Volcánicas recibió cinco denuncias de violencia sexual en contra de cuatro médicos que trabajan en distintos centros de salud en la capital del Caquetá, Colombia. Una mujer asegura haber sido víctima de violación; tres refieren abuso sexual y una más acoso sexual. Las agresiones ocurrieron entre 2013 y 2021 y en todas las versiones conocidas hubo un aprovechamiento por parte de los presuntos victimarios de su posición de poder como médicos especialistas.
Este texto se produjo en el marco de la primera edición de la beca de periodismo investigativo Ana Cristina, iniciativa de Cuestión Pública en alianza con la Fundación Heinrich Böll.
En Florencia, Caquetá, las violencias sexuales ejercidas por los médicos (como acoso, tocamientos y abusos) son prácticas tan comunes que se convirtieron en un secreto a voces. Les habitantes cuentan que los doctores son “como coquetos” y que a veces “se les va la mano” con las pacientes. Hay quejas formales y denuncias en las instituciones de salud en donde trabajan, pero en Fiscalía y en Medicina Legal, no pasa nada.
“Me preocupa porque tengo una hermana de 18 años, que no ha tenido su primera experiencia de ser revisada por un ginecólogo, pero la va a tener. Me muero donde alguno de ellos la toque”. Comentó Paola, una de las denunciantes. Y añadió: “No es justo con mi hermana ni con las otras mujeres que tenemos que hacernos exámenes ginecológicos: es una responsabilidad con nuestro cuerpo, pero que al cumplirla pasemos por un momento tan maluco y tan incómodo. No tiene por qué ser así”. Por el trabajo periodístico realizado, todo parece indicar que para las mujeres de Florencia el acceso a la salud está mediado por la violencia sexual y esto hace que muchas tengan que escoger entre una agresión sexual o el deterioro de su salud.
Las historias de este reportaje transcurren en Florencia, capital del departamento de Caquetá y municipio más poblado del suroriente del país, con más de 170.000 habitantes. Por su ubicación geográfica entre la región Andina y la Amazónica, a 12 horas en carro desde Bogotá, es conocida como “la puerta de oro de la Amazonía colombiana” y, por ese privilegio geográfico, ha sido altamente golpeada por el conflicto armado. Como en muchas ciudades alejadas del centro del país, hay una enorme desigualdad y la violencia está latente entre sus habitantes.
Los relatos de las cinco denunciantes muestran cómo las diversas estructuras de poder tienden a favorecer la impunidad de los presuntos agresores. Las pacientes son puestas en una situación de intimidad con los doctores, quienes tienen una autoridad académica y profesional sobre ellas. Las mujeres que trabajan en el cuerpo médico también son vulnerables a los avances sexuales no consentidos de sus superiores y colegas, indicando que la violencia sexual del cuerpo médico no está limitada a las pacientes ni a las especializaciones que tratan con el aparato reproductor y órganos sexuales de las mujeres, sino que se extiende a todas las especialidades médicas.
La violencia sexual es rutinaria en los consultorios médicos en donde los doctores se aprovechan de su autoridad, de la vulnerabilidad de sus pacientes y de contar con espacios sin testigos para cometer sus actos.
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Denuncias contra Elías Rojas Falla, médico especialista en Urología
Rojas Falla es un hombre adinerado y poderoso que, según dicen las fuentes contactadas para este reportaje, tiene un oligopolio médico con Emiro Guzmán, al ser ellos dos los únicos urólogos en Caquetá.
Las fuentes también señalan que Rojas es dueño de Urocaq E.U. IPS, constituida en septiembre de 2002 con un capital de $10 millones, según consta en la Cámara de Comercio de Florencia. Esa clínica pasó de reportar activos por $15 millones en 2010 a más de $1.000 millones en 2011. Actualmente tienen activos por $4.500 millones. Volcánicas consultó en la Cámara de Comercio de Florencia y encontró que quien figura como gerente y fundadora de Urocaq es Piedad Constanza Letrado Perdomo, esposa de Rojas Falla.
A nombre de la pareja de esposos figuran tres propiedades. Una en el barrio Las Avenidas, que tiene la misma dirección de Urocaq; un lote en la carrera 8B #6 y otro sin dirección que comparten en ambos registros y que podría ser su vivienda, una propiedad distinguible porque en la puerta principal tiene marcadas las letras ER (Elías Rojas). La casa cuenta además con un muro alto que impide ver hacia el interior y un alambrado eléctrico que rodea la propiedad. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, dicho lote tiene 3.841 metros cuadrados de extensión.
En la Superintendencia de Notariado y Registro, buscando por el número de NIT de Urocaq EU IPS, aparecen tres propiedades más.
En la página web de la Rama Judicial, Elías Rojas figura como demandado en dos procesos. El primero tiene que ver con la presunta responsabilidad “por la pérdida de capacidad de procrear” de un paciente hombre “como consecuencia de una cirugía”. El segundo es una demanda del Instituto Cardiovascular Oftalmológico por una “pretensión por tres cheques” que sumarían más de $25 millones. En ambos casos él no es el único demandado. En 2018, tuvo una queja ante el Tribunal de Ética Médica que no prosperó por falta de mérito.
Volcánicas envió un derecho de petición a la Fiscalía General de la Nación indagando por todos los procesos que cursan contra Elías Rojas Falla. En la respuesta, la institución señaló que lo solicitado “constituye información pública clasificada” cuya divulgación pone en riesgo el derecho a la intimidad.
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Denuncia 1
Marta, 56 años, víctima de abuso sexual
Fue el 13 de diciembre del 2013. Yo había tenido una cirugía de riñón por cálculos renales y duré casi un mes con un catéter que me tenían que retirar. Me dieron cita con el doctor Elías Rojas en Urocaq, la clínica de él.
Él me retiró el catéter y me dijo: “Bueno, señora Marta, acaba de parir un lindo catéter”. Me dijo que estaba lista y me indicó que podía cambiarme, entonces fui al baño a quitarme la bata. El doctor estaba diagonal al baño, dentro del consultorio, y se estaba cambiando la bata de procedimientos para ponerse la bata normal, la blanca. Cerré la puerta y luego sentí que la empujaron, era él. Iba en calzoncillos brincando en un solo pie. Me empujó contra la puerta y me dijo: “¿Por qué cierra la puerta? Si es que no tiene nada de malo, yo soy su médico, no le dé vergüenza”. Yo le dije “Sí, claro”, sin embargo, la ajusté. Luego él me dijo: “No te pongas los cuquitos porque necesito revisarte ahora en el consultorio”.
Yo tenía demasiado dolor por el catéter que me había retirado, andaba medio ida. Mi hermana me preguntó qué pasaba y le dije que el doctor me había retirado el catéter, que me iba a examinar y que estaba muy adolorida. Entonces entré al consultorio, el doctor echó pasador y yo pensé que era normal, seguramente para que no entrara nadie. Me dijo: “Acuéstese doña Marta, tranquila, relájese y quítese la ropa interior”. Yo vi normal todo hasta ahí.
Me dijo: “Doña Marta, voy a hacerle un tacto”. Le dije que bueno y empezó a decirme “doña Marta, ¿usted no ha tenido relaciones íntimas últimamente?”, le respondí que no y preguntó: “¿Y usted no tiene una pareja estable?”. Le dije que no y me respondió: “Pero debiera hacerlo”. Yo pensaba “pero por qué me pregunta eso si estamos en otra cosa, en un procedimiento médico.” Después me dijo:
— Bueno, doña Marta, necesito que se excite.
— ¿Pero cómo así, por qué?
— Es que voy a hacerle un examen y necesito que se excite. Si usted no tiene una pareja estable, debería conseguir un hombre o una mujer, o masturbarse.
— ¿¡Perdón!?
— Pero no se enoje, no se enoje. Es algo normal.
— Pero, ¿por qué me está diciendo eso?
— No, nada. Es cosas de médicos.
Entonces empezó a decirme que yo era una persona muy bonita. Cuando me fui a levantar dijo: “No, relájese, es que le estoy haciendo un examen”. Entonces yo vi que él ya empezó con otra cosa, ya como a manosearme mucho y yo “no, no, no, yo me voy a levantar”.
Entonces él me puso la mano encima y me dijo “No, espere”. Después me dijo que si quería él me acariciaba para que me excitara porque necesitaba que me excitara, me dijo que contrajera la vagina. Que la apretara y soltara. Y yo le pregunté: “¿Para qué?, ¿qué necesita saber?”. Me respondió que era un ejercicio y me dijo: “Si quiere la penetro”. Le dije: “¿Perdón? ¿Qué es lo que le está pasando a usted?”. Dijo: “No, no, no, nada”. Entonces yo estaba con la mano en la camilla, cuando él me cogió la mano y me dijo: “Es que mire usted cómo me tiene” y me hizo que le tocara el… Entonces yo intenté levantarme de la camilla y le dije: “Deme permiso, deme permiso”, dijo: “Ay, no se ponga así. No vaya a pensar nada malo, eso es que yo soy su médico”.
Él me dijo cuanta cosa quiso. Son muchas cosas las que me dijo pero que yo no las digo todas porque a mí me da vergüenza. Me iba a bajar de la camilla y él me dijo “venga y le ayudo a colocarle las chanclas”. Ya de mal genio le dije no señor, yo puedo. Entonces me dijo: “No se ponga así, no vaya a pensar cosas malas, son cosas de médico. Te espero dentro de ocho días otra vez acá. Yo te voy a regalar un medicamento y te espero acá. No lo tomes a mal, pero de verdad estás muy bonita, si no tienes pareja, mira a ver qué haces”.
Salí del consultorio y afuera estaba mi hija. Yo estaba temblando de la rabia. Le dije “vámonos, vámonos”, y me preguntó “mami, ¿qué pasó?”. Me dio pena decirle porque ella era menor de edad. Llamé después a mi hermana Alba a contarle todo y le pregunté “¿qué hago?”. Ella me dijo que algo había que hacer, que eso no se podía quedar así, que eso era un abuso. Y sí, eso es verdad, yo no quiero que le pase eso a otra muchacha, a una hija mía. Él me cogió y me manoseó como quiso y me decía que cerrara los ojos y todo. Yo me siento incómoda al contarlo, porque yo ya estoy vieja para salir con esto que me pasó, y me quedé un tiempo callada.
No quise volver a urología y me descuidé por completo. El problema de salud que tengo es crónico, dejé pasar un tiempo para volver al médico. Volví a ir cuando vi que no podía más y encontré un urólogo muy bueno, que ya no trabaja en Caquetá, y que me operó de cálculos la segunda vez. Le conté al doctor y a una enfermera lo que me había pasado con Elías.
En el hospital después de la segunda cirugía hablé con varias señoras a las que iban a operar. Les dije: “Uy, ojalá este médico no nos vaya a salir como el otro”. Entonces una señora dijo: “¿Cuál urólogo, no será el tal Elías Rojas?”. Le dije “sí, ¿por qué?”. Respondió: “Ay, ese señor es una porquería”. Le pregunté: “¿Y eso por qué? ¿Qué le pasó a usted?”. Y me contó: “Me manoseó, me dijo que estaba muy bonita y esto y lo otro”. Los médicos se quedaron mirando porque nosotras nos pusimos a hablar duro entre nosotras y una enfermera codeaba a la otra dizque “oiga”. Entonces me dijo: “¿Verdad le pasó algo con ese médico?”. Y yo le dije que sí, que él es un depravado, un degenerado. Entonces alguien del hospital que me escuchó me preguntó si yo quería grabar un video y decir lo que me había pasado porque varias personas les habían dicho lo mismo.
Entonces yo hice un video contando lo que me había pasado con Elías y lo subieron a las redes sociales. Luego ese señor me llamó y me dijo:
— Buenas, ¿hablo con doña Marta?
— Sí señor, qué necesita.
— Doña Martica, habla con el doctor Elías Rojas. Necesito hablar con usted porque tengo un problema muy grande.
— ¿Ah sí? ¿Grande? Quién lo manda de degenerado y depravado. Usted es un sinvergüenza. A usted no le da vergüenza hacer lo que hace con las mujeres.
— Ay doña Marta, yo necesito hablar con usted porque tengo problemas con mi mujer en muchos sentidos.
— No señor, el día que yo hable con usted será en un juzgado.
— Veámonos en un sitio público.
— No señor, yo con usted no tengo nada en absoluto que hablar.
Dejé pasar un tiempo hasta que hablé con un amigo abogado y le conté lo que me pasó con el doctor Elías Rojas. Me dijo: “Eso es un delito muy grande. Demándelo penalmente”. Le dije que yo sabía de varias personas que les había pasado lo mismo. Cuando se subió el video a las redes sociales una señora, Janeth, me escribió por Messenger y me comentó que había vivido casi lo mismo. Ese señor la iba a tocar y ella dijo: “Ay, me duele. Lo que pasa es que hace poco tuve una cirugía”, y el tipo le dijo: “Ay no, entonces dejemos así”. No alcanzó a manosearla porque ella tenía algo en la vagina y me dijo que a la hermana también le pasó lo mismo con Elías Rojas.
Una amiga mía que ya murió también fue a una cita con él y le pasó lo mismo. Le dijo que se quitara los cuquitos. Ella se acordó de lo que yo le conté y le dijo “no doctor, es que yo estoy con el periodo”. Y él dijo: “Ay no, quedémonos entonces así”. Ella también dijo que declaraba en contra de él porque seguramente iba a pasar lo mismo que conmigo. También había una enfermera en el hospital María Inmaculada que me dijo, venga Marta, ¿es verdad que usted tuvo problemas con Elías? Le dije: “Problemas no, pero sí tuve acoso por parte de él, me manoseó, hizo que lo tocara”. Dijo: “Sí mamita, yo le creo porque ese es el vicio de él, ha tenido varios inconvenientes con gente por eso y ha tenido demandas pero no progresan”.
También hablé con la directora de Caprecom, que era mi EPS, para poner una queja y le dije que quería ponerla en conocimiento de lo que me había pasado con ese médico. Lo que me contestó ella me dolió, quedé decepcionada porque me dijo: “Mamita, definitivamente nosotras las mujeres tenemos que pasar por eso. Eso es normal que nos pase a nosotras”. Le dije: “Qué pena doctora, para usted será normal pero para mí no”. Puse la queja pero ella nunca me dio una respuesta. Nunca me llamó.
En junio de 2017 fui a poner una denuncia en la Fiscalía en Florencia [pero asignaron la investigación a un despacho en Bogotá]. Supe que desde la Fiscalía en Bogotá llamaron a Janeth para preguntarle si mi testimonio era cierto y le dijeron que le iban a tomar una declaración por lo que ella vivió con Elías. Pero no la volvieron a llamar.
Yo seguí con el proceso, di mi declaración en Fiscalía y me dijeron que la investigación seguía. Fui varias veces a preguntar [por avances de la investigación] y me decían que no había pasado nada. Luego me llamaron y me dijeron que habían cerrado el caso porque no había suficientes pruebas.
