Por Volcánicas
“Es como un lavado del cerebro. Te levantas a las cinco de la mañana a orar -te obligan, porque si no has terminado de orar no puedes pasar a desayunar-. Estás completamente aislada, y sola, y tampoco puedes dormir si no has terminado el proceso en un lugar que es una finca grandísima y no hay nada alrededor” cuenta Danne en uno de los diez testimonios recogidos en este reportaje de personas que denuncian haber sido víctimas de algún Esfuerzo de Cambio de Orientación Sexual, Identidad de Género o de Expresión de Género (ECOSIEG). “Me dieron de alta cuando me besaba con el monitor de la universidad, porque ya era ‘hetero’. Yo me odiaba literalmente. Me metieron la idea de que Dios me estaba regalando un hombre rubio que esperaba por mí. Yo decía que no podía rechazar este regalo porque caía en el pecado”, cuenta en otra de las narraciones Susana, una mujer lesbiana. Otras víctimas, como Macarena, cuentan que se sometieron de forma voluntaria a conductas autodestructivas y sacrificios: “Fue dedicarle tres días de ayuno a mi cuerpo para que Jesús se pusiera más fuerte, y yo me pusiera más débil. Mi carne se pondría más débil y podríamos estar nosotros dos juntos en esta unión que él me ofrecía”.
En sus testimonios, las víctimas denuncian a organizaciones como la internacional ‘Courage‘; la iglesia católica Santa Isabel de Bogotá; la organización “Protege Tu Corazón”, el canal de televisión Televid de Medellín, operado por la Congregación Mariana de la Compañía de Jesús; la iglesia cristiana evangélica cuadrangular de Sevilla; la Cruzada Estudiantil Profesional para Cristo de la Universidad Pública de Pereira; la iglesia Misión Paz a Las Naciones, a la que pertenece el pre-candidato presidencial John Milton Rodríguez, creador de esta y otras organizaciones como Aguasvivas y Contra la Corriente, entre otras.
Estas denuncias nos dan una idea de cuáles son las formas y estrategias de los ECOSIEG para seguir operando sin enfrentar consecuencias y, en estas narraciones, se pueden identificar características comunes de dichas acciones, como la mediación de iglesias, psicólogos y psiquiátras; la reclusión voluntaria e involuntaria; la imposición de comportamientos y códigos heteronormados, y el enmarcamiento de la homosexualidad, o las identidades trans y no binarias, como “enfermedades”. La normalización de las mal llamadas “terapias de conversión” ha hecho incluso que, en muchos casos, las mismas víctimas no se den cuenta de la violencia a la que fueron sometidas hasta muchos años después. Son tantos, y tan diversos, los actores implicados en el sometimiento de personas como las que protagonizan este reportaje, que se hace difícil identificar a un único responsable de esta forma de violación de derechos humanos. El espectro de estas prácticas es muy amplio y complejo y se necesitan políticas transversales, enfocadas en la implementación de una Educación Sexual Integral, para poder erradicarlas.
¿Qué son los ECOSIEG?
Los ECOSIEG son las mal llamadas “terapias de conversión”. Un término que se usa para describir un imposible: cambiar o reprimir la orientación sexual y/o identidad de género de las personas, para imponerles una conducta heterosexual cisgénero, y llamar a esas violencias una “terapia”. El término “terapias de conversión” es problemático porque las hace ver como algo positivo y homogéneo. Se convierte en un eufemismo para no reconocer estas prácticas como lo que son: violencia. Según el estudio jurídico mundial sobre la regulación legal de los ECOSIEG, titulado “Poniéndole límites al engaño”, publicado por la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA) en 2020, el término “terapias de conversión” está mal utilizado no solo porque intenta usar un correctivo que está comprobado como ineficiente, sino porque además genera el aliciente de la “terapia” como una cuestión médica. Por eso, desde 2009, se han acuñado siglas como ECOS (Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de género), y posteriormente ECOSIEG, para referirse a un cúmulo heterogéneo de prácticas que terminan haciendo daño físico y mental a las personas.
Sofía J. Poiré, coordinadora del programa Identidad Sexual en Balance A.C., una organización feminista con base en CDMX que trabaja por la justicia sexual y reproductiva, explica que el acrónimo es útil pues no todas estas prácticas están lo suficientemente organizadas, y no necesariamente implican algún tipo de “tratamiento” que siga una metodología específica con profesionales de algún área, como para que se le pueda categorizar como una “terapia”. “Cuando hablamos del acrónimo, podemos conseguir experiencias que tienen muchas otras formas, pero el mismo objetivo, con presentaciones menos organizadas. Ahí encontramos prácticas que son muchísimo más cotidianas, y esto puede incluir el hecho de que alguien de la familia le diga a algune hije disidente que no le va a pagar los estudios, o que no le va a dar la mesada que le daba típicamente, que se lo va a restringir si sigue teniendo esas “conductas”. La violencia psicológica también es un invisible que se tiene en cuenta dentro de estos esfuerzos”, Dice Poiré. Además, los ECOSIEG tienen fachadas muy diversas: pueden verse como grupos religiosos muy variados, desde New Age hasta cristianos, pasando por convivencias para adolescentes, consultorios psicológicos y clínicas psiquiátricas, entre otras, que van en contra de las regulaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta diversidad de actores involucrados en toda la cadena que circunda los ECOSIEG, que va desde quienes llevan a las personas LGTBIQ+ a los centros, hasta quienes les practican las violencias enfocadas en cambiarles su identidad de género y orientación sexual, sumada a los múltiples factores culturales que llevan a la discriminación de las personas gays, lesbianas, transexuales y no binarias, hace que sea prácticamente imposible definirlas en un tipo penal. ¿Cuáles y cuántos son los delitos cometidos?¿Quiénes son los culpables?¿Sería ético y/o eficiente judicializar a los responsables de estas violencias, por ejemplo, a las familias de las víctimas? ¿Cómo podemos hacer políticas transversales que se enfoquen en cambiar la cultura machista, patriarcal y violenta, y no en buscar medidas punitivas y populistas que terminan siendo ineficientes y revictimizantes?
Los Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad de Género o Cambio de Expresión de Género, ocurren con frecuencia cuando los padres y madres empiezan a ver que su hije homosexual, lesbiana, bisexual, trans o no binarie, tiene un comportamiento que ellos califican como “distinto” al del resto. Notan que no son como los imaginaron, según sus propios patrones heteronormativos, y empiezan a buscar una forma de “corregir” a su hije. Kevin, una de las víctimas que cuenta su testimonio en este reportaje, dice que cuando su madre se enteró de que él era homosexual “golpeó el colchón y lloró en la cama, como si alguien que ella amó se hubiera muerto. Decía en voz alta: ¿Yo qué hice mal? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Y yo no sabía qué hacer, solo veía cómo se lamentaba. Intenté decirle que no tenía nada de malo ser gay y fue peor. Jamás se me va a olvidar porque nunca la había visto así de triste. Fue el 24 de febrero de 2014”. Sofía Poiré explica que estas relaciones en las familias son muy frecuentes: “Puede haber una lógica de que por algún lado las familias sienten que hicieron algo “mal” para que alguno de sus hijes salgan así, porque lo “normal” es que todos fuéramos heterosexuales, cisgénero y conformes con alguna expresión de nuestro sexo asignado al nacer, también dentro de esta idea de “proteger”. Por tu propio bien, como familia, te vamos a intervenir para que no te ocurra nada allá afuera”.
Con frecuencia, detrás de estas medidas violentas, hay una “buena intención” por parte de las familias que están convencidas de que lo “mejor” para esta persona es volverse heterosexual, como si eso fuera posible, al no haber tenido ellos mismos acceso a una educación sexual integral y haber heredado los prejuicios patriarcales de nuestra cultura que dictan la heteronorma como único destino identitario y afectivo de las personas. A pesar de las “buenas intenciones”, estas prácticas son violencia. Los padres y madres suelen apoyarse en hijas o sobrinas para que acompañen a la víctima a la iglesia, y les sirvan de “apoyo” y les hagan vigilancia y, más adelante, cuando se demuestra la ineficiencia de los ECOSIEG, esto deviene en una división del núcleo familiar. Danne cuenta que fue su hermana quien la acompañó para asegurarse de que no se saliera de un ECOSIEG: “Me dijo que para ella era muy incómodo ser la hermana del homosexual que no se quiere convertir. El raye entre nosotros duró mucho. Ella se acercó mucho más a la religión”. Kevin, también hablando sobre su familia, cuenta que una de las cosas que más le dolió fue que su madre permitiera que un pastor lo humillara: “El pastor intentaba empujarme al piso como lo hacía en su servicio y yo no me dejé. Me decía que el demonio actuaba por mí. A pesar de eso mi mamá se despidió y les agradeció”.
Algunas víctimas intentan reparar la relación con sus familias pero es muy difícil. Susana cuenta que le dijo a sus padres: “Miren, yo estuve a punto de suicidarme por mantenerlos contentos a ustedes. Yo soy lesbiana, les guste o no. Fue un tiempo muy duro, pero empezaron a entenderlo. Con los años me pidieron disculpas. Después de tanto trauma emocional es difícil que volvamos a ser como antes, pero ya tenemos una relación sana”.
También sucede que muchas personas de la población LGTBIQ+ ingresan a un ECOSIEG de forma voluntaria, pues su contexto les dice que solo siendo heterosexuales y cisgénero podrán tener una vida feliz. Danne cuenta: “Mi cultura en casa no era privilegiada. Las personas de la convivencia me preguntaban: ¿Y tú qué vas a ser cuando seas grande y seas gay? ¿Peluquero? ¿Puta? Yo no quería hacer eso. Esas eran las realidades que te pintaban. La práctica de los estereotipos era muy heavy en esos espacios”. Por razones como esta que expone Danne, los ECOSIEG son un fenómeno tan complejo de delimitar, pues no siempre hay reclusión en contra de la voluntad de las víctimas, y muchas familias no entienden por qué están siendo violentas.
Por eso, la forma de prevenir los ECOSIEG tiene que ver con un cambio social y estructural. La defensora Sofía Poiré explica: “Seguimos teniendo y viviendo en sociedades que siguen jerarquizando ciertas formas de sexualidad y expresiones de género. En una sociedad que todavía tiene esas lógicas es muy complicado que las disidencias no se vean como algo negativo, incluso si se trata de un acto de “proteger” a sus hijes, y cuando les mandan a centros organizados o tienen este tipo de conductas, de acciones, de violencias, para que cambien su comportamiento y que se normen”.
