Volcánicas: ¿De dónde sale tu nombre tan hermoso?
Vivir: Lo adopté hace cuatro años, luego de hacer unas terapias de descodificación. Mi nombre de pila es Viviana y en mi árbol genealógico hay otras tres Vivianas, de las cuales dos quisieron dedicarse a cantar y a la música. Recuerdo que mi abuela materna me contaba que ella de niña quería cantar y que en una ocasión incluso participó en un concurso de canto en su pueblo, y ganó, pero que en el momento en que se iba a hacer público su padre se molestó mucho y le dijo que “las mujeres deberían estar en la cocina y no entreteniendo a la gente”. Que apenas iba a abrir la boca para cantar en el escenario la cogieron del pelo, casi literalmente, y la bajaron diciéndole: “tú no puedes cantar porque eres mujer y la música es para los hombres”. Mientras que a su hermano si le compraron hasta guitarra. Entonces cuando decidí dedicarme a la música pero sentía que las cosas no se concretaban, fue que descubrí las lealtades que tenía con mis ancestras. Noté que yo tenía una lealtad con “las Vivianas” de mi familia que consistía en que “las mujeres no nos dedicamos a la música”. Internamente, no quería fallarle a mi clan. Pero luego mi terapeuta me mencionó la posibilidad de tomar un nombre artístico para recorrer mi propio camino, agradeciendo a mis ancestras, pero siguiendo adelante.
Ya me decían “Vivi” en la casa y sumándole la “r” de mi apellido materno, que es Rodriguez, quedaba “Vivir”. Y me gustó mucho porque es un verbo en tiempo presente que llama a la vida.
Volcánicas: ¿Cuando empezaste a cantar?
Vivir: Tenía once años cuando un profesor nos preguntó si queríamos participar en un concurso de canto y yo dije que sí, porque me gustaba muchísimo cantar. En el norte es muy común encontrarse afuera de las casas, en esos montones de grava y arena, de personas que construyen sus casas poco a poco, como hicieron mi papá y mi mamá. Y ahí nos subíamos mi hermano (el chico) y yo a cantar y cantar. Y con el concurso me di cuenta de que sí cantaba, porque tu de niña no sabes si estás afinada, si estás desafinada, si entras a tiempo en una canción, no sabes nada técnico, pero sí pude saber que me apasionaba escuchar las canciones y sobre todo saber de qué trataban.
Y eso también fue gracias a mis papás que nos ponían muchísima música y mucha poesía. Mi mamá siempre fue muy fan de la poesía latinoamericana y nos quedábamos hasta tarde con ella recitando. Nos ponía a leer a nosotros y nos preguntaba de qué se trataban los poemas. Hacía que nos los aprendiéramos y los tres (mis dos hermanos varones y yo) crecimos recitando poesía. Entonces ahí fue que descubrí el amor a la creación y a la palabra. Y me sigue gustando mucho, de hecho la casa de mis papás es como mi sitio favorito en el mundo para crear, porque me transporta a esas noches largas con mi mamá.
Volcánicas: Latinoamérica tiene una historia de música de protesta bastante robusta, ¿cuáles son tus referentes latinoamericanos?
Vivir: Tengo súper claros los “cantos revolucionarios”, por ejemplo, que son a veces hasta difíciles de encontrar. Recuerdo que mi papá y mi mamá compraron hace 30 años unos acetatos con los corridos y no me los querían ni prestar porque tenían miedo de que no los fuera a cuidar. Así son de escasos esos audios. Y de latinoamérica tengo influencias como Violeta Parra, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Victor Jara y otros cantautores que han hecho música como agente de cambio. Recuerdo que mi papá me decía “a ver, vamos a escuchar esta canción y tú díme de qué se trata” y yo le decía qué cosas no entendía y él me las explicaba.
Volcánicas: Tanto tus papás como tú son normalistas. ¿Eso cómo ha marcado ideológicamente tu carrera?
