
La investigadora estadounidense Yarelix Estrada fue la primera mujer en denunciar públicamente a Julián Quintero, director de la Corporación Acción Técnica Social ATS, por presunto acoso y abuso sexual. Volcánicas entrevistó a Yarelix y a dos mujeres más, cuyas identidades serán protegidas, quienes también afirman haber sido víctimas de las conductas abusivas de Quintero. Las tres comparten sus testimonios en este reportaje.
Estos testimonios fueron remitidos por la organización jurídica que acompaña a las denunciantes, representadas por las abogadas Susan Espitia, Juliana Higuera y Laura Páez, y verificados por Volcánicas con entrevistas directas y documentos de soporte. Los nombres y apellidos de dos de las denunciantes fueron cambiados porque así nos lo solicitaron, para respetar su privacidad y evitar represalias, y sus identidades, así como los documentos mencionados, están protegidas por el secreto profesional, consagrado en el artículo 74 de la Constitución de Colombia.
Yarelix Estrada
Yarelix Estrada, investigadora y activista en reducción de daños, vinculada al Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York y a iniciativas de análisis de sustancias en Estados Unidos y otros países, fue la primera en denunciar públicamente a Julián Quintero. Según su testimonio, los hechos de acoso y abuso sexual se habrían dado en dos momentos: en Viena en marzo de 2025, y en Bogotá en julio de 2025, tras su decisión de mudarse a la ciudad, motivada por el trabajo y las amistades y confianzas que había construido con Quintero y otras personas de Échele Cabeza. Estrada tenía 31 años y Quintero, 47.
Viena, marzo de 2025. Yarelix cuenta que, durante un evento de política de drogas de las Naciones Unidas en Viena, realizado en marzo de este año, Quintero y ella compartían alojamiento con otras personas del sector de la reducción de daños. Estrada sostiene que, después de una noche de consumo de alcohol, Quintero la desnudó y la tocó sexualmente mientras ella estaba muy ebria.
“En marzo de 2025, me presenté ante las Naciones Unidas en Viena. Fue la segunda vez que hablaba en la ONU y me quedé con el grupo de ATS e Instituto RIA. Un grupo grande de nosotros nos alojamos juntos en una casa compartida grande y dividimos las habitaciones para ahorrar costos. Julián Quintero fue una de las personas que se quedó en esa casa. La noche del 12 de marzo, todos salimos a una fiesta; yo bebí mucho y, cuando regresamos al Airbnb, estaba realmente borracha. Es posible que hayamos seguido bebiendo una vez allí. En ese estado, recuerdo que Julián empezó a abrazarme y luego me agarró y me llevó a otro cuarto, separado del lugar donde estábamos todos. Mientras caminábamos, recuerdo preguntarle, confundida, ‘¿usted no estaba en una relación?’. Ya en el cuarto, empezó a quitarme la ropa (creo que llevaba un vestido) y también me quitó el sostén. Comenzó a tocarme. No recuerdo hasta dónde llegaron las cosas porque cuando empecé a recuperar un poco la consciencia, me di cuenta de lo que estaba pasando y decidí fingir que me quedaba dormida. No me gustaba lo que estaba ocurriendo. No quería estar con él, pero era consciente de la dinámica de poder que existía con alguien que es el líder en reducción de daños en el país al que me iba a mudar en pocos meses. También me costaba mucho la incomodidad de tener que decirle a un amigo que parara mientras estaba en ese estado. La reacción más fácil que se me ocurrió fue fingir que me dormía para que se fuera, y así fue”.
Esa misma noche le escribí a un amigo contándole lo que había pasado: que no me había sentido cómoda, que yo no lo había querido. Se sintió como si me hubieran abusado, pero en ese momento no sabía qué palabras usar. Era todo demasiado complicado. Así que decidí no decir nada más después de eso”.

