudió en la Latin University of Theology.
La sorpresa de que Semilla pasara a la segunda vuelta se convirtió rápidamente en un fenómeno político que Torres, aliada con el pacto de corruptos, trató de atajar de todas las maneras posibles. El medio digital Con Criterio, reveló que Torres presuntamente prometió viajes al Caribe a los alcaldes electos para que la ayudaran a ganar la presidencia. El Tribunal Supremo Electoral fue uno de los organismos más cuestionados durante las elecciones, suspendió la participación de cuatro candidatos y según el New York Times, varios magistrados, entre ellos Blanca Alfaro, fueron sobornados para intervenir en la carrera electoral y facilitarle la llegada al poder a Manuel Conde Orellana, candidato del partido del actual presidente, Alejandro Giammattei.
Semilla también tuvo a la fiscalía, en cabeza de Rafael Curruchiche, en contra. Curruchiche abrió una serie de investigaciones contra el partido por supuestas irregularidades y el 13 de julio, días después de la primera vuelta, allanaron la sede del partido alegando que había personas muertas (18 en total) que aparecieron afiliadas al partido, con la intención de quitarles la personería jurídica. Sin embargo, la Corte Constitucional le otorgó al partido un amparo provisional, mientras llegaba la segunda vuelta. Estos ataques a Semilla solo lograron fortalecer el apoyo de la ciudadanía que entendió estas acciones como un intento de persecución política.
En lo que quedó de su campaña, Torres se dedicó a decir que habría irregularidades en la jornada electoral, pero esto solo logró que los simpatizantes de Semilla, se ofrecieran voluntariamente como fiscales para proteger la jornada electoral. A UNE, el partido de Torres, le salió el tiro por la culata con estas afirmaciones, pues varios periodistas documentaron que durante la jornada del 20 de agosto UNE estuvo repartiendo vales que podían cambiarse por una “bolsa solidaria”, bolsas de mercado. Por ejemplo, en el municipio de Chinautla, integrantes del consejo indígena dijeron a Volcánicas que el sábado 19, a altas horas de la noche, se habían repartido bolsas de mercado en esa comunidad.
Pero el momento más vergonzoso de la campaña de Torres llegó cuando, en el cierre la candidata soltó esta perla: “nos han dicho que el partido Semilla son solo pensantes y que nosotros somos ignorantes, así nos han dicho, pues la ignorancia es la riqueza de la cultura de nuestro pueblo”.
Una de las estrategias de la campaña de Torres fue difundir información falsa sobre el programa de gobierno de su opositor: por ejemplo, dijo que Arévalo aprobaría el matrimonio igualitario, el aborto y que legalizaría las drogas. Aunque estas medidas son, sin lugar a dudas, urgentes y necesarias, la realidad es que nunca figuraron en el plan de Arévalo. Sobre el matrimonio igualitario, la vicepresidenta electa, Karin Herrera, dijo a Agencia Ocote durante la campaña: “En el caso de Semilla no está en la agenda en este momento porque nuestro país está hecho pedacitos y tenemos primero que trabajar en educación, salud, empleo, infraestructura, superación de la pobreza. Los grupos opositores nos han tratado de ligar a una campaña de desinformación con relación a este tema”.
La agenda de Semilla
Semilla prometió crear 450 nuevos centros de salud, ocho institutos regionales para estudiantes becados, y construir “una prisión para reos condenados a penas graves”, pero según Ocote, “mujeres, pueblos indígenas y población LGBT+ han sido los grandes ausentes en los planes legislativos de ambas campañas”, lo cual es notable en un país con un 52% de mujeres, y 43.8% de población indígena. Sobre la población LGBT+, Arévalo solo dijo que no tolerará discursos de odio (aunque no explicó cómo). Aun así, estos tres grupos demográficos, además de los y las jóvenes, votaron masivamente por Semilla, pues era evidente que con UNE habría una continuidad del Statu Quo, que no garantiza sus derechos. Cristal Hernández, una mujer trans que estaba celebrando afuera del hotel Las Américas, en donde Semilla dio su rueda de prensa después de la victoria, dijo a Volcánicas, “Es un gran triunfo para la comunidad LGBTQ porque Sandra Torres no nos apoyaba y él dijo que respetaba la diversidad sexual, no estaba a favor ni en contra, él respetaba, no prometió mucho, pero todo lo que él dijo que lo cumpla”.
Algo similar nos dijo Lonisa, una mujer negra y garífuna que trabaja haciendo trenzas en una plaza en la Zona 2, conocida en redes como “la más viral”, quien también votó con ilusión por Semilla. Al respecto, en la rueda de prensa que Arévalo dio al final de la jornada, el presidente electo le dijo a Volcánicas “nuestro programa de gobierno efectivamente responde a todos esos rezagos históricos y discriminaciones que existen y lo plantea mediante una posición que dice que nuestro plan de gobierno va a operar desde el principio de la universalidad del acceso a los derechos, y va a empezar por dirigir los esfuerzos de desarrollo del gobierno hacia los sectores más olvidados.”
El domingo, al abrir los comicios, Arévalo llegó a votar en medio de aplausos de la gente. Torres votó en silencio, rodeada de comerciantes de La Terminal, el mercado más grande de Guatemala y de la región, que la recibieron con flores, y que luego se tornaron hostíles con la prensa. Cuando Plaza Pública le preguntó a la candidata si aceptaría los resultados de la elección en caso de perder, se quedó en silencio. En la noche UNE canceló su rueda de prensa, la sede quedó en la oscuridad y hasta ahora Torres no se ha pronunciado ni ha reconocido a Arévalo públicamente como ganador.
Pero este silencio no garantiza la pasividad de la candidata, ni de otros detractores como el fiscal Curruchiche y la magistrada Alfaro. La posesión de Arévalo será a mediados de enero del próximo año, y se espera que los próximos cuatro meses estén marcados por una batalla legal, persecución judicial, y otros intentos por anular la personería jurídica de Semilla. Sin embargo, como señaló el presidente electo en rueda de prensa, él y la vicepresidenta quieren trascender la filiación a un partido político y representar a toda Guatemala.
Al caer la noche de este histórico domingo 20 de agosto era claro que Bernardo Arévalo y Karin Hernández eran los ganadores de la contienda. Mientras los y las periodistas esperábamos la rueda de prensa, la ciudadanía empezó a reunirse frente al hotel Las Américas y en el Obelisco. Salieron con pitos, banderas, vuvuzelas, como si acabaran de ganar un mundial de fútbol, una euforia que nunca antes había provocado una elección presidencial. “Le están dando una nueva vida a Guatemala, gracias por no perder la esperanza, gracias por no rendirse ante los corruptos”, dijo Arévalo desde el balcón del hotel. Lo que en una primera vuelta fue una sorpresa, se fue convirtiendo, con el paso de las semanas, en una esperanza, e independientemente de cómo le vaya a Arévalo y a Hernández en su gobierno, lo que esta experiencia deja es una ciudadanía organizada, consciente de las dificultades de la democracia y de los retos que tiene este gobierno, pero también decidida a movilizarse en contra de la corrupción y a favor de los derechos humanos.