Vivir: ¡La ha marcado mucho! Mis papás son ambos profesores de educación básica y fueron de esos a los que les tocó venir a Ciudad de México a “pedir su plaza”, es decir, a pedir trabajo, y les respondían: “La Patria, Maestro, te necesita en tal lado” y dice mi mamá que tenían en esas oficinas unos mapas gigantes y, por ejemplo, a mi mamá le dijeron: “Maestra le toca su trabajo en Francisco I. Madero” y les señalaban el lugar en el mapa con el dedo y decían “tómelo o déjelo”. Entonces los dos salieron de la normal para dar clases en secundaria, a adolescentes entre 12 y 16 años, y ambos llegaron a este pueblo que se llama Francisco I. Madero. Mi papá venía del estado de Morelos y mi mamá del estado de Tamaulipas, y se conocieron ahí. Y fueron maestros muy pegados a la patria, muy civiles, con esa utopía metida muy fuerte de que la educación es el cambio, aunque sea difícil llevarla a cabo.
Entonces yo crecí viéndolos luchar por eso. Y era muy lindo porque mi papá y mi mamá trabajaban juntos en la misma secundaria, entonces todo el lenguaje entre ellos venía de ahí. Nosotros teníamos el privilegio de vivir a dos cuadras de donde ellos trabajaban, mi papá fue muy listo y cuando llegó al pueblo buscó un terreno cerca y allí construyó casa, y él y mi mamá le ofrecían a los alumnos irse a vivir entre semana a nuestra casa y así estuvimos toda la infancia: conociendo alumnos que iban y venían. Y mis papás tenían esas ganas de cambiar el sistema, el país, y entendí que el cambio empieza en tu casa, luego en tu comunidad, luego en las calles, y así te vas haciendo más grande y más grande.
Volcánicas: ¿Y tu llegada a Ciudad de México cómo fue?
Vivir: Hace casi nueve años llegué a este caos hermoso. Cuando salí de Francisco I. Madero, me fui a estudiar música a Saltilla, capital de Coahuila, y empecé a tocar casi todos los días en la noche. Con eso trabajaba y estudiaba. Mi escuela era nocturna, salía tipo 9 de la noche, y ahí me iba a trabajar con la guitarra en el coche. Y entonces tuve un momento en el que pensé “o me quedo aquí y me conozco todo Saltilla, tocando en los bares y cantando las canciones de otros y otras, o me muevo a la Ciudad de México y trato de tocar puertas y cantar mis propias canciones”.
Entonces decidí venirme a Ciudad de México y los primeros dos años fueron los más difíciles, porque no conocía a nadie que se dedicara a la música. Y fue duro porque yo me preguntaba “¿dónde están esas cantautoras que yo veo por youtube?” y me descubrí un día afuera del metro, en una parada de camión, preguntándome para dónde iba, ya cansada sin saber qué hacer y a quién más mostrarle mi música, hasta que me pasó lo que lamentablemente nos pasa a muchas mujeres en la música: conocí a un productor que me dijo “yo te grabo tus canciones pero ven a verme el domingo a mi oficina a las 6 de la tarde, cuando ya no haya nadie, a tomarte un mezcal”. Y las cosas siguieron así hasta que por fin llegué a la Sociedad de Autores y Compositores de México, a un taller de composición popular, y ahí conocí a un montón de gente y de amigas que también estaban empezando con el feminismo. Ahí fui encontrando ese camino que tanto buscaba.
Volcánicas: ¿Desde cuando te consideras feminista?
Vivir: Me hice feminista con mis amigas, poco a poco, porque es un trabajo de todos los días y todos los días descubro cosas nuevas. Pero fue aproximadamente hace ocho años que empecé a tener esas cosquillas de querer saber más, de querer entender qué significa ser feminista y hacer esta deconstrucción por dentro para saber por qué se lucha y cuales son los derechos que tenemos nosotras las mujeres. Y sí, lo fui entendiendo con las migas y ha sido muy hermoso, y también doloroso, porque vas empezando a ver cómo hay cosas terribles que tenías super normalizadas. Pero eso es lo bonito de darse cuenta con las amigas, que nos damos la oportunidad de entender y escuchar a las otras. Entonces empecé escuchando mucho antes de dar mi opinión, sobre todo en la calle porque la calle te enseña muchísimo de feminismo. Aprendes mucho cuando estás inmersa en la lucha. Y ahora tengo la fortuna de vivir en una comuna, somos 6 las que vivimos acá, y cada una está muy metida en el feminismo desde sus ideas y aprendizajes y cuando llegamos a comer juntas es ese compartir y aprender.