Las víctimas rompen el silencio
Los diez testimonios presentados a continuación, dos de los cuales han pedido que sus nombres sean cambiados para proteger su integridad y cuyas identidades son protegidas por el derecho profesional, son una muestra importante, dada la tendencia al silencio de la mayoría de las víctimas de este tipo de violencias que suelen sentir vergüenza y remordimiento por lo que les ha sucedido, o sienten miedo de incriminar a sus familiares, con quienes aún tienen lazos de afecto importantes, en cualquier tipo de denuncia. Sin embargo, no deja de ser una muestra pequeña, teniendo en cuenta la periodicidad y frecuencia con la que suceden estas agresiones en países conservadores y religiosos como Colombia. Las narraciones tienen varios puntos en común: Las víctimas provienen de familias cristianas practicantes, conservadoras, de clase media o baja y, cuando empiezan a descubrir su orientación sexual y se culpan, a veces por voluntad propia, y otras por insistencia de la familia, asisten a retiros espirituales o convivencias que los marcan para siempre por los rituales, el bullying y la recriminación de la que empiezan a ser víctimas, usualmente durante la adolescencia.
Una vez dentro del ECOSIEG, las víctimas suelen convencerse, por un momento, de que pueden, en efecto, “curarse”. Algunas llegan incluso a creer que se han “convertido”. Creen que es posible tener una vida heterosexual, anulando su deseo de amar y querer construir proyectos de vida, como formar una familia, por fuera de la heteronorma. Si tienen éxito dentro de las congregaciones, las usan como ponentes para la promoción de dichas prácticas como “casos de éxito”. Un “éxito” que está medido en las conductas sexuales y afectivas, heteronormativas, de las personas LGTBIQ+: con quiénes salen y con quiénes se relacionan, qué tanto predican la Biblia y de qué manera sirven a sus familias y al servicio evangélico. Esto, según los testimonios, es una de las cosas que más afecta a las víctimas de las mal llamadas “terapias de conversión”, pues resulta muchas veces en autolesiones y pensamientos suicidas, al darse cuenta de que su identidad no era “corregible”.
Danne: “El activismo me salvó”
Yo no sabía ni siquiera dónde estaba. Nunca supe a dónde me llevaron porque era uno de esos lugares de retiro donde no había nada alrededor. No podías salir corriendo. Tenías que esperar que se acabara el tiempo para volver a la ciudad y mirar qué hacer.
No somos una familia muy católica, pero en el momento en el que le dije a mis padres que era una persona en ese momento gay –ahora me identifico más como una persona trans- ellos empezaron a buscar ayuda de muchos lugares.
Me llevaron a una iglesia cristiana primero, aunque pertenecían a la iglesia católica, por recomendación de unos amigues. Me hicieron una especie de exorcismo de iniciación antes de entrar a la iglesia. Me taparon la cara hasta que me llevaron hasta el púlpito, en la parte de adelante, y empezaron a hacer una serie de oraciones que eran parte del exorcismo. Éramos varias personas allí. Yo tenía 16 años. Me echaban una especie de cenizas y me decían que mi cuerpo y mi espíritu estaba marcado y que había que limpiarlo. Me sobaban un poco con unas velas y decían que habían sido bendecidas. Este procedimiento duró mucho tiempo. Cuando terminaron me preguntaron si seguía siendo gay.
Hubo otro encuentro, que fue en la iglesia católica Santa Isabel de Bogotá, que es la iglesia principal de mi barrio. Mi familia tiene muchos vínculos ahí y conocíamos a muchas personas. Ahí habíamos hecho la primera comunión, estábamos en el proceso de la confirmación, era donde me habían bautizado. Conocían un poco de mi vida.
Yo estaba acostumbrada a ir a convivencias no religiosas, como para divertirme e ir a conocer otros lugares. Por eso esta me pareció extraña: mis papás me habían enviado a “sanar cosas”. Ponían a las personas que estaban aprendiendo a que vieran las cosas que estaban mal en mí. Entonces era como un laboratorio muy raro porque les presionaba a que estuvieran allí orando o cantando canciones de iglesia.
Yo siento que el activismo me salvó. En estos momentos soy la directora ejecutiva de la Fundación GAAT, que es el Grupo de Acción y Apoyo con Experiencias de Vida Trans, donde podemos transitar, sentirnos a gusto con nuestros cuerpos, nuestras ideas y lo que somos. Tenemos un grupo de apoyo para nuestras familias y para las infancias trans. Todo se construye desde el amor y este fue un punto de quiebre de la familia, pero cuando empezamos a resignificar esos vínculos que teníamos, todo avanzó. Lo único que quiero es que no le hagan esto nunca a nadie más.
Sin testimonios no hay cifras, sin cifras no hay diagnóstico, sin diagnóstico no hay legislación
Para tener cifras hay que tener testimonios y, en el caso de las violencias causadas por las ECOSIEG en América Latina, el común denominador había sido el silencio. Apenas hasta ahora las víctimas están empezando a hablar y, aunque múltiples activistas y abogados han investigado este tema desde hace muchos años en toda la región, el diagnóstico sobre este tipo de violaciones a los derechos humanos está apenas en construcción.
Sin embargo, el informe del Experto Independiente Víctor Madrigal sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU durante julio de 2020, da algunas luces. El análisis reciente de informes públicos que allí aparece, asegura que los ECOSIEG se practican en al menos 68 países, siendo “bastante frecuentes” en América Latina y el Caribe, pues constituyen un negocio lucrativo para todos sus proveedores. Según este informe, una terapia de conversión en Estados Unidos, por ejemplo, puede costar hasta 26 mil dólares.
Una encuesta mundial reciente, citada por Madrigal, sugiere que cuatro de cada cinco personas sometidas a un ECOSIEG tenían 24 años o menos, y que la mitad tenía menos de 18 años. El informe de Reuters, basado en un estudio realizado en Colombia, muestra cifras aún más alarmantes: asegura que una de cada cinco personas LGTBIQ+ ha sido sometida a algún tipo de ECOSIEG y, entre personas trans, una de cada tres. Sin embargo, en los estudios analizados por Madrigal, hay un sesgo de género: se analizaron 55 informes pero solo uno de ellos hacía alusión a las mujeres, lo cual hace que se pasen por alto “las consecuencias de esas prácticas en mujeres lesbianas y bisexuales, las personas transgénero y las personas de género diverso”, por lo que son aún más graves las denuncias como esta, recogida en el informe de Madrigal: “Durante 2015 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos informó que en Ecuador existían centros conocidos como “clínicas” en los que las mujeres lesbianas eran encadenadas, golpeadas, sometidas a alimentación forzada o privadas de alimentos, obligadas a desnudarse, recluidas en régimen de aislamiento e incomunicación, inmovilizadas durante días y violadas”.
El problema es que estos centros de reclusión no necesariamente se dedican de forma única, o expresa, a los ECOSIEG, estas acciones no se practican ni se promocionan de forma completamente abierta. La activista Sofía Poiré explica que con frecuencia estos centros son “anexos que trabajan con poblaciones que tienen adicción a las drogas y/o problemas de salud mental, generando una mezcla entre las personas que atienden. Sus familiares pueden, con un simple papel, privarles de la libertad a los miembros de su familia, internarlos en esos centros, en donde van a tener condiciones de vida insalubres y tratos altamente cuestionables”. Por eso, los esfuerzos legislativos que se centran en los centros de reclusión se quedan cortos. Según Poiré, esta discusión tiene que ir más allá: se trata de respetar la autonomía de las personas.
*Susana: “Desarrollé una aversión con ser lesbiana”
Tengo 28 años. Nací y vivo en Medellín. Alrededor de los 12 años me di cuenta que yo era lesbiana, me gustaba las mujeres. Nunca pasé por abuso sexual y siempre tuve una excelente relación con mis padres. Cuando estaba en séptimo grado vi una niña de un grado mayor, le dije que me gustaba y que quería ser su amiga. Me comenzaron a hacer bullying y me escupían en la cara. Me decían que qué asco ser lesbiana. A partir de ahí desarrollé una aversión con la frase “ser lesbiana”. Me hicieron tanto bullying que me pasaron de colegio, a uno de monjas. Una niña de mi anterior colegio también se pasó a este nuevo y ella regó el chisme. Aguanté un año y me pasaron para otro colegio. En ese último empecé a ver que ser lesbiana era normal. Salí del clóset. Tuve mi primera novia a los 17 años. Sus padres se dieron cuenta. Nos reunieron a las dos y nos hicieron terminar. Mi mamá dijo que necesitaba ayuda y que me iba a llevar a donde unas señoras que me iban a ayudar mucho y que me iban a quitar ese dolor. Pero mi dolor era por el despecho, no por ser lesbiana.
Llegué a donde dos señoras de la organización “Protege Tu Corazón”. Una de ellas hacía un programa de televisión católico que se llama Televid, de orientación juvenil. Fueron tres años en los que yo iba de manera seguida y fue terrible: en la primera sesión me preguntaron cuáles eran mis sueños y ahí les dije que mi sueño era casarme con una mujer. Me hicieron escribir eso en un papel, lo quemaron. Me decían que los jeans y los tenis eran ropa de hombre y que eso favorecía el espíritu del lesbianismo. Me hicieron sentir muy culpable porque me decían que cada vez que yo sentía atracción hacia una mujer era porque tenía un espíritu adentro y que esto era una enfermedad mental.
Mis papás hicieron terapia como para tener herramientas “asertivas” de cómo tratarme, de cómo fomentar la heterosexualidad y hacerme más femenina. Esas dos personas pasaron el límite de la terapia psicológica y empezaron a ir a mi casa. Me llevaban a las iglesias a la fuerza hacia donde un cura, que yo me confesara porque era lesbiana, que había tenido novia. El cura era súper morboso y me pedía detalles de los besos que yo le daba a mi novia.