Bogotá, julio de 2025. Meses después, Estrada se mudó a Bogotá. Tras una salida a comer con Quintero, acudió a la sede de Échele Cabeza en el barrio Teusaquillo, donde continuó un encuentro informal con colegas en el que hubo consumo de alcohol. Estrada afirma que se quedó dormida y que despertó en otra habitación, en la parte trasera de la casa, con Quintero presuntamente tocándola de manera abusiva y forzándola a consumir cocaína mientras ella seguía bajo los efectos del alcohol, en un estado que, según su testimonio, le impedía consentir o defenderse.
“Me mudé a Bogotá el 29 de junio y durante las primeras semanas estuve buscando dónde vivir, tratando de acomodarme después de una mudanza muy intensa. Un día, el 25 de julio, Julián y yo salimos a cenar. Ese mismo día, antes de salir a comer, él me contó que ya no estaba con Vannesa y que ‘estaba actuando como un loquito’. [Vanessa Morris fue la pareja de Quintero, y una de las directivas de Échele Cabeza]. Él pidió vino. A mí me gusta más la cerveza y normalmente no tomo vino ni licor, pero pensé que era un gesto amable para mi primera cena con él. Después de dos botellas de vino, ya me sentía borracha y le dije que ya estaba bien, que no quería más vino. Me dijo que no había problema, que podíamos caminar por la avenida, comprar unas cervezas y luego ir a la casa de Échele Cabeza. Eso hicimos.
Estando en la casa, recuerdo que él les dijo a algunas personas presentes en el lugar, a ella y a su amiga, que yo era una ‘gringa’ que él traía para que le trajeran recursos a sus proyectos. Me dio mucha rabia lo que estaba diciendo y la forma en que ella respondía. En ese instante le estaba escribiendo a mi pareja lo que pasaba, pero los mensajes no tenían mucho sentido, lo que evidenciaba el nivel de intoxicación. Es probable que Julián siguiera ofreciéndome trago; a partir de ahí ya no recuerdo casi nada. Recuerdo que todo esto ocurría en la sala de la casa de Échele Cabeza, un área que tiene cámara. Luego, creo haberme quedado dormida o haber tenido lagunas de memoria por haber bebido demasiado.
Cuando desperté, estaba en otro cuarto, en una parte diferente de la casa. Era la habitación con la puerta justo enfrente de la zona de la cocina donde hacen las valoraciones psicológicas, y está insonorizada. Al despertar, él tenía la mano dentro de mi sostén y me estaba tocando sin mi consentimiento. También me estaba forzando a consumir cocaína: me desperté sintiendo que me la metía en la nariz mientras seguía muy sedada, e intentaba besarme“.
Yarelix asegura que, tiempo después, cuando se atrevió a hablar de lo ocurrido, la respuesta de Quintero fue minimizar los hechos. A partir de entonces, decidió evitar espacios en los que él estuviera presente, como una medida básica de autocuidado. Estrada redactó su denuncia y la difundió en redes internas y en grupos de mensajería en los que participan organizaciones de reducción de daños de distintos países; también presentó la denuncia ante las autoridades competentes.
“Desde el momento del abuso hasta octubre, sentí que me aislaron intencionalmente del proyecto Échele Cabeza. En julio le pregunté al coordinador del programa de análisis de sustancias, Mauro Díaz, si podía sumarme como voluntaria y me dijo que no aceptaban voluntarios que tuvieran pareja dentro de Échele Cabeza (porque mi pareja es voluntaria en Medellín). Eso era mentira: en Échele Cabeza había varias parejas, incluido Julián y Vannesa.
Las únicas veces que Julián se puso en contacto conmigo fueron para pedirme que presionara a mi director para que pidiera 17.000 dólares con los que pudieran comprar una máquina FTIR, para análisis de sustancias. En resumen, las únicas ocasiones en que Julián me contactaba eran cuando necesitaba algo o quería algo. Llegó un punto en que tuve que decirle a mi jefa que, por favor, le comunicara a él que ya no me contactara más para pedirme recursos o temas de dinero, porque no, no y no me sentía cómoda siendo utilizada como un recurso, como una mercancía, tanto por alguien que me había abusado como por alguien que me estaba usando mientras yo me sentía completamente aislada en Bogotá. En octubre, finalmente, regresé a Nueva York.