Volcánicas: ¿Ha sido siempre la música tu trinchera de lucha? ¿Qué lugar ocupa la música dentro de la causa feminista?
Vivir: Creo que es super importante porque nunca ha habido una revolución sin música y tampoco hay música sin revolución. Entonces creo que la música es un agente de cambio y un llamado a la acción. Y lo tengo super claro desde hace mucho, y ahora más, porque con “Canción sin miedo” he recibido infinidad de mensajes de mujeres diciéndome que gracias a la canción salieron a marchar por primera vez. Entonces ahí es cuando dices: ¡Sí funciona! La música es un llamado a la acción, un llamado a unirnos a la lucha. La música te cuenta lo que está pasando históricamente, como hace el arte, y tiene un lugar súper importante dentro de la lucha y el activismo.
Volcánicas: Tú tienes todo un trabajo con mujeres que han ido a las cárceles por defenderse de sus agresores, ¿de dónde salió el interés por esa causa?
Vivir: Fíjate que fue un proyecto que yo traía en la cabeza porque, hace 10 años, una de mis amigas de la universidad fue víctima de feminicidio. Y eso a mí me quebró muchísimo y yo no entendía por qué estaba tan enojada. Osea, entendía la pérdida, pero había algo más. En ese momento el término feminicidio todavía no lo conocía y lo más cercano que teníamos en mi pueblo a esa información eran las muertas de Juárez. Y cuando sucedió el feminicidio de mi compañera yo tenía un enojo muy fuerte, sobre todo con la prensa, porque mi amiga fue horriblemente expuesta en los medios: la cara de su agresor, quien se suicidó luego de matarla, salía borrosa mientras que el cuerpo de mi amiga era totalmente expuesto a la vista. Y para nosotras fue un choque super fuerte ver esos periódicos.
En Coahuila hay un corrido típico, super famoso, que se llama “El Corrido de Rosita Elvires” y habla precisamente de un feminicidio. Y todos los niños y niñas de Coahuila crecimos cantándolo a todo pulmón los veintes de noviembre, día de la revolución mexicana, en los honores a la bandera. Es un corrido que está súper metido en nuestra colectividad y trata de una chica que se escapa de su casa para ir a un baile y ahí llega Hipólito, así se llama el asesino, y la invita a bailar y ella dice “no quiero bailar contigo” y el chico se enoja y “mete mano a la cintura”, así dice la canción, “saca su pistola y le da tres tiros”. Y sigue diciendo que “el día que la mataron Rosita estuvo de suerte, de tres tiros que le dieron, no más uno era de muerte”. Y hay versiones infinitas de ese corrido.
Entonces, cuando mataron a mi amiga, pude atar cabos y me pregunté: ¿qué hubiera pasado si ella o Rosita se hubieran defendido? A lo mejor no pudieron hacerlo, no tuvieron el tiempo suficiente, y después entendí que hay muchas mujeres que están privadas de su libertad física por haberse defendido de sus agresores. Es como decirles “si te vas a defender, pues no te defiendas mucho, porque si tú les dañas a ellos, te pueden meter a la cárcel. Entonces defiéndete más bien poquito”. Entendí cómo el sistema está completamente de su lado. Y la mayoría de esas mujeres cuentan que, a pesar de haber denunciado muchas veces, nadie les hizo caso pero que el día que mataron en defensa personal a su “marido, pareja, abusador”, ese día sí llegó, con todo su peso, la ley. Incluso tengo un corrido que se llama “El Tiro” porque aquí en México decir “estaban a tiro” es como decir “estaban pendientes” entonces mi canción dice “que ironías de la vida, que ahora sí la policía estaba al tiro”. Y fue por eso que quise acercarme a esas historias. De hecho acabo de terminar ese cancionero y quiero grabarlo este año, porque son las historias de diez mujeres que pasaron por esa situación.
