El 28 de enero se celebró el Día Mundial de la Acción Frente al Calentamiento Global, un día dedicado a la creación de conciencia sobre el peligro del cambio climático. Shein, a pesar de ser una empresa con menor tiempo en funcionamiento que Inditex, se ha convertido en un gigante de la producción, pero también de la contaminación ambiental.
La relación entre calentamiento global y producción textil se ha convertido en una preocupación cada vez más frecuente de personas, organizaciones y activistas que buscan reducir la huella ambiental que producen las grandes empresas de la industria de la moda.
En 2023, Naciones Unidas señaló a la moda como responsable de entre el 2% y 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Esta industria, además, consume cerca de 215 billones de litros de agua por año, representando también el 9% de la contaminación de microplásticos en los océanos. Así las cosas, la Fundación Ellen MacArthur predijo que la industria de la moda aumentará para el 2030 el uso de la tierra en un 35% para los cultivos de algodón y otros materiales usados en la confección de prendas.
Lo anterior choca con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (OBS) planteados por Naciones Unidas como meta para el 2030. Precisamente, el Objetivo 12, dirigido a la producción y el consumo responsable hacen un llamado para que los gobiernos pongan en práctica políticas y lineamientos para “reducir la generación de residuos, el fomento de prácticas de economía circular, y el apoyo a políticas de contratación sostenible”. Entonces, ¿por qué la contaminación va en aumento y la sostenibilidad en declive?
Son múltiples las empresas con alto nivel de contaminación. Después de la industria petrolera, la segunda más contaminante es la textil. De acuerdo con datos de la ONU, los procesos de teñido y acabado contaminan el 20% de agua limpia en todo el mundo, sumado a que por año, se arroja medio millón de toneladas de microfibra al mar.
El surgimiento del fast fashion, o moda rápida, sólo ha sido un factor que ha empeorado la situación medioambiental. Este modelo se basa en la producción y distribución rápida y masiva, sin tener en cuenta los daños que pueda ocasionar en el ambiente. De hecho, para agilizar la producción en este modelo, se usan materiales sintéticos, muchos de ellos derivados del petróleo, que tardan décadas en ser descompuestos. A esto se le suma que el fast fashion hace que las tendencias cambien cada vez más rápido y que la moda se vuelva cada vez más desechable.
Del fast fashion al ultra fast fashion: Inditex avanza mientras Shein retrocede
Shein comenzó a funcionar en 2008 como ZZKKO, una tienda virtual China de vestidos de novia de bajo costo. Cuatro años después, en 2012, la marca cambió su nombre a SheInside y con él, comenzó a ampliar la oferta de productos a ropa y accesorios femeninos. En 2014, se da el último gran cambio en la empresa, pasando a llamarse Shein.
Sin embargo, terminó de posicionarse entre el 2020 y 2021, especialmente con la pandemia por el Covid-19. El modelo de esta empresa permitió comprar ropa sin tener que salir de la casa y, aún más importante, sin gastar mucho dinero al hacerlo.
Un año después, para abril de 2022, Shein ya estaba valorada en más de 100.000 millones de dólares, superando los 62.000 millones por los que se valoró Inditex, empresa que agrupa grandes marcas como Zara, Stradivarius, Pull & Bear y Massimo Dutti. Para seguir respondiendo a la demanda, Shein desarrolló un modelo incluso más dañino que el de la moda rápida: el ultra fast fashion.
De esta forma, comenzaron a lanzar más de 300.000 nuevas referencias de prendas anualmente, compitiendo con las estimadas 18.000 referencias anuales de Zara, el gigante de Inditex. Es decir, una marca fundada en 2008 comenzó a producir 16 veces más prendas que la marca más representativa de Inditex, que funciona desde 1975.
En el caso de Shein, es importante mencionar que los problemas ambientales que ocasiona no están únicamente ligados con los modelos de producción, sino también con la distribución y el uso de químicos tóxicos para el medio ambiente y las personas. En 2022, Greenpeace publicó el informe ‘Los trapos sucios de SHEIN: Un modelo de negocio basado en las sustancias químicas peligrosas y la destrucción del medio ambiente’. En este se encontró hizo un análisis de 47 prendas, obteniendo como resultado que el 15% contenían sustancias químicas que superan los límites reglamentarios de la Unión Europea. En 45 de los 47 productos estudiados se encontraron rastros de sustancias químicas peligrosas, aunque en niveles mucho más bajos.
