julio 2, 2023

Tu transfobia no es radical

En los últimos años, hemos visto una alza de la narrativa de odio de un sector del feminismo: el feminismo transexcluyente. Comúnmente abreviado, TERF por sus siglas en inglés. En este texto, el autor propone que en vez del odio que difunde este movimiento, la apuesta más radical es la lucha por la ternura y por la vida.

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Ilustración de Carolina Urueta

En los últimos años, hemos visto una alza de la narrativa de odio de un sector del feminismo: el feminismo transexcluyente. Comúnmente abreviado TERF por sus siglas en inglés. Este es un feminismo que usualmente no se autodenomina así y que incluso considera que la expresión es un insulto. Es raro, porque el acrónimo es literalmente una descripción de lo que predican: la exclusión de las personas trans —sobre todo las mujeres trans— del feminismo.

El pensamiento TERF es esencialista, biologicista y reduccionista. Por un lado, plantea que las personas trans asignadas hombre al nacer son violentas por la “socialización masculina” solo por tener un pene, y que las personas trans asignadas mujer al nacer que tenemos vulva, no somos una amenaza solo por portarla entre las piernas, o que somos traidores de la feminidad. Lo cierto es que si eres transfóbico con mis hermanas trans, entonces también lo eres conmigo. Nada sin las mujeres trans y las personas trans femme. Por otro lado, este pensamiento es conflictivo. —“las mujeres y las personas con vulva somos víctimas y los hombres y las personas con pene son victimarios— porque además asume que las mujeres son santas mártires víctimas eternas, pero ellas son la prueba de que las mujeres también son capaces de violencia.

Es cierto que hay ciertas cosas de la socialización que hacen de nosotres quienes somos. Yo, por ejemplo, actualmente estoy escribiendo un cortometraje sobre el impacto que la socialización femenina tuvo en mí, para luego entrar enel mundo de la masculinidad. Un estudio para tratar de entender estos complejos procesos de socialización desde mi propia transición. Pero debemos admitir que no es tan fácil. La socialización tanto “masculina” como “femenina” nunca es igual para todes. Siempre depende de muchas variables, y también depende de qué tan bien puedas desempeñar el rol que te tocó. Si te sales un poco de ese molde eres castigade. Tendremos que admitir que también hay cosas de esa socialización que cuando eres disidente, cambian dependiendo del lugar en el binario de género en el que hemos sido asignades al nacer –ya sea hombre o mujer—;las cosas cambian para ti. No son las mismas reglas, no te afectan de la misma manera. No es lo mismo vivir bajo la expectativa de la socialización masculina siendo un hombre heterosexual a que se espere de ti ese rol de género cuando tu identidad es femenina. 

Si fuiste asignade mujer al nacer y performas la masculinidad, la gente no te va a tratar igual que a una mujer hiper femenina. Y, por otro lado, si fuiste asignade hombre al nacer y performas feminidad, la sociedad se va a encargar de perseguirte y castigarte por hacerlo. Porque el sistema patriarcal nos ha enseñado a hacerlo de esa forma. No es tan sencillo como lo describen ellas. No porque hayas sido asignade hombre al nacer, eso significa que naciste con más privilegios que el resto de la población. Esa categoría “hombre”, va de la mano de otras categorías: clase, raza, orientación sexual, identidad de género. Los pensamientos polarizantes, de blanco y negro, son preocupantes porque ignoran las realidades de la mayoría de las personas en el mundo: casi nadie entra dentro de esos moldes arcaicos de qué es ser hombre y qué es ser mujer en la realidad.

Muchas de sus ideas están basadas en teorías dogmáticas que se aleja de las realidades materiales de las personas y las complejas formas en que el género nos trastoca en el día a día. Son personas que, en lugar de nombrar las cosas como son: discursos de odio, se escudan detrás de la etiqueta “críticas del género” pero sus opiniones se parecen más a la del tío panista macho que se pone borracho en las cenas familiares de navidad. Podríamos hacer una curaduría de tweets de ambos sectores, borrar los usuarios y jugar a adivinar quién lo dijo, ¿una terf o un señor conservador? Y no sabríamos diferenciarlo.

