Por Cindy Morales
Se expanden, crecen, se ensanchan, se encogen, se enferman, se curan… resisten. Los cuerpos encarnan la esencia del cambio natural constante, y por eso la revolución feminista reclama con tanto ahínco que el territorio empieza allí: en la piel.
A las mujeres nos han despojado el cuerpo para convertirlo en un objeto con una sola forma: la que está impuesta, la que la sociedad determina, la de los productos light y la estética escuálida. Por eso los ojos del mundo entero se detienen prejuiciosos y castigadores sobre la forma que transgrede los estándares de salud y de belleza: la gordura.
Ya lo decía la uruguaya Magdalena Piñeyro en su libro Stop Gordofobia y las panzas subversas: “Se han conjurado en santa jauría el tripartito gordofóbico. Estética-moral-salud hemos de combatir”.
La juntanza de Marcela Salas, Nataly Ortegón y Silvia Quintero de La Gorda Fest -unas de las ganadoras de la convocatoria #Amigasquetodolopueden- busca dar esa pelea en contra la esclavitud de una sola belleza. Poder combatir el comportamiento de los que equiparan lo “bueno” con lo flaco y derribar el bloqueo a derechos que se ha impuesto durante años sobre las personas gordas.
Gorda. Sí. Incluso la palabra conflictúa. A lo mejor no por vergüenza, sino por el dolor que ha significado especialmente para los cuerpos femeninos. Las principales opresiones de las mujeres han venido encadenadas a sus muslos, sus caderas, sus senos y sus úteros.
“Necesitamos empezar a reclamar un lugar distinto para el término de gorda. Porque incluso si a muchos la palabra no los representa, o les sigue doliendo, o prefieren no enunciarse desde ese lugar – lo cual es válido- debería también quedar claro que gorda no debería ser un insulto. Gorda no es un sentimiento y necesitamos tener la posibilidad de usarlo y en todo caso trabajar para lograr una forma distinta de relacionarnos con esa palabra”, afirma Silvia.
Su amistad feminista se ha convertido justamente en un refugio y se ha traducido en un montón de conversaciones en las que por fin podían decir “a alguien le pasa lo que a mi me pasa”, precisa Marcela:
“A nosotras nos ocurrieron dos cosas. Por un lado, la identificación como mujeres gordas que somos y, por el otro, nuestra vivencia como gordas. La primera vez que nos juntamos era inevitable hablar de experiencias de la gordura. De hecho, el video que presentamos para la convocatoria salió de allí. Nos dimos cuenta que hay muchas cosas que nos pasan por gordas y que, además, nos pasan de maneras diferentes porque nuestras gorduras son diferentes. Sin duda, había esa identificación de situaciones que nos han atravesado el cuerpo”.
Es así como en su video retratan tres situaciones que rodean a las mujeres gordas que viven en una sociedad que “construye para la delgadez, que idolatra la dieta y que romantiza el hambre”, como lo describen Nataly, Silvia y Marcela. En la primera se ve la lucha de las personas a las que no les sirve la talla única, luego a quienes piensan dos veces para sentarse en una silla y, por último, sobre cómo es comer sin remordimiento.
“Todas esas situaciones salen de nuestras conversaciones íntimas donde decimos: “Es que hay gordas de verdad. Las tres somos gordas de verdad. Sé que hay un amplio espectro. Para alguien ser gorda puede ser que no cabe en una talla 8 o puede ser que subió cuatro kilos porque en la pandemia no salió de su casa, y eso no está mal. Ser gorda o sentirse gorda se reivindica desde el lugar personal” dice Nataly.
Pero, ¿Qué es ser una gorda de verdad?”
“Que te pasen esas cosas que ves en el reel. Es difícil decir que a partir de cierto peso o del índice de masa corporal ya eres una gorda de verdad, pero cuando atraviesas experiencias como las que vemos en ese video, seguro que eso no le pasa a una persona que solo “se siente gorda”, sino que son temas con los que tenemos que lidiar sistemáticamente”, explica Silvia.
Tres circunstancias diversas y cotidianas, y no por ello cómodas, que nos estrellan en la cara que la gordura no solo atraviesa la estética sino también cómo se vive o, como dice Marcela, “cómo se sobrevive”:
“Nadie lidia todo el tiempo con un señalamiento como lo vivimos las gordas. El activismo gordo lo que ha hecho es que entre todas nos tiremos tips para ver cómo vivimos con esto o cómo sobrevivimos a esto. Se vuelve una estrategia de supervivencia y el ejemplo más claro es el tema de la ropa. Eso no es un tema estético, es que la gente gorda se necesita vestir y además vestirnos de cierta manera para que nos den trabajo. Tirarnos consejos de dónde puedo encontrarla se ha vuelto la red más efectiva para saber que otra persona pasa por lo que a mí me pasa”.
