agosto 10, 2021

“Ser comadres es ser familia”: Lido Pimienta y Liliana Saumet

COMPARTIR ARTÍCULO
Compartir en Facebook Tweet Enviar por WhatsApp Enviar por WhatsApp Enviar por email

 Por Cindy Morales

Ilustración de Alejandra Balaguera

La amistad de Lido Pimienta y Li Saumet es como una trenza africana: un homenaje a la resistencia, una bandera de identidad, una estructura firme. Un camino que se han abierto mutuamente para descubrirse a sí mismas. 

Es tan así, que ambas artistas volvieron esta alegoría una realidad en el video de ‘Nada’, estrenado en marzo de 2020, en el que ambas aparecen atadas del pelo. Son como las dos fridas. Dos como una. Dos para una. Comadres con todas las letras.

Se vieron por primera vez cuando Lido tenía 11 años y Li ya estaba en la universidad: “Me acuerdo que estaba en un festival de rock en Barranquilla y había una niña haciendo algo que nadie entendía, pero estaba cantando espectacular. Me sorprendió porque me pareció diferente a todo lo que uno podía haber visto en Barranquilla y me quedé con esa imagen en la cabeza”, cuenta Li.

Pero tendrían que pasar 19 años para que estas almas gemelas volvieran a encontrarse. Los primeros encuentros transcurrieron en México y en unos premios Shock. Pero la concreción de esta amistad definitiva, caribe y poderosa, fue en un viaje de la gira de La Papessa, el álbum de Lido que le valió el premio Polaris, uno de los galardones más importantes de la música en Canadá, país donde está radicada.

Cuando Lido recibió el premio, Li ya tenía una carrera consolidada como vocalista de Bomba Estéreo. Sin embargo, y al margen de los egoísmos de una industria particularmente dura con las mujeres, Li se dispuso a abrirle las puertas de todo lo que conocía a su amiga: 

“Liliana era de las pocas personas, sobre todo de Colombia, que tenían una carrera espectacular y aún así me veían a mí y me incluían en la conversación de artistas del país. Yo veía sus entrevistas y cuando le preguntaban a quién recomendaba, daba mi nombre. Ella fue la que dijo “esta pelada es espectacular” antes que todo el mundo. Liliana Saumet fue la primera”, sentencia Lido.

Por más distancia que haya entre Santa Marta y Toronto, las similitudes de sus experiencias han creado una conexión cósmica que, de vez en cuando, nos dejan ver en forma de ritmos, armonías, melodías y vibratos, en un arte propio y único de ellas.

“Fue como una relación que se dio muy orgánicamente. La vida nos ponía siempre en los mismos lugares sin planearlo y hoy lo agradezco mucho porque hay cosas de ti que no todo el mundo puede entender. Cosas que pasan en esta industria, cosas que vives en tu infancia, y que Liliana conectara con eso, fue lo que nos unió más”, cuenta Lido. A esto, Li responde: “Entre ella y yo hay cosas que nos acercan a muchos niveles. Lido es mujer, es cantante, es colombiana, es costeña, es una artista internacional, es mamá, toca en diferentes partes del mundo, tiene un marido canadiense.  Todo era demasiado similar entre nosotras. Esto estaba destinado a ser”.

Estas comadres, como ambas se llaman casi todo el tiempo, no solo ‘maternan’ al tiempo a sus hijes, sino que maternan también proyectos, sueños y nuevos discos, como el que Lido le está produciendo en este momento a Liliana. Sus talentos múltiples están a disposición del mundo gracias a la fuerza de una amistad sincera que Li describe como “un acto de arte”.

El de ellas es un vínculo que ni siquiera las dinámicas divisorias del patriarcado han podido romper. La industria musical, por ejemplo, intentó por todos los medios volverlas contrincantes y antagonistas: “Conocemos ese modus operandi de principio a fin. Nosotras sabemos perfectamente lo que sucede en ese mundo porque ya lo hemos vivido, y tampoco hemos querido pertenecer ni ser así porque sabemos a dónde llega… a un lugar muy solitario, sobre todo para las mujeres porque nos tratan como un producto”, afirma Li.

