February 21, 2025

Sobre libertad, nuestra historia y el canto de los pájaros

A 3 años de uno de los fallos más vanguardistas en libertad reproductiva del mundo, la Sentencia Causa Justa que le dio aborto libre a Colombia, una de las lideresas de la demanda que lo consiguió nos comparte sus memorias de ese día histórico.

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Fotos de Victoria Holguín

Hace tres años logramos que se despenalizara el aborto en Colombia. Lo recuerdo como si fuera ayer. Un plantón frente a la Corte Constitucional, una calle tiñéndose de verde con la llegada de centenares de mujeres con pañuelos. Un ambiente húmedo, pero vibrante, lleno de murmullos, gritos, risas, arengas feministas. Todavía me llega el olor a calle mojada y la sorpresa de que a nadie le importara que estuviera lloviendo. Recuerdo que aparecieron sombrillas verdes y que no era la lluvia, ni las sombrillas, sino el color verde lo que primaba. El paso de las horas subía la ansiedad, las voces adoptaban un tono alto y el agua lavaba esos volúmenes haciendo que corrieran calle abajo mientras la atención se centraba en mirar el celular esperando noticias, en tomarnos de las manos, abrazarnos y aferrarnos a un color, a un pañuelo y a la espera de la historia. 

Recuerdo que se hizo historia dos veces.

Una proyectada con gran celebración, videos, estados en redes sociales, noticias compartidas. Otra real, la segunda, que se celebró como si fuera la primera. Las dos nos invadieron con la euforia de sabernos presenciando, ahí, de pies, con nuestros cuerpos plantados en esa calle húmeda -en donde echamos raíces durante días enteros por varias semanas-, la izada de la bandera más reciente de la democracia colombiana: la libertad reproductiva. Desde esas dos celebraciones, una con una distancia aproximada de 10 minutos de la otra, una apresurada y la otra más real, no hemos dejado de celebrar y en este tercer aniversario no será la excepción. 

Lo sé, lo histórico es difícil de definir, la historicidad de las cosas es compleja, habrá quienes piensen que exageramos cuando afirmamos que hicimos historia. Yo creo que podríamos estar de acuerdo en que conseguir que un país reconozca la libertad de las mujeres para decidir por si solas las cuestiones más fundamentales de su existencia es, por así decirlo, de alguna manera, histórico. Lo que conseguimos es quizás – o esperamos sea- la certeza de que nunca más un tercero decida sobre nuestros proyectos de vida, que ningún embarazo sea impuesto, que toda maternidad sea deseada y que se reconozca aquello que nutre la dignidad porque recupera el valor de la existencia misma. 

La existencia nuestra, la de las mujeres y la de los cuerpos que gestan y que por gestar han sido obligados a hacerlo. La premisa fundamental de que esa capacidad biológica no puede determinar nuestros sueños, deseos o proyectos de vida. Esa existencia cuyo valor no se recupera porque podamos abortar, sino en el contundente -y tardío- reconocimiento de que tengamos la libertad de decidirlo y que con ello se valore nuestra capacidad de discernir, que se nos reconozca como seres pensantes, en los que se puede confiar y a quienes hay que proteger, porque nuestras vidas importan. 

Nuestras vidas importan y tienen valor.

No queremos ver a otra de nosotras morir por no poder acceder a un aborto, marchitarse por vivir una vida ajena, una que no le pertenece, rechazamos que nuestra integridad sea menoscabada, estigmatizada y discriminada cuando buscamos un servicio de salud que solo nosotras necesitamos. Exigimos ser la prioridad sobre una expectativa de vida, que se reconozca nuestra humanidad, latente, los pasos recorridos, los recuerdos dibujados, el volumen de nuestras risas, la vida construida, los cafés de la mañana, las manos que han cuidado, los consejos que hemos dado, las violencias que hemos soportado, la valentía y el miedo que habitamos, las luchas sostenidas, la música que ha sido tarareada, el canto escuchado de los pájaros, el aire respirado de la montaña, eso de llevar tanto tiempo respirando, eso de respirar, en fin, nuestra historicidad misma. 

Eso es lo que desde el movimiento Causa Justa defendemos, es en lo que creemos y es lo que logramos que la Corte reconociera para todo un país. Y si, algo de historia debe tener eso. “Sin mis opciones, no viven la política, ni la ética (…) Este es mi cuerpo. Si te lo doy quiero que me lo devuelvas. Mi vida es un derecho no negociable”. Esas son palabras de la poeta Marge Piercy, a quien revisité para inspirarme a escribir esta columna. Y si, nuestras vidas no se negocian, nuestra libertad es imprescindible, nuestra ciudadanía florece cuando nos paramos desde la igualdad y esta última es un fruto de poder vivir una vida escogida y no prestada o impuesta (en lo que nos sea humanamente posible).

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Autor

  • Feminista colombiana. Caleña que actualmente se desempeña como vicepresidenta para América Latina y el Caribe del Centro de Derechos Reproductivos. Es integrante del movimiento Causa Justa y una de las demandantes del fallo histórico que despenalizó ampliamente el aborto en Colombia. Fue litigante de los casos Guzmán Albarracín contra Ecuador y Manuela contra El Salvador ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hace parte también de la campaña Son Niñas no Madres y fue una de las litigantes que presentó los casos de esa campaña ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU. Anteriormente trabajó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como Especialista de Derechos Humanos. Tiene dos Maestrías en derecho internacional público y relaciones internacionales de las Universidades Paris I Panthéon Sorbonne y el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po).

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