Volcánicas: Antes de escribir “Canción Sin Miedo” escribiste “Sorora”, también para un 8M. ¿Qué es la sororidad para tí y por qué es importante hablar de sororidad en las fechas feministas?
Vivir: Para mi la sororidad es tener la apertura de entender, comprender y escuchar a mis compañeras mujeres y a todas las mujeres. De poder ponerme en sus zapatos, de todas las formas posibles. De deconstruir, que es difícil, porque crecemos con muchas creencias y costumbres muy permeadas. Entonces a mí el feminismo y la sororidad me llegaron con mis amigas un día que estábamos en la mesa jugando uno y tomando cerveza. Llegó el tema del feminismo y la sororidad y agarramos los teléfonos y empezamos a investigar. Y fue como un rebote porque concluímos que eso ya lo veníamos haciendo, pero teníamos que explotarlo y estudiarlo más, porque también se trata de estudiar, de investigar, de estar ahí todos los días. Porque la sororidad también empieza con una misma, con ese ejercicio de comprendernos mujeres, de saber que ocupamos un lugar también en este mundo y que este mundo también nos pertenece.
Volcánicas: ¿Cómo nació “Canción sin miedo”?
Vivir: Es una historia muy bella porque hace un año, en enero de 2020, conocí a Mon Laferte. Ella hizo un ejercicio muy hermoso de sororidad que fue cerrar su gira en El Palacio de los Deportes en Ciudad de México, invitando a amigas y compañeras músicas para que cantáramos con ella una canción y cuando nos juntamos éramos setenta mujeres cantando. Y fue muy bonito porque a muchas las conocía de redes sociales, de otras era muy fan, otras eran mis amigas que no veía hacía tiempo, y fue un encuentro lleno de abrazos y carcajadas. Y ahí tuve la oportunidad de platicar con Mon Laferte. Le conté qué tipo de música hacía y le conté de mi proyecto con las mujeres de las cárceles. Y a las pocas semanas me invitó a grabar su podcast que se llama La Trenza, en el que visibiliza mujeres que hacen música. Allí me pidió que le cantara una canción y yo canté una sobre una mujer que está privada de su libertad física que se llama “Cosas que sorprenden a la audiencia”. A ella le pareció maravilloso que cantara sobre ese tema y cuando se despidió me preguntó: “¿Cuando hacemos algo juntas?” y yo esa frase la oigo todo el tiempo, y no todo el mundo lo cumple, pero ella sí. Como a las dos semanas me llamó a contarme que iba a cantar en el Zócalo y que ese le parecía un muy buen escenario para denunciar los feminicidios. Me preguntó si tenía una canción sobre ese tema y cuando le dije que no, me invitó a escribir una. Le pregunté para cuando y me dijo “para hoy”. Eran las 11 de la mañana y quedé de mandarle un avance a las 7 de la noche.
Yo estaba justo en la casa de mis papás de vacaciones y fue muy bonito porque ellos no habían presenciado nunca mi proceso creativo. Ahí empecé a escribir “Canción sin miedo” y fue muy bonito porque yo recordaba mucho el sentimiento de la pérdida de mi amiga: cómo nos la robaron, nos la quitaron. Y también acababa de ver un mini documental que hablaba de los feminicidios en el Estado de México, un documental muy crudo que está en youtube, y venía de varias pláticas con mis amigas y compañeras de Monte Rey sobre el tema. Y la verdad es que tampoco era tan difícil revivir ese sentimiento porque lo tenemos todos los días cuando nos despertamos y vemos fichas de búsqueda en redes sociales, cuando vemos otro feminicidio. Saber cómo nos sentimos con el tema era tristemente fácil. Y a las 10 le mandé la canción. Y fue muy chistoso porque mi mamá me dijo: “yo creo que esa muchachita Mon Laferte le encargó a varias cantantes esa misma canción” y yo me reí, pero en el fondo la canción me gustaba mucho y estaba entusiasmada con que la usáramos. Y ahí fue que mi mamá me preguntó qué pensaba yo que iba a pasar con la canción y yo le respondí que máximo saldría en algún noticiero.
Cuando Mon me respondió, ya en la madrugada, me dijo que la canción la había hecho llorar y que íbamos al Zócalo. Y así fue, ensayamos una semana antes junto con El Palomar. Y cuando Mon me dijo que íbamos a cantar la canción juntas fue un llorar maravilloso. Antes de la prueba de sonido era un llorar de todas, primero lloraba una y luego otra y otra, y no nos podíamos contener. Y ya en la noche no lloramos sino que nos sentimos súper empoderadas. Ya estábamos cantando por todas las mujeres y por las víctimas y se sentía que “el barrio te respalda”. Fue hermoso. Había mantas bordadas con la letra de la canción, pancartas, familiares de las mujeres asesinadas. Fue muy bello y conmovedor.
Volcánicas: ¿Qué se siente haber escrito un hímno para el movimiento feminista y que todas las mujeres en todos los rincones de América Latina la estén adaptando a sus contextos y realidades?
Vivir: Son muchos sentimientos en uno (y algunos son sentimientos encontrados). Siempre lo digo, todas las mujeres, sobre todo las mujeres músicas independientes, vivimos buscando escenarios y espacio y reconocimiento y luego tenerlo con esta canción, que habla sobre feminicidios, es sentir esa alegría de que tu música llegue a muchas personas y a muchos espacios, que le llegue a nuestras compañeras, pero también esa tristeza de que sea por este tema. Nos hermana el dolor y por eso conecta tanto, porque hay feminicidios en todos lados, pero también siento una alegría muy fuerte y un compromiso. He conocido a muchas mujeres que están en esta lucha todo el tiempo, todos los días, y eso me da mucha esperanza. El otro día estaba en una plática con unas chicas en un zoom y me decía una chica de 12 años que quería politizarse más, tener más acciones, y yo me emocioné mucho pensando en que a esa edad ya se están haciendo esas preguntas. Eso me da mucha alegría, que la canción sea también como un llamado. Yo siempre quise hacer una canción que le hiciera honor a las mujeres que luchan y creo que me da alegría haberme hermanado con ellas.
Volcánicas: ¿Tú crees en la brujería? Cuando las feministas cantamos colectivamente tu canción se siente como un conjuro…
Vivir: Creo sobre todo en las energías. Creo en la brujería de nosotras las mujeres. En ese poder energético y transformador fuertísimo que tenemos. En nuestra intuición. El día de la marcha, el 8M, me pasó que cuando la cantamos todas juntas, con las compas que llegaban de marchar con el sol y sus playeras moradas, sí lo sentí como un conjuro. Como un canto grande de esperanza porque somos muchísimas las que nos reunimos, las que nos preocupamos por que haya un cambio y una visibilización de los problemas. Porque aún con la pandemia la lucha sigue. Nos quitaron de las calles pero de la lucha nunca.
Volcánicas: El feminicidio es transversal a América Latina y, ante la inoperancia y la incompetencia del estado colombiano, nos declaramos en emergencia por feminicidio y en luto permanente. ¿Cómo crees que la música entra a jugar en estos procesos colectivos?
Vivir: La música sirve como denuncia y, aunque creemos que no nos escuchan en los altos mandos, es falso. Yo te aseguro que sí nos escuchan aunque no nos quieren ver. No quieren aceptar lo que escuchan ni hacer nada con eso. Pero cantar estas canciones en el Zócalo, por ejemplo, hace que nos escuchen. Y la música acompaña los lutos y los procesos de duelo que, lamentablemente en latinoamérica y México, son menos importantes que los propios feminicidas. Y la música se queda mucho en el inconsciente de las colectividades, entonces yo digo que los artistas tenemos una responsabilidad con el discurso y que la música debe servir como enunciante. Por eso seguimos haciendo canciones así.