Entré en la universidad. Estuve durante los dos primeros años en las terapias. Conocí un monitor de Anatomía que me empezó a caer. Yo les conté a ellas porque me tenían hiper vigilada. Me dijeron que saliera con él, que le diera la oportunidad, porque esta era la última fase de pruebas para quedar heterosexual, que no importaba si no sentía nada, que ese era el camino del bien, que no me preocupara, que me iría acostumbrando. Salimos mes y medio. Un día fuimos a su casa y se me montó encima para querer tener sexo y todo. No me violó, no se sobrepasó, pero yo me sentía muy mal y sentía mucho asco de mí. Me decía a mí misma: “Jueputa, hasta qué punto tengo que llegar”. Me acuerdo que me fui y me empecé a dar cuenta que a pesar de toda esa terapia yo seguía sintiendo lo mismo.
Me llevaron “a la fuerza” a contar mi testimonio en unos colegios y unos grupos de oración. Me decían que tenía que ir a contar que “Dios me había sanado”, aunque yo les decía que no me sentía lista. “No es que te sientas lista, es que ya Dios te empezó a sanar y si ya te sientes heterosexual, cuéntalo”.
También tuve contacto con ‘Courage‘, que es una organización internacional. Me acuerdo que la persona de las sesiones y yo nos hicimos muy amigas y ella sufría mucho porque “caía”. Caer significaba acostarse con las personas a las que asesoraba, se besaban, se hacían novias y se convertía en un proceso “de cruz” que terminaba en relaciones súper tóxicas.
Actualmente estoy en terapia psicológica por trastorno de estrés postraumático. Tengo trauma todavía con decir mi orientación sexual, aunque salí del closet públicamente hace unos cinco o seis años en Facebook. Trato en mi día a día salir siempre del clóset, pero sabes que las personas LGTB en general siempre tenemos que salir del closet en los trabajos, en todos los lugares. Siento que la gente me va a discriminar. Tengo pesadillas sobre eso. Se me dañó mucho la autoimagen, todavía tengo culpa y varias secuelas que tengo que empezar a sanar, pero fui valiente y ya este año pude conseguir la ayuda. No solamente quiero expresarme, también quiero evitar que eso siga funcionando y que sigan haciéndole daño a más personas.
Susana fue víctima de diferentes organizaciones: Televid, un canal de televisión por suscripción en Medellín operado por la Congregación Mariana de la Compañía de Jesús. Gracias a la visibilización que permite este medio de comunicación, Susana llegó a Protege Tu Corazón, un programa de “formación de carácter y afectividad” que está presente en 19 países y que, según sus propios registros, ha atendido a 1.400.000 jóvenes.
Posteriormente fue parte de Courage International, un apostolado católico de sacerdotes capellanes que se encarga de reunir personas que sienten atracción hacia el mismo sexo y que “están comprometidos a ayudarse unos a otros para vivir una vida casta marcada por la oración, hermandad y apoyo mutuo”. Esta organización fue creada en Nueva York en 1978, está presente en diferentes países del mundo, y tiene estas metas: “Vivir vidas castas conforme a las enseñanzas de la iglesia católica respecto a la homosexualidad; dedicar enteramente nuestras vidas a Cristo a través del servicio a los demás; la lectura espiritual y la meditación; la dirección espiritual individual; la asistencia frecuente a misa y la recepción frecuente de los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa Eucaristía; fomentar un espíritu de hermandad en el cual poder compartir unos con otros pensamientos y experiencias, asegurándose así de que ninguno de los miembros tenga que enfrentar los problemas de la homosexualidad solo; estar conscientes de que las amistades castas no solamente son posibles, sino necesarias, para llevar una vida cristiana casta y alentarse mutuamente para iniciar y mantener esas amistades y vivir la vida de tal manera que sea un buen ejemplo y modelo para los demás”.
Courage tiene un apostolado titulado “Encourage” (alentar / dar ánimo por su significado en inglés) “dedicado a las necesidades espirituales de padres, hermanos, hijos y otros parientes y amigos de personas que sienten atracción por personas del mismo sexo”. El informe de ILGA describe algunos testimonios de esta organización recopilados por el periodista irlandés Cormac O’Brien, quien asistió de manera encubierta al apostolado. Sus hallazgos fueron similares a los de Susana: a pesar de que el objetivo del grupo es ayudar a las personas con atracción del mismo sexo a “vivir sus vidas en castidad”, los participantes recibieron materiales escritos por promotores de ECOSIEG que incluían expresiones peyorativas, así como información falsa y sesgada sobre la diversidad sexual y de género. Las charlas a las que asistió abordaban temas como “evitar saunas y sexo en grupo”, o el hecho de que las personas homosexuales “nunca encontrarán la felicidad, por mucho que lo intentasen”.
Según el informe, en 2011, la Asociación Médica Católica avaló la proliferación de Courage con el propósito de que las personas que se sintieran atraídas homosexualmente buscaran ayuda de la iglesia y pudieran liberarse de conductas pecaminosas.
Kevin: “Un beso fue suficiente para hacerme sentir muchísima culpa”
Recuerdo que, como a los siete años, tenía un cuaderno donde dibujaba mujeres de diferentes tipos. Un día encontré el cuaderno con todas las figuras recortadas por el contorno. A los dos días me llevaron donde una psicóloga. No recuerdo qué hablaron con ella, pero noté que mi papá le estaba dando los dibujos recortados.
Tenía 12 o 13 años y cuando cambié de colegio conocí a un muchacho. Nosotros intentamos salir un tiempo, pero luego de que nos dimos un beso, yo me sentí muy culpable porque yo había crecido en un ambiente religioso muy fuerte. El deseo se transformó en resentimiento y en pensar maneras para poder cambiar. Terminé con él y lo hice sentir muy mal. Después de eso me empecé a meter en la biblia para ver cómo hacía para que Dios me perdonara por haberme besado con este muchacho. Le pregunté a una prima si podía ir a la iglesia con ella.
Veía al chico en el colegio y me daban ganas de hablar con él pero algo me decía que no lo hiciera. Yo mismo me hacía daño: me mordía la lengua, me pellizcaba, me quitaba vellos de los brazos como para producir autodolor. Pensé en hacerme daño, en acabar con mi vida. Lo intenté dos o tres veces, pero nadie en la familia sabe. He estado con el cuchillo literalmente tocándome la piel del abdomen.
Luego en ese semestre comencé a estudiar un pre-médico en la Universidad Libre. Ahí conocí una niña y decidí hacer el experimento para saber cómo me sentía. Yo lo intenté, nos decíamos cosas bonitas y empezamos a salir, pero yo sentía que la estaba engañando, que no estaba siendo yo mismo. Le dije cómo me sentía.
Mi mamá entró a mi habitación un día en la noche. Me dijo con lágrimas en los ojos, con una desesperación que yo nunca la había visto, que estaba preocupada porque yo nunca le había presentado a ninguna novia y yo ya tenía 18 años. Le pregunté: ¿Qué tiene de malo si no me gustan las niñas?
Me llevó a la iglesia cristiana evangélica cuadrangular de Sevilla. La gente se comportaba como si tuviera epilepsia para simular que le sacaban los demonios. Mi mamá dio 100 mil pesos de ofrenda, porque “mientras más siembras, más recibes”. Era un montón de dinero. Cuando se terminó el servicio, me llevó a donde el pastor para presentármelo. Cuando ya nos íbamos, ellos hablaron a solas y me hizo una cita con él. Me esperaba con su esposa. Nos metimos los cuatro en una habitación a rezar. Mi mamá les dijo que quería que ellos hablaran conmigo para saber qué podía hacer para “arreglarme”.
Me preguntaron por qué estaba tan seguro de que era gay y, a mi respuesta, me empezó a decir un montón de cosas horribles, que eso era una blasfemia. Me preguntó si yo creía en Dios y les dije que de la manera en la que ellos creen, no. Le hablé de la evolución, de los dinosaurios, de las pruebas paleontológicas. Él se enojó muchísimo y empezó a gritarme. Me quedé viendo cómo mi mamá confiaba en la autoridad del pastor. Considera todas las cosas malas que él dijo sobre mí.
Ya no me dolía ser gay, me dolía ser yo. Me tenía odio. Cuando estuvimos en la rotación de psiquiatría en la universidad, nos empezaron a hablar de depresión. Durante un año estuve en tratamiento con antidepresivos. Ahora trabajo en centros psiquiátricos y hago lo que puedo para que las personas que están en la misma posición con respecto a su orientación sexual no vivan lo mismo que yo.
Kevin tomó la iniciativa de acercarse a la religión para “hacerse heterosexual” pues su entorno le hacía pensar que ser homosexual era algo malo. La iglesia a la que lo llevó su mamá, la Iglesia Cristiana Cuadrangular, es un movimiento protestante creado por una mujer pastora y hoy cuenta con ocho millones de seguidores en 144 países, siendo Colombia uno de ellos. Esta doctrina considera que Cristo tenía cuatro grandes facetas: único salvador, gran sanador, bautizado en el Espíritu Santo y el rey que viene. En 2004, el tesorero de la organización renunció a su cargo luego de haber perdido 14 millones de dólares en dos proyectos de inversión que resultaron siendo una estafa.
Impactos en la salud mental
Dentro de la nota publicada en Global Citizen, señalan que “los altos niveles de angustia psicológica fueron evidentes, con una de cada dos personas afirmando que pensaron en suicidarse, y una de cada cuatro habiendo intentado terminar con sus vidas de acuerdo a datos de la encuesta LGBTQ más grande realizada en Colombia por el Instituto Williams en los Estados Unidos y el Proyecto Colaborativo de Colombia y UCLA.”. Asimismo, las organizaciones han hecho sus pronunciamientos a lo largo de los últimos años: en 2012, la Organización Panamericana de la Salud señaló que los ECOSIEG no tienen justificación médica y representan una amenaza para la salud y los derechos humanos. En 2016, la Asociación Mundial de Psiquiatría llegó a la conclusión de que no existen pruebas científicas sólidas de que se pueda cambiar la orientación sexual innata y, en 2020, el Grupo de Expertos Forenses Independiente declaró que estas prácticas son publicidad engañosa y fraude.