Creer que hay ciertas características biológicas que hacen a la “mujer” es reduccionista, además porque lo que define qué es una mujer depende del contexto social en el que se encuentre. Y los constructos actuales de qué es una mujer, deja a muchas mujeres fuera de la narrativa. No todas las mujeres menstrúan ni todas las personas que menstruan son mujeres, no todas las mujeres tienen úteros ni todas las personas con útero son mujeres, no todas las mujeres quieren parir ni todas las personas que paren son mujeres, no todas las mujeres después de parir son madres y algunas personas después de parir serán padres, no todas las mujeres tienen pechos ni todas las personas con pechos son mujeres, no todas las mujeres tienen un estándar de altura o características físicas homogéneas. Muchas de estas descripciones tienen bases coloniales o medicalizantes.

En este mundo binario, aprendimos que hay hombres y mujeres, y que ambos se definen por características biológicas. Un poco de investigación de este tema es suficiente para darse cuenta de que las ideas impuestas sobre qué es ser una mujer en la actualidad tienen raíces profundas en el capitalismo, el patriarcado, el clasismo y los estereotipos de género.

Encima, mucha de la lucha feminista es por la autonomía corporal, por reclamar el poder sobre sus cuerpos. Siendo una de esas luchas, la lucha por el aborto. Donde se exige que se respete la decisión y autonomía corporal, que no se nos encarcele o persiga por decidir sobre nuestros cuerpos. Que el estado y el patriarcado no nos castigue por tener agencia sobre nuestras realidades materiales. Sin embargo, el movimiento transexcluyente mientras demanda la autonomía de sus cuerpos, condena y persigue a las personas trans por reclamar la autonomía de nuestros cuerpos y la posibilidad de decidir sobre ellos.

Lo hacen cada vez que son aliadas en la búsqueda de que las infancias no puedan tener acceso a cambios de nombre que respeten sus pronombres, o a bloqueadores de pubertad para que puedan llegar a una edad suficientemente madura para decidir si iniciar hormonas o no. O cuando buscan que no tengamos acceso a cirugías de reafirmación de género que sean del sector público, o cuando se pide que no podamos acceder a tratamiento hormonal, o cuando no nos permiten entrar al baño que corresponde con nuestra identidad de género.

Las personas trans somos de los grupos sociales históricamente más vulnerados del mundo, que tu movimiento “activista” se encargue de segregar, exhibir, perseguir y minimizar las vidas y las experiencias de personas a las que les faltan muchos derechos humanos por ser respetados, no es muy radical de su parte. De nuevo, parece más el señor conservador de iglesia que no quiere verte abortar porque: “epale, epale, mi piernita”. ¿Por qué enfocar tus energías en segregar aún más a un sector de la población de por sí ya marginado y lastimado?

Las terf no creen que es posible el cambio, creen que ya estamos biológicamente predestinades a ser lo que hicieron con nosotres. Y la verdad, yo no creo que valga la pena luchar entonces si así fuera el caso. ¿Por qué están luchando? ¿Qué mundo imaginan entonces? ¿Cuáles son las posibles soluciones a este sistema? ¿Cómo construímos alternativas?

El imaginar otros mundos, otras posibilidades, es la resistencia. El resistirse a creer que somos lo que han hecho de nosotres es revolucionario. Es peligroso creer que no podemos cambiar las cosas, porque entonces nos quitan la agencia personal y colectiva. Y la agencia es necesaria porque nos regresa la capacidad de tener acción y decisión sobre nuestras vidas. La agencia es especialmente importante de reconocer para las personas que hemos sido víctimas de violencia.

Lo cierto, es que por lo menos yo me he encontrado con que estos feminismos existen sobre todo en el mundo del internet, ya que rara vez me he encontrado con opiniones tan polarizantes fuera del mundo cibernético. Allá afuera, en las calles, las alianzas son necesarias, y es en el diálogo con el prójimo en donde se encuentran las semillas para crear nuevas alianzas.