En 2018 fui a la Personería de Florencia a dar una declaración.
Yo espero que esto no se quede en la impunidad, porque no ha pasado solamente conmigo sino con muchas mujeres. Conozco mucha gente a la que le he comentado lo que me pasó, pero les da miedo declarar y hay personas que dicen que sí, que él tiene ese vicio [de violentar sexualmente a sus pacientes]. Yo creo que nosotras las mujeres merecemos respeto.
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Alba, hermana de Marta
Eso fue como en el 2013. Ella fue a la clínica Urocaq porque tenía cálculos en los riñones que la mantenían todo el tiempo enferma. Días después Marta me llamó y le pregunté cómo le había ido en la cita médica y ahí fue cuando me contó lo que le pasó, aunque le daba mucha pena. Me dijo que tenía mucha rabia y se puso a llorar. Le pregunté por qué lloraba y me dijo: “Porque ese señor, el médico, me estaba manoseando”. Me contó que él le hizo propuestas feas y me dio mucha ira.
Me contó que él, para quitarle un catéter, dizque le dijo que se quitara los ‘cuquitos’ y ella se metió al baño a cambiarse. Cuando ella salió él ya estaba en pantaloncillos y brincando en una sola pata. Ella se asustó. Me dijo que el tipo empezó a decirle que a ella le hacía falta que tuviera relaciones sexuales, que se dejara acariciar, que se dejara penetrar y que le mandó la mano a que lo tocara porque él ya estaba [erecto].
Después ella empezó a hacer vueltas, fue a Caprecom y le comentó lo que había pasado a una señora de allá, pero la señora le dijo que eso era normal. Pero uno merece respeto, por más que sea de una EPS, pobre o necesitado. Y este señor chiquitico y bajito, por ahí lo vi una vez así de lejos.
Ella se descuidó demasiado del riñón. Ha estado muy enferma, en cama y hospitalizada varias veces. Una vez le mandaron unos exámenes con ese médico y ella no quiso ir, entonces se descuidó, no volvió y la enfermedad le ha cogido más ventaja, ella está muy mal de sus riñones. Tiene cálculos porque no quiso volver por allá, porque le decían que [Elías Rojas] era el único urólogo que había.
Todas sus hermanas le decíamos que fuera al médico, que no se dejara morir, pero hay solo un médico. A nosotras nos da miedo, ¿qué tal que se le desarrolle un cáncer? Pero ese señor como que tiene plata y, usted sabe, el que tiene plata calla al que no tiene.
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Rodrigo, amigo de Marta, miembro del personal de salud del Hospital María Inmaculada
A Marta la conozco porque tiene cálculos que ya le están haciendo deformación del riñón, una hidronefrosis. Yo le había dicho “entre por urgencias para que la vean por el dolor de ese riñón” y, cuando se le hizo el diagnóstico, le dije “pilas que usted está muy enferma, tiene que ir donde un urólogo”. Después me contó que acudió a uno de los dos urólogos que hay aquí en Florencia.
Me dijo que la habían dado cita y me dijo cuál doctor la había visto. Me comentó que él le dijo que le iba hacer un procedimiento y que cuando ella fue a cambiarse él había salido en ropa interior. Que tiró a cogerla, que quiso abusarla y comenzó a decirle que lo que ella necesitaba era placer para que se le quitara su dolor.
Entonces yo le dije: “¿Marta, usted por qué no dijo nada?” Y me respondió que ella sí ha ido a quejarse de todo esto y que hicieron caso omiso, como pasa en muchas partes de los pueblos… Ella dejó de ir al médico. Me volvió a contar que la remitieron [a urología], pero que ella no quiso ir porque la mandaron con el mismo doctor, que no la quisieron mandar con el otro.
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Denuncia 2
Margarita, 29 años, víctima de acoso
Siendo estudiante de Derecho en la Universidad de la Amazonía fui víctima del doctor Elías Rojas. Esto fue entre el 2014 y el 2015.
Tuve que salir del país y estando en el exterior empecé a tener síntomas [que necesitaban atención] de urología. Entonces, cuando regresé a Colombia a finales del 2013, asistí a una cita médica por Saludcoop, mi EPS de ese entonces. Me atendió el doctor Elías Rojas, que era el único urólogo que estaba adscrito a Saludcoop en ese momento.
Asistí a la cita en un lugar que se llama Urocaq, que entiendo que es una IPS de la que él [Rojas] es el dueño. Yo ya era mayor de edad, tenía entre 20 y 21 años. Tuve que desnudarme y el médico me revisó. Nada me pareció extraordinario en ese momento. Después de tener la cita médica él me ordenó dos exámenes, una ecografía y una cistoscopia.
Muy pocos días después, yo estaba en la universidad estudiando para un examen de derecho médico. Estaba estudiando sobre la historia clínica [de un paciente], que es personal y que nadie puede tomar los números [de contacto] de allí. Recibí una llamada de un número desconocido y al contestar el man se presentó: “Hola, Margarita. Soy Elías Rojas, tu urólogo”. Yo me asusté, creí que tenía algo malo y le dije: “Sí, doctor, cuénteme, ¿qué pasó?”. Me respondió: “Es que tú eres una paciente muy bella, muy linda y me gustaría que habláramos a solas en otro lugar”. Se me hizo muy raro y le pregunté de dónde había sacado mi número de celular, respondió: “De tu historia clínica, princesa”.
Honestamente no supe cómo manejarlo. Yo me asusté y le dije que estaba ocupada, que estaba estudiando para un parcial, que no podía hablar. Luego volvió a llamarme insistiendo. Me decía que fuéramos amigos y que nos viéramos en otro espacio. Yo le dije que luego hablábamos.
Florencia es un municipio pequeño, hay solo un centro comercial y me lo encontré ahí. Yo estaba con mi pareja y el man me saludó de una manera muy amorosa, como si fuéramos los mejores amigos del mundo. Pero yo solamente lo había visto dos veces en mi vida. Me abrazó y me dio un beso. Yo como que me asusté, tampoco sabía bien qué hacer con mi pareja al lado.
Le conté a mi mamá y le dije que me daba miedo ir a la cita de control con ese señor. Además, tengo que decir que algo que a mí me causó mucha impresión y es que él ya me había visto la vagina. O sea, después de verme desnuda me llamó a decirme que saliéramos. Eso me hizo sentir incómoda. El tipo me mandaba mensajes y, a pesar de que se notaba que yo estaba muy incómoda, el tipo insistía.
Luego tuve la cita de control. Recuerdo mucho ese día que lo tuve que ver porque tenía miedo por sus llamadas. Y yo creo que el tipo lo sintió. Mi mamá me acompañó pero no la dejaron entrar porque yo ya era mayor de edad.
Entré al consultorio y me senté como paciente al frente de su escritorio. Él se levantó, pasó por el lado mío y le puso llave a la puerta. Ahí el miedo se volvió pánico. Yo dije “este man me va a violar”. Tuve mucho miedo. Lo que hice fue ser muy cordial, muy querida, pues como un asunto de defensa.
Entonces él empezó a hacer comentarios: “Estás muy linda. ¿Cómo te ha ido?”. Y luego empezó la cita médica. Me dio el diagnóstico, que era algo así como vejiga hiperactiva, me explicó un poco que mi vejiga se contrae antes de estar llena y que cuando orino no se vacía por completo, entonces pues constantemente está llena.
Me envió unos medicamentos que generan bastante resequedad y fue muy puntual y repetitivo en decirme que iba a tener sequedad vaginal, y aunque me parecía importante que me explicara eso, con todo el contexto, yo lo sentía como muy invasivo. Pero además era como la forma en la que me lo decía y como que él sabía que yo tenía miedo, era la cara que me hacía.
Luego, no sé cómo, volvió al comentario de que yo era muy linda, era muy insistente en eso y en que saliéramos a tomar algo. Me preguntó: “¿Y tienes novio?”. Me acuerdo de decirle que sí tenía novio, que era la persona con la que me había visto en el centro comercial, a lo que él respondió que eso no era importante. Y empezó a decirme que uno puede tener varias parejas, cosas así. Fue extraño, como cuando tú sabes que está pasando algo mal.
Le dije: “Yo siento que usted está confundido, que usted cree que aquí está pasando algo que no está pasando. Usted y yo solamente tenemos una relación médico-paciente”, me acuerdo de decirle eso porque eso me habían enseñado en mi clase de derecho médico. El man simplemente sonrió, muy cómodo, la verdad. Él sabía que yo tenía miedo y dijo: “Bueno, igual podemos ser amigos y ahí vamos viendo”. Me informó que me iba a poner una cita de control pronto, que me tenía que hacer otro examen y que nos veríamos en el siguiente control.
Obviamente yo jamás volví. Después, en 2017, como yo tengo [medicina] prepagada y me quedaba muy difícil viajar a Bogotá, solicité una cita de control en Florencia pero le pedí a Saludcoop que fuera con otro urólogo. Tengo el correo electrónico en el que escribí a la ESE [Empresa Social del Estado] que “por ningún motivo sea Elías Rojas”. Ahí me enteré de que él era el único urólogo de esa EPS. Entonces nunca volví.
Después tuve una cita médica en Bogotá y fui a verme con un especialista. Lo primero que me dijo es que los exámenes que el man me había realizado no eran necesarios, que debió haber procedido de otra manera. De hecho, me dio otro diagnóstico.
Ahora estoy hiper prevenida con los médicos hombres. Pienso: “¿Este hijueputa me estará tocando raro?”, “¿por qué me mira así?”, “¿qué me está mirando?”. Yo confiaba plenamente en los médicos pero después de eso ya no puedo y trato de pedir siempre una médica.
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Gloria, mamá de Margarita
Margarita tenía problemas de incontinencia y estaba asustadísima. Yo le dije que su papá tenía el mismo problema, que buscáramos un doctor.
Entonces buscamos un urólogo y la mandaron donde ese doctor Elías Rojas, lo tengo presente porque es chiquitico y calvito. Entonces sacamos una cita con él, ella asistió y todo normal. Le mandó muchos exámenes y le mandó hacer un examen que le había advertido iba a ser incómodo.
Cuando fue a la otra cita, creo que al control, me dijo que a ella le había dado susto porque el tipo cerró la puerta y le echó llave. Me dijo que pensó: “Me va a pasar algo raro aquí”.
Después me dijo que ya no quería volver donde ese médico porque el tipo vivía llamándola. Yo le pregunté: “¿La tocó, le hizo algo?”. Me dijo: “No, mami, pero yo sentí mucho miedo de que hubiera cerrado la puerta con seguro. Ese médico no me gusta porque él estaba confundido, invitándome a salir, haciéndome propuestas raras”. Fue a donde el papá y el papá dijo: “No, busque otro médico”. Ella viajó a Bogotá a seguir el tratamiento, donde Elías Rojas no quiso volver nunca.
Yo le decía a Margarita que me hacía recordar un médico maxilofacial que me atendía a mí, Hugo Navarro, que era toconsísimo, atrevidísimo. Yo también comencé un tratamiento y nunca lo terminé. Era muy coqueto y una vez, mientras yo estaba con la boca abierta, me bajó la blusa y me sacó una teta. Yo ahí alcancé a soltarle una cachetada. En otra ocasión me dijo: “Ush, es que usted me pone no sé cómo” y se sacó el pájaro. No volví. Eso fue hace como unos 22 o 25 años.
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Las prácticas que le atribuyen a Elías Rojas en estos testimonios incluyen comentarios de naturaleza sexual en las consultas médicas sobre la apariencia de sus pacientes; exámenes y tocamientos que no están justificados en las historias clínicas, pero que son usados como excusa para tocar a las pacientes de forma irregular.
Ambas denunciantes, Marta y Margarita, dejaron de hacerse exámenes y asistir a chequeos médicos, en detrimento de su salud, como resultado de las violencias presuntamente ejercidas por Elías Rojas.
Ambas coincidieron en mencionar el uso de la palabra “cuquitos” e hicieron mención de las preguntas inapropiadas que Elías Rojas les hacía sobre sus vidas sexuales, haciendo énfasis en el tono suave e incómodo con el que les hablaba: “Él tiene un tono muy tenue, no habla duro. No es un hombre fuerte. Entonces es difícil identificar que es violencia”, dijo Margarita a Volcánicas.
Son mensajes confusos, porque sus palabras son suaves pero sus acciones son agresivas. Ante una situación así, muchas mujeres, como en el caso de Margarita, reaccionan manejando el riesgo con amabilidad para evitar el castigo social que surge cuando las mujeres asumen posturas más asertivas.
En su testimonio, Marta dice que fue presuntamente abusada por Rojas en su consultorio; afirma que fue tocada y sexualizada sin su consentimiento. Luego de vivir estas violencias tuvo conocimiento de que posiblemente otras mujeres también habían tenido experiencias similares.
Según la narración de Margarita, Elías Rojas violó el derecho de confidencialidad para acosarla e intimidarla, dentro y fuera del consultorio, aprovechando la diferencia de poder médico-paciente. La Resolución 1995 de 1999 del Ministerio de Salud, establece que: “La Historia Clínica es un documento privado, obligatorio y sometido a reserva”.
Los testimonios también muestran que estas malas prácticas estarían normalizadas en el sistema de salud de Caquetá. Por un lado, cuando Marta intentó quejarse con su EPS, la directora de Caprecom le dijo que las mujeres “tenemos que pasar por eso” y, en el testimonio de apoyo de la madre de Margarita, se menciona otra experiencia de acoso con un médico maxilofacial décadas atrás, mostrando lo reiterativas que han sido estas violencias a lo largo del tiempo.
Además, los relatos evidencian que las mujeres han dado pistas o han puesto en conocimiento de los centros de salud su incomodidad con la atención de Rojas, sin que pase nada. Margarita lo hizo a través del correo electrónico en el que solicitó una cita de urología, señalando que por ningún motivo el tratante fuera el doctor Elías Rojas. Marta, por su lado, lo hizo a través de dos cartas; la primera en 2014 a Caprecom, afirmando que Rojas “se pasó conmigo con morbosidad” y pidiendo que no se le asignaran más citas con él. La segunda, de 2016, dirigida a la EPS Asmet Salud para solicitar que la atiendan en el hospital María Inmaculada “ya que me niego a asistir a la clínica Urocaq” y contando explícitamente parte de la violencia que vivió.
Volcánicas le preguntó a Juan Carlos Estrada, urólogo de la Clínica Shaio y de la Clínica de la mujer en Bogotá, sobre la pertinencia médica del examen vaginal en el caso Marta y nos respondió que, en algunas ocasiones, el tacto es pertinente e importante, por ejemplo si hay sospechas de incontinencia o prolapso genital. Sin embargo, en las historias clínicas de la paciente no se menciona dicha sospecha ni se explica por qué el doctor recurrió a tales procedimientos.