Ruth Hernández Boscán, psicóloga y psicoanalista, explica que cada persona sufre efectos y consecuencias distintas, luego de haber sido víctima de un ECOSIEG: “Depende de muchos factores. Influirá en ello cómo está estructurado el psiquismo de cada sujeto, la intensidad, frecuencia y tipo de “terapia” recibida”. Los ECOSIEG no tienen un impacto uniforme en la salud mental de las personas, pero con frecuencia generan depresión, ansiedad, problemas de autoestima e ideaciones suicidas en sus víctimas. Susana explica: “En el 2016 yo no sabía por qué estaba deprimida. Tenía idea de matarme hasta que un día quise suicidarme. No lo concreté pero hice una carta de suicidio que escribí en modo automático. Al final decía: Perdón por todo pero nunca pude dejar de ser gay”.
Los ECOSIEG muchas veces son practicados por psicólogos y psiquiatras, y por eso a las víctimas de se les dificulta buscar ayuda para atender su salud mental, pues ya han tenido a supuestos profesionales traicionando su confianza. Sergio cuenta que “el psicólogo me preguntaba: ¿Qué has hecho mal en tu vida?, ¿Por qué cosas tienes que perdonarte?’, ¿Cómo te imaginas tu vida con una mujer?, ¿Crees que siendo gay vas a poder ser exitoso?. Cosas de ese estilo. Sólo recuerdo cuánto me dolía”. Luego, tuvo que enfrentarse a una depresión causada por los ECOSIEG: “Me costó muchísimo volver donde un psicólogo. Así no fuese un psicólogo de conversión o lo que fuera. Empecé a tener un problema de depresión, un cuadro de ansiedad muy serio, y estuve más de un año y medio sin poder buscar ayuda, porque no era capaz. Le temía, y le tengo miedo, a los psicólogos porque no sé qué pueden hacer”.
La International Psychology Network for Lesbian, Gay, Bisexual and Transgender Issues publicó su “Declaración y Compromisos”, un documento orientado hacia la no patologización, o re patologización, de las identidades LGBTIQ+, tomando como base principios de Derechos Humanos que cobijan el respeto por la diversidad en la orientación sexual, la identidad de género y las expresiones de género o las diferencias en el desarrollo sexual: “Como las identidades y orientaciones LGBTIQ+ son variantes normales de la experiencia humana, y no son desórdenes mentales diagnosticables, no requieren intervenciones terapéuticas para ser cambiadas. Apoyamos los enfoques afirmativos de la terapia para las personas LGBTQ+ y rechazamos los esfuerzos por cambiar la orientación sexual y la identidad de género que estigmatizan las orientaciones hacia el mismo sexo, así como las identidades Transgénero, ya que fomentan el prejuicio, la discriminación y tienen el potencial de daño”, resalta el texto.
Otros documentos que abordan en mayor profundidad el mejoramiento de la práctica psicológica orientada a la no discriminación y afirmación de las identidades LGBTQ+, se encuentran en las traducciones al español de dos guías de la APA, las Guías para la práctica psicológica con clientes/as lesbianas, gays y bisexuales, y las guías para la práctica psicológica con personas transgénero y personas no conformes con el género. Estas traducciones, y la declaración, se han difundido en diferentes momentos tanto en redes sociales de COLPSIC (Colegio Colombiano de Psicólogos) como en eventos específicos.
La psicóloga Jennifer Flórez, señala que se están realizando esfuerzos para revelar lo que ocurre en la práctica psicológica y el abordaje de asuntos LGBTQ+ en población colombiana: “Estos estudios abordarán cuestiones relacionadas a los intentos por cambiar la orientación sexual, con lo cual se espera que se retroalimente la práctica y la investigación psicológica en estos temas, y se redunde en una comprensión y mejoría de las condiciones de acceso a una psicología afirmativa de las diversidades sexuales y de géneros en Colombia”.
Los y las profesionales de la salud mental necesitan formación con perspectiva de género para tratar a todas las personas de la diversidad sexual. La activista Sofía Poiré explica que muchas de las afectaciones en la salud mental de las personas LGBTIQ+ tienen que ver con “la aceptación de las diferentes identidades de género, incluyendo las no binarias. Las identidades de hombre y mujer tienen que tener ciertos cuerpos, específicamente ciertos genitales, entonces esto impacta a la población trans y a la población intersex, pues hay una lógica correctiva con las personas intersex desde que nacen. Además del sistema de género, están las expectativas y los roles de género que dictan las formas de expresión acorde con cada categoría. Por último el tema de la expectativa de la sexualidad: se espera que toda persona ejerza una personalidad heterosexual, de preferencia en una relación monógama, en el marco de un matrimonio y demás. Cualquier otra forma de vida está mal vista, considerada como no natural, negativa. Con estas lógicas, que se transmiten a través de la cultura, de la comunicación en el seno familiar, las leyes, los medios de comunicación, la religión, mensajes que se difunden en distintos espacios que se perpetúan estas formas de discriminación y violencia”.
Macarena: “Yo era pastor”
Yo era pastor. Empecemos por ahí. La persona que tomaba esas decisiones y la que llevaba su vida era Juan Diego. Y ese es el nombre que me puso mi mamá. Juan Diego es un personaje muy interesante, pero me quedo con Macarena.
Obviamente yo era el niño más afeminado que podías encontrarte en cualquier lugar. Siempre me veían moviendo las manos, gritando y decían: “Ay, la mariquita”. Estudiaba en la universidad pública de Pereira y empecé a trabajar con un movimiento universitario que se llamaba Campus Crusade for Christ International, y ahora se llama CRU (Cruzada Estudiantil Profesional para Cristo). Ahí tuve la peor experiencia de mi vida cuando estaba llegando de un viaje misionero en Bucaramanga: Me enamoré de uno de los chicos con los que trabajaba y yo luchaba de una forma impresionante por no sentir ese deseo carnal hacia los hombres, porque eso no me permitía agradarle completamente a Dios.
Entre los once y los dieciocho años busqué a todas las personas posibles en Colombia y en Estados Unidos que hubiesen salido de la homosexualidad. Y solamente encontré una persona aquí en Colombia y encontré como dos personas en Estados Unidos. Esa persona de Colombia fue quien me hizo la terapia de conversión a mí.
En ese momento estudiaba en la Universidad Tecnológica de Pereira y estaba haciendo mi segundo semestre de licenciatura en Lengua Inglesa y la profesora que nos dio inglés era la líder de la iglesia donde hice terapia de conversión con su esposo, que era decano de la Facultad de Humanidades de la universidad. La primera vez que yo tuve una terapia con ella, el ritual se llamó “Sanidad Interior”. Se basaba en darte cuenta de cuál es tu pecado y su raíz, que en este caso era el de la homosexualidad. El segundo momento es darte cuenta que la vida homosexual que llevas no es la que quieres llevar y, por último, sanas esa ruptura que tuviste con el Espíritu Santo cuando aceptas vivir la homosexualidad. Al final de este proceso, deberías llegar a la conclusión de que eres una persona heterosexual. Mi exploración duró tres años, hasta octubre de 2019 cuando dije que no estaría más allí.
En esos tres años me fui para Brasil y tuve que salir de la universidad porque, si estás en Sanidad Interior, debes rendirte a Jesús y eso implica dejar cualquier otra cosa que estés haciendo. Estábamos formando un equipo de evangelismo.
Lina me hacía preguntas: “¿Con cuántos hombres has estado?”. Cuando llegamos al tema sexual del homosexual, fue muy fuerte, porque ahí fue cuando ya me destruí completamente, porque cada parte que había construido sobre el deseo era homosexual. Me volví Juan Diego, heterosexual. En terapia, Lina me daba un versículo donde trabajábamos alguna cosa. Empezaba a reflexionar sobre eso durante una semana y también escuchaba mucha música cristiana que Lina me mandaba. Hacía el devocional, que es dedicarle el tiempo del día que desees a Jesús: Yo empecé con cinco minutos y terminé ayunando tres días. Ese fue el último sacrificio que yo hice cuando entendí que el deseo homosexual no se iría de mi vida.
Enrique, el esposo de Lina, y otros dos estudiantes cercanos, se encargaron de crear el círculo de confianza perfecto para que yo aprendiera a “comportarme como un hombre”. A hacer las cosas que un hombre hace. A pensar lo que un hombre piensa. A comunicar lo que un hombre comunica. Enrique se volvió la figura paternal que yo nunca tuve y empezamos a tener una cantidad de rituales, de padre e hijo.
Un día llego y encuentro que Enrique está besando a un estudiante. Y a mí se me partió el corazón. Se me partió la hijueputa vida. Todo. Porque ellos eran mis papás.
En julio de 2020 descubrí que era esta mujer. Fue la primera vez que pude entender que Macarena era válida en esta vida, pero no porque era válida, sino porque yo soy Macarena y no hay otra Macarena. Todo lo que compone la ricura de Macarena es lo más válido que yo puedo experimentar y ha sido lo único y me ha permitido caminar este trazo tan doloroso de una terapia de conversión que es la depresión por la que te inicias. Para mí todavía es muy complicado entender que la realidad en la que vivía no tiene nada que ver con la realidad que yo soy.
Macarena cuenta que llegó a una ECOSIEG a través de una clase en su universidad. Esto reafirma que los espacios educativos también son usados para buscar personas que se sometan a los ECOSIEG. Macarena estuvo en dos organizaciones fundadas en Estados Unidos, que tienen sede en Colombia: La Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo (CRU), movimiento del cual Macarena fue parte, una organización que se autodenomina paraeclesial y que trabaja por fuera de la iglesia, y toma su base en la fe, para promover “el bienestar social y la evangelización”. En este caso, con foco en estudiantes y poblaciones juveniles. Fue fundada en 1951 en California y es conocida por no permitir miembros ni líderes queer. En 2018, Rollins College la excluyó de sus organizaciones estudiantiles debido a que sus valores evitan que las personas homosexuales se conviertan en líderes del campus, a pesar de la política de no discriminación. Juventud con una Misión, la siguiente organización de la que fue parte, es una organización de capacitación cristiana que cuenta con 25 mil miembros y ha sido parte de controversias que, al menos en Asia, han involucrado agresiones sexuales.
Sergio: “Mi parte espiritual está bloqueada”
Mis papás son de vieja escuela. Súper mega evangélicos desde siempre. No puedo nunca clasificarlos como malas personas porque no lo son, pero son muy dedicados a la Iglesia.
