Como la mayoría de mujeres que habitamos esta tierra tengo la memoria llena de recuerdos de abusos sexuales. Aunque la primera vez que un hombre se me acercó inapropiadamente fue a los 7 años, cuando un profesor de computadores me llamaba a mi casa y me llevaba a salones vacíos del colegio San Luiz Gonzaga en Manizales con la promesa de que me haría capaz de mover objetos con la mente como Matilda en la película, me demoré demasiados años en entender lo grave que es el acoso sexual y lo complejo que es cuando este sucede en los colegios.
Recuerdo el día, a mis 12 años, en que mi mamá frenó el carro en seco cuando le conté que Oscar, el profesor favorito de todos y todas, que enseñaba ciencias sociales, nos “pegaba pelas” a las estudiantes en clase y que un día me metió la mano por el pantalón en el recreo de una celebración de Halloween. Nunca había visto a mi mamá así temblando, resuelta a quemarlo todo, afectada y enfurecida. A pesar de que le pedí el favor de que no hiciera nada, pues el profesor me parecía adorado, sabía cuánto los estudiantes lo querían y no quería ser “la culpable” de que lo echaran, mi mamá convocó a reuniones de padres de familia para que se denunciara en el colegio que un profesor nos estaba acosando. No puedo evitar imaginarme qué opinaría mi mamá si supiera que ese mismo profesor es hoy rector en un colegio y que nuestra lucha no sirvió “para nada”.
Mis compañeros, hombres y mujeres menores de 15 años, respondieron muy mal a la denuncia de mi madre. “Mis alumnas son como mis hijas” nos dijo el profesor, casi llorando, al principio de una clase después de haber sido llamado a rectoría para que diera “su versión de los hechos”. Le recomendaron que renunciara, para no hacerle daño a su carrera. Aunque en ese entonces fue casi imposible para mi volver al colegio porque los estudiantes sentían que por mi culpa se había ido el profesor tan querido, mi mamá me obligó a ponerle la cara a mis compañeros. Me obligó a hacer activismo por primera vez, así estuviera todo el colegio en mi contra: “NUNCA un profesor te puede tocar” me dijo con una claridad que en este momento me da escalofríos.
Hoy, después de años de estudiar el feminismo y las formas en las que opera la violencia de género, puedo entender por qué mis compañeros y compañeras no apoyaron mi primera denuncia de acoso. Ni a elles ni a mí nos habían hablado claramente de consentimiento ni de acoso ni de abuso sexual. Aunque las estadísticas indican que a los 12 años una niña va a haber tenido al menos una experiencia de acoso, seguíamos sin tener palabras para identificarlo y mucho menos herramientas para poderlo denunciar. Eso sin mencionar lo vulnerables que son les niñes a los sentimientos encontrados que pueden despertar los abusadores, a veces tan cercanos, despertando admiración y afecto: padres, tíos, hermanos, profesores, todos aparentemente normales, todos SIEMPRE en una posición de poder.
Por eso, y por la falta de educación sexual característica de la mayoría de colegios privados y religiosos en Colombia, en febrero de 2022 explotó el escándalo del acoso cometido por un profesor de educación física del colegio MaryMount de Bogotá, Mauricio Zambrano, contra una niña menor de 14 años. Yo me gradué de ese colegio y ese señor fue mi profesor. El mismo que le miraba las piernas a las colegialas y les hablaba cerquita mientras yo las miraba jugar en la cancha. Este abuso, es solo uno de muchos.
“Sí. Era bien coqueto y, ahora con perspectiva, bastante asqueroso, porque era una parte central de su personalidad y de cómo interactuaba con nosotras”, dijo una de las ex alumnas en el chat que tengo con mis compañeras de generación. Otra ex alumna narra: “El primer comentario inapropiado que recibí de Mauricio Zambrano fue cuando estaba en quinto de primaria y tenía 11 años. Estábamos en clase de Educación Física pero por temas de clima nos tuvimos que ir a un salón y pasar el tiempo ahí, él nos dijo que pusiéramos música y que nos podíamos relajar mientras se acababa la clase. Una niña puso una canción de reggaeton y Mauricio dice “Yo solo me paro a bailar sí puedo perrear con Valentina y después vemos qué pasa”. De ahí en adelante eran comentarios casi todos los días y llegué a acostumbrarme a eso y a quedarme callada con cada cosa que me decía. Fueron miles los comentarios inapropiados que me hizo, pero entre esos estaban algunos cómo: “Vale ¿tu por que nunca te pones jardinera si tienes esas piernas?” “Uy vale cómo has crecido, estoy hablando de atrás y adelante, no de altura”.