Le preguntamos nuevamente a Marta si en alguna oportunidad le diagnosticaron incontinencia y respondió de manera enfática: “Nunca. El problema mío es de cálculos renales”. Adicionalmente, aunque haya una razón médica para los tactos vaginales, no hay nada que excuse los comentarios sexualizados con los que Rojas presuntamente acompañó los procedimientos. Los comentarios sobre sus cuerpos, apariencia física y vida sexual son acoso.
Volcánicas envió un derecho de petición al Tribunal de Ética Médica de Cundinamarca, (que tiene también en su jurisdicción a los departamentos del Caquetá y Amazonas), preguntando por denuncias recibidas por acoso, abuso o violencia sexual, en contra de médicos.
En su respuesta, el Tribunal señaló que recibieron una queja en contra el médico Elías Rojas Falla el 23 de enero de 2018: “En el momento se dio apertura a la investigación disciplinaria y se sometió a reparto correspondiéndole al Magistrado, doctor Edgar Montoya Angel (q.e.p.d) la instrucción del proceso. Una vez concluida la etapa de instrucción el Magistrado Instructor presentó su informe de conclusiones y mediante providencia del 26 de junio del año 2018 declaró que no existía mérito para formular cargos en contra del médico investigado y en consecuencia se precluyó la investigación”.
En un derecho de petición enviado a la clínica Urocaq, preguntamos si habían recibido quejas y/o denuncias por violencia sexual en contra de Rojas Falla. La respuesta fue negativa. Ninguna de las víctimas contactadas por Volcánicas quiso poner una queja en Urocaq. Marta señaló que no lo hizo porque él era el dueño de la clínica y no creía que se pudiera hacer nada.
Consultamos también si Urocaq cuenta con un protocolo de acción para la prevención, investigación y sanción de violencias sexuales ejercidas por médicos en contra de pacientes y colegas, pero la IPS no respondió a esa pregunta.
Volcánicas tuvo contacto con dos fuentes adicionales a las de este reportaje que manifestaron haber sido víctimas de Elías Rojas. Ninguna de las dos quiso hacer una denuncia periodística a través de este medio.
Nos contactamos con Elías Rojas Falla, a través de llamadas telefónicas y mensajes de WhatsApp, y por ese último medio le enviamos nuestras preguntas. El médico mandó como única respuesta un mensaje de voz que transcribimos a continuación:
Elías Rojas Falla: Buenos días. Nuevamente yo le estoy también llamando. La llamé el sábado y vi que no pudo contestarme. Bueno. Leí su cuestionario. Se me hace un cuestionario con una tendencia ya definida. Yo lo que le puedo decir de mi vida y de mi actuación es que yo nunca le he hecho daño a nadie. Nunca he pretendido violentar a nadie en ningún aspecto de mi vida. No creo en la violencia para solucionar absolutamente nada, ni que sea una forma de vida. No me gustan los extremos. Creo que algunas personas que están en algunos medios o en la vida incluso, personas normales comunes, buscan los extremos. Yo no creo en ellos, ni por defender una u otra causa creo que esas personas que están en los extremos. Prefiero la parte más neutral. No quisiera que se tergiversara la entrevista. Le pediría ese favor, no la conozco pero le rogaría ese favor. Y que no tomara un lado u otro en la vida, ni extremos. Eso es lo que le puedo comentar de lo mío, de mi vida y de mí.
Luego de haber recibido su audio, Volcánicas lo llamó una vez más para darle nuevamente la oportunidad de responder las preguntas. A esto respondió lo siguiente:
Volcánicas: Escuchamos su audio pero queremos darte la oportunidad de responder puntualmente nuestras preguntas para incluir sus respuestas en el reportaje.
Elías Rojas Falla: No quisiera responder. Encuentro una tendencia en esas preguntas. No soy la persona más seguidora de Cristo ni todo eso, pero me sentí ofendido, molesto con ese cuestionario. Indignado. No sé si me explico. Tal vez tu vives en ese medio todos los días y para ti eso es normal. Yo lo único que te puedo decir de mí es que no le he hecho daño a nadie. Nunca en mi vida. Y no creo en los extremos, no creo en la violencia, no creo en lastimar a nadie. El sistema periodístico tergiversa las cosas, con todo respeto…Yo te puedo decir que no le he hecho daño a nadie. Eso sí te lo puedo asegurar.
V: ¿Tiene denuncias por acoso, abuso o violencia sexual en su contra?
E.R.F: Eso no quisiera contestarlo. Yo creo que no más.
Denuncia contra Domingo Ramos Daza, médico especialista en ortopedia
Nació en Barranquilla y en sus redes sociales se define como “compositor y productor musical vallenato”. Su nombre no figura en los registros de Cámara de Comercio de Barranquilla y Bogotá, en el Registro Único Empresarial (Rues), ni en la Superintendencia de Notariado y Registro. Lo único que encontramos es que trabajó en el Hospital Departamental María Inmaculada (HDMI) de Florencia desde el 1 de septiembre de 2018 hasta el 31 de mayo de 2021, según la página Función Pública. Actualmente está vinculado al Hospital San Rafael de Pacho (Cundinamarca).
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Charlot, 24 años, víctima de violación
Yo soy médica y vine a Florencia a hacer mi internado. Cuando llegué a la ciudad me di cuenta de que hay mucho acoso en las salas de cirugía, que uno llegaba y ya el instrumentador estaba ahí encima de uno o le cogía la mano, digamos en medio de la cirugía, o varios especialistas ya casados.
En Florencia uno tiene mucha confianza con los especialistas porque es un lugar donde no hay residentes, donde los médicos generales son pocos y es una relación muy personal. Muchos de los internos salen a tomar cerveza con los especialistas. No hay ningún tipo de problema con eso.
Yo tenía un amigo y con él organizábamos fiestas. Él me dijo que hiciéramos una, que fuéramos a tomar a su casa y yo le dije: “Ahh estoy acá con el doctor Domingo Ramos”. La mayoría de personas invitaban al doctor porque él pagaba todo el trago o invitaba comida. Pero él casi no tomaba porque decía que el trago le sentaba muy mal.
Cuando ya llegamos a la hora de salida del hospital, llamé a mi amigo y él me dijo: “No, imagínate que todos salieron con bolitas, nadie va a venir”. Y yo le dije: “No, pues nosotros llegamos allá”. La gracia era ir los tres a tomar a la casa de mi amigo. Salimos del hospital y yo llamé a mi amigo, pero me dijo que estaba cansado. Le pregunté: “¿Yo qué hago con el doctor?”, y respondió: “Vaya, tómese una cerveza con él y se va para la casa porque pues qué pena”. Y fue súper incómodo, porque yo no tenía mucha confianza con él. Le dije al doctor: “Imagínate que mi compañero ya no puede [recibirnos en su casa]”, y el médico dijo: “Vamos entonces a la zona rosa de Florencia”.
Cuando llegamos a un bar ahí en la zona rosa nos dieron una cerveza. Él era conocido del dueño del bar y le pidió que pusiera una canción que él había compuesto. Entonces nos tomamos dos cervezas, no fue más. Después, de camino al baño, me encontré con otro compañero del internado que me dijo: “Ay, venga a mi mesa y nos tomamos unos aguardientes”. Cuando salí del baño, ya el doctor no estaba en la mesa en que estábamos nosotros, sino que ya estaba en la mesa de ellos.
Entonces yo me senté y nos pusimos a tomar. Él [Ramos] no tomó sino dos cervezas o tres porque dijo “yo estoy manejando”. Pero yo empecé a recibir aguardiente y a tomar cerveza que me servía él, me servía el trago y me lo daba. Nos pusimos a bailar, se hizo tarde, nos tomamos la primera botella de aguardiente. Luego él pidió otra. No me acuerdo si la botella estaba cerrada o abierta.
Llegó un punto en el que cerraron el bar y yo me quería ir para mi casa porque tenía que madrugar al día siguiente. Pero dijeron que fuéramos a la casa de una compañera del internado, que quedaba por ahí cerquita. Cuando llegamos a la casa de ella yo estaba muy tomada, ya no caminaba bien. Inclusive empecé a mandar audios a mis compañeros y a mis amigos [por chat] diciendo que yo estaba tomada. Al día siguiente, los escuché y no recordaba que me había pegado en la cabeza de lo mal que estaba. Yo le decía a mis amigas: “Chicas, estoy mal o me siento mal, estoy muy borracha, estoy muy mal”.
Cuando ya no podía caminar bien, mi compañera le dijo al doctor que ya era hora de terminar la fiesta, que me dejara ahí [en su casa] porque yo estaba muy borracha y que él se fuera. Y él le respondió: “No, yo no la voy a dejar a ella aquí. Yo la llevo hasta su casa porque también tengo que madrugar”.
Ahí yo estaba muy mal. Con ayuda me subí a la moto de él y me llevó a mi casa. Ahí empiezo a tener lagunas. Recuerdo que me estaba despidiendo de él afuera de mi casa y que me dijo: “Charlot, nos van a robar, déjame meter la moto a la casa”. Entonces yo abrí la puerta y él entró la moto.
Entonces él me dijo que subiéramos al apartamento y yo le dije que no, porque mi compañero, con el que yo vivía, estaba dormido y me daba pena hacerle ruido. Entonces nos sentamos en las escaleras de la casa. Ya ahí yo estaba muy mal, no tengo muchos recuerdos. Me acuerdo de que estábamos hablando, pero lo siguiente que recuerdo es que él me estaba besando y yo no quería nada con ese tipo. Cuando ya medio logré entrar en razón otra vez, él tenía su mano en mis senos y yo lo que hice fue cogerme de la baranda, levantarme con mucha dificultad y le dije que se fuera. Me subí al apartamento como pude. Él esperó que yo abriera y me dijo que le prestara el baño, que él ya se iba a ir.
Mi habitación va con el baño adentro. Yo solo me acuerdo que entré a la habitación y me tiré en la cama. Se supone que él entraba al baño y se iba. Yo no sé si me drogaron, porque yo nunca había estado en un estado así en el que no me acuerde de las cosas.
Después recuerdo escenas de este hombre teniendo relaciones sexuales conmigo. Obviamente yo estaba demasiado mal, yo no me pude defender, no pude hacer nada. Tengo muchos flashback de cosas que me hizo. Él era el que estaba teniendo relaciones conmigo, yo no podía hacer nada. Yo estaba en un estado en el que no podía ni moverme. No sé si me drogó. Yo no me pude defender.
Ya al día siguiente lo que me acuerdo es que él me levantó y me dijo: “Se te va a hacer tarde”. Yo me desperté asustada. Lo vi desnudo, me vi desnuda. Entonces me metí a la ducha y me bañé. Cuando salí, él ya estaba vestido. Le dije que se fuera. Él bajó, sacó la moto y se fue. Entonces claro, yo iba súper tarde para el hospital. Pasé revista con dificultad porque seguía tomada o drogada, no se me entendía lo que hablaba. Estaba en shock. Cuando terminé [turno], me senté en el computador a hacer notas de evolución y empecé a llorar, a sentirme mal y como que se me empezó a bajar todo el alcohol.
Ramos me empezó a escribir desde la mañana: “Ay, ¿cómo amaneces?; me encantó dormir contigo; ¿estás bien?, ¿podemos hablar?”. Yo solamente le mandé un mensaje y le dije que no me volviera a buscar en su vida.
Entonces me escribió como a las 6 p.m. que cómo así, que yo estaba “hablando muy bien”. Y eso fue una de las cosas que más me molestó y a Susana, mi amiga, porque ella también habló con él. Él decía que yo estaba muy bien, muy consciente, pero obviamente en los videos y en los audios de esa noche se nota que yo estaba muy mal. Todos esa noche se dieron cuenta de lo mal que estaba; tanto los que salieron con nosotros, como a quienes les escribí y envié audios esa noche.
Yo llegué a mi casa, como a las 4 p.m. y me acosté a llorar. O sea, llegué y como que miré si había algún tipo de protección y no la había, yo no la veía. Entonces cogí las sábanas, las fundas de las almohadas, las enrollé y las tiré al piso, las dejé como en un rincón. Cambié las sábanas, me volví a bañar, me acosté en la cama y lloré y lloré.
Luego Susana me llamó y me dijo “Charlot, a usted qué fue lo que le pasó porque estaba muy rara [en el trabajo], estaba llorando”. Le conté lo que pasó y me dijo: “Tenemos que ir al hospital”. Y yo le dije: “Yo no quiero ir por allá” porque pues allá todo el mundo se conoce con todo el mundo. Solo hay dos clínicas. Ella me dijo “vamos a Mediláser”, porque allá no trabaja el ortopedista [Ramos].
Salimos como a las 7 p.m. de mi casa, llevé la ropa interior del día anterior y de ese día y llevé el body que me había puesto. Llegamos a la clínica y me recibieron como a las 8 p.m. El primer médico me dijo: “Bueno, cuéntame qué pasó”. Yo le dije: “Vengo por un abuso sexual”.
Entonces él me preguntó a qué hora había sucedido y yo le dije “en la madrugada”. Luego me dijo que por qué había esperado tanto tiempo [para ir a la clínica]. No me revisó. Simplemente me mandó toda la parte de prueba de embarazo y todo lo de infección de transmisión sexual, y ya. Me redireccionó hacia el ginecólogo. Me dijo: “Yo no te voy a preguntar nada porque no te quiero revictimizar. El ginecólogo es el que te va a atender”.
Me dieron una cama y me dijeron que quedaba hospitalizada y ahí me quedé toda la noche. Luego me llamaron para ginecología y aquí es donde empezó a haber error tras error.
Fui a ginecología y, oh sorpresa, me encontré con Héctor Hernán Ramírez, un doctor que también trabaja en el hospital María Inmaculada. No fue cómodo, yo estaba en shock y no quería que nadie conocido me viera. Pero él me conocía porque nosotros tenemos que hacer turnos en la noche y tuve varios turnos con él.
“Hola doctora”, me dijo. Me leyó la historia clínica y me dijo: “Yo no le voy a preguntar nada para no revictimizarla”. Pero luego me preguntó:
— ¿Tienes hematomas?
— No.
— ¿Tienes algún sangrado?
— No.
Me preguntó como tres cosas así y a todas respondí ‘no’. Me dijo: “No considero que sea necesario hacerte un examen ginecológico”. Yo estaba en shock, como que en ese momento fui paciente y no doctora.
Le pregunté: “Doctor, ¿qué debo hacer con la ropa que tenía puesta esta madrugada?”. Él levantó las manos y me dijo: “Yo no sé. Usted tiene que llevar eso a Medicina Legal. A mí no me los muestres, yo no sé de eso”.
Luego me preguntó: “¿Cree que debe contarme algo adicional? ¿Quiere que quede algo adicional en la historia clínica?”. Le respondí que quería que quedara registrado que él [Dominngo Ramos] era el que me estaba sirviendo el trago. Que yo no sabía si yo estaba drogada o tomada, que quería que quedara registrado que él no tomaba y que fue él quien condujo la moto. “También quiero que quede anotado que yo traje la ropa interior”. Él respondió: “Bueno, listo. Entonces mañana te reviso nuevamente”.