Tenía catorce años cuando les dije que era gay. Mis papás lo tomaron muy mal. Fueron días muy difíciles en los que decían cualquier cosa, decían que de pronto yo había sido muy consentido. Que si yo no sabía que eso era la voluntad de Dios, que qué habían hecho ellos mal. Mi mamá lloraba todo el tiempo. Mi papá no me hablaba. Y mi papá y mi mamá dijeron que eso simplemente no podía ser. No es así. Lo primero que hicieron fue hablar con los pastores de la Iglesia.
La pastora se sentó un día con ella y me dijo: “Cuéntame qué es lo que pasa”. Yo le dije que me gustan los hombres. Y me dijo: “No, eso no puede ser. Dios no quiere eso para ti. Ese no es el plan de Dios: Tú tienes que tener una esposa, tienes que tener unos hijos. Tú no puedes defraudar a tus padres, no te das cuenta del daño que les estás haciendo”. Y yo todas esas cosas las sentía. Duré un año viendo cómo oraban por mí y me “liberaban” de ser gay. Eso fue durante 2006, en el Grupo de Intercesión de la Iglesia, que son las personas que más oran. La voz se corrió ahí y entonces todo el mundo oraba por mí. Me miraban como si tuviera una enfermedad terrible y me tuvieran que sanar.
Mis papás ignoraron el tema. Llegué a once en el colegio y conocí a un chico que estaba en primer semestre en la universidad y empezamos a salir. Fue la primera persona a la que deseé, con la que salí, con quien tuve sexo. Y un día estábamos juntos en la universidad con sus amigos y nos tomaron una foto besándonos. Y él la subió a Facebook, me etiquetó. Un día, después de ir a la iglesia con mi hermano, mi papá llegó con un CD y me preguntó: “¿Qué es esto? Ábrelo”. Era la foto. Me dijo: “El pastor me dio este CD. ¿Quién es él?”. Y yo le dije pues es mi novio. Y me dijo: “No, no es tu novio, no puede ser. Tú no eres gay”. Yo le dije: Papá, es mi novio. Me dijo: “¡No! No, no lo es. Tú tienes prohibido eso. Vamos a ir al psicólogo, así no quieras”.
Me llevó a donde un psicólogo, cerca de Salitre Mágico. Nunca me dijo que era un psicólogo cristiano. Me preguntó si alguien me había violado cuando yo era niño, que no es mi caso. Luego empezó a decirme que si yo sabía que ser gay estaba mal. El psicólogo me dijo: “¿Tú sabes que ellos están dispuestos a internarte en sitios si tú no aceptas hacer esta terapia conmigo? Vas a tener terapias de electrochoques. Te van a mostrar fotos de hombres desnudos y te van a dar choques hasta que tu cuerpo acepte que eso no es normal, que a ti no te pueden gustar”. Yo sólo pensaba en que no quería hacer sufrir a mis papás, que no quería verlos mal. Y yo le dije que estaba bien, que yo iba a continuar la terapia con él. El salió muy orgulloso y le dijo a mi papá que yo había aceptado. Mi papá me abrazó como si hubiera hecho la gran cosa. Yo después continué yendo y lo peor es que nada pasaba. Me dijo: “Tú siempre vas a luchar con esto así tú te vuelvas heterosexual”. Y ese día yo recuerdo que pensé: yo no voy a luchar con esto, es simplemente quien soy y no voy a estar fingiendo ser otra persona.
El grupo de cámara tenía ensayos para tocar en la graduación y yo estaba en el grupo de cámara. Esa fue mi excusa perfecta para salirme de las consultas. Le decía a mi papá que no podía ir, que tenía ensayo. Y las cosas se fueron diluyendo. Mis papás nunca más volvieron a hablar del psicólogo, y después me enteré que cada 45 minutos el Señor cobraba 150 mil pesos. Y mis sesiones eran de una hora y media. Mis papás no son ricos de ninguna forma. Mi mamá es auxiliar de enfermería. Mi papá era taxista en ese momento. Yo no sé cómo hicieron para conseguir esa plata.
Es difícil porque, a veces, siento que la parte espiritual en mi vida está tan bloqueada que no puedo acceder a ello porque está siempre una bomba de tiempo ahí, como diciéndome: “Si tú me abres, vas a creer otra vez que ser gay es malo”.
El Grupo de Intercesión de la Iglesia, a donde asistió Sergio, es un grupo en el que la oración es vista como herramienta para atender las necesidades urgentes de individuos, ciudades o países, como si fueran una carga propia. Que Sergio cargue con la culpa por ser homosexual, habla de lo importante que fue para él su formación religiosa y cómo la desaprobación de su comunidad aún hoy le impide salir adelante. Adicionalmente tuvo que vivir la violencia de un supuesto profesional de salud que usaba la religión, y no la ética médica, para atenderlo. Este “psicólogo” le preguntó a Sergio si había sido víctima de una violación cuando era niño, sugiriendo algo que, según los testimonios, también afirmas varios grupos religiosos: que la homosexualidad es el resultado de la violencia sexual, y que los hombres gays son así por traumas que tienen con las personas de su mismo sexo. Esto es muy problemático porque la orientación sexual no tiene nada que ver con la violencia de género, y porque, dados los altos índices de abuso sexual y violencia familiar de países como Colombia, muchas víctimas de los ECOSIEG pueden ser manipuladas y revictimizadas.
El peligro de estigmatizar las prácticas espirituales
Muchas ECOSIEG usan el lenguaje religioso para justificar sus prácticas violentas, pero esto no quiere decir que todas las organizaciones religiosas tengan estas prácticas ni que sean representativas de toda la religión. Es importante señalar esto porque de nada sirve estigmatizar a una religión u otra, y porque una de las consecuencias más graves de los ECOSIEG con fachadas religiosas, que le afecta mucho a sus víctimas, es que causan en ellos una ruptura con lo espiritual. “Le cogí esa resistencia a hablar de mi espiritualidad por lo mismo: en mi universo existían dos posibilidades, o eras católico cristiano, o eras ateo. Y en ninguna de las dos me sentía cómoda con mi cuerpo. Prefiero evitar este tipo de discusiones para no entrar en conflicto conmigo misma” afirma Danne.
Según la magister en Psicología Clínica Jennifer Flórez, las consecuencias para un creyente van desde no sentirse “un ser creado por Dios”, odiar las deidades y no participar en agrupaciones religiosas, hasta odiar a las personas que lo rodean por sentirse diferente. “Esto puede obstaculizar el desarrollo de la espiritualidad de las personas LGBTIQ+ al considerarse rechazadas por distintas religiones que, en su mayoría, no los aceptan. Una intensa sensación de soledad que puede desencadenar graves trastornos de ansiedad y depresiones de base profundas: disociación del placer, dificultades en el autoesquema, autopercepción y autovaloración en el área sexual. Disfunciones en el área sexual y de relacionamiento. Todo esto obstaculiza el libre desarrollo de la personalidad, de la espiritualidad y afecta su desenvolvimiento en la sociedad”.
La organización Católicas Por el Derecho a Decidir forma parte de una corriente de feligreses progresistas que, junto con otras iniciativas como la Red Católica Arcoiris y Cristianos Gays, entre otros, promueven el reconocimiento de la diversidad, la igualdad y el respeto como parte del mandamiento central de las iglesias judeo cristianas, que habla del amor al prójimo. Stephanie Salazar Mahecha, responsable del Área de Comunicaciones de Católicas por el Derecho a Decidir, explica que, desde el punto de vista espiritual, los ECOSIEG son producto de una mala interpretación de la Biblia y de cómo la jerarquía eclesial ha usado esto a lo largo de los siglos para ejercer un control político y social sobre la feligresía: “En las religiones judeocristianas, ese castigo o estigmatización a la diversidad, se debe a una interpretación errónea de textos bíblicos que nos lleva a fundamentalismo religioso. El texto bíblico tiene un contexto, un lenguaje simbólico y unas particularidades para poder comprenderlo en sus dimensiones, por el momento histórico en el que fue escrito. Cuando traen y se extraen citas bíblicas sin ningún contexto, y se tratan de forma literal como creencias absolutas, es cuando hablamos de fundamentalismo religioso. Por lo tanto, en todas estas categorías simbólicas del lenguaje religioso se han tergiversado y construido como un discurso de odio para discriminar a la población LGBT, a las mujeres y a diferentes minorías”.
Sin embargo, esa mala interpretación de los textos atenta, en palabras de Salazar, contra la enseñanza principal de Jesús que es el amor al prójimo: “Hay un propósito político ante el desconocimiento que tiene la feligresía y usan esos textos de manera que puedan inocular. Eso es lo que hace que nazca el odio en sus creyentes, por un poco conocimiento de la doctrina, de entender que Dios nos ama a todos, todas y todes por igual, en dignidad y derechos”.
Los ECOSIEG intentan justificarse con argumentos psicológicos: les hacen creer que la homosexualidad o la transexualidad son producto de la ausencia de un padre o de una madre entrometida, que es un patrón producto de relaciones familiares difíciles; médicos: se apoyan en el postulado de que la orientación sexual y la identidad de género son una condición congénita que se puede tratar de manera exógena; y religiosos: hay algo inherentemente maligno en la diversidad. Stephanie Salazar añade: “Lo grave es que se usen creencias religiosas para poner en contra de sí mismas a las personas y que eso genere una culpabilidad y un rechazo que no debe existir porque doctrinalmente no tiene ningún fundamento”.
Fernando*: “Estuve a merced de John Milton”
En Cali hay una iglesia muy grande que se llama Misión Paz a Las Naciones que tiene sedes en Estados Unidos, Europa y Colombia, a la que pertenece el pre-candidato presidencial John Milton, quien actualmente tiene un programa en el senado que se llama “Colombia Justa Libres”. Por ellos ganó el presidente Duque en Cali, porque dijeron que Petro iba a satanizar a los niños y los iba a convertir en gays.
Mi prima empezó a ir a esa iglesia que es súper importante en Cali. Yo fui con ella desde los 12 hasta los 15. Ya había salido del closet y todo. Iba porque me gustaba pasar tiempo con mi prima y ella me llevaba. Fuimos a un encuentro cristiano que se llama “encuentro con Dios”, donde te hacen una liberación para sacarte unos demonios, entre ellos el de la homosexualidad. También asistí a la Escuela de Liderazgo de la iglesia, donde te formas para ser líder. Ahí te dicen cuál es el tipo de cosas que están mal, y te hacen ver que a Dios “le duele cuando haces cierto tipo de cosas”. Siempre está esa homofobia. Hacen charlas para volverte heterosexual y te manipulan por medio de ellas.