Laura Giraldo es otra de las víctimas de Zambrano que valientemente contó su testimonio: “El abuso pasó dentro de la institución alrededor de las 7 de la noche. Me dijo que fuera a mi carro y que lo esperara en la parte de atrás ya que él iría después, me pidió las placas y vió como me monte a esperar. Después de diez minutos aproximadamente, se montó al carro conmigo, en ese momento se prendieron las luces y recuerdo que solo me decía “menos mal está lloviendo, no creo que se vea nada”. Me besó, estaba en jardinera y abusó digitalmente de mí (no me da pena decirlo, es parte de mi historia y asi de real fue el abuso). Yo no hacía nada, recuerdo que él intentaba que yo lo cogiera, que le hiciera algo, pero estaba tan nerviosa que me quede congelada, le decía que no porque estaba muy nerviosa y así solo lo dejé besarme y tocarme hasta que se bajó del carro. Fue muy enfático en que podía irse a la cárcel si le contaba a alguien y que tenía que ser nuestro secreto. No les miento, estoy muy asustada, no es fácil volver a vivir mi abuso, poner a mi familia en la posición de oír mi historia y de encontrar fuerza para seguir con el debido proceso” concluyó. He recibido decenas de mensajes como estos de alumnas y ex alumnas desde que el escándalo estalló.
La realidad es que, con pocas excepciones, las estudiantes habíamos normalizado estos comportamientos y no le veíamos nada de malo a ese “coqueteo”. ¿Qué puede tener de malo si el profesor lleva trabajando en el colegio mil años, si su personalidad la conocen todas las directivas y profesoras y nadie nunca ha dicho nada? Nos equivocábamos. Varias profesoras, como Lina Cuellar, habían expresado su preocupación a las directivas y habían sido ignoradas: “Qué rabia la que me da. Cuántos profesores de ese colegio pasaron años enamorando (abusando de) menores de edad con el silencio cómplice de sus colegas. Aprovechándose de su poder y solo cuando salió a la luz pública, se manifiestan. Esto era un secreto a voces desde hace tiempo”. Dice Lina en un tweet.
No debe extrañarnos que las niñas del MaryMount no pudieran identificar ni nombrar esto como acoso cuando sabemos que la poca educación sexual que nos daban en este colegio estaba enfocada en la abstinencia y en generar pánicos morales sobre enfermedades de transmisión sexual y posibles embarazos. Nunca nos enseñaron que todas las relaciones entre una menor de edad y un adulto son abuso y que ningún profesor debe tener jamás acercamientos sexuales con sus estudiantes. He oído a algunas mujeres hacer énfasis en que las alumnas también son coquetas con los profesores, desconociendo que quien debería tener control ético y profesional de la situación es el profesor encargado: mayor de edad, responsable de generaciones enteras de niñas. ¿Qué debe hacer un profesor cuando una alumna coquetea con él? ABSOLUTAMENTE NADA. Ninguna invitación ni insinuación de ninguna alumna justifica el acoso sexual de quien debe ser el adulto responsable.
Mientras tanto la rectora del MaryMount, Maria Ángela Torres, guarda silencio ante los medios nacionales y entre ex alumnas y profesores hacen un llamado a la prudencia. La convicción de que los trapos sucios se lavan en casa mantiene a salvo a los abusadores de todo tipo, en este caso a los profesores. ¿Qué le importa a las directivas? La reputación. Y entre tanto secretismo y complicidad y negligencia, ¿quién cuida a las alumnas?
A pesar de la indiferencia del colegio, cientos de exalumnas redactaron y firmaron una carta pidiéndole a la institución que asuma responsabilidad: “Como exalumnas, queremos solicitarle al Colegio Marymount que sea transparente con la forma como tramitó denuncias previas en contra de este y otros profesores, con las medidas que ha tomado para prevenir este tipo de situaciones y con las que tomará para garantizar que no vuelvan a ocurrir. Por esto, exigimos conocer los protocolos de denuncia e investigación de acoso y abuso sexual dentro de la institución, y la fecha desde que este está siendo implementado”.