Al día siguiente me tomaron los signos vitales. Pasó 7 a.m., llegaron las 10 a.m. y no iba nadie a revisarme. Entonces ya me empecé a inquietar porque eso era obligación del ginecólogo entonces yo me dije: me voy para Medicina Legal para que me reciban mi ropa y que me hagan todo el examen porque yo sé que son de 48 a 72 horas máximo, si no, no lo reciben.
Entonces hablé con la jefe de enfermería y le dije “yo me tengo que ir porque necesito ir a Medicina Legal”. Me dijo “ay doctora, no. Tiene que esperar a que la vea ginecología y tampoco la ha visto trabajo social”. Seguí esperando, llegó mediodía y no pasaba nada. Entonces ya me empecé a desesperar y a decir que me tenía que ir. Me dijeron: “No, que la tiene que ver alguien de trabajo social”. Y ya entonces me atendió la médico general de urgencias y yo le dije: “Mira, es que no me han tomado muestras, yo me tengo que ir”. Y me dijo que no, que siguiera esperando.
Ahí ya me cansé y le dije: “Hágame un favor, yo necesito mi salida voluntaria”. Me respondió lo mismo: “No, no, es que no se puede ir. Su diagnóstico no es apto para pedir salida voluntaria”. Y ahí sí quedé perdida porque como doctora sé que al único paciente que no le dan salida voluntaria es a los niños, a uno no lo pueden tener encerrado en la clínica. Vino una auxiliar de enfermería y yo le dije “realmente yo me necesito ir” y ella me dijo “sí, yo no entiendo a usted por qué no la han dejado salir”.
A mí no me vio sino esa noche anterior ginecología, pero hicieron una nota de que me vieron de nuevo. La nota, con hora 11:18 a.m. del día siguiente, 22 de mayo, dice: “Paciente de 23 años en contexto de presunto abuso sexual en el momento en buenas condiciones generales. Paciente no permite examen ginecológico, niega dolor, niega sangrado, paraclínicos reportados dentro de límites normales, quien ya recibió manejo instaurado según protocolo, por lo que por nuestra especialidad no hay indicación de continuar. Se dan recomendaciones y signos de alarma. Cierra interconsulta ginecología Héctor Hernán Ramírez Giraldo”. Y con esa nota me cerraron la historia clínica.
Y en la primera nota dice: “Por lo cual no desea que se le realice examen ginecológico”, cuando el que me dijo que no consideraba necesario un examen ginecológico fue el doctor. Yo en ningún momento me negué a que me realizaran el examen ginecológico, tampoco no me realizaron consentimiento ni disentimiento de la toma del examen.
Él no solicitó exámenes para ver si yo estaba drogada, no solicitó prueba de alicoramiento, no me hizo el examen de recolección de fluidos, no me recogió la ropa. Tampoco colocó en la historia clínica que yo llevaba la ropa del día anterior.
Me dijeron que por el fin de semana no había psicóloga. Por allá vino una señora que era trabajadora social. Ella me vio, me recibió el nombre del agresor y me dijo que si yo quería que hicieran un reporte a la Fiscalía. Le respondí que sí. Desde el primer momento yo dije que necesitaba denunciar, por eso necesitaba que recogieran muestras y llevar la ropa. Del hospital salí a la 1 p.m. y me fui para la Fiscalía y Medicina Legal (en Florencia quedan cerquita, como a dos cuadras).
Llegué a la Fiscalía y les dije: “Vengo a denunciar un caso de abuso sexual”. Me respondieron: “Sí, eso se demora como una hora en que la atiendan”. Listo, me fui hasta Medicina Legal y salió un vigilante por la ventana que me dijo: “Qué pena contigo, es que el horario de atención es hasta medio día”. Yo respondí: “¡Es una urgencia! Yo soy médica, no han pasado 72 horas desde mi abuso sexual y me tienen que recibir”. El vigilante llamó a alguien y luego me dijo: “No, el médico está haciendo una necropsia de urgencia y no hay quién la atienda. Lo más pronto que la pueden ver es mañana a las 7 a.m.” Me fui nuevamente entonces para la Fiscalía, y esperé desde las 2 p.m. hasta las 6 p.m.
Salió la señora a la que estaban supuestamente atendiendo y detrás salió el funcionario. Le dije: “¿Cómo que no me puede atender?”. Me contestó: “No, lo que pasa es que yo soy el encargado de los problemas de familia. Mi jefe, el encargado de casos como el suyo, no está”. Entonces ahí ya exploté y le dije: “Yo no me voy a salir de acá hasta que usted me reciba la denuncia”. Me volvió a decir que no se podía y yo le dije que llamara a sus superiores, que yo no me iba a mover de la Fiscalía.
Él llamó a su superior, yo hablé con él por teléfono y me dijo que me iban a tomar la declaración vía telefónica porque la persona que recibía ese tipo de declaraciones estaba embarazada, y en ese momento no había carro porque en ese momento había desabastecimiento de gasolina en Florencia por el Paro Nacional. Entonces ella empezó a decirme que iba a intentar recibirme la declaración por computador y yo le dije: “Qué pena, pero es que es muy importante. De esto depende el caso, es la denuncia que yo voy hacer a futuro. ¿Cómo me dicen que me van a atender por teléfono, donde la señal es mala, donde yo no veo qué está escribiendo usted? Eso no está bien”. ¿Qué me tocó hacer? Pues irme a mi casa. Obviamente esa noche se cumplieron las 72 horas. Nadie me revisó, nadie me evaluó, nada.
Al día siguiente me fui nuevamente a la Fiscalía. Me recibió alguien y yo le comenté absolutamente todo e hicimos la noticia criminal. Yo le comenté lo de lo del hospital y le dije que estaba muy afanada porque a mí no me habían hecho recolección de muestras. Entonces, ese día cogí además la ropa que yo tenía en el piso, los tendidos de la cama, y los metí en una bolsa y me lo llevé también para la Fiscalía. Él me recibió todo y yo le tomé fotos. Dejé todo allá.
Me fui para Medicina Legal. Me atendió el médico y me dijo que ellos en el hospital tenían que haber tomado las muestras. Él fue el único doctor que me evaluó por completo, me desnudó, me evaluó y me dijo: “Doctora, ya pasaron las 72 horas, no tiene sentido que yo le tome muestras”. Simplemente me evaluó, pero no se recolectó ninguna muestra. Me dijo que con la ropa obtenían muestras para la denuncia, le dije: “Dejé la ropa en la Fiscalía”. Me preguntó qué ginecólogo me atendió, le dije que fue el doctor Héctor Ramírez y me preguntó: “¿Por qué la atendió él si está suspendido por unos casos de abuso sexual? Él tiene aproximadamente cuatro casos de abuso sexual en proceso”.
Me fui para mi casa, triste, desilusionada por el sistema de salud. Nunca me vio un psicólogo y entré en un proceso de depresión muy fuerte. Empecé a buscar ayuda y le comenté a una doctora que también trabaja en el Hospital María Inmaculada, ella es ginecóloga, y me dijo: “Sí, Héctor tiene unos casos de abuso sexual en proceso. Él debió tomarle las muestras así fuera con una auxiliar de enfermería al lado”.
Luego me enteré de que el ginecólogo le contó a todo el mundo lo que me había pasado, aún siendo un secreto profesional, y empezó a decir que si yo lo buscaba que él tenía con qué defenderse. Ya tiempo después, el amigo con el que íbamos a tomar esa noche me dijo: “Charlot, yo tengo una conocida que tuvo un problema con Héctor [Ramírez] también por lo mismo. Como que era una paciente y el tipo le empezó a decir que qué piernas tan bonitas que no sé qué. Yo sé que ese tipo es así, tiene más de cuatro denuncias de abuso sexual, entonces como que nadie quiere tocar ese tema”.
Después de que pasó todo eso hice una carta completa para la Procuraduría, Fiscalía, Medicina Legal y el Tribunal de Ética Médica en donde conté todo lo que pasó. Hice otra carta para Mediláser, contando toda mi historia del hospital y puse los pasos de la resolución que nos rige a nosotros como médicos, la 459 del 2012, que son 15 pasos para víctimas de violencia sexual, que es lo que tiene que tener por ley un médico para ejercer en Colombia. Un curso que tienen que hacer cada dos años y sin eso a uno no le dan trabajo. De los 15 pasos me hicieron mal los pasos: 4, 5, 6, 9, 11, 12, 13, 14 y 15.
La respuesta de Mediláser fue que en ningún momento se veía que hubiera habido una mala atención.
Sigo esperando a ver qué va a pasar, porque llamo a mi abogada y me dice que tengo que seguir esperando. Que todo está en la recolección de pruebas.
También me llegó una carta de Medicina Legal, en donde dicen que no era completamente responsabilidad de ellos tomarme las pruebas y que el horario de atención de ellos es hasta la 1 p.m. Yo le pregunté a un doctor de acá que trabaja en Medicina Legal y me dijo que sí se habrían podido tomar las muestras porque habían pasado solo 8 horas más de las 72 horas reglamentadas, entonces de pronto se habría logrado conseguir algún tipo de fluido.
La Fiscalía le solicitó a Mediláser mi historia clínica y no se la quisieron enviar. Duraron mucho para conseguir mi historia clínica. A mí tampoco me enviaron la epicrisis por correo ni nada. Me tocó hablar con una ginecóloga que trabaja en el hospital María Inmaculada a ver si ella me ayudaba a conseguirla. Ella me la mandó y fui yo quien se la tuve que mandar a la Fiscalía.
Eso fue lo otro que me tocó a mí también hacer sola: buscar los videos de esa noche al frente de mi casa para ver si yo era la que le había abierto la puerta o si él había entrado porque no me acuerdo. Encontré los videos y se los pasé a la Fiscalía. Luego me enteré de que llegaron unos abogados a pedir también los videos de parte de él.
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Ernesto, amigo de Charlot
Todo empezó en la noche. Ella me estaba diciendo que había salido a tomar con unas personas del Hospital María Inmaculada. Más o menos a las 10:30 p.m. volví a comunicarme con ella y estaba bastante tomada. Le dije que cogiera un taxi, que se fuera para su casa y ella me dijo que sí. Ahí ya perdimos contacto.
Al otro día ella me escribió muy temprano, tipo 8 a.m. y me dijo que había sucedido algo grave y que necesitaba comunicarme inmediatamente. Cuando le devolví la llamada me contó que esa noche un especialista del hospital, un ortopedista, la había llevado en moto a la casa, pero que ella no recordaba nada y que se había despertado esa mañana junto a él, pero que ella no recordaba absolutamente nada. Que recordaba escenas de cuando estaban teniendo relaciones. Estaba mal y lloraba mientras me hablaba. Le dije que tenía que hacer algo, poner demandas y ahí empezó todo el proceso jurídico.
Ya después me comuniqué con ella, que estaba en la Clínica Mediláser y la habían hecho esperar demasiado tiempo. No le habían hecho los protocolos de cuando se activa un código fucsia por violencia sexual, sabiendo que eso era una urgencia.
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Mauricio, amigo de Charlot
Ella me contó que había salido con los doctores a tomar. Después me dijo que se habían emborrachado muy rápido y que Domingo Ramos la llevó a la casa. Me contó que la besó en la escalera, pero que ella no estaba consciente. Luego, que tenía pocos recuerdos de cuando estaban en la habitación, que no recordaba mucho, que amaneció desnuda con el señor y que ella se fue. Esto fue en mayo de 2021, antes de que ella se graduara y se fuera. Varios amigos le dijimos que fuera a la Fiscalía.
Charlot fue sola a la Mediláser y hubo un doctor que no le hizo bien el procedimiento por violación, porque debía hacer más exámenes y puso muy pocas cosas en la historia clínica. De hecho puso que ella no quería que le hicieran los exámenes, lo cual era mentira.
Después me pidió que la acompañara y fuimos a la Fiscalía a que le tomaran el testimonio. El vigilante le dijo que no iban a tomar el testimonio y Charlot se puso brava porque llevábamos esperando todo el día. Hasta que el señor llamó a su superior y ahí le explicó a Charlot que le iba a tomar un testimonio por llamada.
También fuimos a Medicina Legal a que recogieran las evidencias. En ese entonces estábamos en Paro Nacional y la gente no salía mucho. También había días que no tenían carro, entonces había poco personal y tuvimos que esperar mucho rato. Entonces los exámenes se los tomaron después, porque no estaba el doctor de Medicina Legal. Cuando la valoraron en esa entidad le dijeron que los exámenes los debieron tomar en la clínica.
La acompañé también a enviar unas cartas para el Tribunal de Ética Médica, por lo que el otro doctor [Hector Ramírez] hizo y también por el doctor que abusó de ella [Domingo Ramos].
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Salir con colegas o tomar licor no equivale a una invitación para tener relaciones sexuales y ninguna de estas actividades debería ser vista como un factor de riesgo que nos expone al abuso sexual.
Según relató Charlot en su testimonio, ella sintió que estaba más mareada que de costumbre y con lagunas que no eran usuales en ella. Por eso sospecha que pudo haber una droga en su bebida. Sin embargo, no le tomaron exámenes toxicológicos para comprobarlo. A pesar de que no puede comprobarse si Charlot fue drogada involuntariamente, testigos corroboran que ella estaba en un avanzado estado de alicoramiento mientras que Ramos parecía sobrio. Charlot aseguró que durante la fiesta, el médico Ramos tomó poco pero la animó a ella a tomar más. Esta diferencia en el estado de conciencia es también una desigualdad de poder, pues Charlot no estaba en todas sus facultades para rechazar los avances de Ramos. Luego, aunque una conocida se ofreció a cuidarla, Ramos insistió en llevarla a su casa y con excusas logró entrar a su cuarto, en donde ella estaba inconsciente en la cama y no podía dar consentimiento para tener relaciones sexuales. Charlot afirma que tiene recuerdos fragmentados de una presunta violación por parte del especialista.
Al día siguiente Charlot regresó a su trabajo y confrontó a Ramos vía WhatsApp. Le reclamó por el presunto abuso y él lo negó. Estaba emocionalmente muy afectada. Cambió las sábanas y se bañó varias veces para poner distancia con la agresión. Charlot tiene flashbacks y nos comentó que sintió emociones como frustración, vergüenza y confusión; sentimientos consistentes con los de una víctima de violencia sexual. Luego, cuando Charlot decidió hacer una denuncia formal, se enfrentó a una serie de obstáculos revictimizantes: al pedir ser examinada en la clínica Mediláser, la refirieron al ginecólogo Héctor Ramírez, quien no solo era colega de Ramos en el hospital María Inmaculada, sino que tenía varios procesos abiertos por denuncias de violencia sexual.
Ramírez presuntamente se negó a tomar muestras de la ropa que había llevado Charlot, no quiso hacerle exámenes ginecológicos o toxicológicos, ni registró en la historia clínica cosas que Charlot le solicitó explícitamente: que ella sospechaba que había sido drogada y que había llevado su ropa interior para toma de muestras. Esperó a que le hicieran exámenes forenses para la denuncia en Fiscalía pero no se los realizaron, tardaron horas para atenderla y en el hospital no querían aceptar su salida voluntaria.
Volcánicas conoció los audios enviados por Charlot a sus amigas en los que afirma sentirse borracha y en los que dice no tener claro qué había tomado. Incluso se pregunta si le dieron algo más, pues no podía caminar en línea recta, no podía hablar bien y estaba “en shock”. Tuvimos acceso a audios, fotos, mensajes y videos que tomó la noche de los hechos que demuestran su estado de alicoramiento y que comprueban que, efectivamente, Charlot y Domingo Ramos salieron esa noche.
Volcánicas también tuvo acceso a un documento oficial en el que se le informa a la Secretaría de Salud sobre las fallas en la prestación del servicio a Charlot. El documento alerta sobre varias “situaciones que han sido repetitivas en casos de atención a violencia sexual”. Entre ellas, que han conocido más casos de inconsistencias entre las historias clínicas y los relatos de las usuarias, así como dificultades en la toma de muestras inmediatas como elementos materiales probatorios.
El documento muestra también alarma frente al hecho de que el ginecólogo tratante, en el caso de Charlot y otros casos de violencia sexual, haya sido Héctor Hernán Ramírez Giraldo, quien tiene varias anotaciones en la Fiscalía, entre esas una investigación por el presunto delito de “acceso carnal o acto sexual abusivo con persona incapaz de resistir, agravado por el caracter posición o cargo que le dé particular autoridad sobre la víctima o la impulse a depositar en él su confianza”.
Volcánicas envió un derecho de petición al Hospital Departamental María Inmaculada (HDMI), preguntando por las quejas o denuncias por cualquier comportamiento por fuera de lo debido en el ejercicio profesional contra Domingo Ramos Daza.
En su respuesta, el HDMI señaló que se encuentra “una denuncia en contra del Dr. Domingo Ramos por supuesto abuso sexual, […] interpuesta en el mes de mayo del presente año [2021] por parte de una interna”, y aclara que los hechos no ocurrieron dentro del hospital.
Consultamos también qué acciones emprendió el hospital después de recibir las quejas contra los médicos. Respondieron que en el caso de Ramos Daza, “la oficina de control interno disciplinario se abstuvo de iniciar proceso disciplinario en contra del Dr Ramos toda vez que de acuerdo a certificado de la oficina de talento humano el Dr Ramos fungía para la época de los hechos como contratista”. Y que “frente a su situación como contratista (…) la dirección administrativa solicitó la terminación bilateral y liquidación del contrato de prestación de servicios”.
Por el caso de Charlot, la Fiscalía fijó para el 2 de diciembre de 2021, la audiencia de imputación de cargos en contra de Ramos Daza por el delito de “acceso carnal o acto sexual abusivo con incapaz de resistir”. En esta diligencia, el médico se declaró inocente.
En el mismo derecho de petición consultamos si el hospital tiene registro de quejas contra el ginecólogo Héctor Hernán Ramírez Giraldo, a lo que el centro de salud respondió que no.
Héctor Hernán Ramírez Giraldo es médico especialista en ginecología. Trabaja en el HDMI y en la Clínica Mediláser. Se formó como especialista en la Universidad de Catanduva, estado de São Paulo, en Brasil. Su esposa, Sandra Milena Claros, es asesora de la Política de Equidad de Género y Diversidad Sexual de la Universidad de la Amazonia de Florencia.
En el Rues encontramos que Ramírez Giraldo figura en un registro mercantil con un consultorio gineco-obstétrico, cuya matrícula fue cancelada en abril de 2006. Consultamos en la página web de la Superintendencia de Notariado y Registro y encontramos que es propietario de un apartamento en la ciudad de Rionegro, Antioquia.
En la página web de la Rama Judicial encontramos que Ramírez Giraldo figura como demandado en un proceso por el “delito de acceso carnal o acto sexual abusivo con incapaz de resistir con circunstancias de agravación punitiva (art 211 numeral 2) en concurso homogéneo sucesivo”. A raíz de ese proceso, se legalizó la captura en su contra el 15 de abril de 2019, se le formuló imputación de cargos, que no aceptó, y se le impuso detención domiciliaria. Finalmente, el 17 de junio de 2020, se le otorgó a Ramírez Giraldo su libertad inmediata por vencimiento de términos. El caso sigue abierto.
Volcánicas radicó un derecho de petición a la Fiscalía General de la Nación para consultar cuántos procesos, por qué delitos y en qué estado hay en contra de Elías Rojas Falla, Domingo Ramos Daza y Héctor Hernán Ramírez Giraldo. La Fiscalía negó el acceso a la información argumentando que correspondía a datos privados que ponen en riesgo los derechos fundamentales a la privacidad y a la intimidad de los médicos.
Este medio consultó a la Clínica Medilaser de Florencia y afirmaron que, después de revisar las bases de datos de Peticiones, Quejas y Reclamos, registran una inconformidad relacionada con el doctor Héctor Hernán Ramírez Giraldo con probable actuación de extralimitación en su ejercicio profesional. “No obstante, dentro del análisis que se generó sobre la queja traída a colación, no se logró evidenciar alguna conducta que no fuese acorde a la lex artis ad hoc”, dice el documento.
Y frente a la pregunta formulada por Volcánicas: “¿Por qué el doctor Ramírez Giraldo sigue atendiendo pacientes en urgencias que llegan por violencia sexual, aún cuando tiene al menos cuatro denuncias en su contra por este delito?”, Mediláser no negó las denuncias contra el médico y respondió:
“Es importante aclarar que el Dr. Héctor Hernán Ramírez Giraldo, es un profesional de la salud especialista en ginecología y obstetricia, quien cuenta con el conocimiento técnico para poder atender a los usuarios que presentan alteraciones y/o atenciones con ocasión a violencia sexual. Hasta el momento, la sucursal no cuenta con ninguna decisión judicial o disciplinaria que permita modificar la pericia con la que ostenta el galeno referenciado. Por lo tanto, bajo los principios constitucionales de la buena fe, en contraste con el de inocencia, no es posible limitar la atención del profesional referenciado, hasta tanto no se cuente con una providencia que limite el ejercicio del médico involucrado”.
Según Mediláser y contrario al testimonio de Charlot, la paciente no accedió a que se le realizara el examen vaginal porque, según ellos, no había presentado trauma, ni sangrado vaginal ni algún tipo de lesión. Y en la respuesta que le dieron a la queja interpuesta por Charlot, la institución agregó que “basado en la autodeterminación de la usuaria, su conocimiento en el área de la medicina, el profesional no insistió en su exploración física”.
Sobre esto hablamos con Elia Lasso, médica especialista en medicina forense, quien explicó que la Clínica Mediláser sí debía tomarle las evidencias físicas producto de la agresión a Charlot o a cualquier víctima de violencia sexual: “Cualquier profesional tiene que tomar pruebas vaginales luego de una agresión sexual. Y en caso de que una paciente no desee la toma de muestras, tendría que haber firmado un consentimiento en el que se niegue a la toma de exámenes”.
Encontramos el protocolo de atención a víctimas de violencia sexual de la Clínica Mediláser, que se acoje en gran medida al protocolo del Modelo de Atención Integral en Salud para Víctimas de Violencia Sexual diseñado en 2011 por el Ministerio de Protección Social (hoy Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia). En el punto 4, el protocolo de la clínica señala que la víctima debe poder elegir el sexo del profesional que la evaluará. Pero a Charlot no le dieron esa opción.
El punto 7 dice que deben tomarse muestras antes de las 72 horas, especialmente si Medicina Legal no está disponible. Pero a Charlot no le tomaron muestras aún cuando acudió al centro médico a menos de 24 horas de ocurrido el abuso. El documento también tiene un apartado sobre la importancia de la ropa como evidencia útil para la investigación: “Si encuentra algo debe embalarlas siguiendo el protocolo de cadena de custodia garantizando su adecuado manejo, recolección, embalaje, documentación y preservación de la misma. Si es aportada por la paciente las prendas que traía en el momento del hecho, estas deben ser examinadas y sometidas al proceso de cadena de custodia”. La clínica no recibió las sábanas ni la ropa que Charlot llevó cuando buscó atención en el centro de salud.
Según Lasso, “la guía establece que hay un tiempo máximo de 72 horas para tomar muestras, aunque en realidad se pueden tomar hasta cinco días después de la agresión sexual”. Y sobre las muestras toxicológicas, dado que Charlot sospechaba que se le suministró una sustancia para ponerla en incapacidad de resistir, Lasso aclara que “los hospitales tienen la obligación de tomar muestras para judicialización o para evidencias físicas o elemento material probatorio. Ante cualquier sospecha de delito el médico del servicio urgencias debe tomar muestras para el proceso judicial. Y ante la embriaguez alcohólica tuvieron que haberle tomado muestras”. El hospital también debió informar a la Fiscalía del caso de Charlot inmediatamente lo recibieron, tal y como está estipulado en su propio protocolo y en la Ley 1257 de 2008.
Finalmente, Volcánicas tuvo conocimiento de rumores que empezaron a esparcirse en el hospital para desprestigiar a Charlot. Estos rumores se referían a su vida sexual y hacían énfasis en que a Charlot le gustaba tomar y salir de fiesta con colegas, que era “coqueta”. Ninguna de estas acusaciones le quitan peso a su denuncia ni hacen que su testimonio sea menos fiable. Ser extrovertida y querer divertirse no es una invitación a la violencia sexual y la credibilidad de un testimonio de violencia sexual no puede depender los habitos sexuales de la víctima.
Nos contactamos telefónicamente con Domingo Ramos Daza. Esta es la transcripción de la conversación que tuvimos con él:
Volcánicas: Lo contactamos de la revista Volcánicas porque estamos haciendo una investigación sobre violencia sexual en el Caquetá y quisiéramos hacerle algunas preguntas.
Domingo Ramos: En estos momentos voy a entrar a una cirugía, me queda complicado responder preguntas en este instante.
V: ¿A qué hora lo podemos buscar?
D.R: En horas de la noche. Sin embargo, ese reportaje que están haciendo, del que no tengo conocimiento, hace poco estuve hablando también con abogados que tienen el caso, y ellos me recomendaron que si vamos a hacer un reportaje podrían ellos estar en la línea. Entonces déjame yo me comunico con ellos para que puedan tener conocimiento también de las preguntas.
V: También podríamos enviarle las preguntas por mensaje de texto si prefiere responderlas por escrito.
D.R: Sí. La verdad es que yo no tengo nada que esconder en el caso. Entonces, podrían hacerlo por escrito, por teléfono, por videollamada. Yo no tengo ningún compromiso ni nada que esconder. También se puede hacer en vivo si así lo quieren. Pero entonces necesitaría dialogarlo bien con el abogado porque en un comienzo me había recomendado que no hablara con nadie, porque me tergiversaban después todas las situaciones.
Según lo acordado, Volcánicas le envió el cuestionario vía WhatsApp. Hasta la fecha de publicación de este reportaje y a pesar de la insistencia de este medio (hasta el 13 de diciembre) a través de llamadas y mensajes de texto, no obtuvimos respuesta.
Volcánicas contactó también a Héctor Hernán Ramírez. Esta es la transcripción de la entrevista que se llevó a cabo de manera telefónica:
Volcánicas: ¿Conoce el protocolo de atención a víctimas de violencia sexual?
Héctor Hernán Ramírez: Sí, señora.
V: Cuando atiende a una víctima de violencia sexual, ¿le toma muestras forenses para la investigación de un presunto delito?
H.H.R.: Cuando se atienden víctimas y toca tomar muestras, claro que sí.
V: ¿Recibe la ropa y otros materiales probatorios que sirvan para la denuncia de la víctima contra su victimario?
H.H.R.: Generalmente cuando atiendo a las víctimas han sido ingresadas por urgencias y ya se ha hecho ese trámite antes de que se pida valoración por gineco[logía]. Ahí ya se ha hecho la cadena de custodia con esos elementos.
V: Y si es la paciente quien le pide que reciba esos elementos, ¿usted los recibe?
H.H.R.: Claro que sí, eso hace parte de la atención.
V: ¿Alguna vez ha alterado la información de una historia clínica, anotando cosas que la paciente le pidió que no anotara y dejando de anotar cosas que la paciente le pidió incluir?
H.H.R.: No, se supone que eso hace parte del secreto profesional médico-paciente y es de la intimidad de la relación médico-paciente.
V: ¿Alguna vez ha dilatado una atención para evitar que la paciente acuda a Medicina Legal o a la Fiscalía para denunciar la violencia de la que fue víctima?
H.H.R.: No señora. Cuando se solicitan las valoraciones por ginecología se desarrollan y no hay lugar a que uno lo pueda dilatar. La solicitud de la valoración ya se ha hecho y hay que hacerla.
V: ¿Ha tenido denuncias por acoso o abuso sexual?
H.H.R.: Sí señora.
V: ¿Cuántas denuncias tiene en su contra?
H.H.R.: Sumercé, no sé cómo seguir con este interrogatorio.
V: ¿Tuvo o tiene procesos judiciales en su contra?
H.H.R.: Tengo.
V: ¿Por qué delitos fueron esos procesos?
H.H.R.: No sé cómo seguir con este interrogatorio, porque no sé hasta dónde van ustedes y no sé cómo me pueda perjudicar esto. Yo estoy en un proceso en donde tengo derecho a mi defensa y esto me podría significar distorsionar la situación, quitarme un poco el derecho a la defensa. Hacer un poco de amarillismo respecto a la situación. Ya he tenido un montón de situaciones alrededor de esto donde prácticamente me están quitando el derecho a defenderme y desde el inicio me están diciendo “lo estamos acusando y punto, no se puede defender”. Usted sabe las situaciones de abuso sexual son muy delicadas ante la parte pública y más con el oficio que yo realizo. Hay una cosa que se llama demanda inducida y a un compañero, por ejemplo, le aparece en el Facebook alguien que dice “uy ese ginecólogo es muy ordinario” y por la tarde ya había como unos 60 o 70 comentarios de un montón de gente diciendo que “sí, muy ordinario” y se vuelve la réplica de esas formas. Así ha pasado con mi caso, se crea un ambiente en donde yo solo puedo ser culpable y me niegan la defensa. Usted sabe que hay muchos grupos feministas, mucha gente que opina de todo sin saber qué es lo que está sucediendo o cómo me estoy defendiendo yo. Y me niegan ese derecho porque toman esa posición de una vez, antes de que yo pueda defenderme. Se toma la opinión de la supuesta víctima y ya la defensa mía es demasiado difícil.
V: ¿Entonces usted quiere decir que usted es inocente y no ha cometido las acciones de las que se le acusan?
H.H.R.: Sí, a eso me estoy refiriendo.