Lido cuenta que le alcanzaron a llegar mensajes indicando que debía “odiar a Li” por ser su competencia: “¿Y qué hacía yo? Le tomaba foto al mensaje y se lo mandaba a Liliana. ¿Será que somos enemigas ahora? le decía. Y nos reíamos. Pero eso nos unió más, mucho más”. 

Y como lo que el feminismo une, ningún hombre lo separa, su amistad sigue intacta, creciente y soberana. Con esa ternura feroz que las caracteriza, han logrado carreras exitosas, acompañándose y apoyándose en cada paso del camino. Ambas lo describen como si su vínculo fuera un escudo protector, una capa, un blindaje:

“Tenemos la suerte de tener una protección especial, casi una memoria muscular desarrollada por años y que se basa en la confianza. Yo puedo confiar en Liliana y puedo decir que ella quiere lo mejor para mí. Liliana nunca va a dejar que yo salga mal vestida en un show y nunca va a dejar que alguien hable mal de mí. Y cuando ella me trae sus canciones, yo voy a asegurarme que ella suene lo mejor posible. Yo quiero que su álbum sea incluso mejor que mi álbum”, asegura Lido.

En el abanico infinito de posibilidades que significa ser de la Costa Caribe colombiana, Lido y Li representan matices disímiles. Li es el colorinche, como ella le llama, “la bulla, la champeta, la cumbia y la fusión”. Lido, el eco, la voz, el synth pop, la precisión: “Ella es la hippie y yo soy la ‘nerda’. 

Y aunque la industria de la música ha tratado constantemente de definirlas, abrazan sus complejidades y la exploración constante de sus identidades:  “Ser de la Costa no es algo monolítico. Las expresiones del Caribe son tan variadas, tan ricas, tan abundantes que en nuestro trabajo reconocemos que podemos manifestar esa cosa de ser caribe de muchas maneras. Pero el feminismo blanco no quiere que yo sea auténtica, quiere que yo camine con unos cocos en los senos, que ande con un sombrero vueltiao y que me ponga un pollera. Entonces no es que quiera que yo sea Caribe, sino una hipérbole de lo que supuestamente se imaginan que es ser de Colombia”, sentencia Lido.

Para despejar el camino, son ellas mismas las que dictan las reglas: “Siempre nos han dicho que la competencia es ella, la otra. No, no es. Ni ella va a ser nunca lo que yo hago, ni yo voy a ser lo que ella hace porque somos únicas. Ella tiene esto espectacular. Yo tengo esto otro espectacular y la otra tiene esto más espectacular. Si nos juntamos entonces todo es súper espectacular. Si nos juntamos vamos a ser más poderosas que yo tratando de competir con ella o ella conmigo. Eso es lo bonito, la complicidad”, dice Li.

Dentro de su vivencia del amor, la amistad, afirma Lido, se convierte en un “refugio”. Allí pueden llegar cuando los mares no son apacibles y en esa orilla segura vive su comadrazgo. Dinámica que, según ellas, caracterizaría a un futuro feminista:  “Ese mundo sería un mundo de comadres, una película espectacular”, dice Li con desparpajo. y Lido concluye: “Es que amistad es amistad, pero ser comadres es ser familia”.

*Esta entrega hace parte de las historias que sirvieron de inspiración para nuestra iniciativa #AmigasQueTodoLoPueden. Para conocer la convocatoria y postularte haz clic aquí

COMPARTIR ARTÍCULO
Compartir en Facebook Tweet Enviar por WhatsApp Enviar por WhatsApp Enviar por email
  • Me indigna
    (0)
  • Me moviliza
    (0)
  • Me es útil
    (0)
  • Me informa
    (0)
  • Me es indiferente
    (1)
  • Me entretiene
    (0)

Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados