A 132 kilómetros de la capital de Honduras, se encuentra el municipio de Guajiquiro, La Paz, que desde lo alto se destaca por el verde de sus montañas y el cauce del Río Palagua que lo atraviesa. Sus cualidades naturales han sido foco de atención de grandes proyectos hidroeléctricos que, al día de hoy, representan una amenaza para los habitantes de la zona, pertenecientes a la etnia Lenca.
En 2007, la administración del exalcalde Leopoldo García autorizó la construcción de la represa hidroeléctrica Aurora II en una zona donde se unen los ríos San Juan, Palagua y Quebrada Honda. En 2019 empezó a llegar maquinaria de la Empresa Inversiones La Aurora y los pobladores descubrieron que los permisos, de 30 años, fueron concedidos por la presidenta del Partido Nacional, y en ese momento congresista, Gladis Aurora López. En un claro conflicto de interés, porque su esposo es administrador del proyecto La Aurora y Los Encinos, según reportó Global Witness.
La historia de Marlen Corea
En medio de jornadas de protestas, idas al río a frenar la maquinaria y reuniones nocturnas de diferentes comunidades, surgió el liderazgo de Marlen Corea, lideresa indígena lenca, de 34 años, integrante de la Plataforma Ambiental Autóctona Lenca de Guajiquiro (Palagua) y presidenta del Consejo Local Indígena Lenca.
Ella y su comunidad temen por los impactos ambientales del proyecto en Guajiquiro, una reserva ambiental que es una de las grandes zonas de producción hídrica en Honduras. En el 2000, Marlen recuerda que en el municipio había “agua por todos lados, exagerada, nacimientos por todos lados”; y 20 años después, producto de la tala y quema de bosques, pese a que está prohibida, según explica, ya no tienen el mismo acceso al agua.
Su lucha está encaminada por la histórica y respetuosa relación que tienen las comunidades indígenas con su territorio. Marlen cuenta: “El territorio y sus bienes comunes lo son todo para nosotros porque allí está nuestra vida, generaciones, ancestros que lo protegieron, cuidaron el bosque, el río, las montañas. La madre naturaleza es quien nos da todo. Es nuestra vida entera”.
Partiendo de esa premisa se organizaron, fundaron la Plataforma Ambiental Autóctona Lenca de Guajiquiro y defendieron el río del proyecto. Lograron pausarlo y el 21 de julio de 2023, haciendo uso de su autonomía y soberanía como etnia indígena, consiguieron que se declarara a Guajiquiro un municipio libre de proyectos extractivos.
Sin embargo, la concesión, los permisos y la licencia ambiental sigue vigente. Para ella, la amenaza a sus fuentes hídricas todavía es latente; y con su liderazgo, las amenazas a su vida.
Honduras, entre los países más violentos para defensoras ambientales
Para Lydia Alpizar, codirectora ejecutiva de IM-Defensoras, “las mujeres son receptoras de una gran cantidad de violencias debido justamente a que sus luchas se contraponen a los intereses de las corporaciones, de las oligarquías locales y de políticos y otros actores. También, porque los territorios en nuestra región están en disputa por el crimen organizado”.
Marlen no se puede imaginar la vida lejos de su territorio, aunque no todos allí piensan lo mismo. En 2020 fue víctima de amenazas directas por oponerse al proyecto Aurora II. Los hostigamientos venían de personas “que estaban interesadas en que se instalara la hidroeléctrica. Eran activistas del partido de Gobierno de ese entonces”. Las amenazas eran claras, unos sujetos se acercaron a ella y le dijeron que pagaría con su vida si no dejaba de oponerse.
En otra ocasión, dos patrullas de policías la abordaron a ella y a otros compañeros y les retuvieron por cerca de 20 minutos sin ninguna explicación. A raíz de ello, tuvo que desplazarse del territorio de forma temporal, dejar a su familia y a su hijo de 8 años, mantener su ubicación en secreto y permanecer en un espacio ajeno.
El desprestigio también ha sido otra de las formas de hostigamiento. “Al ser mujer la sociedad me juzga por hacer este trabajo. Han llegado personas a decirme que si no tengo que cuidar a mi hijo. Son campañas de odio, de desprestigio y estigmatización en las que dicen cosas falsas de mi labor”, cuenta Marlen.
Estas campañas de desprestigio, de acuerdo con Lydia Alpizar, están fuertemente sexualizadas o al hecho de que su liderazgo es un desafío para los roles tradicionales de género. “Están experimentando violencias a nivel digital, tanto espionaje, seguimientos de vigilancia y por supuesto, campañas de agresiones, de amenazas, de difamación que son hechas en línea”, explica.
Aunque Marlen pidió medidas de protección, le fueron negadas. “Estábamos en una narco-dictadura y en ese entonces éramos del partido de oposición. Eso provocaba que se le diera a las luchas socioambientales un tinte político. Cuando yo solicité las medidas de protección no me las otorgaron porque, para ellos, era más una cuestión política que por ser defensora ambiental”, relata la lideresa lenca.
En 2021 Xiomara Castro fue elegida como presidenta de Honduras y aunque con su mandato se esperaba un cambio pues se ha presentado como defensora de los DDHH y los derechos de las comunidades indígenas y de las mujeres, la percepción de las integrantes de algunos movimientos sociales es que el Gobierno, pese a que no es una dictadura, sigue poniendo su poder a favor de multinacionales extractivistas por encima de los DDHH y el derecho a la tierra y el territorio.
Honduras es el primer país en Centroamérica, y el tercero en América Latina, que registró más ataques a defensoras entre 2020 a 2022, con un total de 87 registros, según el más reciente informe de Oxfam, Defensoras de derechos humanos, la Madre Tierra y el ambiente en América Latina. La situación suele ser más compleja para los liderazgos en comunidades indígenas o afro y, particularmente, para las mujeres que resguardan el derecho a la tierra y el territorio.
Así lo demostró el asesinato de la lideresa indígena Berta Cáceres, cometido en marzo de 2016 por cuatro hombres que irrumpieron en su casa, en el municipio de La Esperanza. En 2018 el Tribunal de Sentencia de Honduras determinó que ejecutivos de la empresa DESA, constructora de una hidroeléctrica a la que ella se opuso, ordenaron su asesinato y hasta el momento han sido condenados 8 hombres por este crimen.
Al norte del país, Miriam Miranda, del pueblo garífuna, sufrió un atentado el 19 de septiembre de 2023, cuando cuatro hombres armados con fusiles de asalto fueron identificados merodeando su casa en la comunidad de Faya, departamento de Colón. No es la primera vez que padece hostigamientos. En 2014, Miranda fue víctima de secuestro e intento de asesinato por hombres armados de la zona y en 2017 fue detenida ilegalmente por la Policía.
Tampoco es nueva la persecución a su comunidad. El 28 de enero de este año fue asesinado el joven Ricardo Amaúl Montero y el 28 de mayo el líder garífuna Martín Morales Martínez. La organización garífuna lleva décadas de resistencia contra el desplazamiento forzado de su territorio, por causa de los intereses de narcotraficantes y proyectos extractivistas.
“El asesinato de las mujeres cumple una función de aterrorizar a las comunidades. Se trata de un feminicidio territorial”, asegura Alpizar. Además, se han establecido patrones de persecución. Los hostigamientos se suelen dar en sus casas o cerca a estas, en presencia de sus hijos o familiares, con armas de fuego y precedidos por amenazas.
Según Alpizar, estos hostigamientos: “Tienen un carácter ejemplificador. Desarticular los movimientos de los cuales las compañeras defensoras eran lideresas. Los asesinatos cumplen la función de callar sus voces”. En este sentido, la muerte de cada defensora es un mensaje para las otras: seguir su lucha las sentencia a muerte.
Ser mujer, defensora e indígena en Honduras
“Ser mujer defensora nos pone en una situación más complicada porque la sociedad te marca esos patrones en los que fuimos hechas para tener hijos, amas de casa, algo que realmente no es así”, explica Marlen, quien con esfuerzo se ha ganado un espacio en las organizaciones indígenas donde también reina “el patriarcado y el machismo”.
En su comunidad, así como en las comunidades garífunas, cuando se oponen a proyectos extractivos “las mujeres están en la primera línea, porque somos las primeras afectadas”, dice la lideresa lenca. También está ligado a su conexión, particular, con la Madre Tierra. “Nosotras somos como la Madre Tierra, la vida misma, que nos permite dentro de las comunidades tomar decisiones”, puntualiza.
Para Marlen, el liderazgo de las mujeres les ha permitido abrirse campo en otros espacios y ser referente para otras. “Las mujeres estamos siendo parte de la toma de decisiones. Están conociendo sus derechos, y ya no nos quedamos calladas. Cuando nos toca defender nuestros derechos lo hacemos con el conocimiento. Estamos experimentando ese despertar femenino que está generando cambios comunitarios”, dijo Marlen.
Gracias a liderazgos como el de Marlen, las mujeres lencas, se han posicionado como protectoras ancestrales del territorio y los bienes comunes. Lo cual es una ganancia para su autonomía, pero también las expone a violencias, diferenciadas, a raíz de su género. Las violencias a defensoras están atravesadas por el estigma social, las creencias tradicionales sobre su rol en la sociedad y el desafío al extractivismo y explotación de lo que ellas han nombrado sagrado.