V: ¿Usted dice que las mujeres que lo han denunciado están mintiendo?
H.H.R.: Sí. La verdad se puede distorsionar, se puede maquillar, yo puedo omitir o distorsionar la verdad. Yo puedo decir verdades a medias y maquillarlas también. Eso es lo que está sucediendo en este momento y es una situación bastante difícil para mi vida y para mi carrera. Hace 30 años soy médico.
V: ¿Ha cometido acoso sexual en contra de alguna mujer?
H.H.R.: No, no he cometido acoso sexual. Yo he sido una persona muy normal que no ha necesitado acosar absolutamente a ninguna persona.
V: ¿En dónde está trabajando actualmente?
H.H.R.: En el Hospital María Inmaculada de Florencia.
V: ¿También trabaja en la clínica Medilaser?
H.H.R.: Sí, señora.
V: Muchas gracias, eso sería todo.
H.H.R.: Le agradezco mucho que esta información no vaya a perjudicarme en el desarrollo de mi proceso, yo le tengo temor a cómo se manipulan las cosas y es difícil para mí hacer un tipo de defensa de mi situación. Yo no soy una persona condenada sino una persona que ha sido sindicada y es muy difícil defenderme, porque todo el mundo se adhiere a la posición de la supuesta víctima y me niegan el derecho a la defensa. Yo quiero que no me nieguen ese derecho.
V: Pues precisamente eso es lo que hicimos con estas preguntas, que usted pudiera responderlas. Nosotras vamos a transcribir esta entrevista tal cual sucedió. Le agradecemos su tiempo y que esté bien.
H.H.R.: Bueno.
V: Hasta luego.
Denuncia contra Helder Calderón Lacouture, médico general
Trabajó en la sede Florencia de Profamilia, una organización privada que promueve los Derechos Sexuales y Reproductivos en Colombia. No hallamos información sobre su trabajo actual, ni encontramos que tenga redes sociales o empresas. En la Superintendencia de Notariado y Registro aparece relacionado en la matrícula inmobiliaria de una propiedad en Valledupar, Cesar. No hay más información sobre él en internet.
Paola, 27 años, víctima de abuso sexual
En 2017 sufrí de Nic III, una enfermedad que es como un tipo de Virus de Papiloma Humano, que es precancerígena. Por eso, estoy acostumbrada a pasar por citas con ginecólogos y a tener citologías con regularidad. Cada seis meses me tengo que hacer exámenes de rutina y me tiene que revisar un especialista en ginecología.
Siento que hay un déficit de ginecólogas que sean sugeridas por la EPS, o en Profamilia que es a donde suelo ir. Desde el 2017 solo me han revisado hombres en Florencia. Normalmente me hacen una citología de rutina y después me ve el ginecólogo, lee los resultados, me dice si hay algo extraño o no, y procedemos a que me revise.
En Profamilia de Florencia hay tres médicos: Helder Calderón Mora, que fue el que me atendió a mí, Julian Camilo Arrata y Elkin Cerchiaro. Además en Caquetá los ginecólogos son los mismos en el hospital y en Profamilia. Como que se rotan por todos los lugares. Y aunque normalmente no le vería problema a que me atienda cualquier persona, estos tres doctores siempre que te revisan te preguntan: “¿Por qué tan linda y no tiene novio?”. Eso es como ley. Siempre me lo decían pero yo lo dejaba pasar.
El 13 de agosto del 2020, Helder Calderón me atendió, miró mi citología y sugirió revisarme. Yo siempre quiero que me revisen porque eso me hace sentir más segura de que todo está en orden, porque lo que tuve fue muy grave. Entonces bueno, me dijo que me quitara la ropa y me acosté en la camilla. Normalmente están los soportes para que uno ponga los pies, pero él me hizo poner mi rodilla más de lado, y se acercó de tal forma que su pene tocaba mi rodilla. Él estaba super cerca mío y yo decía “pues normalmente no se pegan tanto”, pero okay.
Todo el tiempo sentía su miembro ahí en mi rodilla, lo cual ya fue muy incómodo, y cuando él me fue a revisar, normalmente en la revisión meten la mano y palpan la parte superior de la vagina y ya, todo normal, pero lo que yo sentí es que él me estaba “tocando”. Él no me estaba examinando, sino que yo sentí que él me estaba manipulando adentro, como cuando alguien te toca o cuando tú te masturbas, de una forma sexual, eso sentí.
Yo pensaba: ¿será que esto es normal?, pero no se sentía normal. Y él nada que acababa, pero yo tampoco decía nada, sino que me quedé ahí como entre sorprendida y asqueada. No sabría decir si duró más de lo normal, porque yo estaba como impactada, pero para mí se sintió como una eternidad.
Cuando terminó me dijo que estaba todo bien, que se veía todo normal. Me mandó a vestir, me senté frente a su escritorio y me dijo que me podía hacer la citología en seis meses, que podía volver a consulta cuando quisiera. No me dijo nada más.
Cuando salí me encontré con dos amigas que estaban cerca de Profamilia y cuando me acerqué a ellas les dije: “Me acaba de pasar algo muy raro. Me acaba de examinar el ginecólogo y yo sentí que eso no era normal. Me sentí feo. Me sentí como maluca”. Una de esas amigas había tenido una situación similar con otro ginecólogo. Me dijo: “Paola, a mí también me pasó igual. Yo también sentí que me tocaron. Yo también sentí que eso era incómodo, que eso no se ajustaba a lo que normalmente a uno le hacen. Pero pues tampoco dije nada”.
Esa noche soñé con esa sensación y estuve con eso en la cabeza por lo menos un mes, dándole vueltas. Yo no sentía que hubiera sido normal y además no sabía si en serio me había tocado, o si me lo estaba imaginando. También tenía esa incertidumbre de dónde está la línea entre lo que se debe y no se debe hacer.
Varios meses después hablé de eso con unas amigas feministas que me escucharon, me entendieron, me creyeron y me brindaron soporte. En ese espacio dije como “okay, creo que sí estuvo mal lo que me hicieron y por eso me sentí mal por tanto tiempo”.
Le conté a mi mamá y me puse a llorar. Entonces pensé que si me ponía a llorar contando eso era porque sí hubo algo mal hecho. Recuerdo también que cuando salí de esa cita, cuando en la recepción me preguntaron cuándo quería volver, yo les respondí que no quería que me volviera a revisar ese doctor.
***
Diana, amiga de Paola
Estábamos hablando y Paola nos dijo: “Chicas, yo no sé, tuve una cita hace mucho tiempo y no estoy segura si lo que pasó estuvo mal o bien, si fue incorrecto”. Y nos contó que ella había tenido papiloma humano, que había ido a muchas citas, como que estaba acostumbrada, se conocía de memoria la rutina de la revisión que debía hacerle cualquier ginecólogo. Y una vez fue a Profamilia, tuvo una cita y la estaban revisando y sintió que el médico se le hizo al lado de una pierna y como que la tocó con su pene, entre el pantalón, obviamente. Ella sintió que era raro, como que muchas veces había ido y no era normal que eso pasara. Pero no dijo nada.
Nos empezó a decir que ella no sabía si eso estuvo bien, si estuvo mal, si solo fue su impresión, pero lo que nosotras le dijimos fue que solo el hecho de que ella se sintiera mal era suficiente para saber que no había estado bien.
Luego fue por su historia médica y se enteró de que el médico ni siquiera era ginecólogo. Y bueno, nos enojamos aún más.
***
Paola cuenta que, al ser atendida por el doctor Helder Calderón Lacouture, notó que su examen fue irregular. Cuenta que Calderón le acercó el pene a su rodilla y que la tocó de forma sexual, tratando de estimularla.
Como la denunciante asiste a estos chequeos con frecuencia, supo con claridad que así no se realiza el examen. Sin embargo, se quedó paralizada y no supo cómo responder. Al comentarlo con sus amigas, Paola encontró que algunas de ellas habían tenido experiencias similares con otros especialistas en Florencia.
El presunto abuso sexual que vivió Paola la afectó emocionalmente pues reporta haber tenido ansiedad y pesadillas en los meses posteriores a los hechos. También dice fue al encontrar un espacio feminista que pudo socializar su experiencia y entenderla como acoso. Para este reportaje Paola pidió acceso a su historia clínica en Profamilia. Al revisarla, Paola se dio cuenta de que Calderón no es ginecólogo sino médico general.
Volcánicas tuvo conocimiento de otro caso de presunto abuso sexual cometido por Helder Calderón. Jessica, prima de la víctima, relató que Calderón presuntamente le hizo preguntas inapropiadas y con contenido sexual a Clara, su prima. “Preguntas de que cuántas veces sostenía relaciones sexuales, que con cuántos hombres, que si le gustaba”, aseguró Jessica. Luego, en el consultorio, Calderón presuntamente le hizo un tacto vaginal en donde tocó a Clara de forma sexual e intentó estimularla mientras rozaba sus genitales entre el brazo y la pierna de la paciente.
A partir de estas experiencias Clara radicó una queja por escrito en Profamilia. En el documento la paciente denunció que: “En el procedimiento el doctor estuvo un poco raro porque ubicó su mano derecha en mi pierna izquierda muy cerca de mi vagina […] empezó a hacer movimientos con sus dedos muy anormales y uno de ellos tocaba mi clítoris, por instantes largos u otros cortos. En ese transcurso entró un muchacho moreno de camisa rosada […] el señor Helder se asustó y dejó de hacer el movimiento extraño con sus dedos. Al cerrar la puerta, el médico volvió a hacer el movimiento anormal tocando mi clítoris y ahora intentaba ponerme el brazo izquierdo encima de mis senos. Fue allí cuando sentí en mi brazo derecho que su pene estaba erecto”.
Volcánicas envió un cuestionario a Profamilia preguntando por las denuncias en contra de médicos que trabajan en la institución. Sobre Helder Calderón, la institución dijo que recibió una queja a través de sus canales de atención, relacionada con extralimitaciones físicas o verbales durante la prestación de sus servicios. Al recibir la denuncia iniciaron el proceso de investigación sobre lo sucedido y se le dio la oportunidad al Calderón de explicar su versión de los hechos. “El profesional renunció al centro de salud en el curso de las investigaciones del proceso en cuestión. Frente a este caso nos permitimos informar que la persona implicada ya no se encuentra vinculada a nuestra institución”, señaló el centro médico en su respuesta.
Consultamos a Profamilia por qué el doctor Helder Calderón, siendo médico general y no ginecobstetra, realizaba tactos vaginales. Respondieron que los profesionales de la salud, incluyendo profesionales en medicina general, pueden realizar tactos vaginales en la medida en la que estos se requieran técnicamente y que, para ello, existen guías y protocolos establecidos por el Ministerio de Salud. “Por lo tanto, el hecho de realizar este tipo de procedimientos no configura un comportamiento incorrecto per se. Es posible que un profesional en medicina general pueda y deba llevar a cabo tactos genitales con el objetivo de hacer una valoración integral de sus pacientes y el examen físico ginecológico y urológico necesario”.
Sin embargo, Profamilia advierte que “si bien los tactos vaginales hacen parte de los procedimientos requeridos para la prestación de algunos servicios, es claro que ningún profesional debe, de ninguna manera, hacer tocamientos genitales que no correspondan a los procedimientos médicos requeridos para la atención particular, o que no sean aprobados por la persona, escenario que, dentro del ámbito médico, debe hacerse evidente a través del consentimiento informado, oral y escrito. En este, el profesional debe informarle a la usuaria el procedimiento que llevará a cabo para que ella entienda y consienta la realización. De manera contraria, la organización contempla la investigación y sanción de profesionales que lleven a cabo tocamientos indebidos o no consensuados”.
Tratamos de encontrar el contacto del doctor Helder Calerón para obtener su respuesta a las denuncias recibidas por Volcánicas, pero no pudimos conseguirlo por ningún medio. Solicitamos su contacto en Profamilia y nos informaron que, por política de tratamiento de datos, no pueden compartir la información de contacto de empleados o exempleados. Tampoco encontramos redes sociales asociadas al nombre “Helder Calderón Lacouture” o ninguna otra que correspondiera con las características profesionales y laborales del médico. Encontramos en un blog, a nombre de Luis Eduardo Escandón Dussan, quien incluye a Calderón como referencia personal junto a un número telefónico. Llamamos y nos contestaron indicando que el número no es del doctor Calderón.
Denuncia contra Julio Camilo Arrata Echeverría, médico ginecólogo
Nació en Guayaquil (Ecuador) y se formó como médico en la Universidad Estatal de Guayaquil. Actualmente es ginecólogo del Hospital Departamental María Inmaculada, como registra la página Función Pública.
En su perfil de LinkedIn tiene a Profamilia como su lugar de trabajo. También aparece en la lista de colaboradores de la Clínica Crear Visión de Mocoa, Putumayo.
En su página de Facebook (que no actualiza desde abril de 2021), publicó dos fotos explícitas de vaginas de sus pacientes, así como la fotografía de otra paciente lista para cirugía, con las piernas completamente abiertas y aparentemente sedada. Las tres fotos son de 2012, pero generan preguntas sobre si las mujeres dieron su consentimiento para que fotografías íntimas de un procedimiento de salud aparecieran en una red social.
En la Superintendencia de Notariado y Registro figura como propietario de un apartamento, un depósito y un garaje al norte de Bogotá.
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Juliana, 37 años, víctima de abuso sexual
Muchas veces, sobre todo así una sea feminista, cuando le pasan este tipo de cosas las personas tienen la expectativa de que una haga algo para que otras mujeres no les pase. Y sí, pero es como si todo el peso del sistema cayera sobre una. Es complicado y me hace sentir a veces culpable de no haberlo dicho en el momento.
Yo viví en Caquetá un poco más de tres años. La humedad allá es tenaz, el agua y el tema de la higiene menstrual. Tuve una herida en la vulva, en los labios vaginales, y pues yo siempre había sido una usuaria de Profamilia y nunca tuve nada de qué quejarme. De hecho, admiro la institución y lo que hace en temas de aborto y de promoción de la salud sexual y reproductiva.
En octubre de 2018 fui a una cita médica y pregunté si había posibilidad de que me atendiera una ginecóloga y me dijeron que no, que solo había dos doctores. Yo dije bueno, pues no importa, igual yo necesito que me atiendan. Entré al consultorio y el doctor tenía un acento como costeño. Me empezó a hacer la consulta: qué era lo que quería, que yo de dónde era, “ay sí, yo conozco Santander, yo estuve allá, yo tuve una novia y tú te pareces mucho a ella”. Como que finalmente una está como tan acostumbrada, desgraciadamente, a que le digan estos comentarios que una los deja pasar.
Luego pasamos al examen físico. Estás en una camilla ginecológica con tus partes íntimas expuestas, super asustada, estás nerviosa. Y yo sí veía que él tocaba y tocaba y tocaba el labio y era super incómodo, pero yo en mi cabeza decía: “No pasa nada, es un profesional, es un profesional”.