Esto ha llevado a que esta empresa haya sido incluída en la peor categoría de Fashion Revolution en el índice de transparencia de la moda de 2021, obteniendo una puntuación global del 5%. Sorprendentemente, Inditex, su mayor rival, fue una de las empresas mejor calificadas para este mismo índice en 2022.
Contrario al caso de Shein, Greenpeace ha felicitado a Inditex por su viraje en temas de sostenibilidad, ganando el título de la empresa textil más comprometida con la eliminación de sustancias químicas tóxicas.
La apuesta de Shein por la moda rápida y fugaz resulta aún más problemática. Mientras que el tiempo de producción y planificación de una prenda en empresas como Inditex puede tardar hasta algunos meses, incluso respondiendo al fast fashion, Shein lo pueda hacer en un periodo de 3 o 7 días y, lo que es más atractivo aún, a un precio más low cost. A esto se le añade la contaminación propia del transporte aéreo, que es el método más frecuente de envíos para esta empresa.
¿Se puede materializar la moda sostenible?
Con el crecimiento de la industria de la moda rápida, el consumo veloz y las tendencias cada vez menos duraderas, pensar en la sostenibilidad se ha convertido en un desafío. Para Diana Lunareja, consultora de marketing para marcas de moda, esto tiene que ver con la preservación de lo vital. La moda sostenible busca “preservar la vitalidad humana, está preservando la vitalidad de la fauna, de la flora, de los ecosistemas y, básicamente, la vitalidad del planeta ante la catástrofe climática”, explica.
Claudia Gómez Mejía, arquitecta y experta en diseño textil también menciona que para que la moda pueda ser sostenible, se debe pensar en “el tema de desperdicios, de la confección, de qué se hace con la ropa que no se logra vender”. Es por esto que las empresas deben comenzar a apuntar a obtener certificaciones y reconocimientos frente a la disminución de la huella ambiental.
Para Camilo Guerrero Villegas, abogado especializado en moda y parte de la comunidad de Fashion Lawyers, esto está relacionado también con la manera en la que las empresas miden y catalogan su modo de producción. Estas deben “ir optimizando procesos en toda la cadena de valor, verificar los impactos que se generan, tanto en lo económico, social, ambiental y cultural”, menciona.
Otro de los desafíos que plantea la sostenibilidad de la moda es la falta de medidas y regulaciones efectivas que obliguen a las empresas a cambiar los modelos productivos. La Unión Europea, a miras del 2030, ha comenzado a incorporar nuevas medidas como un pasaporte digital que ayude a trazar la transparencia de la producción de una prenda. En el caso de Colombia, aunque se han creado proyectos de ley para la industria textil, como la Ley 218 de 2022C -que busca establecer un sistema de gestión integral para residuos textiles y promover la economía circular- aún no han sido aprobadas.
De acuerdo con Diana, a Colombia le falta más legislación, “las empresas privadas, a pesar de tener algunas personas muy innovadoras con esa visión de cambio, en su mayoría no está suficientemente enfocada en la preservación de nuestros recursos naturales y, en cambio, en la generación de ingresos”. Es, en pocas palabras, el resultado de modelos capitalistas que, históricamente, arrasan con recursos con el fin de aumentar los ingresos a cualquier costo.
Camilo lo explica al decir que un modelo de negocio como Shein interpela mucho más que el ámbito de la comercialización de prendas de vestir. Para él, si bien existen esfuerzos materiales para girar hacia la sostenibilidad, “son múltiples los esfuerzos que se han de seguir coordinando para que podamos sostener en el tiempo este cambio y, sobre todo, garantizar la perdurabilidad de la existencia humana”.
Por esto, el cambio debe ir en más de una vía. Pese a que la sostenibilidad se viene incluyendo dentro de la conversación, todavía falta mucha tela por cortar para que la moda y el medio ambiente puedan ir de la mano. “Debemos ser mucho más contundentes en cómo consumimos, no se trata de que no le vuelvas a comprar a Zara, pero sí concientizar, cuidar las cosas que compres para darles mayor vida útil”, añade Claudia. Desde las empresas, el problema debe ser pensado desde más de una vía. No se puede seguir usando químicos prohibidos y sancionados al momento de producir moda, tampoco se pueden explotar los recursos naturales hasta agotarlos, ni priorizar la producción antes que la vida misma. La moda no se puede convertir en la enemiga de la sostenibilidad.