En la pasada edición de Rock al Parque, la voz hablada -no cantada- de una mujer, retumbó en el Simón Bolívar como el acto más disruptivo del mayor festival de rock gratuito de Latinoamérica. Hablamos con LAURA SAM sobre su oficio, la palabra hablada, poesía, rap y vulnerabilidad.
Le dicen spoken word, slam poetry o poesía escénica. El género, que encuentra su raíz en la tradición oral artística y en la interpretación, y que puede abrazar otras sensibilidades narrativas, musicales y sociales, ocupa cada vez más espacios masivos como redes y festivales. A diferencia de la poesía escrita, la hablada se apoya en el sonido, la voz, la entonación, la interpretación, la memoria, la forma como extensión y complemento del contenido, la teatralidad, lo performático y la improvisación con el cuerpo.
V: ¿Cómo te presentas al mundo?
LS: La verdad que me cuesta un poco tener alguna palabra así como “soy esto”. Soy creadora, eso sí lo puedo decir o que me siento cómoda con esa palabra, y mi trabajo está orientado a la poesía oral, el texto, la poesía escrita, la palabra hablada, spoken word y ahora también, pues tengo hace no mucho, hace relativamente poco, un par de años, pues un proyecto en el que esa palabra hablada se integra también con la música y nace ahí un proyecto un poco inclasificable, que anda un poco camino entre la música electrónica, el rap con sonidos así que sostienen toda esa lírica, no? Al final creo que mi proyecto es un proyecto apoyado en la lírica que tiene, que puede tener también mucho carácter y puede apoyarse también en lo contestatario, en lo reivindicativo, pero también en lo humano, en las cosas que nos mueven como seres humanos, que nos conectan, desde el amor a la muerte, a las experiencias que vivimos, cotidiana, todo eso también orbitando con la crítica social y la reivindicación.
Hay gente que lo clasifica como rap, hay gente que lo clasifica como spoken word con música, hay gente que lo clasifica como poesía con música que igual no es una cosa que me encante. Creo que es un estilo, que rapeo y que hay un estilo rap evidente, que hay una rima y que hay ciertas lógicas que te hacen pensar que puede parecerse a una canción de rap, no? Y que hay una influencia evidente del rap. Pero sí que es cierto que no me quedo con y con todo el respeto al rap, porque hay rap y letras de rap que me fascinan, pero creo que mi lógica son otras para hacer la letra. Pero quizá no me quedo con opciones de rimas o técnicas de rap, o que lo llevo más a mi terreno y de donde vengo, entonces sí rimo. Me gusta rimar de una forma un poco peculiar. Me gusta que haya un contenido profundo y claro. Y si la letra tiene que ser más enrevesada, me da igual. Lo va a ser. No quiero hacer cosas fáciles, ¿sabes? A veces me lo permito y puedo hacer muchas vueltas a la letra. No digo que el rap lo haga, pero creo que están como en otras lógicas, en otras formas de hacer la letra y el rap también es muy a veces muy macho y muy somos los putos amos y bla bla bla. Yo no me siento tan cómoda ahí. Yo prefiero hablar de otras cosas, o sea, aprovechar una canción para hablar de otras cosas. También puedo vacilar un poco, a veces no, pero voy intentando equilibrarlo a mi manera.
Laura Sam nació en 1989 en Totana, un municipio y ciudad de la Región de Murcia, sur de España. Aunque vive en Bilbao desde hace 12 años, su identidad y sus letras está atravesadas por el sur, “porque las circunstancias sociales de las personas que viven en el sur de un país, creo ya no solo en España o en el sur del planeta, el sur, el sur global, sí que están más caracterizadas por la precariedad, por por una situación social un tanto diferente al norte”, dice ella.
Porque en el sur nos enseñaron antes la palabra hambre que la palabra pan
La artista murciana que ha publicado 2 libros de poesía y un disco, nombra entre sus mayores influencias y referentas a Kate Tempest, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, la Mala Rodríguez, Gata Katana y Patti Smith y reconoce que también la atraviesa su contexto vital, emocional, las cosas que pasan en su familia y las cosas que pasan políticamente o socialmente en su pueblo. “Al final repercuten inevitablemente en todo lo que he ido haciendo a lo largo de de mi vida como creadora”. Por supuesto que ni lo tiene que decir, lo que hace le sale de la entraña y eso solo pasa cuando la experiencia atraviesa y tiene que salir de alguna forma, por alguna válvula de escape.