La noche del 19 de octubre le envié a Julián una nota de voz diciéndole que en Viena no había estado bien que se aprovechara de mí estando yo tan borracha; que no había estado bien que me agrediera sexualmente cuando estaba inconsciente el 25 de julio en la casa de Échele Cabeza, y que no había estado bien que durante todo este tiempo yo sintiera que me estaba utilizando por los recursos de mi organización.
Él respondió que ‘lo sentía mucho, que quería hablar y que quería cambiar las cosas’. No negó nada de lo que había pasado y me dijo que deberíamos hablarlo en Manizales, en la conferencia de psicodélicos en la que ambos íbamos a presentar. La conferencia era el 23 y el 24 de octubre”.
Detroit, 12 al 15 de Noviembre del 2025, Conferencia Internacional de Reforma de Políticas de Drogas. “Seguí contando lo que ocurrió hasta llegar a la Conferencia Internacional de Reforma de Políticas de Drogas que se realizaba en Detroit. Julián estaba programado para hablar allí. Uno de los amigos a los que se lo conté me dijo que iba a estar en un panel con él y me sugirió que le contara a la moderadora y a una persona del staff de Drug Policy Alliance (DPA) lo que me había hecho, porque era injusto que él apareciera en la conferencia. Contacté a dos personas del personal de DPA. Finalmente me respondieron y me dijeron que lo estaban sacando del panel y que lo desinvitaban de la conferencia. Para mí eso fue muy importante y útil.
Casi nadie dudó lo que yo contaba, salvo dos de sus mejores amigas, que desde el primer momento en que le conté lo que pasó no pararon de cuestionarme, de poner excusas por él y de hacer control de daños en su nombre, incluso durante la conferencia. Pero muchas otras personas me dijeron que me creían. Según mencionaron, sabían de otras personas que han salido a denunciar los abusos de Julián (sexuales, emocionalmente abusivos, explotadores, robo de proyectos y relaciones laborales asimétricas) y nunca pasa nada porque él tiene el monopolio del financiamiento y del poder en reducción de daños en Colombia.
Durante la conferencia, empezó a haber mucha presión en Bogotá porque los trabajadores dentro de Acción Técnica Social (ATS) intentaron exigirle rendición de cuentas a Julián por lo que había pasado. Todos los liderazgos de ATS, excepto Mauro Díaz que defendió a Julián, estaban pidiendo que se le exigiera responsabilidad por lo que había hecho y que se separara de la organización para evitar que se dañara la reputación de Échele Cabeza y de ATS. Al principio Julián actuó como si se arrepintiera, e hizo como que iba a dar un paso al costado, pero al día siguiente les dijo a todos que ya tenía un abogado, que sentía que lo estaban dañando y que estaba evaluando tomar acciones legales contra los trabajadores que estaban hablando en su contra… y posiblemente contra mí también. Para mí era completamente inaceptable dejar que esto quedara sin consecuencias, así que redacté una denuncia corta para poder compartirla en grupos de WhatsApp sobre lo que me había pasado a mí. A partir de ahí, muchas personas empezaron a difundir la denuncia.

Cuando regresé de la conferencia, presenté una denuncia formal ante la Fiscalía narrando lo que pasó: cuando estaba desmayada y Julián me tocó de manera abusiva sin mi consentimiento, me dio cocaína sin mi consentimiento e intentó besarme. Desde que la noticia salió a la luz, al menos cuatro mujeres más me han buscado para contarme sus experiencias similares. En cada caso ellas estaban bajo los efectos del alcohol, de drogas o de ambas, y la mayoría de los hechos ocurrieron dentro de lo que en ese momento era la casa de Échele Cabeza”.
Antonia
Antonia, voluntaria de Échele Cabeza desde 2018 cuenta que en noviembre de 2020, después de una noche de tragos en la sede de la organización, Quintero presuntamente tocó sus partes íntimas sin su consentimiento. Ella tenía 22 años y él 42. Por estos hechos, Antonia presentó una denuncia en la Fiscalía.