A mí me pone muy feliz que yo estoy en una colectiva de 200 mujeres músicas y que ya todas estamos pensando qué vamos a hacer el 8. Estamos escribiendo sencillos que denuncien todo esto, que sirvan para acompañar y para pedir justicia. La música es una de las artes que más cala en el inconsciente colectivo, como pasó con Las Tesis y su performance “Un violador en tu camino”, que la hicieron en cumbia y está ahí latente en nuestras mentes. Y cada vez hay más compañeras que se unen a esto y, aunque la música protesta ya existía, se creía que era solo para un nicho: música para intelectuales o música de personas de bajos recursos que reclaman derechos. Pero ahorita hay música protesta en todos los géneros cantada por todo tipo de personas: cumbia, reguetón, baladas, etc. Sobre todo por parte de mujeres que estamos cansadas de toda esta violencia y que vemos que el estado no está funcionando entonces nos tomamos el trabajo de seguir denunciando y visibilizando que estos problemas existen. Y también hay compañeros aliados que se unen y nos invitan a oír sus canciones sin querer robarse el protagonismo. Y luego dicen que no hay cabida en lo comercial para música como esta pero yo creo que sí la hay. En la radio ya empezamos a sonar con estas canciones que son reivindicación y lucha y resistencia.
Volcánicas: Muchos artistas que han sido muy importantes para la cultura popular terminaron siendo violentos y agresores, ¿qué opinas tú de ese debate de la separación del artista y su obra?
Vivir: Tenemos que tener muy claro que quién hace la obra es quién la respalda. Cuando me preguntan qué viene con “Canción sin miedo” yo respondo que una responsabilidad inmensa. Yo por ejemplo no puedo hacer esta canción y luego no salir a marchar, o no estar pendiente de la lucha y del movimiento. Entonces creo que no podemos separar a la obra y el artista porque tenemos que respaldar el discurso. Los artistas tenemos una responsabilidad con nuestro discurso y nuestro contenido porque tenemos una voz con un alcance. Entonces a esos artistas tenemos que verlos con ojos críticos y debemos reconstruir su arte, resignificarlo. Darle una nueva vida, en vez de cancelarlo. Y debemos llamar a que los compañeros se sumen a esta transformación de conciencia.
Volcánicas: ¿Qué vas a hacer este 8M?
Vivir: ¡Un montón de cosas! entre ellas una marcha virtual con el lanzamiento de una canción que se llama “Alerta”, acompañada por un coro de niños y niñas, que vamos a grabarla en el monumento de la revolución. Y vamos a estar hablando de que el activismo no solo se hace en las calles sino que se puede hacer desde todos lados, desde donde estés, con la gente que tengas cerca. También vamos a presentar “Canción sin miedo” en versión mariachi: se juntaron varias chicas que pertenecen a la colectiva de mariachis mujeres de CDMX que son súper violentadas por sus compañeros hombres mariachis, son super rezagadas todo el tiempo, y va a ser super poderoso porque es un arreglo hecho por esas 40 chicas que van a tocar ellas mismas. Y también quiero hacer una velatón la noche del 7 con la comunidad, reunirnos a leer y a platicar sobre lo que sentimos y pensamos. Esos son mis planes.
Hermosa entrevista ?
Hola, me encantó leer esta entrevista inspiradora con Vivir Quintana en Volcánicas. Su historia de perseguir sus sueños y la importancia de la colectividad en ese proceso es realmente motivadora. Gracias por compartir este tipo de contenido que nos impulsa a creer en nosotros mismos y en el poder de trabajar juntos. ¡Excelente trabajo! Luis Mills.
Wow, qué historia tan inspiradora y conmovedora. “Nunca ha habido una revolución sin música” es una verdad poderosa. Me encanta cómo tu nombre “Vivir” realmente refleja tu actitud y pasión por la vida. La música realmente une a las generaciones y culturas, y tu compromiso con la sororidad y la lucha feminista es admirable. Gracias por compartir tu voz y usarla para crear cambios significativos.