Virginie Despentes es ya un referente del feminismo y de la literatura punk. En Querido comemierda (Random House, 2023), los personajes —uno de ellos escritor proveniente de su propia ciudad natal, la cual ella misma describe como “una ciudad donde no nacen muchos escritores”— se miran fijamente con la rabia y el desencanto con los que el mundo del siglo XXI les ha enseñado a vivir. Rebecca, una actriz a punto de cumplir cincuenta años, responde con rabia e infinito desdén a un comentario en redes sociales donde Oscar, un novelista cuarentón un tanto decadente, la insulta. Esta conversación llena de sarcasmo y humor ácido se trastoca cuando él es acusado por la joven periodista Zoé Katana de acoso sexual.
La autora venía de una escritura muy definida que mantuvo por muchos años en su famosa trilogía de Vernon Subutex. En esta nueva novela se aventura con el recurso de la narración epistolar del que también disfruta su lectura. Explica que es una forma de desgranar a sus personajes para que dejen de estar a la defensiva: “Quería que poco a poco fueran más y más sinceros el uno con la otra a través de una confianza que se establece entre ellos y que los va desnudando al punto de admitir sus errores”.
Despentes aborda el movimiento #MeToo con gran fuerza en la novela, resaltando la relación intrínseca con las redes sociales, y con una perspectiva poco explorada, ¿cómo se aborda una situación en la que un conocido es denunciado? “la idea vino de una cena que tuve con amigas donde nos enteramos que un tipo que conocíamos todas estaba a punto de ser acusado por una chica menor que hacía activismo en un blog feminista”. Son bastantes los casos de encubrimiento de agresores, pero tomar una postura puede complicarse cuando esta postura es sobre una persona hacia la que jamás pensamos hacerlo: “No era difícil saber que era la verdad, era difícil saber cómo actuar después ¿nunca lo saludamos cuando lo vemos? ¿lo llamamos para insultarlo? ¿lo llamamos después para hablar del tema?”.
La denuncia de Zoé Katana cambia la conversación que Oscar lleva con Rebecca, sin embargo, él no sale del típico discurso de los hombres que son acusados, al menos no de principio. Su respuesta simplemente queda en negar el asunto alegando que “estaba demasiado drogado para recordar lo que hacía”. Las adicciones son uno de los temas recurrentes en la obra de la autora debido a la gran repercusión que también tuvieron en su propia vida: “en esa cena yo pensaba que, si tengo una cosa que decirle es joder, tío, para de beber y para la cocaína porque no serías un tonto tan tonto sin todo eso que te pones dentro”. Sin embargo, un cambio importante de discurso también puede modificar el sentimiento con el que los involucrados se quedan: “A mí me gusta pensarlo como un whishful thinking de que sí pueden cambiar las cosas con admitirlo, aunque en el libro no hay ningún milagro a partir de que se admite”.
Despentes no tiene reparo en describir la realidad de una manera completamente cruda —como en el pasado hizo en Fóllame— y tomar una postura sólida sobre todo ante la influencia de las drogas en la violencia de género: “es tiempo de que los varones reflexionen el hecho de que son peligrosos cuando consumen alcohol y drogas y empezar a pensar ‘no puedo beber en público porque soy un puto peligro’ en especial para las mujeres”. Esta misma reflexión es la que desarrolla en el libro al grado de que queda completamente claro que Oscar no hubiera sido tan peligroso si no fuera un adicto.
En cuanto a temas de feminismo, sin duda esta nueva ola ha salido de las teorías para ser pronunciada por usuarias de dispositivos desde cualquier parte: “Antes era muy difícil tener toda esta información sin estar dentro de la academia, ahora las voces se hacen entender también fuera de ella”, desarrollando discursos que muchas veces se responden en los ensayos, pero que otras tantas les quedan cortos. Y es precisamente así como la importancia de este tipo de activismo pasa a ser material de una escritura por completo interpretativa de lo que pasa frente a sus ojos: “No pienso que el feminismo de hoy en día necesite ser puesto en novelas, simplemente a mí me interesa hacerlo”, comenta la autora de Teoría King Kong.
Sin embargo, la contraparte se refleja desde la primera página y se intensifica con el personaje de Katana con la violencia hacia activistas feministas, circunstancia en la que la mayoría se siente indefensa y muchas veces lo está: “es una violencia no corporal en la que realmente se destruye algo y a mí me resulta muy difícil ayudar a alguien que está en una situación de acoso de grupo porque no tenemos muchas herramientas de momento para actuar en contra de ello o para reconfortar a las víctimas”.
Así como las redes sociales funcionan como un altavoz para una infinidad de causas sociales, también son un hervidero de violencia. No podemos negar que estas poseen ya un papel protagónico en nuestra vida y es así igualmente en la novela de una escritora cuya obra invita a ver otra parte de la realidad: “Las cosas pasan más rápidamente de lo que pensamos. Fue algo que cambió todo, desde nuestras relaciones hasta las formas en las que nos presentamos. No puedo entrar a redes sociales todos los días por la violencia que hay en ellas por la guerra y, además, por pensar que en una semana hablaremos de otra cosa. Lo vivo y me doy cuenta de que antes las cosas no se vivían así, que en el momento la gente necesita decir lo que opina de manera sanguinaria sabiendo que van a destrozar a otros porque no piensan igual”. La violencia es otro tópico que se encuentra con frecuencia en la obra de la autora esencialmente por ser parte de nuestra cotidianidad, y Querido comemierda no es la excepción: “Espero que se refleje en varios niveles: en el ámbito del trabajo, del capitalismo en la medida en que se vive violencia estatal y del de la guerra construida por los países en Europa, aunque se quiera ocultar al menos discursivamente.”. Además de incluir una violencia de la que pocas veces se habla, la que nos ponemos a nosotros mismos, las adicciones: “es buscar calor y alivio en algo que te destruye totalmente”.
Dentro de todo este entramado de factores de realidad, Despentes le da un espacio a la amistad y a las conexiones humanas por las que tanta gente está desesperada. Y esta amistad se da, tal como la experimentan muchos personajes en su obra, entre dos personas que de inicio no tienen absolutamente nada en común, pero al mismo tiempo se llena de sinceridad y logra transformar: “Este tipo de amistad es lo que te permite salir de la superficialidad, pero también salir de la violencia; entrar en otro momento y tomarte tu tiempo”.
Son a fin de cuentas las relaciones humanas, uno de los aspectos —que todavía conservan su fuerza— que más nos devuelven nuestra humanidad, incluso sin ser necesariamente positivas: “Lo que permite cambiar son los encuentros a los cuales les das tiempo y confianza porque pienso que terminan cambiando los dos en esta relación. Y Zoé sale un poco aliviada, si bien no perdona porque no es parte de su carácter, después de toda esta mierda, puede seguir adelante y no despertarse con la rabia de lo que sucedió”.
En Querido comemierda, Despentes toca de nuevo temas coyunturales para la cultura contemporánea a través de personajes heridos que a su vez hieren a los demás. Personajes que transitan entre un mar de violencia que los ahoga, como a todos nosotros, en la realidad.