Me manipulaban, porque primero te siembran amor y te empiezan a decir cosas como “eso no le gusta a Dios. ¿Tú quieres que Dios sienta dolor por eso?”. Te llegan a decir cosas como que te vas a ir al infierno por cualquier cosa que hagas mal, a pesar de que Dios es humano y perfecto. También te ponen el ejemplo de la tuerca y el tornillo para hablar en clave sobre las relaciones sexuales ideales. Nos mostraban una tuerca grandísima y la metían en un tornillo, diciéndonos que todas las cosas tenían un orden natural y estaban diseñadas para un propósito.
Un día compartí un video de La Divaza donde el Youtuber argentino Alejo Igoa cuenta su salida del closet. Eso fue horrible. De una me mandaron a una cita de edificación, que es una reunión para tu confesar tus pecados y pasar un tiempo en comunidad con Dios. Luego de ahí pasé a un proceso de “restauración” donde tenía que confesar que había mentido y que me gustaban los chicos. Básicamente para estar ahí tenía que vivir un proceso de transformación.
Yo no sé si catalogar eso como agresión física, pero en ese retiro me agarraron seis hombres muy fuertes. Cada uno me cogía una extremidad, uno me agarraba la cabeza y otro me presionaba la boca del estómago. Yo estaba intentando soltarme. Era un ritual de “liberación” cristiano, que te echan aceite, te lo untan, hablan de manera muy fuerte. Te hacen un ritual dependiendo de la categoría de los demonios que tengas: para quienes practican brujerías, o son drogadictos, o están deprimidos. Hacían los rituales entre las predicaciones, cada semana por medio.
Ya no hago parte de la iglesia, pero me he dado cuenta de muchas cosas: muchos de los que se acercaban a mí eran homosexuales mayores de edad, mientras yo tenía 12, 13, 14 años y querían estar conmigo. Cuando hago memoria de estas situaciones, veo que ellos no se me acercaban como líder sino para algo más y pienso en la cuestión ética. Ahora tengo 18 años y no me metería con un chico de 12.
Fernando* prefiere permanecer con su identidad protegida, por miedo a la iglesia creada por John Milton Rodríguez y su esposa, quien se anuncia como profeta, y en quienes sus padres todavía creen y de cuya congregación son miembros. La Misión Paz a las Naciones, como se hace llamar, cuenta con 20 años de fundación y 25 mil fieles en diferentes ciudades de Colombia. Su programa en el senado, Colombia Justa Libres, es un partido político de origen evangélico, que agrupa a la mayoría de las iglesias protestantes del país, entre ellas: la Iglesia Cuadrangular, Misión Paz a las Naciones, El Lugar de Su Presencia y Manantial de Vida Eterna, todas con controversias sobre sus posiciones acerca de la homosexualidad vista como algo que se debe corregir. Durante las elecciones legislativas de 2018 lograron cuatro representantes ante el congreso, a pesar de ser un partido con solo un año de fundación.
Otro punto importante en el testimonio de Fernando, común en varias narraciones como la se Susana, es su denuncia por casos de acoso y abuso sexual al interior del ECOSIEG
Oscar: “Yo practiqué terapias de conversión”
Llegué a considerarme un hombre ex gay, cristiano, evangélico, que se convirtió al catolicismo mediante dos organizaciones: Aguasvivas y Contra la Corriente.
Tuve dos acercamientos a iglesias evangélicas, a los 15 años, en el año 1996, intentando huir de mi homosexualidad. Yo no quería ser gay a esa edad y una posibilidad era irme de la iglesia. Como en el 2006 o 2007 regresé después de un rompimiento amoroso trágico, que creí que era castigo de Dios. Cuando volví a la iglesia, el pastor era distinto y conocía a las personas que hacían terapias en Medellín. Estuve un rato y él se enteró de lo que yo había pasado. Hice un curso llamado “Contra la Corriente”, dentro del ministerio, y luego otro llamado “Aguasvivas”. Todos los días me arrepiento de haber roto esas cartillas porque era una prueba contundente de todo lo que había allí.
Estuve con una especie de psicóloga. Los líderes de Medellín me invitaron a Barquisimeto, en Venezuela, al Encuentro Internacional de Aguas Vivas que era un ministerio liderado por Andy Comiskey. El propósito de estos encuentros es generar lazos muy fuertes, con una puesta en escena en la que te sientes muy a gusto. Generan muchas emociones cuando hablan de las faltas del ser humano, de la figura del padre ausente -que en Colombia está tan marcada y eso hace que sea muy fácil ver que la homosexualidad es una necesidad por la falta de lo masculino.
Nos llevaban a verificar cosas en la familia, a confesar si alguna vez tu familia había tenido acercamientos con la brujería. Hacíamos todo el árbol genealógico con los pecados de los familiares y por eso salías movido totalmente. Resalto lo de la emoción porque es muy importante que llegues a sentir que hay hombres y mujeres que te cuidan.
Después de Barquisimeto vino mi culmen, tanto en el ministerio como en la iglesia local. Acompañaba el proceso con los jóvenes y además acompañaba el liderazgo de los jóvenes del área metropolitana de Medellín. Eran alrededor de 30 o 40 iglesias de jóvenes a los que acompañaba a “estar sanos”.
Busqué un noviazgo dentro de la iglesia con una mujer muy bella que conocía de lo que yo estaba pasando y veía que ahí tenía posibilidades de matrimonio. Si eres un exgay, debes casarte y tener hijos y era lo que yo quería lograr. Pero esa posibilidad se rompió por un error de la vida, que me quitó el afecto hacia esa mujer y hacia las juntas espirituales.
Lo que sucedió fue que fui a una marcha gay y yo tenía que trabajar por la Alcaldía de Medellín en la secretaría. Yo iba a estar en el equipo que iba a administrar una casa LGBT. Cuando conté que iba a administrar la casa, en el ministerio, a todos se les pusieron los pelos de punta. Había un momento de confesión y, si bien estaba en un trabajo, tuve que confesar que estaba en medio de toda esa gente “pecaminosa”.
El pastor se inventó una historia de que me habían visto en Teleantioquia y que a la gente le estaba preocupando mi liderazgo. Me pusieron en “disciplina”, que es la corrección cuando haces un pecado muy grande, que significa “apartarte del liderazgo” mientras sanas. Sentí que traicionaron mi confianza, la dedicación, todo lo que demostré. Me estaba enfrentando a una segunda salida del closet, una ida al pecado, perder amistades y el constante llamado a volver a los caminos del señor. Esa traición fue lo que me hizo decir “hasta aquí”. Hablo de esto y me duele.
Yo creo que me hubiera salido de todas maneras de allá, porque siempre sale algo que es pecado. En aquel momento me ocupaba para no masturbarme pensando en alguien. Ahora estoy intentando acompañar procesos en las regiones y fortalecer discursos para que la gente no se sienta mal. Nunca me sentí obligado a practicar terapias de conversión, pero hay una presión implícita de lo espiritual, psicológica, emocional, que no se nota pero sí sucede. Sigo siendo un hombre creyente, a veces voy a misa.
Desert Stream Ministries, la organización matriz de Aguas Vivas, fue creada en 1980 como resultado de una jornada en la que Andy Comiskey aseguró “haber salido de la homosexualidad y haber encontrado a su verdadera identidad en Jesús”. Desde entonces, él y su esposa comenzaron un grupo de apoyo con base en la biblia, para hombres y mujeres que buscaban a Jesús debido a su homosexualidad. Aguas Vivas es un ministerio que entiende que para “sanear” la homosexualidad, hay que ser cristiano. En palabras del expastor Oscar, quien ofreció su testimonio, dentro de los rituales que aplicaba estaba la idea de “reconciliarse con lo femenino”, pedir perdón por los pecados de la familia y, además, hacer listas enumerando con cuántas personas del mismo sexo tuvieron relaciones, decir los nombres, pedirles perdón, intentar romper con ellos. Oscar también cuenta que la manera en la que afectan la psicología de las personas es una muestra de cómo el ámbito religioso se aprovecha de la vulnerabilidad de los feligreses que construyen toda su vida emocional alrededor de esa comunidad.
De este testimonio es importante destacar que quienes practican ECOSIEG generalmente no tienen credenciales de ningún tipo, lo cual abre el panorama frente a una posible sanción del ejercicio profesional por delito ya que, en este caso, sería inaplicable. “Yo aprendo del líder que estuvo antes conmigo y hago una devolución de lo que aprendí acompañando nuevos procesos”, dice Oscar sobre los procesos de formación para practicar “terapias” de conversion.
En la actualidad, el expastor no es capaz de preguntarles a los jóvenes que acompañó, y con quienes mantiene contacto ocasional, sobre su homosexualidad: “Ninguno de los jóvenes siguen considerándose corregidos heterosexuales. Todos abandonaron los procesos”, afirma.
Esfuerzos para frenar los ECOSIEG
Desde el punto de vista jurídico, Santiago Carvajal, abogado de la Corporación Familiares y Amigos Unidos por la Diversidad (FAUDS) explica: “Las personas LGTB en los últimos siglos hemos estado en muchas sociedades machistas, patriarcales, como un chivo expiatorio. Hubo polémica con el VIH, y más adelante estuvo el tema de la sexualidad diversa, porque nuestras relaciones sexuales no están determinadas a perpetuar la especie o a prolongar este proyecto capitalista de la familia que tiene un modelo económico o religioso en el que entendemos cómo debería ser la vida, a lo que se le agrega que lo diferente está desviado y podría ser curado o corregido”.
Teniendo en cuenta que las luchas de la población LGTBIQ+ comenzaron hace unos 50 años, y que apenas en 2018 la OMS retiró a la transexualidad de las lista de enfermedades mentales, las conquistas han tomado tiempo y se ha centrado la discusión en el matrimonio igualitario y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Sin embargo, en palabras de Carvajal, “la discriminación es un asunto tan estructural que incluye las “terapias de conversión” en la ciencia médica, en las unidades de psicología y en los centros de fe. Esos son los lugares donde se sigue debatiendo día a día los derechos de la población LGTBIQ+ y por eso es un proceso que toma tiempo, en la medida que se sigan escudando en las instituciones”.