Entonces el doctor me dijo: “Bueno, ahora vamos a revisarte por dentro”. Y yo en mi cabeza pensé que era raro porque en Profamilia tú pagas la consulta ginecológica, pero si te van a hacer una ecografía transvaginal o cualquier otro proceso tiene un costo adicional. Pensaba: “¿Por qué lo va a hacer, si además mi lesión es externa?”
La tercera cosa que hizo, que fue súper rara, es que cogió el aparato de la ecografía transvaginal, que es como un tubo, y a eso le ponen siempre un preservativo y gel. Él no le puso preservativo, le puso un guante de látex. Y a mí otra vez me pareció raro, pero tenía las piernas abiertas delante de otra persona que se supone que tiene el poder, porque es médico y yo no. Y con el guante de látex me hizo el examen transvaginal.
Me dijo otro comentario que fue incómodo: “Tú estás bien. Mira esa cérvix tan linda que tienes”. Yo no necesito que un doctor me diga si mi cérvix es bonita o no es bonita. Es un comentario completamente fuera de lugar.
Terminó el examen y dijo: “Bueno, no, no tienes nada. Esa herida con una crema y un antibiótico se cura”. Y con todas esas malas sensaciones que ya tenía, pero sin hacer nada, me entré a cambiar. Y aquí es donde viene la parte más horrorosa de todas.
Yo no lo vi, o sea, no le vi el pene, pero una lo sabe. Una puede ver la cara de alguien que sabe que lo cogieron haciendo algo que es indebido. Y fue horrible. Yo salí de cambiarme, lo que implica abrir la puerta del baño, cerrar la puerta del baño, caminar desde la parte donde está la camilla hasta la parte donde está el escritorio… Y este tipo estaba tan concentrado masturbándose, que ni me escuchó.
Cuando me vio, no sacó las manos de debajo de la mesa. Pero todo: su cara, la posición corporal, las manos debajo del escritorio. Se demoró una eternidad en sacar las manos de debajo del escritorio para darme la fórmula médica, la cogí y salí temblando del consultorio.
Antes de la cita médica, una amiga mía que trabajaba en la Defensoría del Pueblo —que queda justamente frente a Profamilia— me dijo que nos viéramos. Le dije que sí y al terminar la consulta con el doctor ella estaba sentada afuera del consultorio esperándome. Me vio y me preguntó: “¿Qué pasó? ¿Está bien?”. Le respondí: “No. Vámonos ya de aquí”. Luego le conté a ella, pero la verdad, yo me quise ir para mi casa porque fue horrible y cuando llegué pues ya hice como todo el proceso de llorar. Llamé a una de mis sobrinas, le conté a otra amiga y a mi roomie cuando llegó. Yo pensaba que no me hizo nada, pero sí me hizo algo porque tocó mi vagina, me metió algo dentro de la vagina que no hacía parte de la consulta y ¿cómo no me doy cuenta?, o si me estoy dando cuenta, ¿cómo es que no lo paro? Cómo no me siento y le digo: “Oiga, ¿qué le pasa?”.
Bueno, fue realmente muy horrible. Yo sé que debí haber hablado antes. Me pasó a mí. Yo soy profesional, tengo una maestría, soy feminista, tengo un carácter fuerte. No me puedo imaginar lo que este hombre le hace a las mujeres y a las niñas que vienen de zonas rurales de Caquetá.
En 2019 tuve que buscar a otro ginecólogo que me atendiera, llamé a Profamilia y pregunté qué doctores estaban atendiendo. Me nombraron al mismo médico que hizo eso, me puse a temblar y colgué.
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Valeria, amiga de Juliana
Yo soy amiga de Juliana y en ese momento la acompañé a la cita médica en Profamilia. Salió muy afectada, súper nerviosa, le temblaban las manos, como que quería irse y solo me decía “quiero irme ya, quiero irme ya”. No me quiso comentar en el momento qué había pasado.
Después, ella me contó que cuando le hicieron el examen, el doctor hacía comentarios como “qué lindo útero; está bien para tener hijos”, o sea, así como comentarios que no venían al caso de la situación médica. Se sintió muy incómoda por eso. Luego, cuando terminó de vestirse, salió del consultorio y notó que el médico se estaba tocando sus partes íntimas. Entonces ella huyó del lugar.
Cuando me comentó la historia con mayor detalle, yo le dije bueno, hay que generar alguna acción, esto no se puede quedar así. Una afectación que puede pasarle a otras personas y que te pasó a ti y en ese momento ella dijo “no, yo no quiero, yo no quiero hacer nada. Yo quiero dejar aquí esto, olvidar este incidente”. Y pues ahí quedó la situación.
***
Juliana habló con Volcánicas el 17 de septiembre de 2021. Esa mañana, antes de nuestra conversación, llamó a Profamilia en Florencia para estar segura del nombre del médico que la atendió y para pedir su historia clínica. Descubrió que Julio Camilo Arrata seguía trabajando como ginecólogo.
Un mes más tarde, en respuesta al cuestionario enviado por Volcánicas, Profamilia informó que había recibido dos quejas, una de carácter escrito y otra verbal, contra Arrata: “En su momento, y conforme al procedimiento interno de respuesta a PQRS, Profamilia gestionó las quejas. Cabe señalar que el profesional ya no se encuentra vinculado de ninguna manera con la organización”.
En ese mismo cuestionario, Volcánicas consultó si Profamilia contaba con médicas ginecólogas mujeres. La respuesta de la institución fue que no, pero que tienen una Política de Equidad de Género “con el propósito de contribuir a la disminución de las brechas de género persistentes en el contexto colombiano. […] A través de evitar restricciones de género en procesos de selección, así como acciones afirmativas respecto de cargos de alto nivel, en Profamilia más del 76% de las personas empleadas a nivel nacional son mujeres”.
Volcánicas contactó a Julio Camilo Arrata a través de una llamada telefónica. Esta es la transcripción de la entrevista:
Volcánicas: ¿Alguna vez le ha hecho a sus pacientes comentarios sobre su apariencia física que no estén relacionados con nada médico?
Julio Camilo Arrata: Que yo sepa, no.
V: ¿Alguna vez le ha dicho a sus pacientes que tienen un “cérvix bonito”?
J.C.A.: Sí, que su cérvix está bonito, sano, claro que sí.
V: ¿Alguna vez ha hecho una ecografía transvaginal con un guante de látex?
J.C.A.: No se hace necesariamente con condón. El asunto es proteger el transductor de ecografía y evitar infecciones cruzadas. Con guante de látex se hacen ecografías y también se hacen, cuando no hay condón, con papel celofán.
V: ¿Alguna vez se ha masturbado en el consultorio médico después de atender a una paciente o con la paciente en el mismo espacio?
J.C.A.: Que yo sepa, no.
V: ¿Ha tenido denuncias por acoso o abuso sexual?
J.C.A.: Que yo sepa, no.
V: ¿Tuvo o tiene procesos judiciales en su contra?
J.C.A.: ¿De qué tipo?
V: De violencia sexual.
J.C.A.: Que yo sepa, no.
V: ¿Ha acosado sexualmente a alguna de sus pacientes?
J.C.A.: No. Imposible.
Conductas sexuales inapropiadas en la relación médico-paciente
Según el reporte del Grupo de Trabajo sobre Médicos con Conducta Sexual Inapropiada (Report and Recommendations of the FSMB Workgroup on Physician Sexual Misconduct), en adelante GTMCSI, adoptado como política oficial por parte de la Federación de Juntas Médicas Estatales de EEUU (Federation of State Medical Boards) en mayo de 2020: “La relación médico paciente es inherentemente desbalanceada: el o la médica tiene poder sobre el o la paciente, que a su vez entra a la relación desde un lugar de vulnerabilidad debido a la enfermedad, y a la cantidad de información personal que tendrá que divulgar y a lo expuesto que queda su cuerpo en el exámen físico. Esta vulnerabilidad aumenta porque el o la paciente confía en él o la médica, quien tiene el poder de dar cuidados, prescribir tratamiento y referir a consultas especializadas”.
En todos los casos que presentamos en este reportaje las denunciantes hablan de sentir esta vulnerabilidad ante los médicos tratantes. Por ejemplo, Marta explica que una de las razones por las que bajó la guardia en la consulta era el dolor que sentía. Esta diferencia de poder se agranda cuando también hay diferencias de género (un médico hombre y una paciente mujer) o de clase social (los médicos especialistas, por el gasto que requiere su educación, suelen ser de clases privilegiadas).
Cuando esta confianza se rompe por alguna forma de acoso o abuso sexual, esto genera “un profundo impacto traumático en la víctima, su familia, y la práctica médica como un todo”. Según el reporte, el acoso y abuso sexual (Sexual Misconduct) por parte del personal médico se define como una conducta que “abusa de la relación médico-paciente en una forma sexual. Los comportamientos sexuales entre médico y paciente nunca son necesarios para diagnosticar, ni como forma de terapia. Este comportamiento puede manifestarse de forma física o verbal, puede ocurrir en persona o en la virtualidad, e incluye expresiones de pensamientos o sentimientos o gestos de naturaleza sexual”. En este reportaje los comentarios de naturaleza sexual por parte de los denunciados son una constante, pero los médicos excusan los comentarios inapropiados como parte de la consulta. Según el testimonio de Marta, “cosas de médicos”. Rojas también, presuntamente, le ofrece a Marta “penetrarla” a manera de “tratamiento”.
Según el reporte del GTMCSI este tipo de conducta ocurre en un espectro de severidad, que va desde las prácticas de “grooming”, que son conductas que no necesariamente pueden ser calificadas como acoso pero que son previas al acoso, como dar regalos (Marta cuenta en su testimonio que Rojas le regaló un medicamento después de presuntamente abusarla), trato especial (según los testimonios de Marta y Margarita, Rojas presuntamente le dice ambas que son “bonitas”), compartir información personal (Juliana cuenta que Arrata presuntamente le dijo que ella “se parecía a una novia que tuvo”, a Margarita Rojas le preguntaba si tenía novio y le hablaba del “poliamor” y Paola cuenta que Calderón le hacía preguntas inapropiadas como que si le gustaba tener relaciones sexuales).
“Otras formas graves de conducta sexual inapropiada inlcuyen gestos sexualmente inapropiados, lenguaje seductor o sexualmente sugerente, irrespetuoso de la privacidad del paciente o sexualmente degradante. Estos comportamientos no necesariamente implican contacto físico. Una conducta inapropiada puede ocurrir en línea, por correo, por teléfono o mediante mensajes de texto”. Así sucede en el caso de Margarita, quien presuntamente es contactada vía telefónica por Rojas violando la privacidad de su historia clínica. “Otros ejemplos de conducta sexual inapropiada involucran contacto físico, como realizar un examen íntimo de un o una paciente con o sin guantes y sin justificación clínica o explicación de su necesidad y sin obtener consentimiento informado”.
Una de las malas prácticas más recurrentes en estas denuncias es precisamente que no se les da la oportunidad a las pacientes de dar consentimiento informado. El reporte del GTMCSI explica que “el proceso de consentimiento informado debe incluir, como mínimo, una explicación, discusión y comparación de las opciones de tratamiento con el o la paciente, incluida una discusión de los riesgos involucrados con los procedimientos propuestos, una evaluación de los valores y preferencias de el o la paciente, para llegar a una decisión conjunta de tratamiento con el o la paciente. Este proceso debe estar documentado en el historial médico del paciente”.
Varias denunciantes como Paola, Marta, Margarita y Juliana, cuentan que se les realizaron exámenes sin explicar la razón de los procedimientos y sin pedirles antes consentimiento informado. De forma contraria, pero igualmente revictimizante, el médico Héctor Ramírez no incluye en la historia clínica lo que Charlot le pide. En todos los casos, los médicos infantilizan a las pacientes al no tomar en cuenta su voluntad.
Entes investigativos: cómplices e inoperantes
Dos fuentes entrevistadas por Volcánicas nos manifestaron su desconfianza en la Fiscalía como ente garante de justicia para las mujeres víctimas de violencia sexual en Florencia, Caquetá. Entre sus razones mencionaron que Cathalina Hernández Andrade, la fiscal encargada del Centro Atención Integral Víctimas de Abuso Sexual en la seccional Caquetá, tiene un trato displicente con las víctimas que favorece a los victimarios.
Para argumentar su señalamiento, relataron que en un evento realizado el 28 de septiembre de 2021, convocado por la Secretaría de Salud de Florencia en atención a una petición de la Fiscalía para capacitar a las y los médicos en la recolección de elementos materiales probatorios en materia de violencia sexual, la fiscal Hernández mencionó casos en curso en la Fiscalía por presunta violencia sexual. En ellos se refirió a las sobrevivientes como “tipas” a quienes “no se les puede creer”.
Nuestras fuentes aseguran que la fiscal Hernández “hace juicios de valor sobre los casos que no han llegado a término y subestima las emociones y sensaciones de las mujeres, menospreciando la sensación de incomodidad. Dice que las mujeres denuncian por venganza”.
Otra fuente relató, en sus palabras, que en ese mismo evento la fiscal presuntamente dijo: “Hombres, una recomendación: no tengan sexo con mujeres borrachas, porque las mujeres borrachas dicen ‘sí, hagámoslo’. Pero al otro día se levantan y dicen ‘Ay, como que me violaron. Voy a denunciar’”.
Volcánicas se contactó con la fiscal Hernández Andrade para conocer su opinión sobre los señalamientos en su contra. Respondió, a través de un correo electrónico: “No estoy autorizada para dar entrevista en ningún caso, ello por disposición de la Dirección de Comunicaciones de la Fiscalía General de la Nación”. Añadió que la solicitud podría ser atendida por el Director Seccional de Fiscalías Caquetá, Diego Fabian Peñuela Reina.
Entrevistamos entonces a Peñuela Reina, para preguntarle qué garantías tienen las víctimas de violencia sexual cuando una de las fiscales que lleva los casos tiene actitudes o comentarios revictimizantes hacia las denunciantes. El director seccional aseguró que no tiene quejas sobre ninguna funcionaria de la entidad y que, si las víctimas no hubieran tenido garantías, no se habría asegurado el esclarecimiento, del 50% del total de los delitos atendidos por la seccional: “Nosotros solo podemos hablarles y garantizarles la justicia a través de resultados y esos resultados son los que hablan de la actuación de los funcionarios de la seccional”, concluyó Peñuela Reina. No obstante, Reina no especificó si se refería a casos de violencias ejercidas contra la mujer.
En un evento organizado por la Universidad de la Amazonía y la Defensoría del Pueblo – Regional Caquetá, dirigido a estudiantes de derecho de la universidad para “promover la discusión sobre avances y barreras para la materialización de los derechos de las mujeres y acceso a la justicia en casos de violencia”, la fiscal Cathalina Hernández hizo afirmaciones igualmente problemáticas:
“Recibimos muchos hechos o reacciones de hechos en los que la víctima va por la calle y la miraron, pero eso no constituye un delito sexual. Que la desvistan con la mirada no significa ni acto ni acceso ni ningún tipo de abuso”.