Yo no sé qué personas trans conozcan las TERF, o si conocen alguna en general. Pero por si acaso, yo voy a contar sobre algunas personas trans que me han enseñado mucho sobre la posibilidad de crear nuevos caminos, soñar nuevas posibilidades, existir desde el amor revolucionario, la ternura radical, cuestionar lo que han hecho con nosotres y cómo nos han contado qué somos y desafiarlo para tomar las riendas y crear mundos nuevos.

Una de ellas es la mexicana Kenya Cuevas. De ella voy a hablarles de su vida y su rabia llena de amor. Les hablaré de sus dolores que han sido bastantes, pero también les hablaré de cómo ha hecho alquimia con ellos y los ha convertido en una resistencia como ninguna otra, con la que ha protegido y cuidado a tantos.

Les contaré que contrajo VIH a los 13 años, y que injustamente la metieron a una cárcel varonil. Les diré que cuando finalmente la cambiaron a una femenina, de 2005 a 2010, se encargó de cuidar a enfermos de VIH y capacitar a sus compañeras. Hasta que probó su inocencia y logró la libertad.

Les diré que lloró la pérdida de una de sus compañeras, y que no quiere que olvidemos su nombre: Paola Buenrostro. Les contaré sobre cómo luchó hasta el final para que su asesinato fuera reconocido como el primer transfeminicidio en México —El segundo país en el mundo más violento para las personas trans—. Hablaré de la Casa de las Muñecas Tiresias, que ella fundó, donde da hogar a personas privadas de su libertad, en situación de calle y personas de la diversidad sexual.  

Pensando en otra persona trans que su vida ha sido evidencia de la resistencia a las narrativas hegemónicas sobre nuestros cuerpos, recordé aquella vez que una feminista me dijo que los hombres trans éramos traidores de la feminidad, que transicionabamos al lado del opresor. Queriendo acceder al privilegio masculino.

Y entonces recordé a Thomas Page McBee y sus libros sobre violencia y masculinidad. Recordé cómo escribe francamente sobre su sorpresa al notar que al inyectarse testosterona, el mundo reaccionaba ante su cuerpo de formas que jamás imaginó. Recordé su trabajo incansable tratando de darle respuestas a las preguntas sobre si la biología realmente determina si hombres y mujeres somos de tal o cuál manera. Recordé el miedo que él también -como yo- le tenía a los hombres, y que seguramente él mismo tampoco sabía cómo ser uno sin volverse uno de ellos. Recordé que sus investigaciones son justamente una resistencia y un intento de encontrar otras formas de ser hombre y existir en el mundo fuera de esos moldes. Una resistencia a creer que hay un determinismo biológico, a creer que somos lo que nos han contado y nada más.

Entonces recordé aquella marcha lesbofeminista en Guadalajara en la que se tuvo que poner una denuncia ante derechos humanos después de que una Lesbofeminista Trans Excluyente dijera que “se nos iba a prender el cerro” si veía mujeres trans en su marcha. Que ellas no chupaban pitos. Recordé cómo nos grababa con su teléfono mientras nos gritaba por encararla por su odio. 

Pero en lugar de decirles su nombre y lo que sucedió completamente ese día, mejor les hablaré de Kai Cheng Thom y sus poemas, ensayos y libros sobre amor revolucionario, justicia social y sanación del trauma. Les contaré que es una mujer trans, trabajadora social, que en el fin del mundo, sin esperanzas en su comunidad y la humanidad, después de haberse dolido tanto, decidió apostar por las políticas del amor. Escribiendo sobre cómo la ética, las políticas, el acuerpamiento y la resistencia desde el amor son para ella la única opción en estos tiempos apocalípticos. Porque si este mundo va a llegar a su final, lo quiere ver llegar en amor con la gente que ama.