Muchos padres de familia meten a sus hijas a colegios no mixtos porque sienten que entre mujeres sus hijas van a estar más seguras. Algunos, los conservadores, creen que poner a “sus niñas” en compañía de otras mujeres las va a alejar del sexo y de la tentación que vendría con la interacción entre hombres y mujeres. Lastimosamente esos padres se equivocan: lo único que puede prevenir la violencia sexual, y lo único que puede garantizar la seguridad de las niñas, es la educación sexual, esa misma a la que tantos padres de familia todavía se oponen. Mientras no nos la garanticen seremos víctimas, una y otra vez.
Puse me INDIGNA Y SALE QUE YA VOTE!
Estoy Completamente Extrañada, como madre de mis dos hijas, nunca lo supe de este Profesor de Educación Física y entrenador decFootbal, Mauricio Zambrano!y me entero qué hay otro profesor igual el de Español Leonardo Bejarano
En dónde estudié el bachillerato, Colegio Distrital República de Colombia del barrio la Estrada, entre 1986 y 1991 pude ver cómo algunos de los profesores hombres acosaban a mis compañeras cuando les parecían atractivas. Eran chismes de pasillo q sufrían en silencio las afectadas. Varias de ellas aprendieron a lidiar con el coqueteo y lenguaje inapropiado de varios de estos morbosos adultos. Recuerdo q a los acosadores: Julio, el pirata y Panesso; desafortunadamente dos de ellos Julio y Panesso, eran profesores de materias relacionadas con matemáticas, q eran las más difíciles en promedio para los estudiantes.
La verdad, en esa época había mucha tolerancia con esos asuntos pq incluso ellos habían comentarios sexualizados hacia ellas en público y los compañeros de ellas éramos indiferentes a la situación, yo pienso q solo q se debieron sentir afectados los novios de ellas en esa época.
No es sólo la educación, también son los códigos de conducta en los colegios, el bajar la impunidad del castigo del delito de abuso y acoso sexual. Pero sobretodo romper la negación de que abuso sexual es grave y epidémico.
Muy cierto, muchas veces educadores continúan esa amistad con la alumna, preparándola psicológicamente para que una vez egresada hacerle propuestas indecorosas entre otras cosas. La educación sexual debe llevar a que niños y niñas y adolescentes reconozcan esas tácticas de coqueteo, de piropos y trato confianza extrema, o de bullying que lleva a sentimientos de inferioridad que son las estrategias más usadas por algunos profesionales de la educación.
La educación sexual en los colegios está muy mal enfocada tanto niños y uñas deberían de reconocer actos de abuso sexual y explotación sexual, muchos alumnos comprenden estos abusos por parte de profesores muchos años después. El abusar actúa alargando a la estudiante dándole demasiada confianza o al contrario haciéndole bullying. Esto daña enormemente El desarrollo social y comportamiento de una joven o un joven en su entorno haciéndola vulnerable nuevamente frente a estos abusos y abusadores.hay profesores que conservan la amistad de estás alumnas hasta que se gradúan y una vez cumplido los 18 años ya las tiene preparadas psicológicamente para hacerles propuestas y abusar de ellas, cuando se dan cuenta de esto ya ha pasado mucho tiempo y por esto no denuncian. Creo que el sistema educativo debe ser más vigilante con estos comportamientos y establecer una norma de convivencia de los profesores hacia las alumnas y alumnos.
También estudié en el Marymount. Estaba muy chiquita, me fui en sexto del colegio. Entrenaba en el equipo de fútbol con esta persona y sí recuerdo que era bastante coqueto. En mi adultez he vivido algunos episodios de acoso.
Estoy de acuerdo con esto que escribes. La educación sexual es absolutamente primordial para enfrentar el acoso en la niñez y en la adultez.
Desde los 6-7 años mis papás nos sentaban a todos los hijos en la sala a hablarnos de educación sexual. Nos decían tus partes íntimas son tuyas y de nadie más. Nadie tiene derecho a tocarte ni si quiera nosotros que somos tus papás. Nos hablaron de la privacidad de los genitales, de no estar solos con adultos, de contar cuando algo nos pareciera extraño, de no permitir con NADIE una proximidad sexual. Más adelante a los 13-15 años nos hablaron de sexo, de preservativos, de anticoncepción, de enfermedades de transmisión.
Todo lo que el colegio se negó a enseñar, lo enseñaron ellos en la casa.
Antes me daba pudor y pena que mis papás trataran esas cosas conmigo.
Hoy agradezco que hayan sido claros, que me hablaran de consentimiento, de sexualidad, de libertad con responsabilidad.
Pienso en los pequeños que no tienen esa educación y lo vulnerables que son ante un acosador. Qué pesar!
Muchas gracias por compartir!