Es cierto que el acoso sexual no es un delito tipificado por el Código Penal, pero no por eso deja de ser una forma de violencia sexual.
Más adelante, la fiscala afirmó: “Hay que focalizar los esfuerzos para que sean bien utilizadas las rutas [de atención]. Porque ese tiempo que gastamos en hacerle una atención a una víctima que no es víctima, perdemos en realizar en realidad una atención bien efectuada a una víctima que sí ha sido abordada y menguada en su libertad sexual”.
Llama la atención que una fiscal encargada de atender las denuncias de violencia sexual afirme que “hay víctimas que no son víctimas”, insinuando que algunas son falsas, cuando el 98% de las denuncias por violencia sexual son verdaderas.
Médicos poderosos
En los testimonios de este reportaje hemos encontrado que hay una serie de malas prácticas médicas y violencia de género enquistadas en el sistema de salud de Florencia, Caquetá. En este contexto, las pacientes y mujeres integrantes del sistema de salud quedan vulnerables a la violencia sexual.
Encontramos que las mujeres con las que habló Volcánicas que viven violencias sexuales en el sistema de salud dejan de asistir a revisiones y chequeos poniendo su salud en riesgo, dejando que todo tipo de enfermedades empeoren al no buscar tratamiento, con tal de no volver a quedar expuestas a las mismas violencias en manos de los mismos doctores.
El gremio de profesionales de la salud en Caquetá es muy pequeño y hay pocos especialistas. Esto tiene dos efectos: 1) hay poca movilidad laboral dentro del gremio y los especialistas se enriquecen rápidamente pues hay mucha demanda y poca oferta para su trabajo. 2) Las pacientes no cuentan con opciones para escoger médico tratante y difícilmente podrán escoger tratantes mujeres. Hacer una denuncia por acoso o abuso sexual a uno de los médicos poderosos del Caquetá podría significar que las víctimas se queden sin trabajo o sin servicio médico especializado.
Práctica médica autoritaria
En la médula de las conductas sexuales inapropiadas en el gremio de la medicina, en donde tanto pacientes como médicas son víctimas de acoso y violencia sexual, hay dos problemas estructurales: la desigualdad de género al interior del corpus médico y la práctica médica autoritaria.
Una encuesta realizada por Medscape en 2021, sobre igualdad de género en el gremio de la medicina en Argentina, que entrevistó a 1419 médicas y médicos del país, mostró que solo el 5% de los médicos hombres respondió que se había sentido afectado por la desigualdad de género en su ámbito de trabajo actual, en comparación con 32% de las médicas. La encuesta de Medscape también encontró que entre las principales dificultades de las mujeres para ejercer la profesión de la medicina están la realización de trabajos de cuidado en su familia y el acoso sexual.
La encuesta también mostró que solo el 12% de los médicos no tienen hijos versus el 29% de las médicas, lo que muestra que la paternidad no es un obstáculo profesional para los hombres pero sí para las médicas mujeres. Finalmente, la encuesta muestra que también hay diferencias de género en la elección de especialidades, una decisión que tiene mucho que ver con entornos hostiles y exigencias horarias que pueden ser incompatibles con trabajos de cuidado. Así es que según la encuesta hay más médicas en pediatría, dermatología, nutrición, ginecología, neonatología e infectología, mientras que los médicos hombres dominan especialidades como “urología, cardiología, las distintas ramas de la cirugía, neurología y hasta obstetricia”.
Un estudio de 2017 muestra que un 30% de las mujeres versus un 4% de los hombres vivieron acoso sexual durante la carrera de medicina. Según Márvel Barón Médina, médica patóloga de la Universidad Nacional, en el ensayo Las palomas tienen hambre: Una mirada a las violencias de género en el sistema de salud en Colombia: “Se conoce que hay especialidades donde este acoso es mayor, estando cirugía y anestesia en los primeros lugares. Los efectos a corto, mediano y largo plazo se evidencian desde el rendimiento académico, el éxito de la profesional y la aparición del síndrome de burnout. La expresión de esta violación a los Derechos Fundamentales es diversa: una es el acoso genérico que incluye comentarios y actuares sexistas que buscan menoscabar la dignidad de la persona”.
Esta desigualdad de género se hace más marcada gracias a la “práctica médica autoritaria”. Las jerarquías en el campo médico se asemejan a las líneas de mando militares, con agentes de diferente rango. Esta organización vertical se impone desde la universidad, a través de un conjunto de prácticas que incluyen humillaciones y castigos y un disciplinamiento sistemático.
Según el libro Sociología de la práctica médica autoritaria, una investigación multidisciplinaria publicada por la Universidad Autónoma de México en 2015, “el disciplinamiento de género constituye la cuarta dimensión del curriculum oculto. Por ejemplo, puede ocurrir que en las aulas de clase las mujeres deban enfrentar y lidiar con diversas expresiones de discriminación de género que las lleva a ser construidas fundamentalmente como elementos para el ornato, para la diversión o el ‘ligue’, para el servicio, o bien, como agentes francamente inferiores que no deben, por definición (por ser mujeres), aspirar a las mejores calificaciones”.
Esta investigación confirma lo que mostró la encuesta de Medscape: “Ciertas especialidades, como cirugía y urología, entre otras, están material y simbólicamente cerradas para las mujeres. Tal exclusión se logra mediante prácticas de hostigamiento sistemático a aquellas mujeres que intenten cursar alguna de estas especialidades. Como es previsible, este estilo docente está asociado a la reproducción profesional de las desigualdades de género, donde abiertamente se proclama que ciertas especialidades médicas no son para las mujeres”.
La cosificación y subalternización de las mujeres al interior del corpus médico se refleja en el trato entre médicos y pacientes: “En los encuentros médico-paciente con actores de diferente sexo, los varones perciben ante sí a una mujer (independientemente de que sea médica o paciente), mientras que las mujeres perciben ante sí a un médico o a un paciente (independientemente de que sea varón o mujer)”. De esta manera, las pacientes son tratadas con un “paternalismo autoritario” en donde se ignoran sus deseos y a veces hasta su dolor. Este trato se aprende en la práctica y está íntimamente ligado con la práctica de desvincularse emocionalmente de las y los pacientes.
Virginia es médica especialista de uno de los dos hospitales implicados en esta historia y pidió la reserva de su identidad, pues siente que podría haber represalias en su contra. Afirmó que el sistema de salud “es sumamente patriarcal en todos los elementos. No solo la parte de la sobrevaloración de lo masculino y la minusvaloración de lo femenino, sino el derecho legítimo de ejercer un poder sobre otros hombres, mujeres, niños y minorías”. Virginia cuenta que ha escuchado de casos de médicos que se masturban en frente de sus pacientes y que ha acompañado estas quejas ante una centro médico en donde le dijeron que conocían otros casos. Anotó que “el problema más grave son los ginecólogos y urólogos, pero frente al personal de las instituciones, lo más complicado son los cirujanos y anestesiólogos”.
Esto se debe a que “en las salas de cirugía hay poca privacidad, sobre todo para quitarse la ropa y ponerse las pijamas quirúrgicas”. También dijo que dicha situación se presta para situaciones de acoso. Añade que las más vulnerables a la violencia sexual en los hospitales son las internas, por tener menor jerarquía.
Charlot, una de las denunciantes de este reportaje, aseguró que “eso es pan de cada día”. En su testimonio, cuenta cómo el acoso sexual estaba normalizado en el internado, y que las internas eran las más vulnerables al acoso de médicos especialistas. Aunque internas y médicos comparten espacios sociales fuera del hospital, esta jerarquía se mantiene y vemos, por ejemplo, que Charlot está preocupada por “atender” al doctor. Luego, cuando Charlot busca atención médica tras su experiencia de violencia sexual, pierde su rango como estudiante de médicina y pasa a ser una paciente más. La cadena de médicos y enfermeras que la atienden no escuchan sus necesidades ni la examinan de forma completa según los protocolos.
Además, la estructura jerárquica de los cuerpos médicos en un contexto tan cerrado hace que en la profesión cierren filas para proteger a los agresores. Como estas jerarquías también crean diferencias económicas y, por lo tanto diferencias de clase, las denuncias son aún más difíciles: los especialistas vienen de familias con capacidad económica para pagarles la especialidad y luego adquieren aún más poder económico y adquisitivo que les permite “comprar lo que quieran incluyendo silencios”, explicó Virginia. Agregó que “lo que hacen es aumentar su capital, pero ya son gente con poder, familias con poder, con plata. Más el poder que le da el ser médicos especialistas. Es una sumatoria de poderes muy intimidante”.
Según el reporte del GTMCSI: “Estudios muestran que la conducta sexual inapropiada por parte de los médicos no suele denunciarse debido a varios desafíos que enfrentan los y las pacientes. Entre ellos se incluye: la desconfianza en la capacidad o voluntad de las instituciones tales como juntas médicas estatales, hospitales y otras organizaciones para tomar medidas en
instancias de conducta sexual inapropiada; miedo al abandono o represalia por parte del médico; factores personales o sociales relacionados con el estigma, la vergüenza; el no querer revivir una situación traumáticas; falta de información sobre cómo presentar quejas; o incertidumbre de que lo que ha ocurrido es, de hecho, poco profesional y poco ético”.
Según el reporte del GTMCSI, para mejorar esto es necesario que haya varios canales para poner quejas y denuncias (por escrito, vía telefónica, e-mail, formularios online), información sobre cómo denunciar y sobre el tipo de comportamientos que son inadecuados, la posibilidad de hacer denuncias anónimas, sanciones a integrantes del cuerpo médico por no denunciar y revisiones de pares orientadas no solo a la práctica médica, sino también a los tratos de las pacientes.
Resolver el problema de las conductas sexuales inapropiadas en la práctica médica implica un esfuerzo trasversal que exige cambios sustanciales en la forma autoritaria y machista en que se enseña la medicina que resulta en estructuras de poder verticales que facilitan el acoso y el abuso sexual. Deben hacerse jornadas educativas para identificar la violencia de género (que incluyan a todo el personal del corpus médico y personal administrativo y de servicio y limpieza) y un sistema de quejas accesible. Debe también haber transparencia en el manejo de dichas quejas, y en la estructura de poder y toma de decisiones de las instituciones médicas, junto con investigaciones exhaustivas y medidas disciplinarias ejemplarizantes. Es necesario también que el sistema de salud se preocupe por que haya mujeres profesionales disponibles para atender a pacientes en todas las ciudades y no solo hombres. Sobre todo se necesita un cambio cultural que deje de ver a los y las pacientes como partes del cuerpo a examinar y las reconozca como ciudadanas con agencia y derechos.
*Los testimonios obtenidos son el resultado de entrevistas directas, que cuentan con grabaciones con fechas precisas y demostrables a través de metadata, además de chats de soporte fechados. Dichos documentos están protegidos por el secreto profesional y han sido periodísticamente editados para garantizar su legibilidad. Todos los nombres de las víctimas y los testigos fueron cambiados para respetar su privacidad y evitar represalias, y sus identidades están protegidas por el secreto profesional consagrado en el artículo 74 de la Constitución Política de Colombia.
CRÉDITOS
Reportería: Luisa Fernanda Gómez Cruz
Asistente de reportería: Victoria Arroyave
Edición y análisis: Matilde de los Milagros Londoño y Catalina Ruíz-Navarro
Edición jurídica: Ana Bejarano
Ilustraciones y diseño: Carolina Urueta y Lina María Rojas
Excelente reportaje, ojalá se pueda viralizar para potenciar su impacto.
Importante conocer las realidad de atrás de la puerta del consultorio. Las jerarquías de poder evidenciadas acá nos muestran como las mujeres somos vulnerables hasta en busca de salud
Como ellas, habemos muchas víctimas más de estos mal llamados médicos «profesionales» Ojalá la paguen en vida todo el dolor y el daño que han hecho.
Buen trabajo y buena lectura del problema.
Gracias por su labor.
Acá está claro como se cruza la barrera del colegaje a la complicidad delictiva.
Excelente y necesario reportaje. Que asco tanta violencia y tan naturalizada por las entidades. La única defensa que tenemos las mujeres es a nosotras. La fiscalía es tan ilegítima y retrasada
Muy importante poner sobre el ojo lo que pasa en esos contextos dónde se da la naturalización del acoso, se silencia el abuso y no se condena, cada historia es el reflejo de lo que nos sucede o ha sucedido a las mujeres. Gracias por compartir este esfuerzo.
Me parece muy incorrecto y poco ético que uds revista Volcánicas publiquen la imagen del WhatsApp de uno de los drs, ya que son 2 niñas y están ustedes de esa manera violentado y vulnerando sus derechos y exponiendo a que esas menores de edad sean objeto de maltrato psicológico ante los comentarios que puedan hacerles los adultos que leen este tipo de reportajes.
Si volcanicas ha hecho públicas esos casos y con esas acusaciones deben de tener pruebas confirmatorias y no prejuzgar. Soy una mujer de 64 años. Mi hijo fue asesinado por un tipo de denuncia igual, 1 mes después de muerto mi hijo, la mujer que hizo esas acusaciones me buscó para pedirme perdón porque no podía vivir con él sentimiento de culpa, me confesó que mintió para poner esa denuncia porque quería vengarse, ya que mi hijo la rechazó como mujer porque él ya estaba con una buena muchacha. Ya nada se puede hacer, mi hijo sigue muerto. Ya perdoné a dicha mujer. Pero les pido que tengan en cuenta mi historia , no le deseo a otra madre perder a su hijo por la falsedad en dichas acusaciones, eso es algo muy delicado. Por favor mujeres, si de verdad les ocurrió eso que dicen, claro que hay que denunciar, pero si es solo por venganza, no es lo correcto. Imagino que esos doctores tienen hijos y mamá que somos los que más sufrimos por la pérdida de nuestros seres amados. Gracias, espero publiquen mi historia.
Me gustaría contactarme anónima te, ya que tengo una una información importante referente al Doctor Helder Calderon Ya Que Estos Actos Se Vienen Presentando Desde El 2010, Cuando El Doctor Helder Calderon Laboraba, En Saludcopp Antiguamente En Florencia Conocida Como Clínica Santa Isabel, Como Médico General En El Área De Urgencias!.
Me parece una buena investigación que han realizado al respecto, solamente tengo que sugerir que si seria bueno que se escuchara objetivamente la versión de los médicos y se modificara el cuestionario ya que el tipo de preguntas son incriminatorias y subjetivas. En cuanto que no pudieron ubicar al medico Helder Calderón, todos en Florencia saben que convive con la bacteriologa Viviana Coneo y que ella tiene Facebook con ese nombre en donde su foto de perfil aparece abrazada con el mismo médico Helder, por tanto deberían ubicarlo a través de ella y que se tenga en cuenta su versión de los hechos pues es un derecho que tiene a su defensa.