
Cuando a Karla Barajas le detectaron cáncer de mama en el 2018, le hizo una fiesta de despedida al que era su seno izquierdo en donde ahora sobresale el tatuaje de un corazón ardiente. Su diagnóstico de cáncer de mama en etapa tres con metástasis en los ganglios de la axila implicaba una mastectomía radical en ese seno, además de quimioterapia y radiación. Después de la cirugía, decidió no ponerse implantes, y desde entonces, además de ser una mujer mexicana a punto de cumplir 50 años, madre de un adolescente, comunicadora y repostera, se presenta como “activista uniteta”.
Barajas es una de las 462 mil mujeres que cada año son diagnosticadas con cáncer de mama en el continente americano, el cáncer es la segunda causa de muerte de las mujeres en América Latina y el de mama, el más común. La incidencia en nuestra región es de 27 casos por cada 100 mil mujeres (los datos no toman en cuenta a los hombres trans y las personas no binarias). Por eso cada 19 de octubre se conmemora el Día Internacional de lucha contra el Cáncer de mama y, en México, el Día Nacional de la Reconstrucción Mamaria.
El cáncer de mama y la reconstrucción mamaria parecen ser dos términos indivisibles. En algunos casos, cuando el tratamiento no requiere radiación posterior, la mastectomía viene “en paquete” con la reconstrucción para que las mujeres entren al quirófano con dos ‘chichis’ y salgan con dos ‘chichis’. Pero esto no sucede en la mayoría de los casos: De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, de cada 100 pacientes que se curan de cáncer con la extirpación de seno, solo el 30 por ciento se reconstruye. Entre la población de sobrevivientes del cáncer de mama con mastectomía, la mayoría son uniteta. ¿Por qué entonces no se habla tanto de ellas? ¿Por qué cuando se habla de ellas es en relación a que hay que ayudarlas a “reconstruirse”?, como dicen las campañas de hospitales públicos o iniciativas privadas que otorgan implantes gratuitos que buscan devolverle a las mujeres: “su salud emocional, psicológica, autoestima, sexualidad e imagen corporal”. Como si nuestro bienestar y autoimagen dependiera solo de las chichis y no de la relación integral que tenemos con nosotras mismas y con el mundo.
Contra esa idea han tenido que lidiar activistas unitetas como Karla Barajas, quien además de compartir información sobre su proceso de salud mental y físico tras el cáncer, ha colaborado con campañas y marcas de ropa que diseñan bralletes o trajes de baño para unitetas.
Desde su experiencia de vida, ella y otras activistas uniteta, reclaman el derecho de rehabitar su cuerpo y recuperar la agencia de sus decisiones para decir: “La no reconstrucción también es una opción”.
Volcánicas: ¿Por qué decidiste documentar tu proceso?
KB: En marzo de 2018, cuando me sentí una bola y me confirmaron que tenía cáncer me dijeron que siguiera con mi vida normal y además me ofrecieron una especie de tratamiento, un casco frío que te pones durante las quimios y que en teoría evita que se te caiga el cabello. Digo en teoría porque no en todos los casos funciona. Yo no quise porque el cáncer es una enfermedad cara y preferí guardar ese dinero para algo que sí fuera necesario. Pero cuando me lo ofrecen, me dicen que esto sirve “para que nadie se dé cuenta de que tienes cáncer”. Eso me prendió. Dije: “Caray, ¿y por qué nadie se tiene que dar cuenta? Pues va a pasar todo lo contrario: la gente se va a enterar y vamos a aprender todos juntos”. Eso fue lo que detonó esa chispa furiosa.
Volcánicas: Después de la mastectomía, ¿te dan a elegir si quieres hacerte una reconstrucción? ¿Cuáles fueron los pros y contras que te llevan a no ponerte un implante?
KB: Mi doctor me dice que me tiene que quitar toda la chichi y que me quiere reconstruir pero no puede ser inmediato porque después de la operación me tenían que dar 32 sesiones de radiación y a veces la piel no queda elástica y es complicado reconstruir con la piel dañada por la radiación. Entonces tenía que esperar dos años. Yo en ese momento dije que sí me quería reconstruir, incluso bromeaba con mis amigas de que me iba a poner unas más grandes.
Pero después de que me operan, estuve muy triste. Es muy difícil verte la primera vez. Me compré un brasier con prótesis, no lo pude evitar. Pero me lastimaba y cuando empecé la radiación más me quemaba la piel. Era muy incómodo usar el brasier normal y la prótesis, entonces lo dejé de usar. Volví a una de las tiendas donde compré el brasier y la señora que me lo vendió me regañó por no tenerlo puesto. Al principio solo le contestaba que no me lo ponía porque no quería, y ahí empecé a cuestionarme realmente si quería ponerme un implante, y para quién, y para qué.
