Por Juliana Abaúnza Jaramillo
Queridas Volcánicas,
¡Bienvenidas a mi columna mensual de recomendaciones para la revista digital feminista más fenomenal de la munda entera! Este será un espacio en el que, mes a mes, les contaré sobre mis cosas favoritas así que anoten en sus calendarios, pongan recordatorios o tatúense en el brazo, estilo Memento, para recordar que me encontrarán acá siempre. No siendo más, lean aquí mis pensamientos sobre las dos series que más me emocionaron el mes pasado. Y, al final, una ñapa.
MARE OF EASTTOWN (HBO)
Kate Winslet es una de mis actrices favoritas. Detrás de la fachada, en todos sus personajes, siempre hay algo furioso pero sobre todo algo vulnerable. Lo hubo cuando hizo de niñita ricachona que no está conforme con su vida (Titanic), cuando fue una chica rebelde de pelo azul (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), como ama de casa desdichada en la década de los 50 (Revolutionary Road) o como periodista entusada que se va de vacaciones a la casa de Cameron Díaz (The Holiday). Y para nuestra fortuna, Winslet volvió a la televisión (específicamente a HBO, con quienes ya había colaborado en la miniserie Mildred Pierce) ahora como la compleja protagonista de Mare of Easttown.
Últimamente, las series de misterio que giran alrededor de un asesinato han involucrado a familias con plata (Big Little Lies, The Undoing y hasta ¿Quién mató a Sara?) y aunque eso no es necesariamente malo (la primera temporada de Big Little Lies me encantó) sí sentí un poco refrescante el lugar en el que ocurre Mare of Easttown: un pueblo común y corriente, nada glamuroso, en Pensilvania. Los personajes se conocen todos entre sí y casi siempre son primos, hace frío, todo es gris y la ropa cumple la función exclusiva de calentar, nada más. Un pueblo cualquiera. Solo que en este pueblo en particular, hay dos jóvenes desaparecidas y una tercera que apareció asesinada. Y Mare, el personaje de Winslet, es la detective encargada de resolver los tres casos.
Quizás hay personas que vieron esta serie principalmente por el misterio, por saber quién asesinó a Erin McMenamin, pero este misterio (que al final sí me terminó sorprendiendo, a diferencia de The Undoing) no habría sido nada sin dos elementos adicionales y distintivos: mi amada Kate y el humor que atraviesa la serie. Ya establecimos que a ella la amo, y que me parece muy talentosa, así que no me sorprendió que hiciera tan bien el papel de Mare Sheehan, pero sí que lo disfruté.
Esta es una Winslet “desglamurizada” al máximo: con ropa poco halagadora, raíces en el pelo, sin mucho maquillaje. En uno de mis chats familiares, una prima dijo que le estaba gustando mucho la serie pero que no le gustaba lo desarreglada y “dejada” que se veía ella en el papel. “¡Pero ese es el punto! ¡Que es una mujer común y corriente!” le dije. Bueno, tan común y corriente como puede ser una mujer tan divina como Kate Winslet. Para agregarle autenticidad a la serie, el elenco entero (y Winslet que es británica) aprendieron a hablar con el acento que tienen las personas de Pensilvania. Un acento que al parecer es muy particular (para identificarlo hay que fijarse en cómo pronuncian la palabra water: “wudder”).
El otro elemento clave es el humor de la serie. Yo soy una defensora acérrima de la importancia de que un drama tenga momentos de humor (como sucede en series tan buenas como The Sopranos o The Wire) y en una serie de misterio mi alma necesita un respiro, una risita de vez en cuando, para soltar tanta tensión. Y es en esos momentos cotidianos y graciosos entre Mare y su familia, especialmente con su mamá, que la serie logra un tono íntimo y diferente. Se siente como ver de verdad dinámicas de una familia normal (bueno, tan normal como pueda ser una familia en la que la mamá es una detective que está criando a su nieto, después de que su hijo se suicidara, al tiempo que intenta resolver un feminicidio).
Esta es además una de esas series que se beneficia del formato clásico de lanzar un episodio a la semana, pues leer las especulaciones fue parte de la gracia y el disfrute (como las de Roxane Gay que comentaba en Twitter cada episodio o las de Stephen King que adivinó quién era el asesino y cuyos análisis deben evitar si no quieren spoilers). Ver también las parodias (como la que hicieron en Saturday Night Live llamada “Murdur Durdur”) fue muy divertido. Entonces, si la van a ver hasta ahora, seguro se van a perder de esa experiencia única que es ver una serie al mismo tiempo que muchas otras personas en el mundo, pero también creo que es una serie que puede funcionar en maratón. Así que háganle.
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SPECIAL – TEMPORADA 2 (NETFLIX)
La primera temporada de Special fue una de mis series favoritas de 2019. Sus episodios duraban 15 minutos y la vi en un par de horas. Parecía más bien una serie web (como esas que se pueden ver en Youtube, de episodios muy cortos) en la que vi una promesa y un punto de vista único y muy necesario. Era la historia de Ryan, un joven gay con parálisis cerebral (o cerebral palsy en inglés) que esconde su discapacidad en el trabajo, al mismo tiempo que empieza a independizarse de una mamá codependiente. Creada, escrita y protagonizada por Ryan O’Connell, fue una temporada muy personal, casi autobiográfica. O’Connell empezó como bloguero en varios portales digitales, entre esos Thought Catalog, donde publicó una columna en la que hablaba de “salir del clóset de la discapacidad”. Ese texto se volvió viral y la editorial Simon & Schuster le ofreció hacer el libro que terminó inspirando la serie: “I’m Special: And Other Lies We Tell Ourselves”.