Aún cuando la sublevación de las mujeres ha estado llena de calle y de indignación, el trabajo feminista también empieza adentro y frente al espejo. Por eso es importante que en nuestra revolución feminista quepamos todes, que hay permiso para habitar pieles diferentes, contexturas fuera de la norma, densidades en todas las escalas, y masas y volúmenes sin códigos ni leyes.
“En la cotidianidad es muy difícil visibilizarnos. Hemos naturalizado muchas cosas que son violentas hacia las personas gordas, o de cuerpos diferentes, y es importante cuestionárnoslo: comentarios, acciones, cosas cotidianas como que no podamos usar el cinturón del carro, que si bien creemos que no le hacen daño a nadie, pueden estar lastimando a la persona que lo está escuchando así no te lo diga. Lo que queremos es mostrar que sí existe una carga dolorosa empezando por esos comentarios”, afirma Nataly.
Por supuesto que la conquista final es la igualdad, pero también la diversidad y el autocuidado. Esa es una tarea pendiente de todos los feminismos:
“Los espacios colectivos, aún cuando son feministas, no siempre van a generar una garantía en que haya tanta diversidad corporal. Pero también debo decir que en algunos de ellos es donde he encontrado a más mujeres gordas con quienes nos ha tocado abrir un camino, crear plataforma para empezar a visibilizar nuestro propósito, incorporarlo en las discusiones y en las acciones y, en definitiva, politizar nuestras vivencias. Lo que digo no es en absoluto una crítica, sino más bien un llamado a saber de que es un proceso. Un proceso para sanar heridas entre amigas”, explica Silvia.
Las redes se inundan de statements imposibles de seguir: no seas tan flaca, no seas tan gorda, come, deja de comer, aumenta de peso, adelgaza, ten un (solo tipo de) cuerpo saludable, no a los carbohidratos, sí al gluten-free, cuenta calorías, dile no al azúcar, entre miles de mandatos más. A diario explotan miles de imágenes de esa malísima trinidad entre “estética-moral-salud”, de la que habla Piñeyra. Pero, ¿por qué solo nos hemos quedado en la primera de esas tres características? ¿Qué pasa con la falta de acceso a derechos, y la negación de los derechos de las personas gordas?
El proyecto de Marcela, Nataly y Silvia se enfoca en eso último.
“Los feminismos nos han dado para hablar del racismo, del clasismo, del rol de la mujer en la sociedad y demás, pero siento que el tema de la gordofobia o el gordoodio pareciera un asunto mínimo. Algo que se reduce a un tema estético. Pero quienes habitamos la gordura lo que intentamos visibilizar es que no se nos permite acceder a derechos. Tener servicios de salud está limitado por una gordura y esto tiene unos efectos: o dejas de ir al servicio de salud porque en serio es muy agotador emocionalmente o no te haces los exámenes médicos porque siempre la causa es la gordura. Lo vivimos mucho en la pandemia, ser gordo es considerado por el coronavirus como una comorbilidad y entonces las empresas creen que si contratan una persona gorda hay más riesgo. Ni qué decir del espacio público. Habitarlo es un privilegio flaco”, detalla Marcela.
Por ahora, las tres tienen entre manos un fanzine y talleres donde puedan hablar desde “su voz gorda”, como ellas la llaman. Encontrar y hacer redes para saber qué médico o médica con enfoque gordo puede tratarlas, en dónde comprar ropa o cómo influir en políticas para que algo tan simple como el cinturón de seguridad de un transporte público pueda servirle a todes.
“El poder encontrar estas cosas es como poder extender la amistad gorda. Por ahora nos estamos juntando nosotras tres y nos hemos ayudado un montón porque nos podemos poner en el lugar de la otra. Pero si a eso le podemos dar eco y ponerlo en otro lugar desde donde les lleguemos a más personas que no conocemos, y podemos compartirles esos mismos tips, herramientas y entre muchas más, algún granito habremos aportado”, concluye Silvia.
Su lucha también es para que la gordura deje de volverse una razón para que alguien quiera volverse invisible:
“La gran mayoría de personas gordas quieren pasar desapercibidas y hacerse invisibles porque siempre estar gorda está mal. Pero cuando se une al feminismo y el activismo gordo y te dice: no importa cómo seas, ¡habla y habita la vida! De ahí salen un montón de acciones poderosas”, precisa Nataly.Ya las feministas de los 70 abordaban el tema. En su Manifiesto de la liberación gorda las activistas Judy Freespirit y Sara Aldebaran ponían las tareas de presente: total respeto y reconocimiento hacia las personas gordas, ser aliades de otros grupos marginados, ser enemigas de las industrias reductoras, entre otras: “¡GENTE GORDA DEL MUNDO, ÚNANSE! NO TIENEN NADA QUE PERDER”