Madrigal cita en su informe que, a nivel sistemático, los ECOSIEG “han contado con el respaldo de líderes de organizaciones confesionales y autoridades políticas de países tan dispares como Colombia, Israel, Filipinas, Uganda y Estados Unidos”. Carvajal, por su parte, asegura que, de las tres vías por las cuales podría llevarse a cabo una legislación en contra de las terapias de conversión en Colombia, una es la más idónea: desde la Corte Constitucional, donde se puede decir que no hay ningún asidero científico porque la homosexualidad no es considerada una enfermedad. “El escenario natural debería ser el Congreso, pero ninguna de las iniciativas que se han tratado en el foro sobre la población LGTB han tenido éxito”, señala. De proceder la solicitud, se podría lograr una sanción ética del ejercicio profesional, cuando se apliquen procesos o tratamientos médicos o terapias psicológicas para corregir la identidad de género o la orientación sexual. “Las terapias de conversión con base en la fe son mucho más difíciles de sancionar, porque en la mayoría de los países no hay una separación entre la iglesia y el Estado. Este es un tema protegido por tratados internacionales. Aunque es un tema espinoso y complejo, sí puede tener un límite, porque hay un tema de autonomía y libertad individual”.
El segundo límite que debería tener este asunto, añade Carvajal, es cuando los ECOSIEG contistuyen una tortura: “Por lo que se ha visto, muchas de las prácticas incluyen formas supremamente degradantes y violentas en contra de las personas LGBTIQ+ y terminan siendo, a todas luces, contrarios a los tratados de derechos humanos. Aquí el Estado tiene la responsabilidad de poder actuar”.
El problema del punitivismo
Sin embargo, tratar de solucionar este problema por la vía punitivista es problemático por diversas razones: los ECOSIEG son difíciles de definir (y no se puede castigar algo que no está claramente definido) y, para castigar una conducta, hay que determinar un culpable. En el caso de las “terapias de conversión” hay múltiples culpables. “Los perpetradores de prácticas incluyen proveedores privados y públicos de atención de salud mental, organizaciones religiosas, curanderos tradicionales y agentes estatales; miembros de la familia y la comunidad, autoridades políticas y otros agentes”, señala el informe de Victor Madrigal. Si la familia resulta culpable, el resultado es el silencio: ¿Cuántas personas quisieran dar su testimonio a cambio de meter a sus seres queridos a la cárcel?
Brasil, México y Ecuador, son los únicos países de América Latina que han dado los primeros pasos hacia una legislación que prohíba y/o sancione a los ECOSIEG, siguiendo el ejemplo de Malta, Alemania y Taiwán (de los cuales solo Brasil, Ecuador y Malta lo han hecho a nivel nacional). Pero estas medidas, principalmente punitivistas, no han sido necesariamente beneficiosas o efectivas. Entre varios problemas que tiene el enfoque punitivo, es que es muy difícil de aplicar y por eso suele haber una altísima impunidad en los países en donde las ECOSIEG se han configurado como delito.
Examinados en detalle, los ECOSIEG suelen implicar una serie de delitos que ya existen: en algunas situaciones habrá malas prácticas médicas, en otras privación de la libertad, en otras violencia sexual y en otras tortura, entre otros delitos que ya están quedando impunes en países como Colombia, debido a barreras estructurales como las ideas homofóbicas en las personas que conforman el sistema de justicia y el gran poder que tienen iglesias y clínicas, que les permite estar por encima de la ley. Pero hay otras prácticas de los ECOSIEG que no son criminalizables, como por ejemplo rezar y hacer parte de rituales religiosos, que se instrumentalizan para violentar a las personas LGBTIQ+, pero que están protegidas por la libertad de credo. Esto significa que el blanco más fácil para la criminalización terminan siendo las familias, dejando a las víctimas en una situación imposible: criminalizar a sus propias familias.
En general, las políticas punitivistas son populares y populistas pero muy poco efectivas. Balance, la organización a la que pertenece Sofía Poiré, explica que ha sido crítica de la tipificación en el código penal pues el gobierno puede usarla para lavarse las manos “y decir que está atendiendo esta problemática de una manera que le es barata y fácil”. Es decir que, en lugar de atender un fenómeno social estructural, agarran un fenómeno de esta magnitud y asignan responsabilidades individuales. Desde Balance la preocupación es que la cárcel es mucho más barata que implementar políticas públicas efectivas, grandes, expandidas, como por ejemplo una buena educación en sexualidad, que podrían combatir el estigma que viven las personas de la disidencia sexual, cambiando las lógicas sobre la jerarquía sexual y la disidencia de género, para que las familias no tengan siquiera el interés de llevar a sus familiares disidentes a esos lugares.
Hay otro factor importante que tiene que ver con el reconocimiento de la autonomía de las personas jóvenes sometidas a los ECOSIEG que, siendo muchas de ellas menores de edad, son aún más vulnerables. Sofía Poiré explica: “Una de las dificultades principales de las personas que son llevadas a centros de ECOSIEG es que muchos de ellos son menores de edad, llevados por sus familiares. Eso implica que, siendo jóvenes, no conozcan plenamente sus derechos, son personas en dependencia, no son capaces de responder sin tener su supervivencia en riesgo. Está el factor de juventud y está el hecho de exponer a sus familiares ante un proceso penal.”
Jorge: “Están criando suicidas a futuro”
Quise ser cura. Esta era una buena alternativa porque los curas no tienen que demostrarle nada a nadie y, como no se casan, socialmente quedan bien. Finalmente no soporté y me fui. Pero ahí me hablaban de la homosexualidad. Todo era negativo.
Yo tenía 13 años cuando entré al seminario y me hice cercano a cuatro compañeros y con los años me di cuenta que tres éramos homosexuales. A uno de ellos lo echaron del seminario porque sus alumnos, abanderados de las buenas costumbres, se hicieron pasar por homosexuales para atraerlo a él. Entonces cuando cayó, lo echaron. Viendo eso, solo pensaba “¡Qué miedo!”. Menos podían enterarse del monstruo que albergaba en mí.
Yo sentía que era homosexual pero no me lo aceptaba a mí mismo. Solo cuando cumplí 21 años no me lo pude negar más, porque me encontré a alguien que me gustaba mucho.
En esa época yo mismo hacía sacrificios para que Dios me ayudara. Me lo imponía porque lo tenía claro: había que hacer ayunos, acostarse sin cobijas para pasar frío y otras estupideces. En aquellos años yo era frágil psicológicamente y me imponía este tipo de sacrificios. Me quise suicidar y no quise contárselo a nadie.
Yo soy de Tuluá, que es un pueblo, y es mucho más difícil. Por eso escribí un libro que tuvo una primera edición hace 10 años y ahora reedité. Es importante que los padres de familia vean cuál es el daño que le hacen a sus hijos a la hora de estar en contra de la homosexualidad. Están criando suicidas a futuro.
A sus 23 años, Jorge escribió un libro contando su historia, pero el texto solo pudo ser publicado 36 años después. Se titula “La Semblanza de una Mariposa” y es la historia de cómo él, de Tulúa, ejerció la medicina veterinaria durante 16 años, la escritura, la escultura, el teatro y la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali pero, antes de todo eso, fue al seminario para poder ocultar su homosexualidad sin levantar sospechas. Como pudo, consiguió dinero prestado de su familia, que vivía en limitadísimas condiciones, para poder buscar ayuda de diferentes piscólogos y psiquiatras que, en su imaginación, podrían curarlo. Uno de ellos lo medicó para controlar la ansiedad, el sueño y la líbido, pero jamás la homosexualidad.
Posteriormente, Jorge encontró psicólogos que le decían que la solución era aceptarse, pero fue siempre muy difícil. Dentro de la iglesia encontró lo que parecía ser un refugio hasta que descubrieron a uno de sus compañeros, también LGBT. Hubo un momento en el que descubrió que su hermano también era homosexual. Intentó suicidarse varias veces. Desde 2002, Jorge vive con un hombre con el que posteriormente se casó bajo la ley colombiana y al que acepta su familia, después de todo.
Esteban: “Me sentí totalmente engañado”
Quería esforzarme lo más posible con cambiar desde la voluntad de Dios para mi vida. Entonces me contacté con la Fundación Grupo de Apoyo Romanos en Bogotá, mediante la página web, y en un mensaje expliqué mi situación. Ellos me mandaron a escribir por WhatsApp y me explicaron un poco más de qué se trataban las sesiones y el programa que tenían entonces. Me fui al sitio en la Autopista Norte con calle 80, a la altura del Monumento a los Héroes. Me contaron que eran activistas, promotores de ideologías, y atendían a cada persona por separado. Te agregan a un grupo de Whatsapp donde solo están las personas que asisten a sus reuniones presenciales pero te prohiben tener contacto con algún miembro del grupo por privado. Si se enteran, te sacan.
Ellos hacen un seguimiento a todos los que salen en el grupo de WhatsApp y te hacen ver que la primera fase es muy espiritual. En las reuniones presenciales te hacen unción con aceite, pero no tuve mayor información, porque solo fui a una reunión en 2016.
Recuerdo que todo pasaba en un entorno carismático. Se manejaba mucho la manipulación psicológica. Te dan ciertos versículos, capítulos bíblicos. Entonces es como un trabajo para asustar a la gente y condicionarla a un cambio. Lo que hacen ellos es que van a oír lo que llevas y dicen que está mal y a través de profecías te dicen que Dios te habla. Entonces, lo que se hace en estos espacios es tener una vida sin relaciones sexuales, sin comportamientos “indebidos”, porque todo es del diablo.
Mi familia también se contactó con ese grupo y fueron a la iglesia, pero sentí que hubo manipulación: comenzaron a ganarse la confianza de mi mamá y mi hermana, que manejaban mucho el abuso de autoridad. El punto de quiebre fue que yo vi el comportamiento de mi hermana y vi sus conversaciones y me di cuenta que le habían pedido que se ganara mi confianza para seguir asistiendo a las sesiones de la iglesia, para que se ofrecieran como mi grupo de apoyo y acompañamiento familiar y ya ahí me sentí utilizado. Fue tan impositiva la cosa que yo dije que no. Por aquí no era.