Ahora, para la segunda temporada, la longitud de los episodios se duplicó y Ryan armó un equipo de escritores queer, y con diversidades funcionales, que le ayudaron a darle incluso más profundidad a esta serie que habla de esa intersección que existe entre tener una discapacidad y ser LGBTIQA+.
Empezar a ver esta temporada fue algo agridulce porque, antes de su estreno, Netflix anunció que esta segunda sería la temporada final. En una entrevista con el portal Digital Spy, O’Connell explicó que este no fue uno de esos casos en los que él, como creador de la serie, tuvo una visión de dos temporadas y ya. Por el contrario: “Fue una cancelación no-consensuada”. Para quienes han seguido algunas series de Netflix, esto no es una sorpresa. La plataforma tiene una estrategia enfocada principalmente en el crecimiento, o sea que lo que más necesitan es que nuevas personas se suscriban a su servicio. Y, a través de análisis del algoritmo y de sus herramientas, ellos se han dado cuenta de que los nuevos suscriptores llegan con series nuevas y no con la tercera o cuarta temporada de una serie que ya existe. Por eso cada semana estrenan y estrenan series (muchas que caen rápidamente en el olvido) y por eso cancelan la mayoría de sus series después de dos temporadas, porque alargarlas más de eso no les significa plata. Pero, bueno, más que profundizar en lo problemático que es este modelo (que seguro sí funciona para ganar más plata pero que, para mí, significa un sacrificio grande en calidad y creatividad) lo que quiero es que nos concentremos en lo que hizo (perdónenme el chiste flojo) especial a Special.
La representación de diversidad es importante. Ver a personajes racializados, que estén en el espectro autista, que estén en sillas de ruedas, que sean trans, queer y bisexuales es refrescante e importante. Pero la representación no debería quedarse solo en eso, en mostrar, especialmente si lo que muestran es siempre el mismo tipo de historias, casi todas con una inclinación hacia el sufrimiento y el trauma, que, aunque son realidades en la mayoría de las comunidades minoritarias, no pueden ser lo único que veamos. O’Connell ha hablado mucho sobre la importancia que tuvo para él, a la hora de escribir la serie, pensar que Ryan, su personaje, no tenía que ser perfecto. Al principio, precisamente porque tuvo la oportunidad de protagonizar una historia sobre temas que casi nunca vemos en series de televisión, él tuvo el impulso de convertirlo en una versión perfecta de sí mismo: dulce, querido, amable. Pero, afortunadamente, decidió darle el chance a su personaje (un hombre gay con una discapacidad) de ser complicado, malcriado y muchas veces egoísta. Y esa es una de las cosas que mejor hace Special: mostrar un abanico de personajes con diversidades funcionales que, además, son actuados por personas que en realidad sí están en sillas de ruedas y que en realidad están en el espectro autista.
Otra de las cosas que logra con perfección esta serie, son las escenas de sexo. En la primera temporada hay una escena inolvidable en la que Ryan pierde su virginidad con un trabajador sexual (en este video, muy interesante, hacen una disección de la escena, véanlo, por favor). Y en esta segunda temporada, la serie ahonda más en la vida sexual de Ryan. Hay una escena en la que un hombre lo fetichiza a él, y a su discapacidad, y varias sobre sexo anal. Todas, así como esa escena de la primera temporada, se sienten reales, son graciosas y a veces hasta conmovedoras. No son esas escenas que empiezan con besos apasionados y cortan a negro para después mostrar a la pareja de hombres dándose un beso debajo de las sábanas cuando ya todo pasó. O’Connell también ha hablado mucho de la importancia que tiene para él mostrar el sexo gay como es, así como en algún momento Girls le quitó el velo sensual y perfecto al sexo heterosexual en la pantalla. Porque el sexo, especialmente el sexo homosexual, en palabras de O’Connell, puede ser muchas cosas: “increíblemente erótico, un poquito humillante, empoderador, bochornoso, gracioso, puede ser todo eso”.
Esa autenticidad que se logra cuando personas con voces que durante mucho tiempo fueron ignoradas tienen por fin la oportunidad de hacer chistes sobre temas “tabú” está de principio a fin en esta temporada. Hay chistes sobre el tipo de personas con diversidades funcionales que otras personas ven como “inspiración”: “ay, mírala, qué inspiradora, hace ejercicio en silla de ruedas”. Hay chistes sobre hacer movimientos autoestimulatorios cuando estás en el espectro autista, como Henry, un nuevo personaje protagonizado por el actor más guapo que he visto en meses. Hay chistes sobre tener una deuda bancaria de 46 mil dólares, sobre untarse de mierda teniendo sexo, en fin, hay chistes para rato y, en medio de esos chistes, hay una historia muy genuina y linda sobre un joven y su mamá, que aprenden a despegarse, a dejar la codependencia, y a encontrarse a sí mismos en medio de un mundo que no quiere entender cómo es la vida de las personas con discapacidades. Te extrañaré, Special, siempre tendrás un lugar en mi corazón.
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Y ahora una ronda relámpago de otras cosas que vi durante mayo que les quiero recomendar: The Underground Railroad en Amazon Prime Video (hermosa visualmente e impactante emocionalmente, una historia de libertad e identidad), la segunda temporada de For All Mankind en AppleTV+ (las tensiones de nuestros astronautas favorites en la luna y su lucha por llegar a Marte se pusieron más buenas), Shadow and Bone en Netflix (me entretuve bastante con esta historia de fantasía y con su vestuario y escenarios muy inspirados en Rusia) y Friends: The Reunion en HBO Max (llegará el 29 de junio a Latinoamérica, no dicen nada muy profundo que no supiéramos antes –excepto lo de Jenniffer Aniston y David Schwimmer–, pero me reí y lloré, es bueno para despertar nostalgia).
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