V: ¿Y cómo fue que pasaste del texto a la oralidad?
LS: Fue orgánicamente, un poco porque a mí siempre me ha gustado la escritura y el rap. Y escribía, escribía… No sabía que yo podía llevar eso a la palabra oral, sabes? De poco a poco nos encontramos con diferentes mundos. Uno fue el poetry slam, que son estas competiciones de poesía oral. Entonces me fui presentando al concurso y llevando el texto a la oralidad fui conociendo gente. Paralelamente escuchaba música así como personas referentes, un poco de todo, de todo porque hay poetas que me inspiran, poetas de lo escrito, y luego hay poetas de lo oral que pueden ser raperos, raperas que también me han inspirado.
V: ¿Tuviste referentas?
LS: En la palabra escrita empecé leyendo a Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, releyendo a los poetas malditos. Luego empecé escuchando mucho rap español también, la Mala Rodríguez, Gata Cattana, una rapera muy actual que falleció muy joven, falleció con 26 años y ha sido un gran referente, dejó un par de discos increíbles. Y luego también hay referentes de Reino Unido que me gustan mucho, Little Simz, que es una rapera increíble. Luego está Kate Tempest, que también es un referente. Creo que mi máximo referente sería Tempest, pero bueno, te podría decir más cosas, lo que pasa es que soy un poco desastre para la memoria.
V: ¿Cómo vas a decir que tienes mala memoria y te recitas todo un concierto de poesía de memoria? ¿Cómo es posible eso?
LS: Pues ensayándolo mucho jajaja. Pues mira, me grabo los poemas en casa, en la grabadora, ahora ya tengo otro proceso pero al principio hacía esto, lo grabo en la grabadora cuando lo ensayaba, así como varias veces y más o menos el texto está como a mí me gusta, y luego me lo pongo yendo por la calle o en el metro o si tengo un viaje largo de tantas horas, escucho el poema en bucle así y luego ya en el escenario, como que me tiro un poco al barro porque una nunca lo tiene firme, firme hasta que lo haces en el escenario. Y ahora lo que sí que hago es como que lo llevo leído y a veces lo leo en escena y me tomo un poco los directos, como un poco zona de ensayo, que también me parece divertido.
V: ¿Improvisas entonces un poco?
LS: Con el cuerpo igual sí, igual el texto sí que lo lleva un papel, pero ahora que tengo más confianza ahí, como que no tengo tanto miedo escénico como antes. Ahora me dejo más ser, ¿sabes? Entonces igual me llevo el texto al escenario y juego y descubro cosas. Pero es que esas cosas no las puedo descubrir sino en público. Entonces es algo que estoy aprendiendo y dejándome llevar ahora un poco.
V: Cuéntanos sobre la colaboración que hiciste con Briela Ojeda, se vio mucha complicidad en el escenario. ¿Ya habías hecho antes colaboraciones con otras mujeres?
LS: Pues con autoras no había hecho algún tema, no había colaborado nunca con una mujer. La verdad que tenía muchas ganas y fue una letra que yo escribí hace un montón de tiempo y yo ya había hablado con ella por redes, porque desde ahí me me habían hablado de ella y ella y yo conectamos, empezamos a seguirnos y como a escucharnos, ahí en lo digital. Entonces yo escribí esta letra y pensé en Briela, creo que molaría una melodía cantada por ella y se la sugerí y me dijo que sí, que iba a probar. Y ella que es muy brava también, uy, venga, si me reta, me decía, me reta, me reta. Y casualmente luego surgen las sesiones. BIME, que en Bilbao son unas sesiones dentro del festival que conectan artistas, y el sello pues prepara como unas sesiones de estudio para que os juntéis y podáis ver si podéis sacar una canción. Entonces nosotras ya íbamos con el trabajo de la letra hecho, Briela había estado escuchando, o sea que habíamos hecho una previa y ahí en sesión en BIME, en esas cuatro horas de estudio, nos sudó el cerebro muchísimo. Eso fue hace nada. Es que la canción tiene esta recién nacida. Nos estuvimos complicando un rato pero luego ella es súper trabajadora. Se preocupa mogollón por la letra. Estuve dándole vueltas a la melodía y yo flipé con ella. ¿Cómo pudo hacer ese estribillo? Porque yo le di esa letra y ella hizo esa melodía. Es que me parece un trabajo más difícil, ¿no? Y así surgió y quedó una mezcla bastante buena.