Esta es una muestra de cómo las redes sociales pueden ser utilizadas como objeto de manipulación en la fe. Desde hace unos años, y con la expansión de la época de confinamiento a raíz de la pandemia de Covid-19, las iglesias han aprovechado los medios de comunicación masivos para preparar sus homilías, hacer asistencia espiritual online, evangelizar y orar. Según Forbes, 9 de cada 10 sacerdotes en México afirma que las redes sociales “facilitan la inculturación de la fe en el mundo hoy”. Sin embargo, para prever la propagación de estas violencias a través de las redes, en julio de 2020, Facebook e instagram prohibieron las publicaciones relacionadas con las mal llamadas “terapias de conversión” y la Directora de Políticas Públicas de la compañía señaló a la BBC: “No permitimos ataques contra personas por orientación sexual o identidad de género y estamos actualizando nuestras políticas para prohibir la promoción de servicios de terapia de conversión”.
Tania: me inyectaron hormonas para volverme hombre
Yo me crié en Ríoblanco, en una familia súper machista. Mi papá se llamaba Marco Antonio López y mi mamá se llamaba Faustina. Mi mamá era la médica del pueblo, ella tenía una droguería. Mi mamá y mi papá tenían una finca y nos llevaban de vacaciones para allá. Tengo dos hermanos que me castigaban por ser gay, me decían “acuéstese” y me echaban gargajos en la boca.
A mí siempre me castigaban por ser el menor, me trataban mal porque era toda partida. Yo jugaba mucho baloncesto. Después me gradué de bachiller y me fui para Bogotá a casa de unas tías que yo ni conocía. No sabía por qué me habían mandado para allá.
Me quedé ocho días ahí. Durante ese tiempo me llevaron a una clínica y me acostaron en una camilla donde me pusieron una inyección grandísima. De ahí me pasaron a otra camilla y me pusieron unas agujas delgaditicas en todo el cuerpo hasta las orejas. Me dijeron supuestamente que era acupuntura, luego me di cuenta que eran hormonas para volverme hombre. Me salió hasta bigote.
Dejé pasar ese acontecimiento y nunca confronté a mi familia. Después de ahí me vinculé en el mundo de la belleza. Hice un curso de estética en Ríoblanco y volví a mi pueblo, Chaparral. En Chaparral nunca habían visto gays, ni nada, es un pueblo pequeño. Llegué feliz por haber estudiado, pero se burlaban de mí. Me daba miedo y pena. Monté mi peluquería y así empezó mi vida como estilista.
A mi compañero Darío lo mató la guerrilla y me quedó su hijo, que lo había tenido con una prostituta. El niño se había criado con nosotros y a los 11 años lo reclutó la guerrilla. Me llamaron y me hostigaron por gay y por marica. Me volví aburrida y deprimida. El niño fue a dar en Ibagué, me daba miedo recogerlo. Cuando logró huir y volvió a casa yo no lo reconocía, llegó moreno, con sudadera y amedrentado, con miedo y temor. A los tres días la guerrilla empezó a llamarme diciéndome que nos iba a picar en pedacitos. ¿Qué pudimos hacer? Empacamos tres mudas de ropa y nos fuimos. Dejé el salón cerrado con todo por dentro y llegamos a Cúcuta sin conocer a nadie.
La historia de Tania muestra un caso de ECOSIEG en una zona rural, en donde las violencias homofóbicas y transfóbicas se exacerban con la entrada de grupos armados. Otra particularidad que tiene su caso es que fue sometida Tania, es que consistió en una intervención médica de “inyectar hormonas” sin habérselo consultado y sin tener su consentimiento. Esta es una práctica que además supone que la orientación sexual o la identidad de género es una enfermedad biológica y que por lo tanto puede ser “corregida” con una intervención médica.
La urgencia de una política pública transversal
La legislación en contra de los ECOSIEG debería ser una política pública transversal que abarque diferentes áreas, que vaya dirigida a una sanción reparativa y que la víctima pueda escoger el tipo de sanción que desea para su caso.
En su informe, Víctor Madrigal enuncia el derecho internacional de los derechos humanos aplicable en estos casos: la no discriminación (contemplada en el derecho internacional de los derechos humanos, que se guía por los principios fundamentales de universalidad, igualdad y no discriminación); el derecho a la salud sexual y reproductiva (donde se abarca el derecho de las personas a ser plenamente respetadas por su orientación sexual e identidad de género); la prohibición de tortura y malos tratos (los meanismos de las Naciones Unidas de lucha contra la tortura han concluido que las “terapias de conversión” pueden equivaler a tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes); el derecho a la libertad de conciencia y de religión y a la libertad de expresión (no existe una relación directa entre la religión y la exclusión de la orientación sexual o identidad de género); y los derechos del niño, ya que las “terapias de conversión” resultan extremadamente dañinas para su bienestar y desarrollo, y quienes además tienen el derecho a preservar su identidad, lo cual abarca su orientación sexual y la identidad de género.
Las políticas públicas que se han promulgado en los países que han tratado de frenar el fenómeno de los ECOSIEG sirven de referencia para las organizaciones y entes que quieren hacerles frente a estas prácticas desde otros países. Algunas de las medidas que Madrigal referencia son: la recomendación que hace la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a los países para que fiscalicen las “terapias de conversión”; la mejora del sistema de denuncias, como se ha hecho en Australia, para permitir la presentación de quejas relativas al tema; la cobertura del seguro médico que en los Países Bajos no reembolsa costos relacionados con ECOSIEG; la prohibición de la financiación pública para este fin, como han implementado algunos estados de los Estados Unidos y Puerto Rico, donde además no se pueden recibir incentivos económicos para actividades, servicios e inversiones en el campo científico, hospitalario y médico. Otros esfuerzos mencionados como parte de políticas públicas son: la regulación de los servicios de salud mental que prohíbe la realización de prácticas en los establecimientos públicos de Nueva York; la realización de encuestas nacionales que se utilicen como base para establecer un plan de acción nacional donde el gobierno se comprometa a examinar todas las opciones legislativas y no legislativas para prohibir la promoción, oferta y relación de “terapias de conversión”, como sucedió en Reino Unido en 2017. Y, por último, la concientización sobre la ineficacia de las prácticas, dando a conocer las vías a través de las cuales las víctimas pueden solicitar ayuda en caso de haber sufrido daños.
Pero lo importante de todas estas estrategias es que funcionen en conjunto, sin perder de vista que estas violencias son el resultado de un problema social. La activista Sofía Poiré explica que “hay que atacar el problema de raíz. Nuestra apuesta está mucho en la educación integral en sexualidad que no se limita a lo que vemos en los salones durante cierto periodo de nuestra vida. Tiene que ir mucho más allá de la población polarizada, tiene que ir a todos los grupos de edades, tiene que haber formas de elaborar mensajes que puedan transmitirse a otros espacios. Debe haber medidas tanto paliativas como preventivas”.
Una educación sexual inclusiva es la mejor solución, pero también la más difícil de implementar. Poiré señala que “hay medidas como el Pin Parental en España que hablan mucho de la amenaza que representa que haya una educación sexual en quienes no están bajo el dominio familiar”. Los grupos conservadores y anti-derechos han frenado repetidos esfuerzos en la región por brindar una educación sexual inclusiva y con perspectiva de género en las escuelas. La oposición conservadora rara vez se opone a los intentos por prohibir las ECOSIEG por la vía penal (¿Quizás porque saben que la prohibición es una medida ineficiente?) pero sí impiden fieramente que la educación en las escuelas cuestione la heteronorma y le dé herramientas a niñas, niñes y niños para vivir su sexualidad con seguridad, libertad y autonomía. A este problema de voluntad política se suman los recortes económicos que suelen hacerse a la inversión social, dificultando la implementación de algo tan básico como una capacitación a docentes.
Otro punto de prevención importante tiene que ver con políticas públicas que mejoren la calidad de vida de las personas LGBTIQ+. Poiré explica: “Hay otras cosas que podríamos estar haciendo, como el trabajo con las familias, métodos para una calidad de vida para las personas jóvenes de la disidencia sexual. Nos es particularmente difícil independizarnos, entonces, ¿qué podría implementarse en términos de empleo, políticas de vivienda y acceso a la salud? No sé si se trata simplemente de empleo digno o salarios mejores. También se trata de pensar cuáles son los espacios que tenemos que llegar a medios y espacios públicos, espacios de diálogo y conversación, que serían de gran ayuda para generar un cambio en las actitud”.
*Firma la petición de All Out para que el gobierno de Colombia cree una ley que proteja a las personas LGBT+ de las ECOSIEG, mal llamadas «terapias de conversión». Haz clic aquí para firmar.
CRÉDITOS
Convocatoria: All Out
Reportería: Marcy Rangel y Adriana Abramovits
Fact-checking: Luisa Fernanda Gómez y Victoria Arroyave
Análisis: Marcy Rangel y Catalina Ruiz- Navarro
Edición: Catalina Ruiz-Navarro y Matilde de los Milagros Londoño
Ilustración: Carolina Urueta
Excelente trabajo reporteril. En lo personal me abrió a una realidad que desconocía, como es la existencia de tantos grupos dedicados a combatir las preferencias sexuales que se salgan de lo que se cree es la «normalidad». Exponer en su esencia a esas organizaciones quizás ayude a prevenir su proliferación y prácticas contrarias a la libertad personal y a los derechos humanos. La simbiosis de muchas de ellas con organizaciones religiosas o iglesias las hace que sean de difícil manera encontrarlas como objeto de delitos, cuando si lo son en las prácticas a las cuales someten a las víctimas.
Muchas felicidades Volcánicas, excelente la investigación. Estos ECOSIEG en varios países me parece que están encubiertos por un manto religioso extremo y gobiernos que mantienen políticas muy machistas o misóginas. Sigan adelante, este trabajo es un referente para lo que me interesa realizar: trabajo unas cartillas sobre violencia, adicciones y perspectiva de género y ahora debo incluir situación de algunos colectivos. Gracias.
Hola… Como productor independiente, estoy en plena preproducción de un documental para denunciar éstas prácticas tan aterradoras. Me gustaría contar con la colaboración y participación de su equipo