“Ingresé a Échele Cabeza en 2018, en el marco de una convocatoria para mujeres cuyo fin era equilibrar la cifra de género en la organización. Desde mi entrada tuve cercanía e incluso amistad con otros voluntarixs; sin embargo, nunca fui cercana a Julián. Yo lo veía como el líder, alguien a quien miraba a lo alto y por quien sentía admiración por su papel en la reducción de riesgos y daños en el país. Siempre procuré llevar a Julián y a Vanessa en buenos términos, no sólo porque eran los líderes del proyecto, sino también por las oportunidades que se daban dentro de la organización, como asistir a eventos grandes, ser tenida en cuenta para charlas o incluso para diplomados en el exterior. Para mí, Échele Cabeza era la oportunidad para desempeñarme profesionalmente en algo que me apasiona.
El 27 de noviembre de 2020 fui a la casa de Échele Cabeza para celebrar un cumpleaños. Éramos alrededor de 15 personas y yo fui acompañada por una persona con la que estaba saliendo en ese momento. Desde el inicio de la noche, sentí a Julián muy dispuesto a tener una conversación más cercana conmigo; a mí me pareció bien porque no era algo que sucediera normalmente en los espacios que compartíamos con todo el grupo. Todos estábamos tomando y bailando. Julián y yo estábamos conversando y lo que recuerdo es que me agarró un seno. Retrocedí, confundida, y él me dijo que era muy normal. Tomó mi mano y la llevó hacia su pecho, haciéndome apretarlo. No sé cómo evadí esa conversación tan extraña y me alejé de él. Creo que en ese momento fue muy difícil aceptar lo que estaba pasando porque para mí ese lugar era un espacio seguro, no solo porque era la casa de Échele Cabeza en sí, sino también por las personas con las que estaba.
Seguí conversando con mis amigos y bailando cuando de repente sentí que alguien se me pegó por detrás y me pegó a su cuerpo, me agarró los senos y la vagina, me di cuenta de que era Julián. Quedé pasmada, pues todo sucedió muy rápido. Yo solo estaba muy quieta; no podía hablar de lo pasmada que estaba. Él no demoró en reaccionar y se alejó y dijo ‘Yo no puedo hacer esto’, pero a lo largo de la noche estos tocamientos sexuales en mis genitales sin mi consentimiento sucedieron como tres o cuatro veces más.
Él, en algún momento, me dijo: ‘Si sientes que me estoy pasando, dime’. En alguna de las ocasiones, intentó meterme la mano en el pantalón. Para mí esa noche es muy difusa, no solo por el alcohol, sino porque no entendía qué estaba pasando, por qué estaba pasando y por qué todo sucedía tan rápido.
Esa noche me quedé con la persona con la que estaba saliendo y, al despertar, me sentí muy confundida y con una sensación de vulnerabilidad. Esta persona mencionó que había notado lo ocurrido y mi incomodidad en la fiesta, y que le había preocupado. Esa misma mañana hablé con una de las voluntarias de la organización muy cercana a mí y le conté superficialmente lo que había pasado y cómo me sentía. En las siguientes semanas también hablé con otro voluntario cercano a mí.

Viendo hacia atrás, caigo en cuenta de que minimicé todo lo que había pasado, y no solo yo, sino también las personas a las que les conté. Ellos propiciaron un espacio para que Julián se disculpara conmigo en la fiesta de cierre de año de Échele. Lo que me dijo esa noche fue más una justificación que una disculpa. Aseguró que fue por el alcohol y por un tema de ‘la edad’; nunca llegué a entender a qué se refería con eso.
Nunca volví a sentirme cómoda en un espacio con él, mientras él se comportaba conmigo como si nada hubiese pasado y como si fuésemos amigos. Incluso en un momento tuve que buscar un espacio en privado para decirle que no quería que me tocara, pues solía abrazarme, hacerme chistes como sacudirme el cabello, le dije que esperaba que mantuviéramos una relación únicamente formal pues después de lo que había pasado yo no me sentía cómoda con la cercanía.
Llegó un punto en el que no me sentía segura en los espacios del voluntariado, dejé de participar en muchos eventos y a evitar todos los espacios en los que él estuviera. Aun así, me aferraba a la idea de que podía seguir trabajando en Reducción de Riesgos y Daños (RRD) y apoyar el proyecto desde otros espacios que no fueran necesariamente los de prestar servicios en fiestas.