No tenía ganas de entrar a un quirófano otra vez. Estaba harta y empecé a pensar en la opción de quedarme así, como es mi cuerpo ahora. Pensé que eso sí podía ayudarme a elevar mi autoestima, a aceptarme. Encontré otras mujeres en Instagram con el mismo pensamiento, eso me motivó y me ayudó. Me di cuenta de que no estaba sola y eso reforzó mi idea de quedarme uniteta.
Volcánicas: ¿Crees que hay presión por parte de los médicos o la sociedad en general hacia las mujeres para que se pongan implantes tras una mastectomía?
KB: Es algo que aprendimos. Es casi un pensamiento automático creer que una mujer que pierde una o dos chichis tiene que ponerse otras. Y no digo que esté mal reconstruirse, yo creo que las mujeres que lo hacen son muy valientes porque eso implica entrar, otra vez, al quirófano. No estoy en contra de la reconstrucción, pero sí creo que en el momento en que te diagnostican, muchas personas, incluyendo médicos, dan por hecho que el camino que sigue es que te reconstruyas. Lo entiendo, porque ser uniteta al principio es muy difícil, o sea es impresionante, porque además nos educaron para creer que las mujeres debemos tener tetas para ser femeninas, etcétera. Algo que a mí también me pasaba.
Volcánicas: ¿Qué opinas de la palabra “reconstrucción”?
KB: Mi ginecóloga me dijo algo que me pareció muy acertado: no hay nada que reconstruir porque no estamos destruidas, no estamos demolidas. Trato de no usar esa palabra porque creo que tiene razón, no hay nada que “rehacer”. Simplemente perdí mi seno izquierdo porque tenía cáncer y nada más.
Volcánicas: A cuatro años de ser uniteta, ¿cómo ha sido el proceso de rehabitar y re-conocer tu cuerpo después del cáncer?
KB: A veces se me olvida que no la tengo o se me olvida que alguna vez la tuve. A veces me doy cuenta que mi postura ha cambiado, que empujo mi brazo izquierdo hacia adelante, supongo que instintivamente para protegerme esa área. Es extraño porque al principio perdía el equilibrio o chocaba con las cosas de ese lado.
He disfrutado mucho del proceso porque he tenido que aprender a quererme y aceptar que no soy nada más dos chichis y un cabello largo, porque antes del cáncer yo usaba mi cabello hasta las caderas y sentía que eso y mis chichis me hacían ser una mujer sexy y guapa. Parte de esto es demostrarme que sigo siendo yo. Ha sido un camino interesante, la verdad.
Creo que somos muchas las personas que estamos en esta lucha: porque te falta una teta, o dos, o tienes pocas nalgas, o tienes brazos grandes. Todos los cuerpos son chidos y no digo que nos gustemos en todo momento, porque a veces una se levanta, se ve al espejo y dices ¡ufff! Pero ahora mismo lo importante es que el cuerpo esté sano, eso es lo único que importa realmente. Lo único.
Volcánicas: ¿Qué consejo le darías a las personas que están tomando ahora la decisión de ponerse implantes o ser unichichi?
KB: Me encantaría que sepan que pueden optar por otras cosas como no ponerse nada, que eso no nos hace menos mujeres. Y lo más importante es que se escuchen a ellas mismas, a esa sabia interior. Porque cuando tienes cáncer, todo el mundo es un experto y mucha gente te dice lo que creen que tienes que hacer, y se agradece porque es con buena intención, pero está una tan abrumada con la enfermedad…Les diría a las personas que están en el proceso que se escuchen, basadas también en lo que dicen sus doctores. Y tomar decisiones que las hagan sentir seguras y tranquilas, lo que sientan que es correcto. Yo eso hice.
Volcánicas: Sobre tu tatuaje del corazón en llamas…pensé que te lo habías hecho después de la mastectomía, pero es de antes ¿verdad?
KB: Sí, de hecho ahora tiene otro significado. Originalmente, el doctor que me hizo la mastectomía me dijo que tenía que haber partido el tatuaje para la operación, pero quiso cuidarlo, tardó más por eso. Sólo se llevó una puntita de abajo del corazón, pero el corazón en llamas sigue. Se lo agradezco porque creo que va con mi lucha, va conmigo, va con todo.