Les hablaré de la carta que le escribió a J.K. Rowling:

“Desearía que no me tuvieras miedo. Si pudieras entrar dentro de mi cabeza y entender lo que siento cuando leo las palabras de una mujer cis a la que le aterra que la llegada de mi liberación signifique el final de la suya, verías tu imagen en un espejo, tratando de salir del marco. De nada sirve habitar las pesadillas y olvidarse de vivir y dejar vivir, querida Joanne. 

No quiero existir en un mundo donde te tengo miedo, donde tú tienes miedo de mí, dónde tengo miedo de lo que harán los hombres cuando tienes miedo de mí. Lo creas o no, sé lo que se siente ser mujer. Sé lo que se siente vivir en un cuerpo definido por lo que un hombre puede tomar de él. Yo también he vivido en terror, como tú.  Yo sé lo que es ser una sobreviviente, yo sé lo que ser una sobreviviente te hace, yo sé sobre las cosas en las que nos convertimos en la oscuridad, en lo que nos convierte el miedo cuando estamos desesperados por vivir.

Vol de mort significa el vuelo de la muerte, ¿no es así, Joanne? Nunca fui muy fan Potter, pero si entiendo correctamente, tu mago malvado separó su alma en siete pedazos, bebió la sangre de inocentes, comenzó guerras y bebió leche de serpiente, todo en el nombre de escapar de la muerte. El miedo nos vuelve monstruos a todes, tú describiste muchísimos monstruos, muchísimas criaturas mágicas y aun así no pareces saber lo que es un monstruo, Joanne.

Un monstruo es una parte de nosotres a la que no queremos encontrar en el espejo. Una parte de nosotres que tratamos de cortar y separar y poner dentro de otras personas para que la carguen por nosotres: nuestro miedo, nuestra culpa. Estas son las Magias Oscuras más viejas de su tipo. Querida Joanne, ¿qué hechizo es más fuerte que las Magias Oscuras? ¿Qué magia tuvo que suceder para acabar con el odio, poner alto a la guerra, romper una maldición imperdonable? No es un acertijo fácil, pero apuesto que entre las dos, podemos encontrar la respuesta. Tú y yo, ambas sobrevivientes. Tú y yo, ambas estudiantes de los hechizos. Tú y yo, y el ejército de chicas y mujeres entre nosotras, todas nosotras, monstruos y brujas, Las que vivieron.”

La respuesta de lo que Kai le pregunta al final a Rowling es que lo que se necesitó para romper el hechizo de Voldemort fue: amor. 

Y es que no me cabe en la cabeza que mientras nos peleamos entre nosotres, mientras nosotres las personas trans peleamos por tratar de demostrar nuestra humanidad ante las TERF y mientras las TERF cuestionan quién es el verdadero sujeto político del feminismo, allá afuera la derecha extrema, los fachos y el patriarcado nos están ganando campo día a día y están sumando aliados para erradicarnos. Tenemos un enemigo en común que nos mata y persigue.

Nuestros dolores son más parecidos de lo que pensamos, y hacer las cosas como se han estado haciendo hasta ahora se parece más a las formas en que ellos operan que a otra cosa. Sus formas tan arcaicas, tan dogmáticas, tan divisorias de identidades y de luchas, la academia, la falta de empatía, querer tener la última palabra, hablar de “naturalidad y biologicismo”, querer imponer LA VERDAD en mayúsculas. Todas son formas patriarcales.

No hay nada más radical que la ternura. No hay nada más radical que encontrar formas de crear puentes cuando las diferencias nos separan. No hay nada más radical que encontrarse a una misma en los ojos de otre. No hay nada más radical que resistir a este sistema de muerte que festejando la vida, creando alianzas, escuchando, abrazando, vulnerándose, cuidando de otres. Aunque nuestras luchas no sean las mismas. Porque la lucha debe ser por la vida, porque la vida es lo que nos están quitando mientras escribo esto. 

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Autor

  • Dante Ureta

    Artista trans multidisciplinario. Productor en CUIR: Historias Disidentes. Músico, escritor, tallerista y psicólogo de formación. Interesado en la psicología social, el arte y las prácticas narrativas.

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