Hoy en día me pregunto por qué me quedé tanto tiempo después de lo ocurrido y la violencia de la que fui víctima, creo, que en ese momento, sentí el temor a quedarme por fuera de Échele Cabeza, a no encontrar espacios donde pudiera desempeñarme en estos temas o incluso a sufrir alguna represalia por lo que había sucedido, lo cual fue lo que terminó sucediendo.
Me retiré del proyecto, o más bien me sacaron. En junio de 2022, fui notificada de que no seguí en el proyecto junto con lxs demás voluntarixs. Nos citaron a reunión de equipo en el antiguo local del proyecto sin dar muchos detalles, cuando iba en camino hacia allá, noté que me habían eliminado del grupo de Whatsapp. Al llegar a la reunión, lo que nos dijeron, de forma muy cínica, fue que las cosas al interior del grupo no estaban funcionando y que por eso tomaban la decisión de expulsar a todo el mundo del voluntariado y hacer una nueva convocatoria, en la que nos podríamos presentar si queríamos. No quise volver.
Considero pertinente mencionar que recientemente, después de contactar con Yarelix , decidí presentar una denuncia a la fiscalía con los eventos de 2020”.
Cristina
Una de las voluntarias de la organización cuenta que el 15 de febrero de 2024, también en la sede de Échele Cabeza en Bogotá, después de una noche de mucho consumo de alcohol, y estando muy intoxicada, Quintero la tocó y besó sin su consentimiento.
“Yo hacía parte del voluntariado de Échele Cabeza. El día de los hechos, Vanessa Morris —pareja de Julián Quintero en ese momento— me invitó a una reunión en la que él también estaría presente. Primero, asistimos a un evento con otros voluntarios y luego nos dirigimos a la casa de Échele para continuar la reunión. Consumimos alcohol en cantidades importantes; yo acepté participar y terminé en un estado de embriaguez considerable.
Ya entrada la madrugada, varias personas se retiraron y quedamos únicamente Vanessa, Julián y yo. Mis recuerdos de esa parte de la noche son fragmentados. Recuerdo haber percibido actitudes que interpreté como coqueteo por parte de Julián, lo que me generó incomodidad, especialmente porque su pareja estaba presente.
No tengo claridad sobre cómo se iniciaron ciertos hechos, pero sí recuerdo que terminé besándome con Julián. En algún momento él me tomó de la mano y me llevó a otra habitación; Vanessa estaba dormida en el sofá. Yo lo seguí, en gran medida porque mi nivel de embriaguez limitó mi capacidad para evaluar o reaccionar con lucidez. En ese espacio él me tocó y me insinuó que lo tocara; yo negué con la cabeza. Él detuvo la interacción. Yo me retiré, aún mareada y confundida.
Durante mucho tiempo no supe cómo interpretar lo ocurrido. No lo nombré de ninguna forma específica porque yo misma estaba atravesando un momento emocionalmente desordenado y recurrí sobre todo a la vergüenza y la culpa para intentar entenderlo. Desde entonces no los he vuelto a ver.
Cuando leí el testimonio de Yarelix, lloré. No entiendo completamente por qué reaccioné así ni por qué sigo llorando al recordarlo. Aún hoy me cuesta ponerle un nombre a lo que viví. Lo único que tengo claro es que tomé decisiones que me pusieron en una situación vulnerable y que, si hubiese estado sobria, no habría accedido a lo que ocurrió esa noche.
Comparto esto porque considero importante que quienes interactúan en espacios sociales o profesionales con estas personas lo hagan con información suficiente para establecer límites y tomar decisiones informadas, especialmente en contextos donde existen admiración, autoridad o relaciones asimétricas. Busco expresar mi vivencia y las reflexiones que surgieron con el tiempo, de la manera más responsable y honesta que puedo”.