V: ¿Cómo te sentiste en Rock al Parque?
LS: Te lo tengo que decir porque esa vulnerabilidad y todo ese miedo a se me va a olvidar esto o cómo lo puedo hacer o cómo va a ser, o el sonido, todas las cosas que están en paralelo a ese trabajo que estás haciendo, todas esas preguntas de repente se resuelven, ¿sabes? Porque el público está contigo, sabes cuando la gente está contigo y es respetuosa y notas que están disfrutando y yo disfruto más, yo me la gozo. Porque hoy todos estamos conectados y se nota, que se nota. Me sorprendió que la gente en Bogotá estuviera tan presente. Se notaba que había ganas de escuchar lo que estaba diciendo y eso para mí es muy importante, porque como bien has dicho, hay mucho trabajo detrás y que estás muy expuesta. Entonces la gente te abraza.
V: Y es que las mujeres que tenemos un discurso contestatario en lo público y que ponemos el cuerpo en escenarios, ponemos también nuestros miedos y vulnerabilidades en el asador. Nos pasa a las feministas, a las autoras, a las cantantes, a las que alzamos la voz, y tú haces todo eso al mismo tiempo, asumes todos los riesgos, careas todos los miedos. ¿Cómo lo haces?
LS: Se ponen los pelos de punta. Es que claro, como no suelo hablar de estas cosas con nadie, pues sí que es verdad que hay un peso ahí súper fuerte y que yo salgo al escenario con mucho miedo, muy vulnerable, aunque no parezca. Entonces, claro, es una lucha muy violenta ese momento. Por ejemplo, en Rock al Parque sales con todo el respeto, toda la presión, un poco de estar en un sitio muy grande, muy, muy relevante y tal, y tienes que ser fuerte y ya. Y tú estás ahí como con un montón de letras en la cabeza, y vulnerabilidad. Estás con tu cuerpo, con tu presencia, teniendo que ser fuerte. Y es muy bonito también, porque cuando lo consigues y dices guau. Y después de la primera canción ya sé cómo va a ir el concierto, o casi que después de las primeras líneas de la canción porque ya estás viendo a la gente cómo te recibe. Y aquí ha sido realmente increíble.
V: ¿Y cómo manejas eso, el miedo, la vulnerabilidad, el síndrome de impostora?
LS: “Con terapia. Cuando saqué el disco se me caía el pelo, tenía un estrés terrible, no confiaba, no me sentía nada cómoda, me sentía culpable porque me fueran las cosas bien, eso me ha pasado muchísimo. Todo era como un camino gigante, todo era cuesta arriba porque realmente no me sentía capaz y no me sentía validada con lo que estaba haciendo. Eso es un fantasma que me persiguió mucho y claro que lo tengo que trabajar en terapia. El poder aprender a decir oye, estoy aquí, estoy haciendo esto, lo estoy haciendo bien y está guay y me la pela todo. Tengo que confiar y buscar un equilibrio y es muy complicado, a veces, realmente muy complicado”
V: Pero ya te lo disfrutas.
LS: Me lo disfruto mucho cuando por ejemplo pasan cosas como rock al parque, me dura un tiempo la adrenalina, el rodar un tiempo, luego vuelvo a caer un poco, pero con el tiempo voy dándome cuenta de que son putas taras que tengo yo en la cabeza de impostora y de sentirme menos.
V: ¿Y cómo te destrabas de los bloqueos creativos? ¿Tienes tips para detonar la escritura?
LS: Pues mira, tengo una especie de dinámicas muy básicas para detonar un poco la escritura, desde escritura automática, y luego eso intentar trasladarlo a algunos ejercicios con el cuerpo, a la voz, herramientas de la voz para relajación, preparación del cuerpo antes de hablar. Pero bueno, a veces simplemente tienes que esperar.