Consumo sin reducción de riesgos
Las tres denunciantes coinciden en señalar que la sede de Échele Cabeza en Bogotá es un escenario frecuente de fiestas en las que se consumen grandes cantidades de alcohol y otras sustancias. Sobre esto, Yarelix señala: “Parte del espacio que ellos crearon se sentía seguro, aunque a veces también se sentía peligroso. Julián y Vannesa generaron un ambiente en el que se fomentaba el sobreconsumo —de licor, de cocaína y de otros estimulantes— al mismo tiempo que prometían cuidar de todas las personas que decidieran consumir grandes cantidades de distintas sustancias. Fui una de las muchas mujeres que eligieron al grupo de Échele Cabeza y a la casa de Échele Cabeza como un lugar de seguridad donde consumir más de lo que normalmente consumiría, o consumir sustancias que normalmente no consumiría —como beber mucho licor y consumir cocaína, por ejemplo— porque creía que estaría protegida a pesar de encontrarme en un estado de vulnerabilidad”.
Esta denuncia, ahora múltiple, toca un punto especialmente delicado: la violencia sexual en espacios que se presentan como seguros y basados en el cuidado. Estrada cuestiona que conductas como las que denuncia sean compatibles con organizaciones que hablan de cuidado mutuo y que trabajan con poblaciones en situación de riesgo.
El caso vuelve a poner sobre la mesa: 1. La asimetría de poder entre figuras reconocidas en el campo y colaboradoras, consultoras, investigadoras o voluntarias más jóvenes. 2. La urgencia de que estos espacios cuenten con protocolos claros de prevención, denuncia y sanción de violencias basadas en género, que no dependan exclusivamente de la reputación de sus líderes. 3. La necesidad de que la reducción de daños incluya también políticas internas de cuidado y consentimiento, más allá del lenguaje progresista que muchas veces se adopta hacia afuera.
Organizaciones como Dejusticia, Elementa DDHH, la Fundación Ideas para la Paz, Temblores ONG, Corporación Humanas y el Cesed de la Universidad de los Andes, han manifestado su solidaridad con Estrada y las demás mujeres denunciantes, resaltan que los proyectos de reducción de daños no pueden desvincularse de los compromisos con los derechos humanos y la justicia de género.
Tras la circulación de la denuncia, ATS emitió un comunicado público en el que expresó su “tolerancia cero” frente a cualquier forma de violencia basada en género, dentro y fuera de la organización. En el texto, ATS: 1. Respaldó la decisión de Estrada de denunciar y se compromete a garantizar un entorno libre de represalias y revictimización. 2. Anunció que, desde la publicación del comunicado, Julián Quintero es retirado del cargo de director ejecutivo de ATS y quedó excluido de cualquier representación pública o privada en nombre de la corporación mientras se avanzan los procedimientos internos. 3. Se comprometió a adoptar medidas de reparación y de no repetición. Sin embargo, este comunicado fue bajado de las redes de Échele Cabeza, Quintero negó públicamente haber ejercido violencia física, sexual o psicológica contra Estrada y anunció que iniciará trámites judiciales. Estrada ha manifestado que siente miedo por su integridad física. “Mientras ‘renunciaba’, también dijo que no iba a añadir nada más sobre la situación conmigo porque eso “causaría daño’, y yo lo estoy interpretando como una amenaza a mi seguridad”, afirma. La intención de Antonia y Cristina de no revelar sus identidades da cuenta del miedo que sienten las mujeres en posición de subordinación al realizar este tipo de denuncias.
Para las abogadas de las denunciantes, “las violencias relatadas anteriormente constituyen violencias de tipo sexual en persona en estado de indefensión puesto que, al estar en alto grado de alicoramiento y consumo de sustancias psicoactivas, las mujeres denunciantes no tenían plena conciencia de lo que estaba sucediendo ni capacidad de resistir. Se evidencia que en cada caso este es un factor común. De forma sistemática, Julián Quintero era consciente del estado de confusión e indefensión de las mujeres, así como de su superioridad manifiesta, al tener un rol de dirección y un perfil público y elevado en el sector de Reducción de riesgos y Daños RDD. Se generaron prácticas de aleccionamiento y exclusión hacia la participación de algunas de las denunciantes en la colectividad de Échele Cabeza y ATS, debido a que no permitieron que Julián Quintero continuara con su abuso de poder y sus abusos sexuales. Al ser acosadas y tocadas sin su consentimiento, fueron paralelamente excluidas y marginalizadas de los espacios colectivos. Se evidencia una estructura de poder basada en el acoso laboral, usurpación de ideas y recursos, así como de complicidad hacia distintos tipos de violencias basadas en género, tales como acoso sexual, abuso sexual, violencia psicológica, violencia económica y violencia patrimonial. Los espacios de consumo desproporcionado, donde prometieron cuidado e incentivaron grandes cantidades de consumo, fueron escenas propiciadas e intencionadas para el acoso y abuso sexual. Cada caso demuestra una sistematicidad en el modus operandi de Julián Quintero y Vannesa Morris. Julián Quintero como perpetrador de las violencias sexuales y Vanessa Morris como cómplice, a través de su silencio, defensa y respaldo”.
Yarelix y Antonia exigen procesos de reparación. Aquí se pueden leer sus exigencias.
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Volcánicas envió algunas preguntas relacionadas con estas denuncias a Julián Quintero y a Vanessa Morris. Quintero nos respondió que no podía dar entrevistas por el momento, Morris también nos dijo que no iba a responder entrevistar por asuntos con sus abogados. Sin embargo, compartimos las preguntas que les enviamos a ambos:
Preguntas para Julián Quintero
- ¿Coincidió con Yarelix Estrada en Viena en marzo de 2025?
- ¿La noche del 12 de marzo de 2025 le quitó la ropa y tocó a Yarelix Estrada, quien se encontraba en un estado visible de intoxicación?
- ¿Pidió y recibió el consentimiento de Yarelix Estrada para desnudarla y tocarla esa noche?
- ¿Coincidió con Yarelix Estrada en Bogotá en julio de 2025?
- ¿La noche del 25 de 2025 de julio, en la sede de Échele Cabeza, le tocó bajo la camisa los senos a Yarelix Estrada, quien se encontraba en un estado visible de intoxicación?
- ¿Pidió y recibió el consentimiento de Yarelix Estrada para desnudarla y tocarla esa noche?
- ¿La noche del 25 de julio de 2025 en la sede de Échele Cabeza, intentó darle cocaína a Yarelix Estrada cuando estaba visiblemente intoxicada y sin capacidad para dar su consentimiento?
- ¿La noche del 15 de febrero de 2024, estuvo consumiendo alcohol en la sede de Échele Cabeza en Bogotá, con voluntarios y voluntarias, así como con otros integrantes de la organización, como su pareja de ese momento, Vanessa Morris?
- ¿Esa noche, se dio besos con una de las voluntarias, visiblemente intoxicada?
- ¿El 27 de noviembre de 2020 estuvo consumiendo alcohol en la sede de Échele Cabeza en Bogotá, con voluntarios y voluntarias y otros integrantes de la organización?
- ¿Esa noche tocó los senos y otras partes íntimas a una de las voluntarias?
- ¿Pidió y recibió el consentimiento de la voluntaria para dichos tocamientos
- ¿Cuál es su vínculo actual con la organización Échele Cabeza y con ATS?
Preguntas para Vanessa Morris
- ¿Durante la noche del 15 de febrero 2024, estuvo consumiendo alcohol en la sede de Échele Cabeza en Bogotá, con voluntarios y voluntarias, así como con otros integrantes de la organización, como su pareja, Julián Quintero?
- ¿Esa noche, vió a Julián Quintero darse besos con una de las voluntarias, visiblemente intoxicada?
- ¿Ha presenciado usted o ha tenido conocimiento directo de que Julián Quintero haya tenido avances con connotación sexual con las mujeres que han hecho voluntariado o han trabajado en Échele Cabeza?
Esto pasa porque son hipócritas y a la vez están hablando de consumo de drogas, de las cuales abusan, consumo de alcohol y cocaina y quien sabe que mas, esto no es más que una doble moral, por eso se ven envueltos en estos escándalos, en Colombia tenemos un dicho para esto “escupir para el cielo” en la cara te cae